Capítulo 20

179 41 9
                                    

Mila

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mila

Me desperté algo confundido, luchando por abrir los párpados ante la brillante luz que entraba por la ventana. Instintivamente escondí la cabeza en lo que tenía cerca, y por poco me trago todo el cabello negro de Bianca. Su cuello olía a su perfume y a estas alturas me era tan familiar que me reconfortaba. No era una persona cariñosa, y no estaba acostumbrado a las demostraciones de afecto, pero a quién quiero engañar, estar abrazado así con mi amiga, se sentía bien.

No lo reconocería en voz alta, pero a veces, me hacía falta un abrazo. Volví a cerrar los ojos y traté de ignorar la creciente angustia que anidaba en mi pecho. No quería pensar en él... no quería. Los labios me temblaron y me tragué el suspiro que estaba a punto de hacerme llorar.

No.

No lloraría por Grego.

En algún momento debo haberme dormido otra vez, porque para cuando la alarma de mi compañera sonó, nos hizo saltar a los dos, al borde del infarto.

No tenía otra ropa para ponerme, y la verdad es que no tenía nada de ganas de ir hasta mi casa, así que nos turnamos para ducharnos y yo salí vestido igual que el día anterior. No sería la primera vez y no creía que nadie fuera a notarlo.

Desayunamos ensimismados, cada uno pensando en sus cosas y cuando fue hora de marcharnos a la escuela, Bianca se acercó y sin decirme nada, me abrazó.

¿Ven lo que les digo? Yo no lo hubiera dicho, ni se lo hubiera pedido abiertamente, pero qué mierda, me sentó muy bien.

Se lo devolví, apretándola a mi cuerpo y sonriendo porque no sabía desde cuándo, pero nuestra amistad ahora también incluía este tipo de mimos, y no iba a quejarme.

Se separó para mirarme.

—Gracias por quedarte anoche. – dijo apoyando su dedo índice en mi nariz, imitando lo que yo había hecho con ella el día anterior; y después sonrió con ganas, contagiándome. —Todo va a estar bien hoy... – aseguró, como si pudiera leerme la mente.

Asentí con pocas ganas de tocar ese tema y bromeando, adelanté la cabeza como para morderle el dedo, pero ella se quitó rápido y retomamos camino.

No puedo decir que estuviera ansioso por ir a clases ese día, pero por lo menos mis amigas me habían distraído con sus locuras. Los módulos fueron pasando y en cada recreo, sin pretenderlo, me sorprendía buscándolo. Y como si pudiera sentir mi mirada, siempre lo encontraba.

A la distancia, miradas furtivas, ni una puta sonrisa. Después de lo que había ocurrido el día anterior, no esperaba que hubiera ido a buscarme, o que me llamara, pero al menos un mensaje.

Al menos me hubiera saludado cuando nos cruzamos en uno de los pasillos antes de la hora de Literatura. Pero no.

Frialdad absoluta.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora