📜 Capitulo 6. Lluvia de Cartas

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Volando cerca del amanecer y llegando a las lejanas montañas del Valle Godric, Faigel volaba y sobrevolaba, estiraba sus alas tanto como podía y sentía el calor del sol naciente más de lo que podría pedir y aunque la vida de un Fénix fuera malinte...

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Volando cerca del amanecer y llegando a las lejanas montañas del Valle Godric, Faigel volaba y sobrevolaba, estiraba sus alas tanto como podía y sentía el calor del sol naciente más de lo que podría pedir y aunque la vida de un Fénix fuera malinterpretado muy a menudo, no solo el renacer de las cenizas lo hacía especial, sino también el instinto de la aventura y su lealtad.

Faigel podría volar lo más lejos que le fuera posible, pero siempre regresaba a dónde pertenecía realmente, cuando cierta chica de cabello desalineado despertaba por las mañanas y se apoyaba en la ventana, Faigel sabía que era hora de volver. Daba su última vuelta sobre el cielo y su ama lo veía sobrevolar, sabía que sería un nuevo día y sabía que Faigel siempre estaría ahí. A menudo para la familia Faigel siempre pasaba desapercibido y olvidaba que formaba parte de la vida de una de sus parientes, era la chica de cabello negro con destellos blancos, la chica de piel tan palida como la nieve y de ojos tan distintos como el pastizal y la hoja de los árboles, Ariana Grindelwald era quién estiraba sus manos cada mañana para esperar con ansias el regreso de Faigel de su vuelo, Faigel entraba como meteoro en el marco de la ventana y se posaba sobre el mecanismo que simulaba su posadero hecho por Ariana, así un nuevo día ambos volvían a empezar, juntos.

— Buenos días, Faigel —

Pero en muchas ocasiones, Ariana Grindelwald deseaba ser más como Faigel y menos como ella. El hecho de mantenerse durante catorce años encerrada en su habitación no le hacía sentirse bien, sin embargo, prefería sentirse ahí aprisionada a ser juzgada por el pueblo o eso le decía su madre que sucedería.

Cada mañana, Ariana dejaba a Faigel con su aula abierta y bajaba a desayunar con su familia, su abuelo y su madre. Su tía desaparecía después de las siete de la mañana y no volvía hasta la noche, lo que representaba un respiro para Ariana durante el día de los interminables comentarios de su tía en casa y de su desaprobación por ella.

Ariana saco el alpiste del saco de comida de Faigel para dejarlo en su jaula, Ariana tendía a darle una melodía cada mañana a Faigel lo que calmaba al ave y mantenía su vista en ella, para Ariana, Faigel era el único que parecía entenderla, aún con sus graznidos o sus aleteos, para ella Faigel era especial, aún en su tiempo de resurrección.

Ariana creía que Faigel era un excelente compañero en momentos de soledad, era quién brillaba mientras ella lloraba durante las noches en que se suponía sería su cumpleaños, su familia no creía que ella merecería siquiera una cumpleaños, por ello, cada noche de su cumpleaños o cada mañana del mismo los momentos con Faigel se volvían especiales, era cuando Faigel la despertaba con sus graznidos y dejaba ser acariciado por ella, eran las únicas oportunidades en que Faigel no se encontraba dando vueltas por el cielo, sino que estaba a los pies de su cama con sus ojos sobre ella. Durante los días lluviosos Faigel se quedaba junto a ella mientras leía y practicaba los encantamientos que su primo Benjamín le enseñaba, entre ellos estaban: Wingardum Leviosa, Alohomora, Anapneo, Ascendio y Accio, los dominaba a la perfección en movimiento y en pronunciación, pero la varita no permitía que su lanzamiento fuera concretado, puesto que no le pertenecía a ella, lo descubrió en uno de sus libros obsequiados por su primo, el día de su cumpleaños número catorce.

Ariana Grindelwald Y El Legado MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora