Capítulo 10

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—¡Esto es un completo desastre! —exclamaba total y desenfrenadamente exaltada al mismo tiempo que movía sus brazos haciendo ademanes que mostraban lo desesperada que se encontraba. —¡Todo es tu culpa! —terminó diciéndome con su tono de voz agotado.

—¡¿Mi culpa?! —repliqué con indignación, mientras que en mi rostro componía una expresión de persona inocente.

—Sí, así es, tu culpa. —volvió a decir deslizando su cuerpo de la pared hasta el suelo. —Mira a nuestro alrededor. . . —agregó ya estando recostada en el suelo.

Suspiré y curveé la comisura de mis labios. Ella tenía toda la razón, era mi culpa. Desde temprano por la mañana nos reunimos en la residencia en la que viviremos de ahora en adelante para ya de una vez comenzar a instalarnos, o al menos a dejar unas cuantas de nuestras cosas, ya que aún no nos hacían entrega de los muebles. Concordamos en cómo queríamos que estuviera todo y había una habitación en especial, la que mi querida prometida había elegido como su habitación por tener un gran ventanal y dado a que le encantaba la luz natural de los rayos del sol, estuve de acuerdo con que se la quedara si era lo que deseaba. Siendo la habitación "perfecta" tenía un enorme defecto para ella, la espantosa pintura que tenían las paredes, bueno no era espantosa en sí, sino que simplemente no era de nuestro gusto ya que era algo llamativa y Mari prefería unos tonos más claros. Una vez que eligió el color que más le agradó, nos dispusimos a salir a comprar la pintura, regresar y comenzar a cubrir esas paredes. No era nada complejo, sólo teníamos que pintar, y eso fue lo que hicimos, al menos durante un buen tiempo, después recordé algo que había visto en una película, donde la pareja está pintando la habitación y de pronto comenzaron a jugar manchándose de pintura mutuamente, pero sólo unas cuantas manchas. Hundí mi dedo en la pintura y me acerqué a Mari muy sigilosamente para después pintar su mejilla, esperaba que hiciera lo mismo, y ciertamente, lo hizo, pero en lugar de una simple manchita inocente, tomó la brocha y me salpicó. Y ese fue el inicio de nuestra guerra de pintura; nos dejamos llevar mucho, tal vez demasiado y todo terminó siendo un desastre, como había dicho ella. Afortunadamente no había muebles que manchar, de lo contrario todo hubiera sido mucho peor.

—No pareció importarte cuando me lanzabas pintura desenfrenadamente. —dije mientras me aproximaba a ella. Me coloqué a un lado suyo, me senté y me dediqué a observarla. Tenía la cara toda manchada de pintura y qué decir de sus ropas. Sonreí. —Será mejor que tomemos un baño, mañana arreglaremos todo este desastre.

—¿Juntas? —me preguntó; al principio creí que se refería a lo de arreglar todo pero al notar ese tono rojo carmesí en sus mejillas pude saber que no era eso en absoluto.

—Hay más de un baño en toda la casa ¿sabes? —repuse de manera divertida.

—. . . Tonta. —fue lo único que dijo antes de ponerse de pie. —¿No crees que sería mejor contratar a personas que se encarguen de todo?

—Si eso es lo que quieres, no tengo inconveniente. —contesté.

—Es que siento que contigo terminaremos en un mes. —me dijo muy honestamente, y puede que tuviera razón. —¿Cuándo te dijeron que traerán los muebles?

—Diez días hábiles. Así que creo que para mañana ya deben estar aquí.

—¿Mientras tanto dormiremos en el suelo? —preguntó juguetonamente.

—¿Tenías pensado quedarte a dormir? —bromeé.

—. . . —dudó al responder, se quedó callada unos instantes y finalmente habló. —¿Tú no?

Sonreí, esa expresión que tenía era más que tierna, puedo decir con seguridad que sólo es cuestión de tiempo antes de que se vuelva mi debilidad.

ContratoWhere stories live. Discover now