Capítulo 41

174 38 43
                                    


*********** (escuchen este tema por favorr)


Bianca

Me la había pasado unos días llorando encerrada en mi casa, tengo que admitirlo. Odiaba verme así de patética, el cliché de toda persona con el corazón roto, pero esa es mi verdad.

Con todo y la música triste que no hacía más que escarbar en las heridas que tenía en carne viva, arañándome por los costados con la garganta adolorida de tanto berrear, recordando todos los momentos que habíamos vivido juntos.

Cerrando los ojos y queriendo sentirlo acostado a mi lado, mirando sus fotos y recreando en mi mente una y otra vez nuestro último encuentro.

Tenía el orgullo por el piso también, eso tengo que reconocerlo.

Había tardado semanas en confesarle a mis amigos lo que en realidad había ocurrido. Sacarlo afuera se sentía liberador, aunque bajara la mirada para relatar cómo había tenido que volver a colocarme la ropa interior en el ascensor y tomarme un taxi en la puerta del complejo de Thiago, sin que este me dedicara ni una mirada ni un mensaje para saber si había llegado bien, en plena madrugada.

Lo humillante que había sido tener que disimular en el camino que la falda se me había roto un poco y tenía rozaduras en los muslos que ya ni recordaba cómo me había hecho.

Lo penoso que me resultaba ahora tener que depender de esas malditas pastillas calmantes para encontrar un poco de paz y dormir, porque despierta sentía que podía volverme loca de tanto dolor.

En mis sueños por lo menos él estaba conmigo.

Me daba lo mismo si los efectos secundarios me tenían todo el día sintiéndome como con resaca. Náuseas, asco y una sensación de angustia permanente que me tenía el estómago cerrado. Comía cuando ya no daba más, y ya no lo disfrutaba.

No disfrutaba de nada, ni siquiera de hacer tatuajes, no me reconocía.

Podía haber seguido fingiendo como todos estos meses, pero después de haberlo escuchado a Thiago decirme a la cara que ya no me quería; no le encontraba el sentido.

Estaba mal, estaba hecha una mierda y que otros se dieran cuenta, me daba lo mismo.

Jaz no me dejaba sola cuando estaba en el estudio y se esforzaba en inventar planes para que hiciéramos juntas, pero la pobre tenía tantas cosas que hacer para la universidad, que aunque su voluntad era buena, tampoco podía. Y era demasiado buena, no se merecía tener que estar haciendo de niñera conmigo que no podía ni con mi vida.

Homero me vigilaba de cerca también y ponía especial atención a cada cosa que hacía, como si de un momento a otro fuera a tener un ataque o algo así. Me hacía gracia que chequeara mis ojos al entrar, la dilatación de mis pupilas y olisqueara mi ropa sin cortarse buscando rastros de mal comportamiento.

Algo bueno que tenían estas píldoras es que no dejaban más rastros que esta migraña asquerosa que ahora tenía a todas horas... Las ojeras se habían vuelto parte de mi estilo y sí, estaba que daba miedo, pero nadie se animaba a reprochármelo. Dormir estaba durmiendo, a veces mucho más de lo normal. ¿Quién me hubiera culpado? Me dolía estar despierta.

Amalia y Samuel cada vez tenían menos citas, me había dado cuenta. Ahora de repente siempre se les antojaba quedarse en casa y hacer planes para, como quién no quiere la cosa, estar cerca de la pobre Bianca deprimida. Todos temían que hiciera una locura y no puedo culparlos tampoco a ellos. No es como si no se me hubiera cruzado por la cabeza alguna vez...

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora