Capítulo 19

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Bianca

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Bianca

Era una orgullosa, eso ya lo saben.

No iba a pedir ayuda a nadie, aun cuando estaba muerta de miedo por tener que hacerme tantos estudios.

Había descartado volver a arrastrar a Jaz, después de lo que me había dicho su chico, porque sentía que tenía mucha razón, y no pensaba arruinarles las tardes libres que tenía él en el estudio.

Que salieran, la pasaran bien.

Ya se sabe que mi relación con ella jamás había sido buena, y si bien ahora estábamos... tolerándonos, me costaba pedirle algo, o pretender que hiciera de madre, cuando tantas veces me había fallado antes.

Mila tenía sus propias cosas, estaba muy enganchado con nuestro compañero, el jugador de fútbol. Y ahora que su hermana melliza había venido de visitas, salían los tres a todas partes, y me parecía que también merecía por fin divertirse un poco.

Había sufrido bastantes cosas horribles, y aunque odiaba a Grego, mi amigo no, y así me pesara, ya no me metería.

No me metería en donde no me llamaban.

Y Thiago...

Con él las cosas estaban más o menos bien, pero nuestros horarios nunca coincidían, y perdón, pero si tenía apenas unos minutos por día para escucharlo o verlo, no tenía ganas de que fuera por estos temas.

Quería disfrutar y aprovechar cada segundo que tenía con él, porque no sabía cuándo es que alguno de los dos podría viajar para vernos.

Era una mierda. Una mierda de situación.

Así que fui sola.

Literalmente, mi peor pesadilla.

El olor a desinfectante y las superficies blancas del sanatorio me daban ganas de salir corriendo y no volver. El calor sofocante de la calefacción central y el altavoz llamando por apellido al siguiente, eran esas cosas a las que yo siempre escapaba.

La espalda me sudaba y tenía las manos pegajosas.

Los pasillos blancos de ese lugar, tienen que ser una de las peores cosas que había visto. Tantas puertas a los costados. Tantas malditas puertas... ¿Dónde iban tantas puertas después de todo? Mierda. El suelo se inclinó hacia un lado y tuve que aferrarme a la pared para seguir avanzando.

La doctora parecía simpática, me había sonreído, y había tenido la decencia de indicarme dónde tenía que colocarme y qué prendas tenía que quitarme. Por qué si estaba toda sudada es que sentía tanto frío, era un misterio.

Tragué en seco poniendo los pies en los estribos y mirando el techo, haciendo foco en una mancha de humedad que había en una esquina y que curiosamente se parecía bastante a la Garibaldi. Fruncí el ceño y el sonido de los guantes de látex junto con algo metálico que estaba preparando en una bandeja a un costado, me hizo dar un vuelco en el estómago. Oh, no...

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónWhere stories live. Discover now