Capítulo 14

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Comparamos nuestros horarios de clase, no podían ser más irregulares, en especial porque ella sólo iba cuatro días a la semana y tenía, máximo, cinco clases. Incluso había un día en el que sólo tenía dos. El mío era más pesado, yo iba los cinco días y el día más tranquilo que tenía era de mínimo cinco clases, los restantes abarcan de siete a ocho frecuencias. Tal vez había exagerado al tomar algunas optativas, porque de las diez materias que llevaba, sólo seis eran obligatorias.

Sus sonoras carcajadas seguían resonando en mis oídos, se estaba burlando de mí tan descarada y desvergonzadamente.

—¿Por qué tomaste tantas clases? Debes amar mucho estudiar.

—Concéntrate en manejar y no me cuestiones, ¡hump! —hice un puchero.

Pero en serio, ¿En qué estaba pensando? ¿Quería impresionar a alguien o qué? Oh... Ya lo recuerdo, al saber que viviríamos juntas quería pasar el menos tiempo posible en la casa ya que pensaba que sería incómodo. ¡Más lamentable no podía ser!

Estaba decidido, el siguiente semestre cambiaré mi horario para poder pasar más tiempo con... No, para tener más tiempo libre, sí, eso es.

Acabábamos de salir de nuestra casa y ya estaba aparcando su auto en el estacionamiento de la universidad. ¿Por qué teníamos que vivir tan cerca del campus?

La puerta del asiento del copiloto, donde iba sentada, se abrió, o mejor dicho, me concedieron el favor de abrirla.

—Hemos llegado, madame. —escuché su voz suave decir.

—Muchas gracias. —tomé su mano que me había extendido para ayudarme a bajar del auto, tras haber puesto mi cuerpo fuera del auto cerró la puerta, encendió la alarma y caminamos hasta el punto en el que tendríamos que separarnos, de todas las clases sólo una, una única clase tenía con ella.

—Ten un buen día. —me dijo afable y sonriente.

—Gracias, igualmente. —me acerqué a ella depositando un beso en su mejilla.

—T-te veré más tarde. —tartamudeó, tan linda, pensé.

Subí las escaleras hasta el tercer piso, si mi memoria no me falla, esta clase la tengo con Dia, eso me aliviaba, estar en una clase donde no conoces absolutamente a nadie tiende a ser complicado, más cuando las clases ya van avanzadas.

Los asientos estaban ordenados como una pirámide, y las mesas se compartían de dos en dos. Me senté en la antepenúltima fila, en la mesa que estaba justo en medio de otras cuatro.

—Dichosos se sienten mis ojos al verte.

—La felicidad nubla mis demás sentidos al saber que estás junto a mí. —repuse, era divertido tratar de esta forma a Dia.

—¡Oh! Esa línea ha sido superior a la mía. —manifestó con un pretendido atisbo de desilusión. —¡Nadie jamás me había sobrepasado de tal forma! —dijo con un dramatismo exagerado. —Pero bueno, haciendo un punto y aparte; luces más hermosa y reluciente que ayer. ¿Algo bueno aconteció en tu vida la noche anterior?

—¿Por qué precisamente te refieres a "la noche"? Pudo haber sido en la tarde.

—"Pudo haber sido", tú lo has dicho, pero no fue así. Anda, dime, ¿Ocurrió algo que merezca la pena ser contado?

—Podría decirse.

—No me das las respuestas que quiero escuchar, bella dama. —se sentó en la silla y se recostó sobre sus brazos cruzados que había colocado sobre la mesa.

La clase comenzó, me sorprendió que la mayoría del alumnado presente fueran varones, mujeres eran sólo unas cuantas. Pero eso no era de importancia, al menos no para mí, a lo que iba era a aprender y al parecer, a aguantar la risa que Dia me causaba cada que se lo proponía.

ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora