Capítulo 37

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Bianca

Si piensan que después de que me escribiera para que dejara a su querida amiga tranquila me había frenado, debe ser que no me conocen. Todo lo contrario.

Era como si le hubiera echado gasolina al incendio que ya ardía en mi pecho. Había alimentado sin saberlo, la obsesión que ya venía creciendo desde hacía meses y ahora no había nada que me detuviera. Iba a lograr llegar a él.

No me pregunten por qué el empeño, si haciendo este tipo de cosas no pensaba que fuera a perdonarme, pero era más como un capricho.

Ya era algo personal.

Tal vez fuera lo que quedaba de orgullo y ego que no soportaba semejante rechazo después de todo el tiempo que habíamos estado juntos. Es que mierda, así hubiésemos estado dos meses solamente, lo nuestro había sido tan intenso que pensaba que al menos merecía poder explicarme.

Estaba convencida de que necesitaba otra oportunidad.

Ni lo digan, por esos días ni me había puesto a pensar en que Thiago tenía todo el derecho del mundo de simplemente no dármela y mandarme a la mierda. Estaba demasiado encerrada en mi propio sufrimiento y no veía nada más.

Y se me había vuelto costumbre robarle el celular a mis amigos, Amalia, o compañeros de trabajo para espiar las redes sociales de mi ex. Bueno, para intentarlo, porque desde mi pequeño desliz, se había puesto el perfil en privado y había eliminado a toda la gente que teníamos en común.

La pobre de Jaz no entendía qué había hecho para ofenderlo y que la borrara de su lista de amigos.

—No es con vos, es que me odia y sabe que voy a intentar comunicarme con él por todos los medios que encuentre. – le expliqué, en efecto, devolviéndole el teléfono que le había sacado del bolsillo mientras ella estaba demasiado concentrada besando a su novio, Felipe.

Y hablando de este.

—Es que de alguna manera te tiene que llegar el mensaje. ¿No? – dijo alzando una ceja. —No quiere hablar con vos, tendrías que respetarlo.

—Amor... – regañó su chica con cara de pena y yo negué con la cabeza.

—Está enojado, puedo entenderlo. – dije. —Pero está siendo muy testarudo y yo sé que me sigue queriendo como siempre. – resoplé desesperada. —Estamos perdiendo el tiempo, ya podríamos haber solucionado las cosas y ahora estaríamos bien...

—Tus tiempos no son los de él, mariposa. – dijo Homero, que hasta ese entonces había estado escuchando atento la conversación. —Si tanto decís que te quiere, así pasen diez años, volverán a estar bien cuando tengan que estarlos. En la relación no estás vos sola.

—No puedo esperar diez años. – tragué en seco, sintiendo que me ahogaba. —Yo lo conozco. Sé que también la está pasando mal.

Mila alzó las cejas mientras bajaba la cabeza.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónWhere stories live. Discover now