Capítulo 25

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No lo dudé.

Le respondí lo más rápido que pude, diciéndole que yo también lo amaba y que no podía esperar a verlo. Que ya no peleáramos por estupideces y que yo tampoco quería estar con nadie más que no fuera él.

Sí, no me digan nada. Yo también me daba cuenta de lo retorcido y perverso de todo el asunto, pero francamente me había salido del alma. Si algo me había dejado la experiencia de la noche anterior, es que no podía permitirme perder a Thiago, porque él era el indicado. El único.

No había nadie más, nunca lo habría.

Y no es que antes no lo supiera, es que toda la mierda de miedos e inseguridades me habían nublado el juicio pensando que lo nuestro no funcionaba. Me sequé el sudor de las manos y tragué aire desesperada.

Sí que funcionaba, y si ya no lo hacía, encontraría la forma de que volviéramos a estar como antes.

La culpa me apretaba la garganta y las primeras lágrimas no tardaron en llegar. Me las sequé con bronca, porque no me permitiría ni siquiera compadecerme de mí misma.

Lo que había hecho era horrible, pero estaba en el pasado. No había significado nada. Menos que nada, no había existido.

Había sido un horrendo error producto de una borrachera y pánico.

Tenía que volver a encaminarme, estudiar, recibirme y hacer las maletas. Mi lugar estaba en Córdoba, con Thiago, y fin del asunto.

Miré a mi costado, y Mila estaba con la vista perdida en la pared.

—Ni lo digas, pendeja

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—Ni lo digas, pendeja. – lo recorrió un estremecimiento. —Esto nunca pasó, nunca más tenemos que hablar del tema.

—Engañé a mi novio. – dije en voz alta porque me sentía como la peor persona del mundo. —Después de todo lo que le dije, después de hacerle lío por esa Pilar y mirá lo que hago... – nos señalé y él negó con la cabeza.

—Esto no puede ni entrar en la categoría de un engaño cuando fue... no sé qué mierda fue, pero ninguno de los dos estaba bien. – me contestó, vehemente. —Además técnicamente no llegamos a...

—Por mucho menos que lo de anoche, hubiera querido matar a Thiago. – me cubrí la boca con una mano. —No le perdonaría hacerme una cosa así. – de repente la realidad de lo que había sucedido me golpeó y me dejé caer en el suelo sentada mientras mi teléfono rebotaba por ahí. —Lo voy a perder. – miré a mi amigo, desesperada. —Me va a mandar a la mierda.

—No, esperá un poco. – dijo, tirando de mi mano para que me pusiera de pie. —No nos pongamos dramáticos, Bianca. – me miró convencido y el modo en que dijo mi nombre me hizo saber que lo decía en serio. —No vas a perder a Thiago, ¿me escuchaste? Te juro que no voy a dejar que eso pase. – abrió los ojos con esa cara de payaso maldito a la que me tenía acostumbrada. —Vamos a hacer una cosa por vez, no vamos a entrar en pánico. ¿Ok? – asentí dejando que las lágrimas me cayeran por las mejillas. —El auto, hay que buscarlo. – me recordó.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora