Capítulo 18

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Al terminar nuestro desayuno, levanté los platos y los vasos de la mesa y los lavé, mientras que Mari fue por su bolso, y espero que a ponerse un pantalón.

No esperé mucho, si acaso unos cuantos minutos, para verla bajar por las escaleras, yo ya estaba en el umbral de la puerta jugando con las llaves del auto. Bajaba sonriente y animada, con su cabello suelto moviéndose vigorosamente.

—Estoy lista.— cuando estaba a punto de salir, levanté mi brazo para impedir que lo hiciera. —¿Qué ocurre?

—Tú... ¿En verdad piensas ir así vestida a la universidad?— seguía con su mini short, no importaba qué, definitivamente no iba a permitir que saliera así de esta casa.

—No tiene nada de malo.— eso que estaba haciendo con su boca ¿era un puchero?, no sucumbas ante sus adorabilidades Kanan, mantente firme, firme y concisa.

—No, no lo tiene, pero al menos ponte unas medias, o algo que no deje tan expuestas tus piernas, de preferencia un pantalón.— dije eso último en un quedo susurro. Traía una socarrona mirada y una pícara sonrisa, ¡cielos!, ¿En qué momento se volvió tan sensual? Siempre lo ha sido, pero pareciera que quiere provocar o seducir a alguien.

—¿Expuestas?— dejó salir una risilla. —Es sólo un short, el clima está agradable para usar uno.

—¿No sabes que si dejas la piel expuesta, los rayos ultravioleta pueden dañarla?— y eso de dónde ha salido, es la excusa más pobre y tonta que pude haber dicho.

—Para eso es el bloqueador solar, vamos, Kanan, se nos hace tarde.— avanzó unos pasos hacia adelante, tomé su brazo, deteniéndola. —¿Kanan?— me encontraba cabizbaja, con la vista en algún punto del suelo, respiré profundamente y tomé el valor necesario que necesitaba, no podía seguir dándole vueltas al asunto, quizás si era honesta con ella, quizás...

—Por favor, ponte algo más.— subí mi mirada hacia ella, la miré directamente a la cara. —No quiero que nadie te vea así, ya de por sí es inevitable que te sigan las miradas de varios chicos debido a lo hermosa que eres, sé que no es tu intención provocarlos, pero no lo podré soportar.

Tal vez había sido más honesta de lo que necesitaba, sus mejillas se habían teñido de un rojo carmesí intenso, y sus ojos no pudieron sostener mi mirada, por lo que terminó apartándola.

Mis ojos vieron sus labios moverse, más mis oídos no escucharon palabra alguna.

Se liberó de mi agarre, y volvió a subir las escaleras. Cuando regresó, llevaba puesto un pantalón, estaba muy pegado a sus piernas, pero prefería mil veces eso a que alguien que no fuera yo, las viera desnudas... Alguien que no fuera yo... Estoy perdida...

Desde que tengo memoria, no soy una persona celosa, es muy difícil para mí sentir celos, porque siempre he creído que eso, es falta de confianza, no sólo hacia la otra persona sino, más que nada, hacia uno mismo, pero creo que ahora comprendo un poco más esa clase de sentimientos, después de todo, las personas, siempre, pueden cambiar, y yo, he cambiado en ese aspecto.

Subimos al auto, luego de acomodarse en el asiento, se inclinó un poco hacia enfrente para encender el estéreo, estuvo cambiando de estación unos minutos, hasta que se decidió por una.

No sé si el destino estaba jugando conmigo o si había sólo sido cuestión de una increíble casualidad, pero la canción que comenzó a sonar y resonar en mis oídos no podía ser más inadecuadamente, adecuada. Al principio íbamos hablando, diciendo cómo es que podían poner una canción tan deprimente a tan tempranas horas, pues el ritmo era lento y las notas del piano le daban un sentimiento de melancolía. Pero al momento de escuchar el estribillo, ninguna de las dos dijo nada, nos quedamos en silencio, me centré en conducir, pero en realidad mi total atención estaba en la letra de la canción, me giré para mirarla, tenía la vista fuera de la ventana, su semblante era serio, jugaba con los pulgares de sus manos, y suspiró.

Lo que más se me había quedado de esa canción eran unas líneas que decían así: "Want to be your love for real; Want to be your everything"

Cuando la canción cesó, comenzó otra, un poco más alegre, pero nosotras seguimos en silencio, no sé ella, pero yo todavía tenía en mi mente la canción anterior, a pesar de estar escuchando otra. Y antes de darme cuenta ya habíamos llegado a la universidad.

—Era una bonita canción, ¿No crees? -dijo, rompiendo el hielo.

—Sí, el cantante tenía buena voz y el instrumental era muy emotivo.

—No, me refiero a la que estaba antes de esa, la que cantaba una mujer.— sabía que se refería a esa canción.

—Oh, sí. Tiene una letra muy bonita pero estaba algo melancólica, deberían poner canciones más alegres para empezar el día con energía.

—A mí me alegró haberla escuchado.— Eso fue lo último que dijo antes de encontrarnos con Dia.

—Es en verdad inusual verte tan temprano en un día como este, es por demás grato que nos honres con vuestra presencia.— dijo con acento español, ¡Vaya que le encantaba hablar con acentos! Una vez me habló con acento italiano por dos días seguidos. —En cuanto a ti, bella dama— se volvió hacia Mari. —Debo confesar que vuestra repentina cancelación de último momento, me causó cierto desconcierto.

—Kanan no me dio opción, ella dijo, y la cito: "Háblale y dile que no hay necesidad de que venga".— ese tono que hizo... ¿Se supone que estaba tratando de imitarme?

—Mari... -exclamé, avergonzada.

—¡Oh, vaya! No puedo creer que seas tan posesiva— negó con la cabeza —Si yo sólo iba a hacerle un favor.— Dijo pretendiendo sentirse ofendida.

—No, no es que sea posesiva... Yo sólo, no quería que te desviaras y...— traté de defenderme, pero no tenía un buen argumento que dar. Agaché mi cabeza.

—Esas no son excusas, Kanan.— se burlaba. —¿Tú qué opinas, bella dama de rubias cabelleras?

—Que es bastante tierna.— dijo con su suave voz llena de dulzura, sonrió.

—Bueno, pareja de enamoradas, despídanse que tenemos que ir a clase.— Dia interrumpió nuestro contacto visual.

—Te veré más tarde. -se despidió de mí.

—Mari.— llamé su nombre para que aguardara un momento.

Me acerqué a ella, acaricié su mejilla con mi mano y deposité un suave beso en su frente.

—Ten un lindo día.— le dije.

—T-tú también.— me respondió con sus mejillas sonrosadas.

—Son tal para cual.— agregó Dia. —Mueve esas sensuales piernas que tienes que se nos hace tarde para la clase, estimada Mari.

La vi alejarse, y no aparté mi vista hasta que no la viera más, ella volteaba para ver si seguía ahí, parada, observándola irse. Volteó una última vez antes de quedar fuera de mi alcancé, se llevó la palma de su mano a su boca, como depositando un beso, y después me dijo adiós con un movimiento de mano.

Bien ahora, ¿Qué se supone que haga en dos horas? Eso de que tenía que hacer tenía que hacer una investigación había sido una mentira, sólo quería ser yo quien la trajera a clases, suspiré, ¿cuántas veces he suspirado por ella en lo que va del día?

Bueno, a buscar con que entretenerme hasta que comiencen mis clases. Dos horas, no es mucho y el tiempo se va volando, espero.













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