Capítulo 6: La charla

Start from the beginning
                                    

Con una sonrisa pícara, cogió mi taza y se la llevó a los labios, dándole un generoso trago. Su descaro intentó tirar de mis comisuras, pero me esforcé por no sonreír.

—Tú y tu diabetes, ¿queréis algo más? Intento trabajar.

—Tienes pinta de necesitar un descanso. Intento ser una agradable distracción que te salve de ti misma y de tu adicción al trabajo.

—No soy... —Hice una mueca y me callé el resto de la frase. Alguien que trabaja en domingo no puede negar eso, aunque entraría a debate si eso engloba cuando uno trabaja porque considera que su trabajo es importante y no puede esperar al lunes.

Además, trabajar en domingo era una maravillosa forma de intentar distraerme de su intoxicante presencia.

—Al fin —se rio con humor—. Empezaba a pensar que eras inmune a la maldición.

—Según tengo entendido, esa es Nicole.

Tras caer en la cuenta de que la pelirroja era la novia de su hermano, recordé contener la acidez.

—Puedo exagerar, no mentir —le confesé.

Después de lo del día anterior con la magia primordial, decidí que ser un poco más honesta sobre aquellos temas era también una forma de rebeldía contra los aquelarres.

Pero Eric no me pagó con la misma moneda.

El mago se dio la vuelta y empezó a deambular por mi despacho distanciándose físicamente de mí, aunque a mí me pareció más que eso. Intenté no darle importancia. Yo misma había reaccionado mal a las preguntas de Nicole, demostrando lo interiorizado que teníamos todos ese cripticismo.

Distraída, me llevé la taza a los labios, olvidando que era el café que había preparado Eric. Esta vez me contuve de escupir, pero tras tragármelo a la fuerza solté palabrotas dignas de un concurso de camioneros.

—¡Llévate esta mierda de aquí, joder!

Eric cogió la taza, divertido con mi despiste, pero no salió de la habitación. Volvió a dar un trago mientras se acomodaba en uno de los asientos frente a mi escritorio, dándose por invitado a seguir entreteniéndome.

—Café solo, chocolate negro, galletas de jengibre... Parece que a alguien le gustan las cosas... fuertes.

Ignoré la insinuación mientras trataba inútilmente de volver al trabajo. Era incapaz de concentrarme con él allí. No porque fuera él, claro. De por sí me costaba trabajar con ruido o gente cerca, pero él era especialmente... distractor.

—Veo que te has aprendido mi despensa.

—Es una buena forma de conocer los gustos de alguien. También he comprobado que no sueles cocinar a menudo.

Hice un ruido con la garganta que pretendía ser una confirmación. Si le daba pie, seguramente se quedaría ahí parloteando toda la tarde.

—Me puedo encargar de eso mientras esté por aquí. No soy un gran chef, pero creo que has comprobado que sé apañarme.

—Como quieras.

—¿Tienes alguna alergia?

Fruncí el ceño. ¿También iba a hacer la compra? Porque obviamente, si vivía sola, nada de mi despensa serían alimentos que no me gustaran o me sentaran mal.

—Te voy a repetir que no tienes que hacerme la pelota ni ser mi mayordomo para quedarte unos días. Y no me gusta repetirme —gruñí irritada.

Pero él parecía inmune a mi enfado.

—Para nada. Encuentro relajantes las tareas domésticas.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now