Capítulo 12

220 46 8
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Bianca

Puede parecerles gracioso.

Sobre todo porque a mí me había pasado algo similar con mi suegra cuando nos descubrió esa vez... y porque estas cosas si uno no está involucrado, siempre dan un poco de risa. Pero déjenme decirles que risa era lo último que me salía en esos momentos.

Me había quedado congelada en el lugar, al principio, sin entender qué es lo que estaba viendo.

Mila con un chico, eso era seguro.

Un chico encima de él, besándolo con urgencia, y sus respiraciones agitadas mientras se tocaban.

Esa sola escena me hubiera sorprendido, pero probablemente hubiera acabado con una maldición y yo saliendo casi a las corridas, inventándole algo a su madre para que no fuera a subir por ningún motivo.

Esto era distinto.

Esto era distinto porque no era con cualquier chico que el idiota de mi amigo se estaba besando, no.

Era con Gregorio Latini. El mismo que le venía haciendo la vida imposible desde hacía tiempo, el que lo había amenazado y lo peor de todo; el que había sido parte de su brutal ataque... ese que lo había dejado en el hospital con todo el cuerpo roto.

Mi cerebro no procesaba.

No podía entender cómo era esto posible.

Y perdón, pero mi primera reacción había sido enojarme. Estaba furiosa. ¿Qué se pensaba que estaba haciendo?

Curiosamente, eso fue exactamente lo que le dije.

—¿Qué carajo pensas que estás haciendo? – mascullé haciendo un esfuerzo sobrehumano para no gritar. Lo veía todo rojo.

Quería quitar a Grego de donde estaba, darle una buena trompada y echarlo, amenazando con llamar a la policía si volvía a acercarse a mi amigo. No comprendía por qué, pero ni se me había cruzado por la cabeza que esto que estaba ocurriendo podía ser consensuado. ¿Pueden culparme? El imbécil de Grego no tenía los mejores antecedentes.

—Mierda. – dijo Mila, y se pasó una mano por el cabello, ayudando al otro a bajarse de él con tanto cuidado que las neuronas me hicieron cortocircuito. —Bianca, no hagas un escándalo de esto, baja la voz.

—Pero, pero... – balbuceaba, señalando a su acompañante con los ojos como platos. ¿De verdad me pedía calma?

—Pensé que eran solo amigos. – tuvo el coraje de decir el chico, mientras se prendía el pantalón. ¡Mientras se prendía el puto pantalón! No podía creerlo.

—Y lo somos, esto no es una escena de celos. – se apuró en aclarar mi amigo y quise sacudirlo, para que entrara en razón. —Bianca, te puedo explicar, pero tranquilízate porque si no mi vieja va a subir y...

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónWhere stories live. Discover now