Fantasmas

Por AndreaAS9

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»Amante del mundo paranormal o no, una chica en coma siempre terminará sumergida en él.« Con el esoterismo co... Más

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13 - MAS
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 - MAS
Capítulo 17 -MAS (Parte II)
Capítulo 18
Capítulo 19 - NOAH
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
MAS 💞
Capítulo 25 - MAS
Capítulo 26 - MAS
Capítulo 26 (Parte II) - MAS
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32 - Noah
Capítulo 32 (parte II) - NOAH
Capítulo 33
Capítulo 34 (parte I) - MAS
Capítulo 34 (parte II) - MAS
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 39 - MAS
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42 - NOAH
Capítulo 42 -NOAH (II)
Capítulo 43
Capítulo 44 - MAS
Capítulo 44 - MAS Parte II
¡Feliz día del padre!
Capítulo 45 NOAH
Capítulo 46 - MAS
Capítulo 47
Capítulo 48 - I
Capítulo 48 II
HOLA, OTRA VEZ
Capítulo 49 - NOAH
Capítulo 50 - Mas
Capítulo 51
Capítulo 51 Parte II
Capítulo 52
Capítulo 53 (¿El fin?)
Capítulo 54
Capítulo 55 - NOAH
Capítulo 56
Capítulo 57 - MAS (parte I)
Capítulo 57 - MAS (parte II)

Capítulo 38

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Por AndreaAS9

Apoyo mi codo en mi rodilla y mi mandíbula en mi mano. Estoy sentada en una incómoda silla gris de plástico, de esas que hay en los aeropuertos. Sí, estoy en el aeropuerto. Ni siquiera sé cómo me mantengo entera en un lugar que pisé solamente un par de veces en mi vida. No sé cómo funciona en el mundo de los espíritus el tema de la energía, pero descubrí a las malas que mientras más lejos te encuentras de una fuente de energía más 'débil' te encuentras. Y que era preferible que tuvieses alguna conexión real a esa fuente. ¿Ese día en la casa de la hermana de Camille y todo el camino? Sí, exhausta. En ese momento no lo relacioné, pero luego identifiqué las señales en ocasiones posteriores, como ayer en la casa abandonada de estilo vintage, y ahora en el aeropuerto. No me siento débil, pero tampoco me siento en mi 100%. Es muy raro todo, pero 'raro' es una palabra no muy rara en estos lares. Camille me aseguró que este lugar rebosaba de energía, por eso aún no me sentía tan golpeada. El tránsito constante y fluido de las personas y la corriente tan rica de emociones en este lugar, lo convierten en un perfecto centro de paso para fantasmas desarraigados.

Vine apenas me aseguré de que todo esté bien con Danielle. Marcus se ofreció a quedarse con ella hasta que saliese, porque ella no tenía quién la lleve a casa. Sus padres estarían trabajando y sus hermanos aún eran muy pequeños como para conducir. Además, no tenía a mano sus números, pues había agotado ya lo poco que tenía de batería en el celular apenas llegó a la fiesta -que, le dijeron, era 'una reunión privada'-.

No obstante, por supuesto que no me fui sin saber otros detalles como que lleva en el hospital desde la medianoche o por ahí, y que sus padres simplemente pensaban que estaba en una fiesta, por lo que no se preocuparon; además de que en ese momento estaba visiblemente desorientada y no pensaba más que en alejarse de su agresor; y que gracias a Dios que llegó al hospital por su cuenta y tuvo que evitar charlas incómodas con gente a la que recurriría en ayuda. Por supuesto que tampoco podía irme sin escuchar la historia de cómo salió de su vivienda una Danielle vivaracha y emocionada, y llegó a la sala de emergencias con el corazón destrozado y la piel convertida en un lienzo macabro.

No me fui hasta que Dan terminó de narrarle la historia a Marcus. Y definitivamente no me fui hasta verla entrar a su casa, menos alterada y con inmensas ganas de dormir.

En fin, aquí estoy. Acompañando a Camille otra vez.

Vuelvo la cabeza para mirarla, parece sumergida en una especie de realidad alterna. La veo ida. Supongo que esto es todo, ya se acabaron los temas de conversación casual; el clima está en punto; el cielo despejado; el sol perfecto, ni muy fuerte, ni muy distante. Aunque aún rondan por mi cabeza todas aquellas declaraciones que Noah hizo el otro día sobre Camille. No las olvido, y no sé cómo hacer para sonsacarle la información que necesito en respuesta.

- Esto... ¿Camille? -me esfuerzo en que parezca una pregunta de todos los días. Nada de nervios. Los nervios delatan. Sobre todo a una Sherlock. Un mal ademán y me expongo; estoy fuera.

- ¿Mh?

- Nunca me hablaste de tu hijo.

- Sí lo mencioné. Todo esto es por él -dice, como si fuese algo obvio.

- Quiero decir, cómo es... Qué le gusta... Esas cosas.

- Ah, es un buen niño.

Asiento, mordiendo mi labio, quizá estoy yendo algo lejos. ¿Estará sospechando que yo sospecho?

- ¿Y su papá, cómo era?

Eso logra captar su atención. Me mira, buscando algo en mi expresión, escrudiñando disimulada pero asiduamente mi rostro. Contento el aliento, mantengo mi rostro lo más neutral que el momento lo permite.

- No la gran cosa.

- Ah. Me causó curiosidad que en ningún momento lo mencionaste. Supongo que se separaron -aventuro, desviando la mirada. Ya sabes, para no parecer muy intensa.

- No -suspira, volviendo la vista a donde estaba en un inicio: un punto en la sala de embarques donde una mujer furibunda sostenía su celular con una mano y agarraba a un niño con la otra-. Nunca tuvimos una relación.

Asiento, recordando con mayor fuerza las palabras de Noah: "en su casa, me dijo que el niño era del esposo de su hermana".

- Fue una buena noche y ya, entonces -arriesgo.

- Un contrato -se cruza de brazos.
Eso me toma por sopresa.

"La primera vez que conversamos, me dijo que su hermana lo ideó todo porque era estéril y quería quitarle al hijo".

¿Podrá ser...?

- Ah, ya veo -relamo mis labios, que, repente, se sintieron muy secos-. Tú querías tener un hijo y él tenía buenos genes.

Me niego a sacar conclusiones apresuradas, y espero, simplemente, a que me cuente aquello que sucedió entonces que desencadenó esto que sucede ahora.

- Al revés.

Ahora estoy muy, pero muy perdida.

- Ah -es todo lo que atinó a decir-. Ah, ya.

- Si querías saber la historia de mi vida, solo tenías que pedirla -se incorpora-. Voy al baño.

Y se va. Caminando, solo para aclarar.
Volteo mi cabeza hacia ella apenas me doy cuenta de que los espíritus no 'van al baño'. Pero no está. ¿De verdad se fue al servicio? ¿A qué iría? ¿Será que fui muy ruda y mi impertinencia terminó por sofocarla? Oh, no me sorprendería, pero realmente espero no haberla ofendido.

- ¿Linda tarde, no? Fresca como solo un invierno en Misisipi puede permitírselo.

Vuelvo la cabeza al instante. Sería maleducado no inmutarse ante el saludo de un extraño. Quiero decir, sí, no hables con desconocidos y todo el cuento; pero, aun así, existe algo que se llama educación, señores, y Kendall conoce de ello.

No obstante, cautelosa, solo asiento en respuesta.

- Tu amiga allí es un poco intensa, ¿no crees? Hostigando a esa pobre criatura con la mirada. Alguien debería decirle que una persona siente cuando un espíritu la mira fijamente.

- ¿De verdad? -vaya, eso realmente consigue captar mi atención. Siempre que me brinden información sobre este plano y lo referente a él, yo estaré dispuesta a escuchar.

- Oh, sí, sí. No sabré yo, que llevo tantos años atrapado en este 'ningún lugar'.

Lo observo mejor. Nariz puntiaguda pero bien formada, rasgos finos y bien colocados, cejas envidiables, ojos almendrados negros como el carbón y labios delgados pero expresivos. Parece el rostro de un ángel; y, sin embargo, no hay nada de angelical en él, ni en su mirada tan oscura, ni en su sonrisa tan maliciosa. Inmediatamente me dan ganas de apartarme, a pesar de que él no haya dado motivo.

- ¿Y qué hay de ti, querida? ¿Mucho tiempo también?

- No... Yo...

Parpadeo.

No, no, no puedo revelar información sobre mí tan fácilmente a un extraño, y menos a uno que me causa tan mala espina. ¿Él ya no iba a dar más información? Bien, supongo que ahora puedo alejarme.

- Yo tengo que ir a buscar a mi amiga -sonrío a modo de disculpa, mientras me levanto.

- Es una pena -responde-, tenía la corazonada de que ambos teníamos algo en común, por ello abrí conversación con usted. Y usualmente mis corazonadas son certeras.

- ¿Perdón?

- Oh, es muy evidente. Perdone si soy algo irreverente al decirlo, pero tengo cierta habilidad de la que nadie tiene entendimiento y presiento que usted no ha de ser diferente.

Me vuelvo a sentar, muy despacio.

- ¿Usted también siente... Las emociones del resto?

- Ah, ¡ahí está! Sabía que había algún hilo que ha de conectarnos. Es un gusto conocerte...

Me tiende la mano.

- Kendall -termino por él, y la estrecho, aún no muy convencida.

- Adecuado -sonríe ligeramente en aprobación.

- ¿Cuál es el suyo?

- ¿Mi nombre? -arquea las cejas- Habré de olvidarlo con el paso del tiempo. De todas formas, de este lado, un nombre no es más que el recuerdo de una vida que se extinguió.

- Ahí difiero -contesto, condescendiente-. Además, usted pidió el mío -le recuerdo, teniendo la vaga sensación de que quería evadir la respuesta.

- Formalidades -responde simplemente-. Bueno, puede que no haya sido completamente sincero en mi comentario anterior. Tendrá que disculparme, señorita Kendall, lo hice por una buena razón. A veces, las personas cierran las puertas de su mente a cierta información que consideran inverosímil. No quería confundirla.

- ¿Cierto tipo de información? -lo miro- ¿Cómo cuál?

- Veamos -juega con uno de sus anillos. Me gustaría preguntarle por qué lleva anillos encima de sus guantes, pero eso no va al caso-. Quizá haya escuchado, señorita Kendall, que los nombres tienen poder.

Asiento, Mas me lo dijo.

- Me va a tomar por alguien de nula cordura -reflexiona, bajando la mirada, como lamentándose de haber accedido a explicar aquello de lo que hablaba hace un momento.

- Para nada. Continúe -sonrío.

- Existe, en el mundo de los vivos, tal cantidad de personas que un solo nombre completo (incluyendo apellidos) lo pueden compartir más de 100. Así que, de este lado del prismacolor, el nombre es tan importante como la imagen de la persona que quieres evocar. Su recuerdo, sabe usted. La conexión también es un factor influyente. El problema, querida Kendall, es que, en repetidas ocasiones, una sola alma es poseedora de múltiples nombres.

No pienso atreverme a decir que no he entendido nada desde que empezó a hablar. Así que solo asiento.

Él suspira.

- Sabía que era mal exponente. Tendrá que disculpar mi pobre explicación. Temo que no soy la persona adecuada para hablar de ese tema.

Empieza a incorporarse.

- No, por favor -pido, reaccionando como si de un reflejo se tratase-. Estoy entendiendo, de verdad.

- Me parece que no, querida -responde, decepcionado-; es evidente que la confusión nubla tus ojos. Pero no es culpa tuya.

- Puedo intentar.

- ¿Por qué tanto interés, de todas maneras?

Esa pregunta me cae como un baldazo de agua helada. ¿De verdad parecía que le daba demasiado interés? Muerdo mi labio, arrancándome una especie de película sobre la piel de la parte interna de este. ¿Cómo fue que cambiaron las cosas? ¿Cuándo dejé de ser la Kendall que no quería ninguna atadura a este mundo, para convertirme en aquella que está dispuesta a llevar una conversación con alguien en quien no confía, solo porque ese alguien puede proporcionarle información sobre el más allá? Siento que algo no está bien conmigo. Nunca he sido tan voluble. ¿Cómo es que en estos últimos días he cambiado tanto? Y cuando despierte, ¿seguiré igual o volveré a ser la Kendall de antes? ¿Quiero volver a la de antes?

- ¿Todo bien, señorita Kendall? -se inclina hacia mí-. Por un momento temí que se hubiese aventurado en un fortuito viaje astral. Eso es imposible, sin embargo -sonríe con gracia. Ahora parece más espeluznante.

- S-sí, solo...

- Bien entonces, me despido. Fue un gusto tener a alguien con quien conversar después de tantos años.

¿Años?

- Espere.

Pobre hombre, seguro espantó a todas las personas a las que intentaba acercarse con esa vibra tan pesada que lleva encima. ¿Es por eso que luce tan perturbador, porque no ha socializado con nadie en tanto tiempo?

- ¿Sí? -responde él.

- Hábleme más de esas habilidades que mencionó, por favor, si no es-

- No es molestia, no -se acomoda de nuevo en su asiento, llevando su tobillo izquierdo sobre su rodilla derecha, mientras recuesta sus brazos en el espaldar de las sillas a ambos lados, más animadamente-. ¿Por dónde empezar?

Dejaré el tema de los nombres para Mas, él utiliza menos palabras rebuscadas y quizás me lo pueda detallar en mi idioma.

- ¿Las emociones? -sugiero el tema que me llevó a hablarle, en primer lugar.

- Ah, pero eso es lo menos interesante. Es nuestra habilidad en común, querida, pero todo lo que sabes, es lo único que hay que saber. Créeme. Es cuestión de práctica.

Asiento.

- ¿La... Teletransportación?

- Cosa de todos los días.

- ¿Ver la luz de colores al rededor de la gente?

- ¿El aura? Aburrido.

- ¿La telequinesis?

- Interesante, pero insulso. No hay más que una energía fuerte para generarlo.

- Pero...

- Con la práctica, aprendes a direccionar el objeto, siempre lo mismo.

Me conformo con eso.

- ¿Cambiar de forma?

Por primera vez, veo algo brillar en sus ojos.

- Cambiar de forma -repite, degustándolo.

- No, bueno, más como cambiar de edad.

- ¿Te interesa hacerlo?

- ¿Puedo?

Él sonríe.

- Puedes. Pero eso no es cosa de novatos.

- ¿Novatos?

- Requiere mucha maña en ciertas materias. Aunque sería un honor enseñar a alguien de tu linaje.

- Así que usted también lo sabe.

La posibilidad de que se haya acercado a mí para mencionar 'habilidades de las que nadie tiene entendimiento' porque siempre supo que pertenecía a las Abimazue se hizo presente, por fin. No lo había pensado, pero ahora la pieza encaja. Si yo era Abimazue y tenía 'habilidades de las que nadie tiene entendimiento', entonces, ¿quién es el? ¿También pertenece a un clan como el mío? ¿Un legado que solo generaciones con sangre y ADN en común pueden poseer?

- No tienes por qué ponerte a la defensiva, querida, todo el mundo lo sabe.

- Lo sé, lo siento. Es solo... Es molesto -me encojo de hombros, sosteniendo mi lengua justo a tiempo antes de narrarle a este desconocido la historia desde que nací hasta el día de hoy-. No sé de más habilidades.

- Entonces, propongo la mía. El conocimiento absoluto -suelta con un orgullo tan gélido como un día de invierno cualquiera en Minesota.

Mi expresión se congela, sin saber cómo proceder. Parece esperar el remate del chiste.

- No me crees -dice él, negando con la cabeza-. Mírame.

Arqueo una ceja cuando nuestros ojos entran en contacto por un tiempo más prolongado de lo socialmente aceptable. Cuando parpadeo, siento que acabo de salir de uno de esos cortos trances en los que la mirada se pierde en el vacío. De alguna manera extraña, me siento expuesta y tan incómoda como me podría sentir si me hubiese quitado la ropa, sin razón aparente, frente a él. No sé por qué, pero tengo el presentimiento de que cometí un error gravísimo al permitirle escarbar de esa forma en mi memoria.

- Las más grandes mentiras empiezan con una pequeña -dice, y una vergüenza interna borbotea en lo más profundo de mí-. No es una costumbre saludable... Pero qué divertido es -sonríe.

Se incorpora y se acomoda el saco.

- Tú eres un alma noble y de buenas intenciones. Pero déjame darte un consejo: Para encajar en ciertos lugares, para alcanzar ciertos objetivos, la bondad debe dejar de ser una de tus cualidades. Eso lo aprendes a las buenas... O como yo.

Se inclina a modo de reverencia y se dispone a marcharse, cuando impacta con una Camille que va llegando.

- Oh, qué agradable coincidencia -dice él, tomando el borde de su sombrero a modo de saludo-. Justo le decía a esta señorita que te pidiese que dejes de taladrar la nuca de ese pobre niño con tus ojos de plata.

- Es mi hijo -responde secamente-. Lo miraré cuanto quiera.

- Es curioso cómo funciona el arrepentimiento en las personas, sobre todo en aquellas que se aferran con fervor al pasado. Tenemos una conversación pendiente, querida, no me gustaría pensar que me has estado evitando.

- Lo estoy pensando.

- Tic toc -dice él, y emprende camino a una una de las paredes más cercanas, donde se interna y desaparece.

- Disculpa que me entrometa -le digo a Camille, una vez que él ya no está-. ¿Ustedes dos se conocen?

- ¿No es bastante obvio? -responde ella, de repente algo distante. Me pregunto si he hecho algo para molestarla, o solo se trata de que le fastidió lo insistente de mi actitud con las preguntas antes de que se fuera-. Como sea, será mejor que te alejes de Cece, antes de que te consuma. Él no es bueno.

- ¿Cece? ¿Quié-?

- El de hace un rato -se sienta a mi lado, y vuelve adquirir ese aire de perdido, se sumerge en sus pensamientos y de inmediato sé que no hay lugar para mí en ellos.

Entonces se llama Cece. Y todo el parloteo sobre los nombres, ¿qué fue? ¿Una mentira? Suspiro. Las mentiras apestan. Apestan en serio. Basta con descubrir una sola para dudar de absolutamente toda la palabra de una persona. Sin embargo, escuchar a Camille decir aquello que ya sospechaba sobre Cece me volvió a plantar los pies en la tierra. Él no es inofensivo. No hubo mucho en lo que dijo que lo delatara, pero lo transmitía, sin duda. ¿Por qué lo escuché en primer lugar? ¿Por qué sentí lástima cuando dijo que no había hablado con nadie en años? ¿Y por qué se acercó a mí y fue tan cortés y amable, si se supone que es alguien a quien la luz no se atreve a tocar? Sea como sea, sus intenciones, seguramente, no fueron menos que oscuras.

Apoyo mi codo en mi rodilla y mi mandíbula en mi mano. ¿Qué más, de lo que me dijo Cece en su largo discurso lleno de palabras de diccionario, fue una mentira?

--***--

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