Capítulo 45

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—Bianca... – suspiró con hastío echando la cabeza atrás, como si no tuviera ahora paciencia para estas cosas.

—Wow... ¿esa es tu reacción? ¿De verdad? – no me pude callar. Estaba tan sorprendida por su actitud que las palabras se me salieron solas.

—Mira, no quiero peleas... – alzó las manos y quise arrojarle con algo. La botella que estaba en el suelo, tal vez. —Ni dramas.

—Yo tampoco. – me encogí de hombros, clavándome las uñas en las palmas de las manos para que la voz me saliera firme y no temblorosa y llorosa. —Esto fue... – suspiré, señalando mis lágrimas como quitándole importancia. —Me debe estar por venir, quién sabe. A lo mejor el alcohol. – fingí una sonrisa y me puse de pie como disparada para buscar mi ropa.

—Pensé que estábamos los dos de acuerdo con lo que estaba pasando acá. – se pasó las manos por el rostro, con frustración, dejando los pantalones a un costado. —Pero si va a traer problemas me parece que lo mejor es que no...

—Estoy bien. – respondí todo lo segura que había podido mientras casi me desnucaba intentando calzarme de nuevo las botas dando saltitos. De repente tenía mucho apuro por salir de ahí.

Si me quedaba sería peligroso, porque o me volvería a venir abajo y tendría que verme llorar de verdad al verlo así, tan insensible cuando yo con cada una de sus miradas me derretía... O peor, reaccionaría explotando de bronca para ver si podía sacarle otra reacción que no fuera hastío y aburrimiento. Mierda conociéndome, la segunda era más probable, y los dos terminaríamos liándonos a gritos, insultos y puede que cosas de las que después me arrepentiría. Como lo de la botella, vamos.

—No estabas bien hace dos segundos. – me discutió alzando el mentón con los brazos cruzados. Todavía no se había vestido y todos los músculos se le apretaban ahí, haciéndolo más difícil de lo que ya era.

—¿Y qué querés que haga, Thiago? Hay cosas que no puedo evitar, no soy de madera. – lo imité cruzando mis brazos y vi que sus ojos se entornaban con enojo. —No soy como otros... tengo sangre en las venas.

A estas alturas no tengo que justificarme, ya me van conociendo y saben de lo impulsiva de mi boca... y de lo idiota de mi cerebro.

—¿Qué se supone que quiere decir eso? – frunció las cejas, haciendo que su máscara de indiferencia se resquebrajara de a ratos.

—Que puede que a vos te de lo mismo esto de recién y que esta sea como cualquiera de las veces en las que estas con alguien... – me tragué los celos amargos que subieron por mi garganta mientras lo decía. —Pero para mí no es así, nunca va a ser así. – un pequeño movimiento en un músculo al costado de su boca, apenas. Un tic chiquito que había logrado ver, un atisbo de duda que me dejaba ver que el Thiago que conocía tenía que estar ahí debajo, en algún lugar.

—A esto me refería con no querer dramas ni problemas. – se apuró en decir, cerrándose de nuevo en banda. —Y tenés razón, me da lo mismo... esto es lo que es, nada más.

Dejé que las frases me calaran hondo, necesitaba oírlas. Tomé aire muy lentamente y alcé el mentón apretando los labios. Mi orgullo era lo único que ahora me mantenía en pie. Que me mantenía entera.

—Nunca va a ser lo mismo cuando no seamos nosotros dos. – dije más porque tenía ganas de pelear que otra cosa. —Nunca te vas a sentir como conmigo. – agregué clavando mis ojos verdes en los suyos azules con intensidad. No pensaba ceder, no con esto.

—Espero que con nadie me sienta así. – masculló. —Ya con vos tuve suficiente, no repetiría la experiencia. – y ahí estaba. A la mierda su hastío, su cara de hartazgo y de que todo le daba igual. El fuego que me transmitió su mirada y el desprecio de su tono, podía solo significar que en esos momentos estaba sintiendo cosas. Furia, resentimiento, lo tomaba todo si era lo único real que podía obtener de él. Señal de que aún le importaba.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónKde žijí příběhy. Začni objevovat