Capítulo 40

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Mis manos no se quedaron quietas al llegar a tocar su abdomen. Subieron un poco y lo rodearon por la cintura, como si fuera o más normal del mundo. Y es que así se sentía. Nosotros podíamos no estar en nuestro mejor momento y era posible que Thiago me odiara, pero nuestros cuerpos... Esos no sé si lo tenían todo tan claro.

Su piel ardía y el hecho de que no se echara atrás me estaba poniendo peor. Quería arrancarle la maldita prenda y hacerla volar.

Sonreí con maldad y torcí la cabeza para quedar al alcance de su oído. Rozándole el lóbulo de la oreja con toda la intención.

—No te siguen pasando cosas conmigo. – susurré y él soltó el aire que estaba conteniendo, haciéndome cosquillas en el cuello. —Ya no te gusto más. – agregué y crucé una de mis piernas entre las de él, dejando que mi vestido se subiera con el movimiento. El ruedo de la falda cada vez más alto.

El ladeó la cabeza sin responder y yo lo tomé como una señal a que siguiera avanzando. Mi rodilla subió unos centímetros y justo cuando estaba a punto de sentirlo, jadeó tomándome del muslo y quitándolo del lugar, para treparlo a su cadera, mirándome con la misma seriedad de antes. Sin demostrar nada. Sin decir nada tampoco.

Era desconcertante.

Desconcertante y me estaba poniendo tan caliente, que apenas podía controlarme.

Ahora sí que podía sentirlo. Su pantalón de deporte dejaba poco a la imaginación, y así casi encaramada sobre él, su erección se había quedado entre los dos, pegándose a la parte baja de mi barriga.

Me humedecí los labios mirando fijamente los suyos con deseo. Habían sido unos meses muy largos...

—¿Ya terminaste de hablar? – preguntó con voz ronca tomando mis brazos entre sus manos con dureza. No tendría que haberme estado fijando en eso, pero sus bíceps se le marcaban tanto que quería trazarlos enteritos con mis uñas hasta dejarles marcas rojas. No respondí al instante, y su agarre se volvió más fuerte, haciéndome soltar una pequeña exclamación, casi un gemido. No, Thiago nunca había sido y no era una persona violenta, pero la idea de que se pusiera rudo ahora, me había alborotado... todas las mariposas de la panza. Sí, voy a decir la panza y no las bragas, que así queda más bonito.

Frunció el ceño al escucharme y sin querer dejé escapar una risita que mordí enseguida, sin dejar de mirarlo. Ahora era cuando me sacaba de encima como la patética arrastrada que era, haciéndome a un lado. Ahora era cuando se reía en mi cara haciéndome notar como en mi pesadilla lo necesitada de su afecto que estaba. Ahora era cuando me soltaba y yo que tenía las rodillas ya muy flojas, caía al suelo como una bolsa de papas, haciendo el ridículo.

Ya estaba jugada, se iba todo a la mierda. – pensé antes de alzar el mentón, mirarlo y asentir muy lentamente. Si esto iba de provocarlo, créanme, sabía cómo.

—Perfecto. – dijo él entre dientes y con toda la furia estampó su boca contra la mía con un gruñido, al tiempo que pegaba mi cuerpo al suyo de golpe, como si yo no pesara nada. Como si fuera una muñeca de trapo que no podía ni moverse, me había costado nada dejarme llevar.

Gemí separando los labios para dejar que su lengua entrara en mi boca, moviéndose con bronca, con deseo, arrasando con todo y hasta con mi respiración que sonaba vergonzosamente trabajosa ante su ataque. Su sabor, tras tanto tiempo se me hacía como lo mejor que había probado, adictivo, no podía parar.

Sentí que bajaba los brazos por mi espalda hasta llegar a mi trasero, al que apretó a manos llenas, alternando besos con mordiscos. Era violento, era furioso, era como nunca había sentido a Thiago.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónWhere stories live. Discover now