Capítulo 34

177 40 10
                                    


Meses después

Había agotado todas las vías de comunicación con Thiago.

Me tenía bloqueada de todas partes. Se había encargado de quemar todos los puentes que pudieran permitirnos el contacto. Simplemente me quería fuera de su vida, y tenía que aceptarlo de una vez por todas.

Lo había logrado.

Habían sido las peores vacaciones de verano de mi vida.

No tenía más noticias de él, salvo que mirara sus partidos en la televisión, que irónicamente, ahora nunca me perdía. Si hasta eso me reprochaba. Había dado por sentado lo nuestro, lo había dado por sentado a él y sentía que me merecía esto que ahora me estaba pasando.

Pensar que antes no sabía ni cuándo jugaba, ni con quién y me la pasaba metida en mis problemas sin tenerlo en cuenta, me ponía enferma.

No lo había valorado, y ahora que ya no lo tenía conmigo, me castigaba a diario pensando que yo era la única culpable de mi estado.

Mila tras unas semanas había vuelto a su casa. Había hablado con sus padres y se habían entendido. En realidad, se habían dado cuenta de que estaban muy mayores como para andar perdiendo del tiempo que tenían con él en lamentaciones sin sentido e ideas anticuadas. El amor pesó más y terminaron por aceptarlo. Conocían a Grego y si bien aún estaban en proceso de comprender a su hijo, estaban poniéndole voluntad.

Los hijos rara vez somos lo que nuestros padres esperan de nosotros.

—Me puedo quedar un tiempo más. – me había dicho mi amigo el día que me contó que había hecho las paces con los suyos. —No tengo que irme todavía.

Sabía por qué lo hacía.

Tanto él como Jaz estaban mirándome todo el tiempo con la misma precaución que se mira a alguien que está a punto de cometer una locura. No tenía dudas de que les preocupaba mi salud mental, y no era para menos... pero al menos voy a decir que estaba intentando disimular muy bien mis emociones.

—No necesito niñeras. – le dije poniendo los ojos en blanco.

—Necesitas a tus amigos cerca porque la estás pasando para el culo, pendeja. – dijo sin vueltas, porque me conocía. —No te hagas la superada conmigo.

Nunca había podido mentirle.

—No tengo tiempo de estar mal, ya te digo. – hice un esfuerzo por estirar un costado de mi boca. Eso. Ahí tenía una sonrisa, o casi. —Me paso todo el día en el estudio de Homero o en la peluquería.

Ahora que ya no viajaba a Córdoba, había tenido que pensar un plan B para mi futuro, y aún no lo tenía muy claro, pero mientras lo pensaba, me repartía entre esas dos actividades que me mantenían ocupada. Y sí, también me permitía hacer dinero, que no estaba nada mal.

—No te creo nada. – me dijo mirándome con los ojos entornados y yo lo empujé, tirando una de sus camisetas cerca de su bolso para "ayudarlo" a empacar. —Me das miedo, pendeja. – admitió y yo me giré para no mirarlo. —Te vi llorar esa primera semana y después nada más.

—¿Y qué? ¿Me tenía que quedar llorando por meses en mi cama? – me reí socarrona y él me giró para mirarme con gesto serio.

—No sé si meses, pero qué sé yo... – suspiró. —Estamos hablando de Thiago, el amor de tu vida.

Bajé la mirada y me solté de su agarre porque no podía soportar que alguien lo nombrara así como así.

El corazón me había dado un vuelco y hasta me había mareado.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónМесто, где живут истории. Откройте их для себя