Capítulo 27

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Kanan. 

Despertamos, eran alrededor de las nueve de la mañana, esta era la primera vez que a pesar de tener a Mari durmiendo a mi lado, pude descansar muy bien, en noches anteriores creí que sería algo imposible de lograr, pero afortunadamente eso ya no era así, sí me costó un poco conciliar el sueño, pero eso fue porque no podía evitar contemplar su rostro dormido. Luce tan linda, tan inocente, tan apacible y no tan agresiva, sonreí. Ya no sentía los mismos nervios, seguía habiendo uno que otro, pero nada que no pudiera controlar, eso era algo bueno, quiere decir que nos hemos acercado un poco más. Parecerá insignificante, pero para mí era un gran éxito.

Abrir tus ojos y lo primero que vean es el rostro de la persona acostada junto a ti, es un sentimiento inexplicable. Innegablemente parecíamos una verdadera pareja de recién casadas, oh esperen, prometidas, ya me estoy queriendo saltar la boda.

—¿Has dormido bien? —le pregunté.

Asintió con la cabeza, haciendo pucheros con su boca, bostezó, luego habló. —Bastante bien. ¿Y tú?

—También, descansé mucho. —respondí, estiré mis brazos debido a que los sentía algo acalambrados; la miré fijamente, sonreí. —Eres bonita, ¿Cómo puedes ser tan bonita recién levantada?

Su cara se tornó en un rojo carmesí intenso que se había extendido hasta sus oídos.

—. . . ¿Por qué empiezas con eso tan temprano? No dejas que mi sangre fluya debidamente. —dijo, tímida, había hundido su cabeza entre las sabanas, cubriéndola con sus manos, evitando tener contacto con mi mirada.

—¿Cómo no decirlo si luces tan bonita? —algo me pasa, más de lo normal, no puedo reprimir mis pensamientos. Mari, tenme paciencia, tengo el presentimiento de que será un largo día.

—¿Te gusta como luzco toda somnolienta? —preguntó, mostrando su rostro, se había repuesto de su anterior reacción, su cara recuperó su color natural, aunque sus mejillas seguían conservando un toque rosado en ellas.

—Me gusta como luces siempre, sin importar cómo te veas, sigues siendo hermosa.

Carraspeó, tomó aire y suspiró profundamente. Entonces me miró, a pesar de que no me decía nada, yo entendí todo. Era como si nos estuviéramos comunicando por medio de nuestras miradas, tener ese tipo de conexión con alguien, creí que llevaba más tiempo desarrollarlo, debe ser el destino que está siendo muy bondadoso conmigo, es lo que pensé.

—¿Has pensado en lo que vas a poner en nuestras argollas? —se le veía más calmada, abrazó sus piernas y apoyó la cabeza en sus rodillas.

Ella me ha dado una gran responsabilidad, me otorgó un deber que no es sencillo de realizar. No estamos hablando de cualquier cosa, es un grabado que llevaremos siempre en nuestras argollas, y la parte más angustiante, es que sólo soy yo quien debía decidir, no podía equivocarme, si no le llegase a gustar, no podemos simplemente comprar otro par de anillos y volverlo a intentar, esto es de una sola oportunidad, así que tengo que elegir sabiamente, pensar en ello sólo me ponía más nerviosa. Al principio creí que lo había hecho para librarse ella, pero Mari no era así, el verdadero motivo por el que lo había hecho, según mi razonamiento, fue para ponerme a prueba, bueno, no tanto a prueba, sino que, está curiosa e interesada en lo que puedo o no poner en los anillos, siento que esto definirá gran parte de nuestra relación.

—Estoy pensando en ello, muy detenida y escrupulosamente. —llevé mis manos a la cabeza, revolví mis cabellos en signo de frustración.

—Parece que estás enloqueciendo. —dijo, entre risas. —Tranquila, tengo depositada toda mi confianza en ti. —colocó su mano en mi hombro y lo masajeó, me estaba alentando, eso hizo que mi optimismo se elevara al máximo. —Pero... es mejor que lo medites bien, considera todas y cada una de tus opciones o creo que me quedaré sin prometida.

Su carácter había cambiado, ahora en lugar de masajear mi hombro, parecía que lo estuviera pellizcando. En un momento me elevó al cielo, llenándome de ilusión, en otro momento, me está dejando caer sin piedad, y me impacté contra el suelo de la desilusión.

—No tienes de nada de que preocuparte. —no lo tenía ¿verdad?, pensaba.

Me encontraba muy insegura al respecto, pero nada ganaría con preocuparme de más, no era bueno ponerme bajo presión, eso podría ser desfavorable para mí ya que por estar casi neurótica, no podría pensar concretamente. —Kanan, quita esa cara de inquietud. —dijo, tomando mi cara entre sus manos.

Hice un irónico mohín.

—Mari... ¿Lo estás disfrutando, verdad?

—Sólo un poco. —ese toque de cinismo que tenía su tono de voz, y su pícara sonrisa me decían que era más de "sólo un poco". —Anda, es hora de levantarnos.

Bajamos a la cocina, su mamá ya estaba despierta, sosteniendo una taza de café en sus manos, Eli y su hermana habian salido a entrenar y a hacer ejercicio.

—Mientras tú desayunas yo me iré a duchar.

—No tengo apetito, luego de escuchar lo que me has dicho, a cualquiera desanimarías y le quitarías las ganas de comer. —dije, afligida, con mi tono de voz apesadumbrado.

Sí me había afectado un poco lo que dijo, me hizo sentir más presionada de lo que ya estaba, absolutamente, no podía permitirme defraudarla.

Dirigió su vista hacia mí, se acercó, me acarició la mejilla con ternura, sentir su tacto era un disfrute para mí. Ahora estaba consolándome después de haberme dejado caer despiadadamente.

—No estaba hablando en serio. —hizo una pausa, me sonrió, esa sonrisa es mi perdición, de veras que sí. —Sin importar lo que digan, yo permaneceré a tu lado. 

"Yo permaneceré a tu lado" esas cinco palabras, habían sanado cualquier herida que pudiera tener, y de estar caída en el suelo, me elevó hasta el espacio exterior. Corazón, cálmate, debes seguir latiendo. Estaba feliz, inmensamente feliz, pero... ¿Qué pasa con ella hoy? Esa manera de decirlo, no estaba siendo provocativa, ni tentándome, siempre era sincera con lo que decía, lo sé porque lo noto en su mirada, y en su sonrisa. Había algo diferente, no me importa lo que sea, me encanta.

Como era de esperarse, me quedé sin palabras, soló sentí como si mis pómulos llegaran hasta mi frente.

Se fue a duchar, yo quería desayunar con ella, sin embargo.

—Ustedes dos hacen una linda pareja, gracias por cuidar de mi hija. —dijo su mamá, sacándome de mis pensamientos.

Estaba tan absorta y centrada en Mari que olvidé por completo que su mamá estaba ahí. ¿Cómo puede ser posible que haga que pierda de vista todo lo demás? ¡Ah!, suspiré.

—No tiene nada que agradecer, es para mí un verdadero placer tener la compañía de Mari.

Nozomi, es una persona llena de amabilidad, noté por como veía a Mari el día de ayer, que la había extrañado, debió haber sido una decisión difícil para ella el tener que desprenderse de su hija menor, ahora, estando más lejos, la extrañaría aún más.

—Le haces bien, sonríe mucho, se le ve saludable, y sus ojos están llenos de brillo, veo que ella tiene el mismo efecto en ti.

Cada palabra estaba llena de verdad, creo que Mari y yo, nos hacemos bien mutuamente.

—Mari, desde el primer momento me hizo querer protegerla. Ya se lo he dicho antes, y se lo vuelvo a decir, haré todo lo posible, y hasta lo que no, por hacerla feliz el tiempo que estemos juntas.

—Y yo como siempre, lo aprecio. —para una madre es importante estar segura de que su hija estará bien, por eso me encargaría de que Mari, fuera la segunda persona más feliz del universo. — Espero que mi hija corresponda a esos sentimientos y también te llene de dicha y felicidad.

—Créame cuando le digo que eso lo hace con sólo sonreír.











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