Fantasmas

By AndreaAS9

21.1K 3.1K 321

»Amante del mundo paranormal o no, una chica en coma siempre terminará sumergida en él.« Con el esoterismo co... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13 - MAS
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 - MAS
Capítulo 17 -MAS (Parte II)
Capítulo 18
Capítulo 19 - NOAH
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
MAS 💞
Capítulo 25 - MAS
Capítulo 26 - MAS
Capítulo 26 (Parte II) - MAS
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32 - Noah
Capítulo 32 (parte II) - NOAH
Capítulo 33
Capítulo 34 (parte I) - MAS
Capítulo 34 (parte II) - MAS
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39 - MAS
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42 - NOAH
Capítulo 42 -NOAH (II)
Capítulo 44 - MAS
Capítulo 44 - MAS Parte II
¡Feliz día del padre!
Capítulo 45 NOAH
Capítulo 46 - MAS
Capítulo 47
Capítulo 48 - I
Capítulo 48 II
HOLA, OTRA VEZ
Capítulo 49 - NOAH
Capítulo 50 - Mas
Capítulo 51
Capítulo 51 Parte II
Capítulo 52
Capítulo 53 (¿El fin?)
Capítulo 54
Capítulo 55 - NOAH
Capítulo 56
Capítulo 57 - MAS (parte I)
Capítulo 57 - MAS (parte II)

Capítulo 43

89 13 0
By AndreaAS9

Todo estaba saliendo perfecto, salvo por la mujer que caía al vacío desde donde estábamos. Su largo cabello rubio platinado ondeaba sobre ella mientras se perdía en la oscuridad, haciendo su camino al suelo. Y una vez que llegaba, volvía a aparecer  justo debajo de nosotros para volver a aventarse. Si se percató de nuestra presencia –sobre el cubículo más alto de una noria antigua y despintada–, jamás nos lo dio a saber.

Así es, estamos en un parque de diversiones. Pero no cualquier parque de diversiones, no; un parque de diversiones en desuso desde hace varios años ya, pero que, por lo enorme que es y las atracciones que tiene, imagino que debió haber sido muy popular en sus años dorados.

— Veníamos aquí cada vez que podíamos — me dijo Noah—. Tenía cierta magia. Qué pena que no esté funcionando.

Y cuando le pregunté si sabía por qué la habían cerrado, respondió: 

— Bueno... Hay atracciones que son algo peligrosas. Las demandas pudieron con los propietarios. Me imagino que estarán buscando nuevos inversionistas o... Nuevos dueños.

Recordando esa charla de hace unos minutos, de cuando aún estábamos con los pies en el suelo, mi lengua se suelta –como siempre– y suelta una indirecta que definitivamente mi filtro de buenos modales no aprobaría.

— Este lugar se ve costoso —le digo–, tu familia debió gastar un montón en entradas.

Él despega su vista del horizonte para mirarme. Los pocos rayos anaranjados que quedan se estampan contra el bonito pardi-azul de sus ojos, y en seguida me sumerjo en ellos. No sé si ese hombre es conciente aún del efecto que generan.

— Sí —responde, con parsimonía—, sí lo hacía. Mi padre trabajaba en la estación de policías de Western River. Dirigía las persecuciones cuando los criminólogos u otros oficiales lo requerían. Buen puesto, buena paga.

— Oh —me río, bromeando—. ¿Entonces eres un niño rico?

Pero él solo hace una mueca y su vista vuelve al frente, con un tipo de nostalgia que empiezo a reconocer.

— Supongo que lo fui —es todo lo que dice, estirando apenas sus labios.

Al instante entiendo lo que ocurrió.

— Lo siento mucho, Noah —tomo su brazo, pensando que quizá no debí haber abierto mi bocota hace un momento.

— No pasa nada —contesta, mirando el lugar exacto en el que mi mano entra en contacto con su piel—. Fue hace muchos años.

— ¿Lo has vuelto a ver? —muerdo mi lengua en el instante en que termino de formular la pregunta—. Perdón. No tienes que contestar —digo rápida y atropelladamente—, esas son cosas muy personales.

Con una sonrisa, niega con la cabeza.

— Para eso es una cita, ¿no?

Me encojo en mi sitio, recogiendo mis rodillas para abrazarlas contra mi pecho. Estoy segura de que él solo lo dijo para tranquilizarme a mí y mi condenada conciencia, porque ambos sabemos que este tipo de cosas no se preguntan en una primera cita.

Estoy fracasando monumentalmente. Gracias al cielo, Mas no está aquí, o tendría más de lo que burlarse.

Después de unos segundos, Noah vuelve a hablar.

— Sí lo he visto, por cierto. Se lo ve bien.

— Me alegro —digo en respuesta, agradecida infinitamente con él por rescatarme tan dulcemente de mi miseria.

— Tuvo una vida agitada, así que está descansando ahora. ¿Y tú? —vuelve a mirarme—. ¿Con quién te has encontrado?

Trago saliva.

— ¿Te refieres a quién es mi guía? —aventuro.

Él ladea la cabeza.

— Supongo que sí. Aunque uno se topa por aquí con más de un conocido, ¿verdad?

— Es verdad —reconozco—. Pero tú eres el único conocido con el que me he encontrado... Y Mas, claro, pero él es historia aparte.

— ¿Por qué? —arquea ambas cejas, con curiosidad.

— Ah, no es nada —lo desestimo con un movimiento de mano—. Mas fue mi mejor amigo cuando éramos niños.

Su rostro se transforma en una enorme O producto de la sorpresa. Casi me río. Casi. Su expresión se transforma por completo.

— ¿De verdad? —dice, para luego sonreír como si acabase de unir piezas. Yo no entiendo nada. No sé qué pasa por esa mente tan compleja suya.

Asiento con una pequeña sonrisa.

— Qué coincidencias trae la vida —dice.

— ¿Verdad?

— ¡Claro! A mí me hubiese gustado encontrarme con mi mejor amigo.

— ¿También está muerto?

Él se ríe, negando con la cabeza.

— No he tenido ninguno. Después de mudarme, dejaron de tener contacto conmigo —recoge sus piernas para cruzarlas a modo indio—. Tengo a Marcus y Adam, y me gustaría creer en que ellos no se apartarían.

— No lo harían —digo, muy segura de mis palabras. Quizá demasiado. Noah me mira con interés. Si continuamos por ese camino, quizá me sea imposible seguir ocultándole que lo único por lo que él sigue hablando conmigo es una farsa.

— ¿Pondrías tus manos al fuego por ello?

Lo miro de reojo. Felizmente, él se encarga de llevar la conversación por otra rama.

— Quiero decir —continúa—, si estás completamente segura de que, al final, quienes te rodean, quienes dicen que les importas y con quienes compartes gran parte de tu tiempo permanecerán, ya sabes... y no se distanciarán apenas vean que ya no les conviene.

Lo considero, pensando a la vez que Noah puede tener razón empírica para hablar de esa manera. La verdad es que no lo sé. Tengo a Dani, a Norman y a Charlie. No mucha cantidad, pero lo compensa en calidad. Podría apostar la mayoría de mis fichas a que esas son amistades de toda la vida, pero uno nunca sabe. Las personas que conocí en Minnesota ya no forman parte de mi círculo, es cierto, aunque eso probablemente se deba a que éramos niños cuando nos apartamos.

Me quedo en silencio, cediéndole mi respuesta al viento, que lo sabe todo y se lo guarda todo. El ambiente está templado, y corre una brisa aterciopelada que acaricia todo cuanto toca con total delicadeza. Noches así son perfectas para una cita. Además, debo admitir que un anochecer espectacular en la parte más alta de una noria es aún más alucinante.

Un rato después, me encuentro recorriendo el terreno con Noah, caminando lo suficientemente cerca a él como para sentir el roce de su brazo contra el mío. Si bien el lugar está desocupado desde un buen par de años, la vibra es diferente, la energía almacenada es fuerte e intensa, como si las emociones que se forjaron en estas atracciones fuesen muy recientes. Justo como en el aeropuerto. Se está bien en lugares así: de repente ya no estás tan ... Apagado.

— ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en un parque de diversiones? —pregunta.

Echo la cabeza ligeramente hacia atrás, pensándolo.

— A mis... ¿15 años, tal vez? ¿Por qué? —lo miro— ¿Cuándo fue tu última vez?

— ¿Sinceramente? —lleva sus manos a los bolsillos de sus vaqueros— No vengo a uno de estos desde que me mudé.

Arqueo ambas cejas con sorpresa.

— ¿Quieres decir que no viviste todo el tiempo acá?

Él niega con la cabeza, mostrando esos adorables hoyuelos en una pequeña sonrisa.

— Me mudé una sola vez en mi vida. Vivía en Lake City, aunque no está muy lejos de aquí. Al fallecer mi padre... No lo sé —se encoge de hombros—, supongo que buscábamos cambiar de aires; dejar algunas cosas detrás... Quizás.

— ¿Eres otro de esos muchachos atormentados por su pasado? —me río, bromeando desvergonzada y exageradamente.

Él solo aprieta los labios en una especie de sonrisa algo más tensa. ¿Acabo de tocar un tema delicado? Maldición, ¿otra vez? ¿En serio? ¿Y qué pudo haber hecho él para tener semejante reacción? Esto es muy frustrante. Realmente estoy fracasando a niveles insospechados.

— Imposible —digo, mientras lo empujo muy suavemente con el hombro. ¿De verdad volví a echar sal en alguna herida o él está jugando conmigo? Aunque eso no sería muy propio de él, es verdad.

— Quizá haya hecho alguna cosa mala... O dos —carraspea, aproximándose a una de las atracciones.

— Imposible —repito, riendo, esta vez con más nerviosismo.

— Este era uno de los juegos favoritos de mis hermanos —dice, limpiando el polvo de la crin de uno de los caballos del carrusel frente a nosotros.

Uno mis manos por detrás de mi espalda, teniendo una seria argumentación interna conmigo misma, en la que mi cerebro intenta feroz y vehementemente razonar con mi lengua, lengua que tuve que morder para que no saliesen disparadas las mil y un preguntas que de repente se me ocurrieron cuando hizo mención de sus hermanos. Esto significa que sé realmente poco de él. No sé cómo sentirme al respecto.

Debe haber sido algo en mi expresión, tal vez, que lo hace reír levemente al voltear a verme.

— Mellizos —dice—. Teo y Anton. Un par de diablillos con cara de ángel.

Me acerco, sonriendo vacilante.

— ¿Así que ustedes fueron tres?

Él solo se lleva la mano a la nuca.

Rayos.

Cada vez que abro la boca, arruino el ambiente que Noah empieza a crear con sus sonrisas y su buena actitud.

— Cuatro —corrige, en voz baja—. Pero eso no lo sabía nadie.

Piensa rápido, Kendall, quizá aún puedas rescatar algo de la conversación, me digo.

— Oh... ¡Oh! Ajá, sí —balbuceo— Y... ¿a ti también te gusta el carrusel?

Si existe un momento en el que definitivamente me hubiese sonrojado de la vergüenza que mi pobrecito cuerpo ya es incapaz de soportar, sería este el adecuado.

— Supongo que sí, cuando era más pequeño —responde de lo más normal a la pregunta más normal del mundo, mientras apoya su cadera en el caballo detrás suyo—. ¿A ti?

Y así va la historia de cómo terminé montada en el unicornio rosa del carrusel en mi primera cita, buscando la forma de hacerlo encender con los recursos que teníamos.

— Creo que no hay forma —Noah aparece a mi lado después de haber ido en busca del panel lleno de botones y palancas que controla cada atracción.

— Bueno, ni modo —atrapo mi labio inferior con mis dientes deseando colosalmente que la tierra me tragase en ese momento.

— Es muy raro cómo funciona con algunas cosas y con otras no —se mira las palmas.

— Probablemente es cuestión de práctica —anoto, como si no fuese algo obvio que todo es cuestión de práctica.

— O de habilidad —apunta—. Aunque es verdad que no le he prestado atención a este asunto hasta que Thomas nos enseñó a teletransportarnos.

Eso enciende un foco.

— ¡Sí, ¿verdad?! Yo le decía que era básicamente teletransportación, pero él decía que no —sonrío—. Ahora somos dos contra uno.

— ¿Qué decía que era? —pregunta, Noah, repentinamente divertido.

— No lo sé —sacudo la mano de arriba a abajo—, pero él sabe de estas cosas. Si quieres practicar algo, pregúntale: él te orientará. Digo, no es un mal profesor... Es pésimo —me corrijo—, pero al final se le logra entender, de alguna manera.

Cuando paro de hablar, sus ojos sonríen con algo de tristeza, como si estuviese sacando conclusiones a partir de mis declaraciones. ¿Cómo? ¿Qué he dicho? Rápidamente su mirada adquiere otro brillo, y atina a reír.

— Entonces tú debes de llevarme la delantera en estas cosas. Habérmelo dicho antes, ¿por qué no bajas aquí —aparece al lado del panel— y lo intentas?

De repente soy conciente del corcel sobre el que estoy a horcajadas. Ya no hay dignidad. No puedes bromear con alguien como si nada estuviese sucediendo si estás encima de un caballo rosa con un cuerno a punto de desprenderse.

Aclaro mi garganta mientras me materializo en menos tiempo de lo que tardo en parpadear al lado suyo, y me planto delante del panel con el mentón en alto y toda la elegancia que pude recoger de aquella que se fue por la borda al acceder a subirme al carrusel (que ni siquiera era mi juego favorito pero le dije a él que sí por algún motivo que desconozco).

"Todo radica en la energía –me repito a mí misma lo que Mas repetía una y otra vez desde que nos conocimos—. No debe ser tan difícil"

Relamo mis labios y me concentro.

Entonces, presiono un botón.

El mecanismo que hace girar a los unicornios y pegados que se encuentran firmemente unidos a él cobra vida. Se elevan, algo suena, y empiezan a girar con una melodía parecida a la de las cajas musicales de fondo. Noah festeja, me besa, nos casamos y vivimos felices por siempre.

— Bueno, lo intenté —me sacudo las manos, estampando una contra otra, mientras veo al carrusel extenderse inerte y sin movimiento ni respuesta alguna.

Noah toma mis hombros y los frota a modo de consuelo.

— Es cuestión de práctica —dice, y puedo apostar a que sonríe.

— O de habilidad —contesto.

— Mejor dejemos el carrusel a los expertos —dice, tendiéndome la mano—. ¿Continuamos el recorrido?

Tomo su mano de buena manera, sin plantearme aún abrir la boca. Sorprendentemente, al emprender el rumbo a un destino aún no conocido por mí, Noah no retira su mano de la mía, y ambos caminamos tomados de ellas.

Mientras él empieza a relatarme la vez en que Adam retó a Marcus a una carrera a través del gimnasio con las agujetas de las deportivas amarradas las unas con las otras (y Noah tuvo que levantar los dos pesos muertos en los que se convirtieron al caerse después de dos pasos), el presentimiento de que algo no está en su lugar me persigue. Intento descifrar qué es, pero no logro ubicarlo. Estoy muy segura que mi súbita sensación de carencia no se debe a los niños que corretean libremente por las atracciones en la zona infantil (entre ellas el carrusel que acabamos de dejar) ni por las austeras miradas que me regalan ciertas personas, ni por la docena de escenas de diferentes maneras de expiración que se ven aquí y allá. ¿Ser atropellado por uno de los carritos chocones? Vergonzoso ¿Resbalar del tobogán más alto del parque al vacío? Típico ¿Morir ahogado en una atracción acuática? Oh, vamos, si el nivel del agua no llegaba ni siquiera hasta la cadera. Aunque, si observas el desarrollo de los hechos, el nivel del agua realmente deja de importar cuando caes bocabajo de la amplia plataforma circular con asientos y el cuello de tu camisa se engancha justo al medio, convirtiendo el simple hecho de sacar la cabeza en busca de aire en una tarea imposible. 

Inconscientemente, me apego más a Noah cada vez que atravesamos algún lugar con una energía negativa bastante fuerte y sugestiva. A pesar de mis mofas, soy conciente de que la muerte no es tema que te puedas tomar a la ligera.

— ... Y de ahí que Adam tiene la cicatriz en la barbilla y Marcus tiene la nariz algo chueca —frunce pensativamente el ceño—. Te iba a decir que mejor no les digas que yo dije eso, pero no creo que haya sido necesario... Decir... Nada... Rayos, acabo de arruinar mi propia broma.

Se ríe de sí mismo, deteniéndose frente a la enorme montaña rusa que estaba impresa en cada uno de los carteles en la entrada del parque, graficada como la máxima atracción.

Noah me mira. Luego mira la montaña rusa.

Yo lo miro. Luego miro la montaña rusa.

Terminamos comiendo algodón de azúcar sentados en un banco cercano.

— ¿No sería genial que alguno de estos juegos funcionara?

— ¿Te cuento algo?

Ambos hablamos al mismo tiempo.

— Perdón, ve tú.

— Disculpa, me callo.

Volvemos a hacerlo.

Un par de carcajadas después, y una vez lo suficientemente serenos como para hablar sin incoherencias, él retoma la palabra.

— Sería genial —dice—. Aún podemos intentar encenderlas, ¿sabes?

— Tú me tenías que contar algo —palmeo su brazo, luego de dar un enorme mordisco a mi algodón de azúcar. El mensaje implícito con aquel acto estaba enviado: Llené mi boca con comida, no puedo hablar.

Él sacude ligeramente su cabeza de un lado a otro, probablemente sopesando lo que tiene que decir, probablemente arrepintiéndose de haber sacado el tema a colación.

— ¿Te gustan las historias de los hermanos Grimm? —suelta de repente.

Río de lo aleatoria que fue esa pregunta.

— ¿Sí? —mis cejas se unen levemente, expectantes.

Entonces él apoya sus antebrazos en sus rodillas, obligándolo a inclinarse hacia delante.

— ¿Y te gustan las historias que empiezan con "Había una vez"? —sonríe en mi dirección, desviando su mirada un segundo del suelo hacia mí.

— Sip, sí me gustan —vuelvo a llenar mi boca de azúcar cristalizada rosada, posiblemente manchando mis labios y mi mentón en el proceso.

— Bueno... —dice él.

Después de morder una vez más su algodón de azúcar, añade:

— Había una vez un chico que lo tenía todo.

––***––

Continue Reading

You'll Also Like

557K 49K 54
"El día que empecé a extrañarla, ella dejó de quererme" Jeon Jungkook es un padre soltero, en busca de su propio bienestar, no parece estar preocupa...
262K 15.1K 51
❝ El Chico De Omegle ❞ El verano de Abi iniciaba y su aburrimiento no se quedaba atrás. Uno de esos días de aburrimirnto, descubre una página nu...
35.7K 1.8K 43
Eva, una talentosa fotógrafa en ascenso, y Jase, un apuesto modelo, se cruzan en una fiesta caótica donde Jase, tras beber en exceso, cuenta con la i...
71.4K 3.9K 149
Valentina una chica con una vida normal hasta que el divorcio de sus padres cambiaría su vida por completo volvería los próximos años en los peores d...