Capítulo 1

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—Un compromiso arreglado ¿eh? —murmuré para mí misma. Me dejé caer sobre el sofá que estaba en la oficina de mi madre, tomé mi IPod y subí aún más el volumen de la música dejando que me absorbiera. En mi mano yacía el borrador del contrato que próximamente iba a firmar. Leí meticulosamente cada una de las cláusulas, todo esto se me hacía especialmente peculiar. Más no era de sorprenderse, hoy en día era muy común hacer este tipo de arreglos entre familias prestigiosas, no importaba en lo más mínimo si eran del mismo sexo o no, las leyes ahora son más flexibles en ese aspecto, después lo único que les interesa es proteger sus finanzas y el patrimonio familiar. Tantos años de evolución e innovación y regresamos a lo que hacían nuestros antepasados, es muy gracioso en verdad. Suspiré, sólo espero que no sea una loca obsesiva como las que comúnmente veo a diario, si es así, esto será aún más difícil de lo que creí.

La puerta de la oficina se abrió y vi a uno de los abogados asomarse, no tenía que decir nada para saber que finalmente habían llegado. Me quité mis audífonos y apagué la música, dejé el IPod en el sofá y me levanté estirando mis extremidades; me dirigí a la sala de juntas donde se haría lectura del contrato, todo no era más que una mera formalidad, pues ya había leído perfectamente el escrito y todo estaba muy bien detallado y estipulado, tanto que daba miedo.

—Buenas tardes. —saludé muy cortésmente antes de pasar a tomar asiento.

Esperamos todos en silencio a la llegada de la que sería mi futura prometida y por su puesto, sus abogados.

—Bienvenidos, por favor pasen. —escuché a la secretaria decir, luego los que nos encontrábamos en la sala nos pusimos de pie para recibirles.

—Sra. Ayase, es un placer recibirla nuevamente. —habló mi madre.

—Muchas gracias, me da gusto estar aquí. —respondió la mujer alta de cabello rubio. —Mi hija a pasado al tocador, no tarda en llegar.

—No se preocupe, por favor tomen asiento.

Pasaron unos minutos antes de que mi prometida hiciera su entrada; llamó a la puerta antes de pasar y caminó cabizbaja hasta la silla que le correspondía. Algo me decía que la razón por la que fue al tocador era otra muy diferente a la común.

—Ahora que todas las interesadas se encuentran presentes procederé a hacer lectura del documento. Cualquier comentario o cuestión hacerla saber durante esta reunion—dijo uno de los hombres mayores.

Las siguientes dos horas estuvimos en esa sala, éramos cerca de veinte personas y yo a la única que le prestaba atención era a ella. Nuestras miradas se cruzaron en varias ocasiones, y en todas y cada una, ella me otorgó una sonrisa, fingida, claro está, pero no por eso dejaba de ser hermosa.

Las modificaciones que se le hicieron al contrato eran menores, sólo me llamó la atención una cláusula que la Sra. Ayase pidió agregar, la cual es la siguiente: Después de anunciar el compromiso y hacer la ceremonia formal, ambas tenemos que vivir bajo el mismo techo.

Sin duda es algo que dejaría patidifuso a cualquiera, sin embargo creo que puedo entender por qué lo hizo.

Ahora sólo quedaba hacer las modificaciones indicadas y mientras esperábamos a que el contrato estuviera listo, degustamos de una exquisita comida.

Yo no aparté mi mirada de ella, su madre le estaba hablando, quizá estaba tratando de darle ánimos o algo así. ¿Cómo se sentirá ella con está decisión? No es algo fácil de asimilar, en especial porque ni siquiera nos dieron tiempo de pensarlo mucho, fue casi de un día para otro.

El corporativo de mi familia y la de ella querían asociarse, pero es bien sabido que en este tipo de asociaciones no falta quien trate de cometer algo ilícito, por lo que lo más seguro era también unir a las familias, de está manera, cualquier cosa que pasara, sabrían que ambas corporaciones saldrían afectadas y no sólo una. Cabe también mencionar, que una vez las compañías asociadas, las acciones de ambas incrementarían el costo de éstas. Suena un tanto mezquino, comprometer a sus hijas solo por negocios, pero así es como funciona la sociedad, y además se nos dio la opción de decidir.

—Pero vaya que eres afortunada. —me dijo en voz baja mi madre, al mismo tiempo que me daba palmaditas en la espalda. —Es bastante atractiva ¿no crees?

Por su puesto que lo es, cualquiera podría darse cuenta de ello, y yo no estaba ciega para no notarlo. Y no sólo era atractiva, sino también hermosa, desde cualquier lado que la vieras resaltaba su belleza, es casi perfecta.

—El documento está listo. —la voz de mi madre me sacó de mi ensimismamiento. — Por favor, pasen a mi oficina para que nuestras hijas puedan firmarlo.

Bien, está vez ya no habría marcha atrás, espero que ella se encuentre bien, en todo este lapso de tiempo muy apenas y probó un bocado.

—Srta. Mari, Srta. Kanan, requiero sus huellas digitales de la mano derecha e izquierda en esta parte. —nos indicó con su dedo. —También la de sus pulgares, es esta otra parte, y por último, sus firmas.

Yo fui la primera en hacer todo ese procedimiento, fui rápida y concisa, aunque no voy a negar que parte de mi sí estaba por demás nerviosa. También ella fue rápida, quizá quería acabar con eso lo más pronto posible, todo iba bien hasta el momento de la firma, su mano comenzó a temblar, hasta hubo que llamarla más de una vez para hacerla volver en sí, por un instante tuve la impresión de ver una lágrima caer por su mejilla, apostaba a que saldría corriendo del lugar, pero al final, terminó firmando.

Tras haber dejado el papeleo en claro, yo y ella salimos de la oficina, mientras que, mi madre, las madres de Mari, y los abogados de ambas familias se quedaron conversando, tal vez sobre la futura asociación.

Suspiré y volví mi mirada hacia ella, ahora no era su mano la que temblaba, era todo su cuerpo, y su pecho subía y bajaba con dificultad.

—Necesitas tomar aire ¿no? —no esperé a que respondiera, pues era algo más que obvio. Tomé su mano, era cálida y estaba algo sudorosa, pero aún así sentí una sensación muy agradable, la llevé hacia el ascensor y pulsé el botón que daba a la azotea.

Al salir, no pude evitar notar un suspiro de alivio escaparse de su boca. Me volví hacia ella y la miré, de cerca es aún más hermosa. En cuanto se dio cuenta ella sonrió, estaba comenzando a cansarme de esa sonrisa.

—¿Sabes? No tienes que sonreír cuando no lo sientes. —le dije. Espero que no se lo haya tomado a mal, sin embargo es agobiante ver como se esfuerza por aparentar estar bien cuando no lo está. —Me presentaré como se debe, mi nombre es Kanan y seré tu prometida de ahora en adelante. —me incliné ligeramente, creo que eso último estaba de más pero cuando me di cuenta ya lo había dicho.

—Mari... —hizo una leve pausa y continuó. —Por favor cuida bien de mí.

Luego de eso no dijimos nada más y nos limitamos a ver la ciudad desde la altura, era un muy agradable paisaje, sobre todo porque el cielo a esa hora del día se teñía de una infinidad de hermosos colores.

Perdí la noción del tiempo, ella disfrutaba de la brisa que soplaba la cual jugaba con su impresionante melena, lo cual era algo magnifico de ver. Tenía sus ojos cerrados, por lo que observarla fue aún más fácil para mí. Curveé ligeramente mis labios, formando una pequeña sonrisa.

Definitivamente podría acostumbrarme a esto, pensé.












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ContratoWhere stories live. Discover now