Ese tipo de amor convierte a un hombre en un esclavo. Ese tipo de amor envía a un hombre directo a su tumba.
Me vuelvo loco, loco, loco bebé. Lo enciendes, luego te vas. Si, me vuelvo loco, loco, loco por tu amor.
¿Que puedo hacer cariño?
Me sie...
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La mayoría de los cirujanos crecen siendo raros. Mientras los demás niños jugaban fuera, nosotros nos refugiábamos en nuestras habitaciones memorizando la tabla periódica, estando horas con nuestros microscopios para niños, diseccionando nuestra primera rana. Hasta que crecimos y descubrimos que había otros ahí fuera tan "freaks" como éramos nosotros, con los mismos microscopios, las mismas ranas muertas, la misma necesidad inexplicable de desmontar pieza por pieza a los seres humanos
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Había cometido un gran error. Derek no dejaba de regañarme y de hacerme sentir mal por lo que había hecho, pero no lamentaba ni un poco lo que sucedió.
Tenía mis razones y la principal de ellas, estaba sentada a mi lado frunciendo el ceño y con una mirada desafiante hacia mi hermano. Amelia era la que había iniciado y por su culpa todo esto había pasado.
La mañana estaba pasando como un día normal, había salido de una colostomía con el Dr. Webber y en la tarde iba a entrar a una cirugía de reparación intestinal con Bailey. Todo iba bien.
Lo malo empezó, cuando Bailey me solicitó las fichas que se suponían debía entregar hace un mes. Le dije que las iba a entregar mañana, el único problema era que las había perdido. Exactamente, no estaban perdidas, estaban en el departamento de Mark así que las consideraba perdidas.
Sin embargo, esas fichas eran muy importantes, por lo tanto, aunque fuera incómodo, debía hablar con él.
Lo busqué y lo encontré junto a Derek, Meredith y Cristina en la estación de enfermeras conversando con una chica. Pensé en acercarme a hablar con él después, hasta que me di cuenta quien era ella.
Amelia Shepherd, mi dizque hermana mayor.
De pronto, al verla sonreír y hablar tan tranquila y feliz, todos mis malos y horribles pensamientos volvieron a mí con una furia de diez mil mujeres enojadas.
–Si me contestaras las llamadas, no tendría que estar acechándote –le dijo a Derek, toda campante.
–Qué lindo de tu parte, a él si lo llamaste –dije, irónica, al acercarme a su lado.
Al reconocerme, abrió los ojos y la boca, para luego sonreír como si estuviera sorprendida de verme.
–¡Liv! –exclamó.
–¡Amelia! –le di una sonrisa de falso entusiasmo.
–No pensaba verte por aquí. –dijo y cruzo una mirada con Mark. –Hermanita.
–¿No pensabas verme aquí? ¿en el lugar donde trabajo? –eso me enojo aún más– Que graciosa eres. Yo no pensaba verte el resto de mi vida, que loco, ¿verdad, hermana?
Ella movió su cabeza algo incómoda y siguió sonriendo.
–Sé a lo que te refieres, pero ya ves como es el mundo, siempre te sorprende. Y enserio es un gusto volver a verte, has crecido –se rio.
