Prólogo

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—Debe el cielo sentirse realmente agradecido por ser digno de ser observado por vuestros ojos.

—Demasiado digno es el cielo para mí, pues observarlo es lo único que puedo hacer.

—¿No la estás pasando bien en esta bella velada?

—Es una hermosa velada, sin duda, pero...

—A mí me parece en demasía ostentosa y muy prematura, sin embargo entenderás que había que hacerla para anunciar formalmente nuestro compromiso.

—¿Tú estás bien con esto?

—Mi prometida es hermosa, ¿Por qué no habría de estarlo?

—Me pregunto...

—Es mejor que volvamos adentro, hay algo que todos están esperando ver.

—¿Qué podría ser?

—Nuestro primer baile.

—No bailo muy bien.

—Hablando con sinceridad, ni yo. Creo que estamos en serios problemas.

—Trataré de no pisarte mucho.

—Eres muy considerada, te lo agradezco.

Esa fue nuestra primera conversación desde que nos conocimos, curioso, pero a pesar de ser la fiesta de nuestro compromiso, nosotras muy a penas nos conocemos. Esto es debido a que es un compromiso, cómo decirlo, "arreglado", todo por el bien de los negocios de nuestras respectivas familias. Tanto ella como yo, aceptamos llevar a cabo este compromiso, no es como si nos hubiesen obligado, aunque a decir verdad, tampoco es como si fuese a declinar una propuesta que beneficiaría a las personas que me han dado todo lo que tengo y a las cuales les debo lo que soy. Claro, eso sólo es de mí parte, ella es otra cuestión. Sé, y siento, que parte de ella quiere huir, dejarlo todo y correr hacia el horizonte sin mirar atrás, pero es noble y por ende no lo hará. Además, el hecho de que ahora estemos comprometidas no significa que nos vayamos a casar, muchas cosas pueden pasar, y todo esto no es más que un contrato que, para bien o para mal, ella y yo decidimos firmar.
























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