Capítulo 28

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Mila

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Mila

Ese sábado me levanté antes de que el sol saliera.

La conversación con mi amiga me había dejado un poco raro, y tenía el pecho pesado. Tomé mi cuaderno y salí a tomar aire, necesitaba despejarme.

Mis intenciones habían sido buenas, lo juro. Notaba ciertas actitudes, patrones comunes a otros que había visto miles de veces, podía darme cuenta cuando uno estaba perdiendo el control en las adicciones. Y Bianca estaba obsesionándose con esa relación que tenía. De algún modo se estaba convirtiendo en adicta a su chico...

Me rasqué el mentón y anoté mis pensamientos todos desordenados en un rincón del jardín de entrada.

No quería ver cómo se perdía y dejaba de ser ella solo para hacer feliz a su novio, ella se merecía algo mucho mejor.

Solté el cuaderno con violencia, pasándome las manos por el cabello.

Claro, Mila, eso y que ni en pedo querés que se vaya lejos... Eso y que le dirías lo que hiciera falta para que lo pensara mejor y se quedara con vos, porque así te llenes la boca de consejos, lo cierto es que vos la necesitas igual o más, de lo que ella necesita a su novio.

Maldije y me prometí que ese mismo día hablaría con ella y me disculparía por ser tan asquerosamente hipócrita. Que yo no tuviera los huevos para enfrentar lo mío con Grego, no me daba derecho también a arruinar sus cosas con su chico, contagiándole mi inseguridad. Con la que Bianca tenía ella solita, le bastaba.

Al menos que uno de los dos fuera feliz. ¿No?

Me dije que mejor empezaba el día con el pie derecho, le llevaba el desayuno a la cama y me comportaba como un buen amigo...

Estaba por ponerme de pie, cuando un taxi estacionándose en la puerta me distrajo. Fruncí el ceño y maldije en todos los idiomas cuando vi al soso de Thiago bajarse con su equipaje a cuesta y una sonrisa radiante que nadie podía tener a estas horas.

¿Le había traído flores? ¿A Bianca? ¿En serio?

Qué carajos...

Llevaba ropa cómoda, pero por alguna extraña razón, al él se le veía como elegante ropa de salir. Le quedaba como a un puto modelo de anuncio, revoleé los ojos.

—Hola. – saludó con educación al verme sentado en la entrada.

—Hola. – contesté sorprendido y alcé las cejas. Bianca le había dicho que estaba quedándome en su casa. ¿No? —Ehm, creo que está durmiendo, pero le va a gustar estem... la sorpresa. – lo señalé nervioso, limpiándome la tierra de mis pantalones. Momento de huir. —Tengo trabajo, nos vemos. – asentí y salí disparado como un tarado sin darle oportunidad de decirme nada más.

Y me fui convencido de que dejarles espacio para el reencuentro y el día para ellos solos, sería mejor que cualquier desayuno que pudiera prepararle.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora