Capítulo 13

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Mari.

Abrí mis ojos despacio, tratando de adaptar mis pupilas a la habitación que seguía medio a oscuras. Una cálida sensación rodeaba mis caderas, entiéndase por "cálida sensación" a unos gentiles brazos abrazándome como si yo fuese un oso de felpa. Inconscientemente dibujé una sonrisa en mis labios al ver a la persona que yacía a unos pocos centímetros de mí, profundamente dormida, la ternura me invadió. En algún momento de la noche, sin saberlo, había terminado siendo presa de esta afectuosa persona, lejos de molestarme o de disgustarme, el efecto que estaba teniendo en mí era embriagante, regocijante, tan acogedor.

Sus pestañas eran impresionantemente largas, me percaté de ello al dedicarle unos minutos de observación; los flequillos cubrían ligeramente su perfil izquierdo, mientras que el derecho estaba siendo reposado en la blanca almohada. Tenía las mejillas tenuemente sonrosadas, como si hubiesen sido pinceladas a mano, sus labios estaban siendo separados por una pequeña abertura por donde dejaba salir su templado aliento, su pecho subía y bajaba ligeramente en muestra de su constante respiración. Lucía tan apacible, entonces me di cuenta claramente de que la sonrisa que había sido compuesta en mis labios, seguía permaneciendo intacta. Despertar de esta manera podría llegar a ser benigno para mi salud.

Con debida cautela de no despertarla, muy prudentemente, aparté sus brazos de mí cintura con suma deferencia, al hacerlo me lamenté, ojalá no lo hubiese hecho, pensaba afligidamente; la parte en la que sus brazos habían estando reposando, seguía sintiendo cálido. Exhalé de un modo tan acentuado y agudo que casi podría confundirse con un leve sollozo. ¡Tonta Kanan!, exclamé en mis pensamientos. Ya no tenía oportunidad de retractarme, ahora debía obligar a mis piernas a levantarse de los cómodos aposentos que la muy afable de mi prometida me había permitido utilizar.

Antes de encaminarme hacia la puerta y salir de su habitación, le di un último vistazo. Seguía en su quinto, no, posiblemente en su octavo sueño. Vi como se acorrucó aún más a la almohada que había dejado a un lado suyo y la abrazó.

"Al parecer necesitas dormir abrazada de algo..." pensé, luego suspiré. "Así que una simple y ordinaria almohada puede reemplazarme tan fácilmente..." moví mi cabeza hacía los lados para espabilar, posteriormente con ambas manos aparté los cabellos que, a causa de mis súbitos movimientos, habían cubierto mi rostro. ¿En qué estaba pensando? Acababa de compararme yo misma con una almohada... Mari, no puedes estar sintiendo celos por un objeto inanimado, eso es algo absurdo, incoherente y totalmente disparatado. Me reproché.

Entonces volvió a moverse, esta vez dejando al descubierto su cuello, "Tiene un lindo cuello", pensé, por instintivo mis ojos continuaron bajando hasta... ¡No he visto nada!

Salí a todas prisas, pero con cuidado de no hacer demasiado ruido, de la habitación, no podía seguir más tiempo ahí dentro, por alguna inentendible razón, sentí algo asfixiar mi pecho. Una vez estando afuera, me recargué en la puerta y me dediqué a inhalar y exhalar aire lo más profundo posible.

Bajé las escaleras de madera con un brazo sosteniendo mi pecho, mi corazón latía a un ritmo desenfrenadamente rápido, podía sentirlos, incluso podía escucharlos, cada uno de los latidos.

Llegué, a duras penas, a la cocina. Tomé un vaso de cristal, lo coloqué en la encimera de cuarzo compacto color blanco con negro, me acerqué al refrigerador, saqué la jarra de agua y vertí una buena cantidad en el vaso que antes había tomado. Esperaba que el agua fresca calmara mi corazón y refrescara mi cuerpo para normalizar mi temperatura corporal.

Me tomó un tiempo, pero logré normalizar todos mis sentidos.

El preparar el desayuno también me sirvió de distracción ya que se encargó de mantener mi mente lo suficientemente ocupada como para no pensar en lo que había... corrección, en lo que no había visto.

—Buenos días. —me dijo Kanan al mismo tiempo que bostezaba. —¿Qué tal dormiste? Espero que hayas descansado y amanecido bien. —su voz sonaba adormilada, sus ojos estaban llorosos y se estaba rascando la parte trasera de su cabeza.

—Buenos días. —le contesté con una sonrisa. —Dormí muy cómodamente, por ende descansé bastante bien y amanecí aún mejor. —respondí a su pregunta mientras le preparaba una taza de café. —Parece como si no hubieras dormido nada. —repuse con preocupación. Cuatro, ya llevaba cuatro bostezos desde que entró a la cocina.

—No es eso, siempre amanezco así. —rió un poco y comenzó a beber el café que le había entregado. —Exquisito, haces un café delicioso, Mari.

—Los créditos son todos para la cafetera, yo sólo puse el agua y el café en los compartimientos.

Ambas reímos, era agradable que a tan tempranas horas del día, el ambiente entre nosotras fuera tan ligero.

—Aprecio que te hayas despertado temprano a preparar el desayuno pero... —cambió su semblante por uno más infantil gesticulando muecas y haciendo un mohín. —No debiste dejarme sola en la cama después de haber pasado nuestra primer noche juntas. —no acababa de decir eso, esperen, sí, definitivamente lo había dicho, mi corazón dio un vuelco y estoy segura de que mis mejillas se han puesto rojas. — ¿Tienes una idea de lo decepcionada que me sentí al despertar y ver un espacio vacío a mi lado? —añadió haciendo un gesto de tristeza.

Qué decir, por favor, no sabía en absoluto ni cómo reaccionar.

—Sigues siendo hermosa a pesar de estar toda desaliñada. —volvió a hablar.

Tenía que decir algo, cualquier cosa, lo que sea, ¡pero ya!

—Tus ojeras son sensuales. —cielos, de todas las cosas que pude decir sólo eso se me ocurrió. En estos momentos, ganas no me faltaban de auto golpearme.

—¿Sensuales? —bufó.

—Sí, tienes la mirada de un panda. —dije inconscientemente, creí haberlo pensado, pero no, al parecer lo hice en voz alta.

—¿Cómo así? —inquirió con aparente curiosidad.

—Llena de ternura, y dado a que tienes ojeras... Eres casi como un panda. —mis labios se movían en automático ¿o qué? ¿Acaso no estaba escuchando tremenda ocurrencia que estaba diciendo?

—Un panda ¿eh? —dijo más para ella misma que para mí. —¿Te gustan los pandas?

Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por contener su risa, se notaba a leguas.

—Me gustan, son lindos.

—Entonces está bien. De ahora en adelante seré tu lindo panda,

¡¿De quién crees que es la culpa?! alegaba mentalmente. Tú eres la responsable de la mayoría de mis sonrojos, no te das ni una mínima idea del efecto que unas simples palabras tuyas tienen en mí. Está bien, yo tampoco lo entendía, muy probablemente se deba a que nadie antes me había tratado de la manera en que Kanan lo hace. Es agradable, eso no voy a negarlo porque de hacerlo, estaría mintiendo.

Me vengaré... ¡Oh, vaya que lo haré! Prepárate, mí querida prometida, porque aunque parezcas toda inocente haciendo todos esos insólitos comentarios, no pienso dejarlo estar así como así.

Me sentía regocijante de alegría, le dediqué una pícara sonrisa, ella también me sonrió. No tienes idea lo que te espera, Kanan.

Me puse a hacer planes mentales, todo tendría que estar perfectamente calculado, de este modo podré celebrar más jactanciosamente mi éxito. Ella, ajena de lo que estaba confabulando, se centró en disfrutar del desayuno que había preparado, en cada bocado que daba no pasaba por alto hacer un comentario sobre lo rico y delicioso que estaba y el hecho de que nunca antes había probado algo así. "Debe ser que lo hizo mi prometida con sus manos, es por eso que lo disfruto tanto", ese de todos los cumplidos fue el que se quedó resonando en mi cabeza por más tiempo.

Disfrútalo mientras puedas, reí malévolamente en mi cabeza.










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ContratoWhere stories live. Discover now