Fantasmas

De AndreaAS9

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»Amante del mundo paranormal o no, una chica en coma siempre terminará sumergida en él.« Con el esoterismo co... Mai multe

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13 - MAS
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 - MAS
Capítulo 17 -MAS (Parte II)
Capítulo 18
Capítulo 19 - NOAH
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
MAS 💞
Capítulo 25 - MAS
Capítulo 26 - MAS
Capítulo 26 (Parte II) - MAS
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 32 - Noah
Capítulo 32 (parte II) - NOAH
Capítulo 33
Capítulo 34 (parte I) - MAS
Capítulo 34 (parte II) - MAS
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39 - MAS
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42 - NOAH
Capítulo 42 -NOAH (II)
Capítulo 43
Capítulo 44 - MAS
Capítulo 44 - MAS Parte II
¡Feliz día del padre!
Capítulo 45 NOAH
Capítulo 46 - MAS
Capítulo 47
Capítulo 48 - I
Capítulo 48 II
HOLA, OTRA VEZ
Capítulo 49 - NOAH
Capítulo 50 - Mas
Capítulo 51
Capítulo 51 Parte II
Capítulo 52
Capítulo 53 (¿El fin?)
Capítulo 54
Capítulo 55 - NOAH
Capítulo 56
Capítulo 57 - MAS (parte I)
Capítulo 57 - MAS (parte II)

Capítulo 31

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De AndreaAS9


El techo blanco me devuelve la mirada, me saluda, me estampa cruelmente contra la realidad. De repente soy consciente de la mayoría de cosas a mi alrededor, las máquinas, los cables, la cama debajo de mí. La agonía. El infierno se abre paso a través de mi garganta, y raspa y arde como si los mismos caídos estuviesen desfilando flameantes sobre ella. En lugar de calidez, en mi núcleo se siente un fuerte entumecimiento, como un pelotón de hormigas caminando dese mi pecho hasta la yema de mis dedos de manos y pies.

La desesperación viene en grandes oleadas, la claustrofobia aparece imponente. Los dolores aparecen en todos los lugares del cuerpo que puedan experimentarlos. Estoy inmóvil, aguantando todo. El problema es que no quiero aguantarlo todo. Ya pasé por esto.  Apesta. Yo no decidí aquello. Yo dije que lo volvería a intentar, pero esto es traerme a la fuerza. Lo detesto, quiero irme.

Volveré a tratar, por supuesto, pero no hoy. No hoy.

¿Cómo hago para salir? ¿Alguna puerta? ¿El pensamiento? ¿El poder del amor? ¿Dónde está Tom cuando quiero respuestas? No, no quiero respuestas, quiero salir de aquí de una bendita vez. Ni siquiera puedo mover los ojos. Lo veo todo, pero no puedo moverlos. Sé que están cerrados físicamente, pero igual. ¡Déjame mover lo malditos ojos siquiera! ¡Déjame largarme! Intento cerrar las manos en puños de impotencia. Obviamente es en vano. Todo lo que haga es en vano. Estaré atrapada aquí hasta que mi cuerpo decida por mí, porque es muy notorio cuán inepta soy. Un grito de frustración se abre paso en mi cabeza, mas no llega a concretarse. Molesto, a pesar de estar acostumbrada a llevar los gritos solo en el pensamiento desde antes de caer en coma. Estoy a merced del mundo. Eso es todo. Perdí mi libertad.

A mi derecha suena un irritante pitido, largo y plano. Sé qué lo produce. Aun así es un fastidio. En cuestión de nanosegundos, el pitido empieza con intermitencias constantes e isométricas; en otras palabras, comienza a pulsar. Debería ser un alivio para mí. Y lo es, pero ahora estoy demasiado adolorida como para permitirme sentir alivio alguno.

Una cabeza se asoma por sobre la mía. Utiliza un cubrebocas verde. ¿Ese fue el que me metió aquí? ¿Qué espera para dejarme salir? Ahora estoy enojada. Quiero gritar: "¡¿Qué me ves, inútil?!" Yo no pedí esto. Solo quise tiempo. Tengo que solucionar cosas aquí. No puedo dejarlo como está. Aún no quiero despertar. ¡Devuélvanme a donde estaba! Ya lo intentaré en otro momento, ¿por qué demonios se tienen que meter en asuntos que no son suyos?

Espero unos minutos, a ver si logro recobrar algo de movilidad, sea en forma física o metafísica.

Patética. Lo sé. De no ser por ellos, hubiese perecido. Sí eran asuntos suyos, sí eran. Es su trabajo mantener con vida a las personas. Y también es verdad que, si ellos no intervenían, entonces (sí que sí) no tendría opción a aplazar mi nuevo intento como lo estoy haciendo ahora. Es solo... Tantas emociones llegaron a mí; mi razón se nubló. Estoy adolorida, estoy sumamente incómoda, estoy inmovilizada por algo que está más allá de mí. ¿De verdad tengo que tomar una decisión ahora? ¿Tengo que resignarme a padecer todo esto hasta por fin abrir los ojos en el plano de los vivos? ¿Esto es lo que tengo que luchar?

Alguien me tiende la mano. Puedo verla por sobre mi rostro. Broma de mal gusto, probablemente ese alguien ya sabe que no puedo mover ni siquiera mis propios pulmones.

— Tiene que ser voluntario —me apremia. Su voz suena apurada, como si no quisiese dar esta explicación. O como si fuese demasiado común e inferible.

No digo nada, pero lo primero que me pasa por la mente es lo más obvio: "mi cuerpo no piensa de la misma manera, joven, inténtelo más tarde".

— Puedes hablar —me dice, como leyendo mi expresión. Bueno... Mi expresión, ahora que lo pienso, ni siquiera sé cuál es mi expresión ahora mismo, ¿cara de póquer? Probablemente. Y aun si tuviese un gesto o mueca bastante grosera, no podría cambiarla. Oh, por favor, que no tenga un gesto grosero. Sería el colmo supremo.

— No puedo moverme —respondo.

Claro, pero puedo hablar. Ridículo. Todo este sinsentido empieza a hartarme.

Sacude su mano frente a mí.

— No te puedo decir qué hacer.

— No puedo moverme —repito con la calma de una persona a punto de estallar en cólera. Creo que no nos estamos entendiendo aquí.

— Si tiro de ti sin que sea iniciativa tuya, es tu fin.

— No puedo moverme.

— Sí que puedes. Apura, anda, o quedarás en el limbo, atrapada en ese saco pesado de carne.

Muchas son las ganas de suspirar con amargura. Muchas. Sin embargo, para darle el gusto a la señorita dueña de la voz (que me pareció haber escuchado alguna vez, es verdad), intento mover mi mano hacia ella. Atrapar la suya, unirla como en esas fotos en las redes sociales de personas tomándose las manos de una manera muy inspiracional.

En milisegundos, ella me tiene frente suyo.

— No lo entiendo —digo, mirándome las faldas. Estoy sentada sobre toda la cara anterior de mis piernas, solo mi torso se ha elevado. Estoy sentada y ya, vaya.

— No deberías hacerte estas cosas.

Y eso sonó mucho a un reproche. Ningún desconocido va a venir en un momento delicado de alto drama y reprocharme por casi matarme a mí misma muy estúpidamente. Hay límites que la sociedad debe aprender a respetar.

— Lo que haga no es asun- ¿Kess?

Ya decía que su voz era familiar.

—¿Qué intentabas probar allá abajo? ¿Que eras tan poderosa que no podrías morir? —su tono se aderezó con algo de exasperación.

— Kess...

— Tu sangre es fuerte, Kendall, pero no puedes exponerte ingenuamente a situaciones como esta.

— Kess...

— ¿Acaso morir es lo que quieres? ¿Esos sujetos ya te lavaron el cerebro?

— ¡Kess!

— ¿¡Qué!?

— ¡No entiendo un carajo de lo que dices!

Y era ciertamente correcto. Lo que ella inducía no se acercaba a lo que en verdad ocurrió. En primer lugar, porque no hay poder en este cuerpo debilucho y esta alma tan frágil. En segundo lugar, aun así lo hubiese, pasaría monumentalmente de él, no importa cuán inmortal me pueda llegar a hacer. Creo que ya dejé en claro bastante tiempo atrás que estas cosas no van conmigo.

— Kendall, tienes que vivir.

— Lo sé —mis ojos color popó, con una fiereza única producto del enojo de la humillación y de lo ofendida que me sentí por sus palabras, se clavan en los suyos con total frialdad—. Pero eso no es asunto tuyo.

— Solo protejo a mi gente —ella ni siquiera se inmuta—. Es asunto mío cualquier cosa que pueda generar dolor en ella.

La miro sin pestañear, con firmeza. Que sepa que me he enojado bastante. Pudo haber dicho eso de que sí podía moverme al inicio, y no estaríamos pasando por esto. Kess Avalon. Apenas e intercambié palabras con ella en la comisaría. No me pareció alguien particularmente risueña y/o agradable, pero tampoco alguien tan insufrible. ¿Qué está mal con ella? ¿Qué hace aquí? ¿Me sigue?

"Proteger a mi gente", ¿eso qué significa?

Ella me devuelve la mirada con un perfecto rostro en blanco. No expresiones. Aun así, parece algo molesta.

— ¿Quiénes son tu gente? —suelto lo primero que se me viene a la cabeza, como siempre.

— Eso no es asunto tuyo —da unos pasos hacia atrás, dando por terminada la conversación, que más fue un reproche que cualquier cosa.

— ¡Es asunto mío! —respondo, arrimándome al borde de la cama lo más rápido que puedo para ponerme en pie de una vez y lucir más imponente. Ella está a punto de desvanecerse, lo sé—. ¡Es asunto mío porque viniste a regañarme de algo que según tú es de tu incumbencia!

Ella solo frunce el ceño muy ligeramente. Pero ese ademán basta para hacerme reconsiderar mis palabras. Debo admitir que, cuando quiere, puede ser muy intimidante. Sin embargo, yo ya había mencionado algo sobre la impertinencia que florece en mí en los peores momentos.

— ¡No te vayas! ¡Kess! —una vez mis pies tocan el suelo, me dispongo a ir velozmente a su encuentro—. ¿Quién es parte de tu gente? ¿Yo?

Al ver cómo fallo miserablemente en dar un simple paso en su dirección, ella se va; mas no sin antes decir: "Deja de hacerte esto a ti misma".

Maldición. Me ganó.

El deseo de hacer una fuerte rabieta allí mismo (principalmente porque aún no podía caminar con propiedad) se acrecienta en mi interior, pero esta vez decido dejar enfriar las aguas hasta recobrar el sentido.

La adrenalina (o la sensación de esta) me abandona, y casi vuelvo a abrazar cariñosamente el piso, de no ser porque me sujeto con ambas manos de una de las máquinas al lado de la cama. Me muevo por todo su borde, apoyándome como una abuelita con una cadera muy lastimada. Me tomo un momento para volver a sentarme en la cama, a un lado de mi cuerpo. Me tomo otro momento para prepararme mentalmente y dar una última ojeada a mi estado.

Mis ojos buscan los míos propios, otra vez. Y no sé si es antipatía o lástima lo que se desprende de ellos. Quizá una mezcla extraña de las dos.

— Voy a regresar —digo, mirándome, como si existiese la necesidad de repetirlo en voz alta. Me quedo pensando en algo extra que decir, mas no consigo nada más que lo que ya he dicho—. Voy a regresar.

Pero no ahora.

Haciendo otro esfuerzo (emocional, sobre todo) sobrehumano, me desprendo finalmente de mi egocentrismo y me enfoco en mi alrededor. Los doctores ya no están. Los ubico del otro lado de la ventana, hablando con tía Amelia, quien tiene una mano en el pecho y los ojos hinchados. Mamá está a mi lado. Ella no tiene una mano en el pecho, ni la nariz roja y enorme. Ella está a mi lado, pero no está aquí. Oh, madre. Es tan doloroso mirarla. Sus ojos, antes con brillo y vida, ahora parecen dos esferas opacas e inexpresivas. Ella está a mi lado, pero no está aquí.

Dejo de verla, la culpa me consume como el fuego a un cartucho de periódico. Veloz, intensa. Es obvio que está sedada. Muchas pastillas para la ansiedad en una dosis. No es difícil de deducir. ¿Qué le estoy haciendo? Si sigue tomando toda esa medicina, terminará por enfermar. Niego con la cabeza, no puedo con la imagen de mi madre en este estado. No puedo verla así.

Me levanto de la cama como puedo y camino hacia la puerta, alejándome de mamá cobardemente, sin siquiera voltear a verla, dándole la espalda. No puedo. Ella está a mi lado, pero no está aquí.

Vago sin rumbo unos minutos, mente en blanco, despejando mi cuerpo de todo tipo de emociones. Es agotador ser una criatura sensible en ese ámbito. Los animales no tienes que preocuparse por esas cosas, ¿no? Sentimientos. Qué ridículo. Solo sirven para hacerte llorar cuando menos debes y convertir tu cabeza en una madeja enredada de pensamientos sin sentido.

¿Qué estaba haciendo antes de que todo esto pasara? Creo que estaba escuchando una conversación. Debió haber sido algo que valía la pena lo suficiente como para arriesgar mi vida por la información. Ojalá. Sino me amargaré mucho conmigo misma, cosa que no es novedad, pero de todas maneras.

Enrumbo hacia la morgue del hospital, el sótano. Bueno, no. En realidad, busco el ascensor. Sí, porque caminar hacia allá, bajar las escaleras y hacer todo el trajín después de lo que acaba de pasar y mi extrema debilidad actual sería una locura; y teletransportarme directamente sería un suicidio. Así que solo iré a por el elevador. Creo que es lo más racional a hacer.

Saliendo de la pequeña cabina metálica, me pregunto si los pasajeros de la misma no se habrán extrañado de que el objeto se haya detenido en un piso que ellos no marcaron. Probablemente se hayan quedado asombrados. Bueno, eso me consuela. Asustar personas. ¿Por qué no? En fin, que hago todo mi camino hacia la morgue en completa paz, alejando toda imagen que pueda evocar emoción alguna de mi mente. Hay gente en el pasillo mal iluminado. Hay gente muerta. Pero cada quien en lo suyo, ya no me asfixian con sus miradas expectantes. Una que otra mirada ocasional, de reojo, pero nada más, nada que no pueda tolerar.

Atravieso las gruesas puertas metálicas con dos ventanas sin problema, buscando a Thomas con la mirada. Sé quién me atrapó antes de impactar contra el suelo, obviamente. Tengo que explicarle lo ocurrido, quizá él tenga respuestas o, al menos, teorías interesantes.

También hay gente en la morgue, no puedes esperar que en un lugar con tantos cadáveres no haya ningún alma. Parece gente tranquila, sin embargo. La mayoría está de pie en la periferia, aunque es cierto que se concentran más en las esquinas. ¿Qué tienen las esquinas de atractivo? Es un patrón que veo recurrentemente. Me acerco a la mesa de autopsias, donde 'tipa ruda' y el doctor Algo mantenían una charla bastante amena. No hay cuerpo sobre ella, pero hay un sobre debajo. Parece nuevo. Me agacho a recogerlo, pero mis dedos no hacen más que atravesarlo. Suspiro. ¿Cuántas veces más tiene que ocurrirme esto para que deje de intentar sujetar cosas inconscientemente?

— Hey, te ves mejor. ¿Cómo estás?

Alguien habla detrás mío. Doy un salto por la sorpresa. Abro la boca para responder algo que muy posiblemente no haya pasado por el filtro de lo racional o lo socialmente aceptado, pero otra cosa muy distinta sale de ella al ver de quién se trataba.

— ¿Qué haces aquí?

Y así es, señoras y señores, la primera vez en que la decepción cae como una baldada de agua helada al darme cuenta de que Mas no está por aquí.

––***––
Reciban mis más cordiales saludos, fantasmas del cuarto umbral. ¿Qué tal su domingo? El mío, genial, acabo de ver que está historia lleva más de 10k vistas. Es lindo cuando compartes tu obra con tantas personas. He leído sus mensajes y sus comentarios tan bonitos que solo me impulsan a seguir escribiendo.

Solo pasaba a agradecerles, seres de la penumbra ;).

Por cierto, en los avisos parroquiales, tenemos que los dos próximos capítulos son narrados por Noah.

Si se preguntan por Mas, lo tendremos justo después de estos dos capítulos que no son Especiales, sino parte de la trama central.

Eso es todo. Besitos desde el tercer umbral.

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