Capítulo 18

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Bianca

Pasó todo un mes, todo un mes de mierda.

Mila estaba repartiéndose el tiempo entre el colegio, pasar el rato conmigo antes de ir a la peluquería, y a la salida, como pueden imaginar, corría a casa de Grego.

No puedo decir que me ponía feliz esa relación, porque todavía tenía mis reservas, pero hey... ya me había equivocado una vez con Felipe, el novio de Jaz.

Me gustaba verlo alegre. La versión alegre que Mila podía ser, claramente.

Ya no gruñía a la gente porque sí, y su gesto demacrado por las mañana ya no daba tanto miedo. Tampoco esperen que fuera dando saltitos por ahí, cantándole al amor. Ese no era mi amigo.

Pero que se estaba enganchando, eso no podía negarlo.

El otro chico, se cuidaba en la escuela de no estarse paseando con su novia en nuestras narices, aunque por lo que sabía no la había dejado; y por lo menos cuando nos cruzábamos nos saludábamos cordialmente. No era idiota, también notaba las miraditas que se dedicaban cuando pensaban que nadie los miraba. Esos dos estaban en un muy buen momento...

Se gustaban y cada vez les costaba más disimularlo.

No podían mostrarse abiertamente juntos, eso era molesto, pero en el fondo, quería entender a Grego. El mundo en el que se movía, no era como el mío. En el ambiente en el que yo estaba acostumbrada a moverme, las fiestas a las que iba, el estudio de Homero, las juntadas con los chicos de la banda en otras épocas; nadie te miraría mal si hubieses dicho abiertamente que eras gay. Y si no lo decías, también estaba todo bien, porque no era un tema.

Cada uno hacía su vida y no era juzgado.

Ahora, en el equipo de fútbol, con los cavernícolas de mis compañeros y los chicos de otros colegios que participaban en el torneo... bueno, era totalmente distinto.

Por si eso hubiese sido poco, su grupo de amiguitos era un tanto tóxico. No quería pensar en eso porque me ponía violenta, pero el mismo Grego se había juntado hasta hacía muy poco con gente que era capaz de atacar a alguien en plena calle por su orientación sexual, hasta mandarlo al hospital.

¿Cómo quieren que se planteara salir del closet en un contexto así?

Cualquiera se lo pensaría...

Es injusto, está mal, ojalá no sucediera... Pero así estaban las cosas.

Y hablando de todas las cosas complicadas y difíciles, ese mes tampoco me había bajado a tiempo la regla.

Ya no me había asustado tanto como antes, porque sabía que era imposible que estuviera embarazada, pero igualmente se me hacía extraño, así que aproveché un día cualquiera para pedirme un turno con mi ginecóloga.

Thiago había querido estar presente para hacerme compañía, o al menos eso había dicho cuando yo estaba en Córdoba, pero había tenido que entrenar duro por un partido importante, así que ya podía descartarlo. Eso y que además hacía días ya que la comunicación entre nosotros se estaba volviendo rara.

Esos periodos que pasaba de concentración casi totalmente aislado, creaban un precipicio de distancia entre los dos, y luego quedábamos tan desencontrados, que nuestras video llamadas se hacían más y más esporádicas.

Que yo estuviera con humor espantoso esas semanas, tampoco ayudaba a que las charlas se volvieran más amenas, de hecho todo lo contrario. Hacía rato que sentía que descargaba todas mis inseguridades y frustraciones con él, porque es quien más me conocía. Porque siempre me había sentido tan segura a su lado y ahora que estaba lejos, de alguna manera era culpable de que estuviera tan mal.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora