Capítulo 4

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Al momento de bajar por las escaleras, una luz nos iluminó, era hora del baile, recuerdo ver la mirada altanera de aquella mujer que nos había dicho con claridad que no hiciéramos nada que no estuviera en el programa, seguro debe haberse molestado por habernos ausentando.

Caminamos hasta el centro de la pista, la iluminación se volvió más tenue que antes, la música cambió por completo. Primero comenzó a escucharse en ligero sonido del arpa ser tocada, en ese momento coloqué mi brazo derecho debajo de mi pecho, me incliné ligeramente hacia Maki, y extendí la palma de mi mano izquierda, ella la tomó, me incorporé, ella colocó su mano sobre mi hombro y yo en su cintura. Los violines comenzaron a unirse a la melodía del arpa y junto con ellos nosotras comenzamos a bailar, adelante, hacia atrás, dábamos sutiles movimientos, el piano también hizo su entrada, nuestros pies se movían al son de la música, al principio fue tranquila, y entonces llegó una parte que en lo personal, me fascinó, no sólo por el incremento del ritmo sino también por el hecho de que nuestras miradas se habían encontrado y a partir de ese momento no se apartaron ni un solo segundo, girábamos, era un baile tan lleno de no sé qué, pero era algo especial, no supe en qué momento fue que la había acercado aún más a mí, sonrió, y agachó su cabeza para hundirla en mi hombro, la música comenzó a disminuir el ritmo, la melodía finalizó con tan solo el arpa y el piano, nuestro movimiento también ceso, y en cuanto nos detuvimos un sonoro sonido de aplausos siguió.

—Tienes razón, no bailas para nada bien, en lo absoluto. —me dijo al oído antes de apartarse de mí.

—Gracias por no pisarme. —dije y sonreí.

—No ha sido nada.

Los aplausos de detuvieron, nosotras permanecimos allí, mirándonos, olvidándonos de todo lo demás, eso hasta que nos interrumpió un hombre que me pidió concederle a Mari para bailar con él, ganas no me faltaron de negarme, pero sería algo absurdo y descortés de mi parte hacer eso, así que me limité a asentir. Antes de apartarme me acerqué al oído derecho de mi prometida.

—A él puedes pisarlo todo lo que quieras. —le susurré lo suficiente bajo para que aquél hombre no alcanzase a escuchar, pero lo suficiente alto para que ella me entendiera.

Dejó salir una risilla de su boca, contenta con escucharla reír me aparté de ellos.

Varias parejas también se acercaron a la pista para danzar, dejando las sillas de las mesas vacías, lo bueno que es un lugar bastante amplió, pensé.

—A mí también me gustaría bailar con ella. —me dijo Dia.

—Tendrás que hacer fila. —y no era broma, muchos hombres ya estaban esperando tener el placer de bailar con ella.

—Debes dejar de mirarla tanto, el verla sin duda es un total deleite para las pupilas pero trata de disimular, eres muy obvia. —dijo con una sonrisa de satisfacción en su cara.

—No quiero disimular. —admití.

—Claro, sólo no olvides que estamos aquí solo gracias a un papel.

No tenía que recordármelo, era consciente de ello, como si algo así fuese a irse de mi mente, pero quería ignorarlo, al menos por esta noche.

—Creo que tu amada clama por ayuda. —dijo. —Ese es el sexto sujeto con el que baila.

—Entonces, debo ir en su auxilio.

—Kanan. —pronunció mi nombre con seriedad, me daba una idea de lo que me iba a decir. —Tienes una sonrisa muy tonta en tu cara. —se burló. Correcto, eso no estaba ni cerca de lo que pensé que diría.

Me abrí paso entre la gente hasta poder alcanzar a Mari.

—Disculpe, ¿podría regresarme a mi prometida? —esa fue una mala elección de palabras de mi parte, quizá debí decirlo más sutilmente.

El hombre me sonrió, le dio un beso en la mano a Mari y se alejó, ella suspiró, parece ser que llegue justo en el momento indicado.

—Gracias. —me susurró. —Me pregunto por qué tanto interés en bailar conmigo.

—La razón es obvia, estás deslumbrante, quizás demasiado. Pero para desdicha de ellos, resulta que ya estás comprometida conmigo.

Se sonrojó y me sonrió tímidamente. —Han sido muy amables, pero... —hizo un gesto de cansancio y suspiró más profundamente que la vez anterior.

—Si hubieras pisado al primero estoy segura de que los siguientes hubieran pensado dos veces antes de invitarte a bailar. —decía mientras caminábamos a nuestra mesa donde tomamos asiento.

—En dado caso a quien debí haber pisado es a ti. —me contestó hilarante. —Sería muy extraño que acabase de bailar perfectamente contigo y a él lo pisara de la nada.

—Podríamos haber inventado una excusa. —le dije sonriente.

—¿Cómo cuál?

—Una muy buena se me hubiera ocurrido. —respondí al mismo tiempo que le servía agua mineral en una copa.

—Me gustaría escucharla. —repuso.

Es muy insistente, y su mirada me decía que no se rendiría a menos que respondiera adecuadamente.

—Sinceramente... —pensé en una buena excusa, pero no se me ocurrió nada.

—Te está saliendo humo de la cabeza, ¿debería echarte agua? —dijo entre risas.

Se estaba burlando de mí, pero parecía divertirse, así que por mí podía seguir burlándose todo lo que quisiera. Antes de poder contestarle las madres de Mari habían hecho acto de presencia, también estaban acompañados por un joven y una damisela muy bien parecida, deduje que podrían ser ellos sus hermanos.

—Veo que se divierten, eso es bueno. —comentó Ayase Nozomi.

—Es muy agradable estar con su hija, sería imposible para mí aburrirme en su compañía. —respondí honestamente, quería dejar en claro que a pesar de ser esto un simple negocio yo no sería indiferente para con ella.

—Me alegra escuchar eso. —dijo. —Espero que cuides bien de mi hija de ahora en adelante, es mi preciado tesoro.

—¡Mamá! —exclamó ella totalmente avergonzada.

Reímos.

—Mari es algo despistada. —habló la joven. —Seguro te causará unos cuantos problemas. —agregó la damisela.

Eran una familia muy unida, y se notaba a simple vista que adoraban a Mari, por lo mismo no me cabía en la cabeza el hecho de que la comprometieran con una desconocida.

—Me veo obligada a decir que si llegas a lastimar a mi pequeña, jamás te lo perdonaré. —me dijo con seriedad su madre.

—No lo haré. —repuse rápido y sin dudar.

—No le hagas caso, sólo ignórala. —me dijo Nozomi, me dio ternura el notar ese puchero que estaba haciendo con sus labios mientras que sus mejillas seguían ruborizadas.

—Es normal, creo yo. —le sonreí.

No tardaron en unírsenos mi madre que traía una botella de champán en la mano, cada una tomó una copa de cristal, me pidieron que fuera yo quien abriera la botella, y eso hice, se me dificultó un poco, pero logré hacerlo sin sacarle un ojo a alguien. Vertí la bebida espumosa en las copas de las personas que me rodeaban, siendo la de Mari la primera a la que le serví. Una vez hecho esto hicimos un brindis formal con todos los invitados.














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