Capítulo 23

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Kanan.

Mantenía mi vista fijamente en sus mejillas ligeramente sonrosadas, contemplaba su cara adormilada. Su boca estaba entreabierta, de ésta salía su cálido aliento. Sus pestañas son largas y bellas. Su cabello... Ja, estaba hecho un desastre, algunos de sus cabellos estaban encima de su cara, aun así no evitaban que la apreciara de buena manera. Tiene el sueño profundo, o quizá sólo estaba demasiado cansada. Llevo mirándola poco más de diez minutos y ella no se ha percatado en lo más mínimo de mi presencia.

Ladeó su cabeza un poco, y comenzó a abrir lentamente sus ojos.

Se me quedó mirando, al igual que yo a ella, nos mirábamos mutuamente, le dediqué una sonrisa.

—Buenos días, te he traído el desayuno a la cama pero parecías estar plácidamente dormida que no quise irrumpir en tus sueños. —le comenté mientras me levantaba y caminaba hacia el mueble donde había dejado la bandeja en la que traía lista la comida que preparé.

Volví con ella, dejé que se pusiera en una posición cómoda en la cama y coloqué la bandeja en sus piernas.

—Muchas gracias. —su voz sonaba somnolienta pero de todas formas era adorable.

—No ha sido nada.

—¿Has disfrutado de observarme? —preguntó antes de beber un poco de jugo.

Muy bien, tenía dos opciones, ser honestamente sincera y contestarle con sincera honestidad, o sólo responder sutilmente pero con un toque de austeridad.

Por un lado, si tenía suerte se sonrojaría y por el otro, se sonrojaría aún más. Hum... Es una de las decisiones más difíciles que he tenido que tomar.

—La pregunta está mal formulada, Mari. —dije. —¿Qué tanto has disfrutado de observarme? Sería más indicada. —le corregí. —La respuesta sería, entonces: más que lo suficiente, menos que demasiado... y de lo que hubiera deseado.

La hemoglobina subió hasta sus mejillas, dejándome apreciar ese bello color rojizo adornando su cara.

Reí, y creo que también me he ruborizado, no tanto como ella claro, pero sí un poco. No sabía qué es lo que me pasaba, la sonrisa no abandona mi rostro cuando estoy con ella, es como si tuviera dos hilos en los extremos de mis labios y los jalaran hacia arriba cuanto Mari está cerca de mí, en los únicos momentos en los que no estoy sonriendo teniéndola a ella alrededor, es porque estoy haciendo gestos o pucheros.

—¿No es muy temprano para galanterías? —cuestionó, hilarante.

—Nunca es demasiado temprano para conquistar a alguien.

Enarcó sus cejas, y me miró con un atisbo de perspicacia.

—¿Tratas de conquistarme? —inquirió con su pícara sonrisa, muy singular de ella.

—Creí que ya lo había hecho, en especial luego de que me diste una argolla de matrimonio. — Mari tenía sus movimientos, yo tenía los míos, lo que me preocupa es que ella tiende a mover sus piezas de una manera en la que no puedo prever el próximo movimiento, eso no es del todo malo, ya que me gusta sorprenderme con lo que hará después.

Sonrió. Esa sonrisa me decía muchas cosas, y al mismo tiempo me escondía todo.

—Te ha quedado delicioso. —dijo tras haber probado un bocado de la comida que había preparado. —¿Recuerdas esos juegos que las mamás suelen hacer con sus hijos para que coman? —preguntó de pronto.

No estaba muy segura de a qué venía esa interrogante en estos momentos pero de cualquier forma contesté asertivamente.

—¿Por qué? —el ver como su tímida sonrisa se había dibujado en su rostro, me hizo sentir más curiosidad de la que ya sentía.

ContratoWhere stories live. Discover now