XXIII

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Cuando abrí los ojos, aún era de noche, no sé qué hora era, pero el cielo oscuro aún permanecía. No me dolía el cuerpo, pero me dolía el hombro derecho así que con el dolor me incorporé con dificultad del suelo terroso tratando de entender lo que había pasado y lo que había pasado conmigo hasta que recordé a la mujer haciéndome volver a entrar en pánico. Miré por todos lados. Seguían los cuerpos de los soldados tirados a mi alrededor, pero no ella. De ella no había rastro, solo silencio y olor a sangre.

Me logré levantar del suelo, me sentía mareado y tuve que apoyarme con la pared hasta estar de pie y comenzar a caminar hacia el lado contrario para tratar de encontrar a alguien que pudiera ayudarme, a alguien a quien pudiera decirle lo que pasó y mientras lo hacía, me di cuenta de que mi ropa estaba llena de sangre. La mancha era grande en el estómago. Por la cantidad de sangre, sería una herida mortal, pero en su lugar, solo sentía una punzada.

¿Es una herida mía?

No estaba seguro, pero, aun así, no quería detenerme a averiguarlo, si iba a desmayarme, quería desmayarme frente a la ayuda y no solo.

Cuando di la vuelta del edificio, todo mi cuerpo se detuvo ante la nueva escena.

No solo habían sido los soldados, también habían sido ministros. Frente a mi estaban los cuerpos de dos ministros, sus ropas llenas de sangre, sus rostros salpicados y pálidos.

No tuve tiempo de pensar en nada más que no fuera escapar ahora. Más cuando a lo lejos escuché el alboroto de algunos soldados y sus tenues luces oscilando de un lado al otro mientras corrían. Si me quedaba aquí, cerca de los cuerpos, siendo yo el único sobreviviente y con mi ropa llena de sangre, me culparan de todo esto. Tengo que escapar por el momento y lo hice, di la vuelta y aún con el dolor y el mareo, la adrenalina fue más poderosa como para permitirme salir corriendo lejos. Llegué tan lejos, hasta las murallas del palacio, salté la pequeña muralla con ayuda de algunas piedras que ya había ahí y corrí hacia el bosque, lo más lejos de aquí que pude. Permanecería esta noche y probablemente la siguiente escondido, incluso ir a casa podría ser peligroso y solo pondría en riesgo a Hyon Na, necesito tiempo y un momento de paz para pensar, para aclarar mi cabeza y averiguar qué debo hacer para que la verdad se sepa y no me culpen a mí de esas muertes.

Eso fue lo que pensé en el momento, pero jamás me imaginé, que nunca más volví. Esa noche, yo desaparecí sin siquiera poder volver a casa para despedirme apropiadamente de mi querida esposa.

Los primeros años vague sin rumbo fijo, me alimentaba de animales, en silencio, sin hacer mucho ruido, solo por las noches y asaltaba a los borrachos que encontraba en mi camino, era fácil con la fuerza que ahora tenía, con ese dinero, rentaba habitaciones para dormir por los días y seguir mi camino por las noches, no más de un día en un lugar.

Me di cuenta que aquella noche en el palacio, esa mujer, me convirtió en un demonio como ella, uno que solo vivía de sangre, si intentaba comer comida normal, terminaba vomitándola, mi estómago ya no podía procesar nada más que no fuera sangre.

Con los años, las cosas avanzaban, probablemente mi esposa ya había encontrado otro marido, se habrían casado, habían tenido hijos y ahora ella ya habría muerto y sus hijos también, mientras que yo, sigo viéndome igual, solo que ahora, estoy lejos de casa, mucho más lejos de lo que algún día pude haberme imaginado.


Eris (ChaEunWoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora