Un desastre llamado Valentina...

By GraceVdy

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Un escritor difícil y una editora novata, unidos por un libro que esconde un secreto, protagonizarán un inesp... More

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Prólogo
Antes de leer
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce 🔞
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince 🔞
Capítulos Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve 🔞
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y uno
Capítulo Treinta y dos
Capítulo Treinta y tres
Capítulo Treinta y cuarto (Parte I)
Capítulo Treinta y cuatro (Parte II)
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y ocho
Capítulo Treinta y Nueve
Capítulo Cuarenta
Capítulo Extra

Capítulo Treinta y Seis

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By GraceVdy


Perdón por la demora. 

Hice acopio de mi fuerza de voluntad para poder sentarme frente a ella, aunque luché por mostrarme indiferente sentía que temblaba por dentro, tenía miedo de escuchar lo que estaba a punto de salir de su boca, me atemorizaba que todo lo que dijera resultara siendo cierto.

—Quita esa cara, Valentina, te estoy haciendo un favor deja de verme como si quisieras golpearme.

—Quiero hacerlo, lo único que me lo impide es el bebé que esperas. En otras circunstancias no pudiera contenerme.

Cerré los ojos por largos segundos mientras trataba de controlar mi respiración, necesitaba manejar mis emociones que estaban a nada de desbordarse, quería verme fuerte, aunque estuviera rota por dentro.

—¿Te contó cómo nos conocimos? —preguntó en un tono más conciliador, negué puesto quería escuchar que tenía por decirme—. Gané una beca, no debes de recordarlo porque en ese tiempo estabas demasiado ocupada repitiendo un año escolar por tus pésimas calificaciones. En ese colegio conocí a Sebastián Sada, fue la primera persona que se acercó a mí, todos me miraban raro, era la que llegaba en un auto convencional y no en esas máquinas impresionantes en las que llegaban ellos, yo no tenía membresía al club donde iban y tampoco esos viajes asombrosos.

—¿Y si dejas tu papel de víctima y me cuentas lo que me interesa escuchar?

—Quiero que entiendas como se dieron las cosas —respondió altanera—. Me encantó Sebastián, me esmeré por amoldarme a él, y a sus gustos. Me ayudó a convertirme en alguien dentro de ese círculo, pero resultó gay, lo descubrí abrazado de un tipo de otro salón, no haberle dicho a nadie me hizo ganarme su confianza, y así me convertí en una de sus grandes amigas. Frecuentaba su casa, esa impresionante casa —sonrió de forma extraña—. En una fiesta nos presentó a su hermano mayor, Santiago Alejandro, confieso que me gustó, tenía un no sé qué, que lo hacía interesante, era calladito y tenía una manera de verte que... No puedo describirlo, le faltaba un poco más de masa muscular para haberme encantado por completo y

—¡Vanessa! —dije en voz alta, harta de escucharla divagar.

—Comenzamos a salir y en la segunda cita descubrí que el tipo era un raro. Estaba traumado, Valentina, tenía una crisis familiar muy fuerte que lo dejó más retraído, idiota... extraño, ese tipo es extraño —agregó—. Me aburría, pero nos fuimos acercando, recuerdo que tenía un auto rojo descapotado en el que llegaba por mí a la escuela —se sonreía mientras me hablaba—, no te imaginas como me miraban todas, porque Santiago era un universitario, seguro pensaban que me la pasaba genial, pero la realidad era otra, solo me buscaba para hablar de sus problemas y yo no tenía ganas de escuchar lo mucho que le dolía lo que estaba viviendo.

—Eres la persona más cruel que conozco. Papá se muriera si te escuchara hablar así.

—Tal vez sí —respondió encogiendo los hombros—, en fin, cuando me hartó lo dejé de ver y fue cuando todo se puso más denso, comenzó a buscarme, a rogarme, me escribió una carta declarándome su amor ¿No es tierno?

Me tragué el nudo en mi garganta al escuchar aquello, que le hablara de amor a Vanessa me hizo sentir peor de lo que ya me sentía, pasé meses a su lado dándole lo mejor de mí, y nunca logré algo así.

—Obviamente lo rechacé, y para que me dejara en paz le tuve que dar una lección y hacerlo sentir mal... Pero no funcionó porque siempre estaba buscándome, aunque él lo negara. Sé que esto puede ser duro, pero debes saberlo, Valen. Santiago buscó conquistar a mi mejor amiga para hacerme sentir mal, está perturbado.

—¿Santiago buscó a tu mejor amiga? —pregunté sin poder creerlo.

—Sí... Pero eso no es de lo que te quiero hablar —suspiró fijando su vista en mí, dejé de respirar por breves segundos al notar la satisfacción que brillaba en sus ojos. Mi hermana estaba disfrutando de ese momento, se notaba en cada expresión de su rostro—. Hace dos años la empresa en la que trabajaba realizó un evento, el lanzamiento de un vino para el cual se hizo una super fiesta, ya sabes, la gente importante en el mundo empresarial fue invitada, y ahí nos encontramos. Santiago llegó con el señor que lo crio, porque no es su papá de verdad, seguro no lo sabías —dijo restándole importancia al asunto—. A penas nos vimos nos acercamos, sabes habían pasado ya tantos años, yo no lo recordaba así, se miraba tan... tan ¿Por qué lloras? Quieres que paré.

Empuñé las manos tragándome el llanto, la crueldad de Vanessa superó cualquier límite aquella noche, decidida a no darle el gusto de verme afectada, negué. Limpié mis lágrimas con disimulo y con un gesto la alenté a continuar.

—Supongo que la atracción seguía existiendo y por eso nos acercamos el uno al otro, hablamos con tranquilidad como si nada hubiera ocurrido entre los dos, una cosa llevó a la otra y terminamos en su departamento. Nos acostamos, Valen, tuvimos sexo dos veces.

Apreté los labios, pero fue imposible tragarme los sollozos. Al escucharme se puso de pie rápidamente, cubrí mi rostro con ambas manos limpiando mis lágrimas sin parar hasta que ella regresó a mi lado, con un vaso de agua en las manos y una mirada de falsa compasión que aumentaba mi enojo hacia ella.

—Santiago te odia —dije hipeando.

—¿Por qué crees que lo hace? Luego de esa noche salí con él dos veces, seguía siendo el mismo tipo extraño y obviamente perdí el interés, no me perdona que lo haya rechazado dos veces, y es ahí cuando entras tú... Valen, mírame —pidió en voz baja— sé que esto te duele, pero es mejor que lo entiendas de una vez. Te buscó para vengarse de mí, acostarse con mi hermanita menor fue su venganza perfecta. Lo único que quiere es hacerme sentir mal, no le importa pasar por encima de quién sea.

—No lo creo —negué sin pensarlo.

—Cuando te vi con él lo supe, se notaba que quería que yo me enterara que estaba contigo. No te dije nada porque pensé que no era serio, quiero decir, tú siempre sales solo un par de veces con los tipos.

—No te creo nada, si fuese verdad, me lo hubieras dicho desde que lo viste a mi lado ¿Por qué hasta ahora?

—¡Porque su jueguito llegó demasiado lejos! Es mejor detener esto ahora y no más adelante cuando te duela más... Valen, eres linda, si bajas un poquito más de peso estarás perfecta, conocerás a un hombre, a uno de tu edad, que tenga tiempo para ti y tengan los mismos intereses.

Me recosté sobre el sillón y la dejé hablar todo lo que quiso, no podía prestarle atención cuando intentaba analizar todo a profundidad. Aunque no confiaba en mi hermana la duda estaba sembrada, me levanté del sillón cuando se sentó a mi lado, no soportaba tenerla cerca no podía contener mi deseo de hacerle daño, de provocarle solo un poco del dolor que estaba sintiendo.

—No me crees ¿cierto?

—¡No lo hago! —respondí exaltada.

—Santiago tenía un libro en donde escribía cosas para mí, cosas sexuales —agregó, alzando una ceja. El vaso que tenía en las manos se deslizó y cayó al piso, Vanessa se inclinó a recoger los pequeños trozos de vidrios desperdigados en la alfombra—. ¿No me digas que contigo hacía lo mismo? Es un desgraciado —escupió con fingida indignación.

—Vanessa, vete —supliqué rompiendo en llanto—. No digas nada más y solo vete por favor.

—¿Te vas a enojar conmigo?

—¡Vete!

—¿Ahora yo soy la culpable? Debiste sospechar que Santiago escondía algo, no eres su tipo. El desgraciado es listo, Valen, con educación, con clase, y hasta guapo, y tú, a ti se te dan mejor otras cosas y

—¡Que te vayas! —la interrumpí, sonrió viéndome fijamente y ese fue el detonante, la gota que derramó el vaso de mi tolerancia. Me acerqué a ella tan rápido que no le di oportunidad de huir, levanté la mano y sin pensarlo la estrellé con fuerza sobre su mejilla derecha.

Di un paso hacia atrás al ver como su cuerpo se tambaleó, mi mano estaba pintada en su cara y la rabia se reflejaba en sus ojos. Me quedé quieta cuando se abalanzó sobre mí, me empujó un par de veces hasta que logró tirarme al piso, no reaccioné porque si lo hacía me iba a terminar arrepintiendo, después de todo estaba esperando un bebé que no tenía la culpa de nada de lo que estaba sucediendo.

Las dos nos quedamos en el piso solo mirándonos, tuve el absurdo deseo de preguntarle qué le había hecho para que me odiara tanto, pero no tenía sentido, yo sabía que no había hecho nada, no entendía la raíz de su problema conmigo. Lo único que tenía claro es que no me lo merecía, porque a pesar de todas nuestras diferencias siempre procure su bienestar, como se suponía debían hacerlo las hermanas.

La tomé del brazo obligándola a levantarse, no crucé palabras con ella mientras la arrastré hacia la puerta, la empujé con suavidad hasta que estuvo fuera y cerré sin importar la forma en la que gritaba. Sintiéndome completamente indefensa me refugié de nuevo en la cama, sin contención dejé salir todo lo que tenía en el pecho, ni siquiera sentía que estaba llorando, permanecía con la mirada fija en la pared, repasando mentalmente cada cosa que viví con Santiago, buscando sin cesar alguna señal que me hubiera alertado de que aquello era falso.

Pero no encontré nada, la manera en la que me miraba la hallé genuina, sus abrazos honestos, y esa manera de decirme «preciosa» que me aceleraba el corazón, le salía tan real que me hacía sentir así, preciosa. Las lágrimas que derramaba parecían no agotarse, me quedé dormida con el rostro húmedo y el corazón lacerado.

***

Abrí la ventana sin esperar que el aire frío se colara tan rápido por la habitación. El cielo estaba nublado todo parecía indicar que estaba a punto de llover, contagiada por aquella atmósfera gris me recosté de nuevo en la cama, arropándome de pies a cabeza, sentía los párpados pesados a pesar de haber dormido casi catorce horas consecutivas, estaba lista para dormir de nuevo cuando la puerta chirrió al ser abierta.

—Valentina, sal de la cama, no hagas que llame a Valeria.

Descubrí mi rostro para ver a papá, le ofrecí una de mis miradas tiernas intentando convencerlo de no cumplir con su advertencia, pero lo conocía mi actitud lo estaba hartando. Me quitó las sábanas con poco cuidado, para luego sujetar mis tobillos y arrastrarme por la cama.

—Papá, basta.

—Basta tú, tienes tres días encerrada en este cuarto, medio comes y solo quieres dormir ¿Valentina, no te has duchado? —preguntó cuando me senté sobre la cama.

—¿Para qué?

—¿Cómo qué para qué? —Comenzó a reír a carcajadas para luego sentarse a mi lado, pasó el brazo por mis hombros atrayéndome con cariño hacia él—. Valen, el mundo no se acaba porque una relación salió mal, tienes un trabajo que cuidar, además de tu tesis que debes de terminar. Tienes una vida por delante, en meses aparece otro Octavio y listo.

—Primero tendría que comenzar la tesis —dije en voz baja.

—No bromees con eso —apretó mi hombro con fuerza hasta que asentí—. Vane volvió a llamarte, necesita ayuda con lo de su boda.

—Que se vaya al diablo ella y su boda.

—¿Por qué pelean? —cuestionó preocupado.

Me vi tentada a decirle la verdad, a contarle todos los detalles de esa terrible pelea, pero asumí que no me iba a creer, que le daría el beneficio de la duda a Vanessa y aquello me iba a lastimar más, por eso preferí callar.

—No quiero hablar de eso, si vuelve a llamar dile que ya no estoy aquí.

—¿Dónde puedo encontrarlo?

—¿A quién? —me removí incómoda mientras intentaba hacerme la desentendida.

—A Santiago, sé que es dueño de un centro comercial, solo dime el nombre.

—No, papá —negué poniéndome de pie, inquietándome ante la posibilidad que mi papá fuese a buscarlo de verdad—. No quiero hablar de él.

—Te hizo algo y lo proteges.

—Papá, no puedes estar buscando una pelea.

—¿Por qué no? ¿No me crees capaz de darle su merecido? La tendría fácil, solo le quitaría los lentes antes de soltarle un par de golpes.

Reí sin ganas volviendo a sentarme a su lado, recosté la cabeza en su hombro sintiéndome conmovida por su protección, suspiré cuando besó mi pelo y me abrazó con más fuerza.

—Voy a estar bien —aseguré sin estar segura de ello, no tenía idea de cómo salir de ese hoyo en el que me encontraba, no tenía las fuerzas para enfrentar todo lo que me estaba tocando vivir—. Terminaré la tesis, conseguiré grandes contratos para la editorial, te vas a sentir muy orgulloso de mí.

—Ya lo estoy —dijo sonriente—, todavía no termino de creer que ya terminaste al fin el último semestre.

—Iré a comer algo y luego al trabajo.

—Primero a la ducha, Valentina, no puedo creer que tengas tres días sin bañarte.

—No me he ensuciado —respondí riendo.

Soltó una carcajada de esas que tenía mucho tiempo de no escuchar de sus labios, negó poniéndose de pie con los ojos brillantes a causa de la risa.

—Acabo de recordarte con tres años, corriendo por toda la casa para evitar que tu mamá te metiera a la tina, repetías lo mismo: No me he ensuciado, era tu excusa favorita para no bañarte.

La sonrisa que permanecía en mis labios desapareció apenas cruzó la puerta, había accedido a salir solo por él. No tenía el coraje para retomar mi vida, me sentía perdida, sin tener una sola idea de cómo sería todo con él fuera de mi mundo y presente en mi pecho.

La perspectiva de mi día no cambió con la larga ducha que tomé, como lo había previsto, aunque después de salir del baño mi estómago al fin gruñó por comida. Encendí mi teléfono con mucho temor, me había desconectado de todo y aunque quería permanecer en ese aislamiento que me había impuesto, debía abandonarlo por cuestiones de trabajo, cada mensaje que entraba me ponía más nerviosa. El teléfono no dejaba de vibrar entre mis manos aumentando la tensión que sentía.

—¡Valentina!

Salí de la habitación apresurada para llegar a la cocina donde me esperaba papá, había adornado la mesa con unas flores coloridas, tenía puesto un delantal y sonreía mientras le daba vueltas al pancake que preparaba.

—¿Llamaste a tu trabajo?

—Sí, hace dos días hablé con mi jefe, no me van a despedir tranquilo —sonreí, tomé asiento para revisar mi teléfono que seguía vibrando.

—¿Quieres jugo?

—Por favor —respondí desbloqueando la pantalla.

Ignoré todas las llamadas perdidas que eran más de las que esperé, fui directo a los mensajes para borrar de una sola vez todos los de mi hermana. Le respondí a Manu que se mostraba preocupado por no saber de mí, pasé por alto el resto para leer los más de cincuenta mensajes que me había enviado Santiago. Tomé aire después de leer los primeros, no quería llorar de nuevo menos frente a papá, los borré por mi paz mental tragando el nudo que se formó en mi garganta, actuando como si nada pasaba cuando papá se sentó frente a mí.

***

Caminé despacio por el estrecho pasillo que llevaba a recepción, miré a Anita que parecía estar demasiado ocupada escribiendo algo en su computadora. Intenté no hacer ruido para que no se diera cuenta de mi presencia. Mi oficina estaba a unos cuantos pasos por ello pensé que sería fácil lograrlo, pero no tuve en cuenta mi mala suerte, o más bien mi torpeza. Tropecé con una mesa donde estaban los libros del catálogo renovado, levantó el rostro de inmediato cambiando la expresión al verme.

—Licenciada Rincón, pensé que seguía enferma.

—Hola, Anita, ya estoy mejor —respondí acelerando mis pasos, no recordaba que le había dicho exactamente a Rodrigo por eso evitaba las preguntas de la entrometida de Ana.

—Le dejé una nota sobre su escritorio, respondí algunos de sus correos, pero tiene llamadas pendientes con dos autores, y Martín quería que le aprobara la última portada.

—Gracias —abrí la puerta y me encerré rápidamente, no tenía energías para trabajar, mi cabeza estaba en otro lado, pero hubo una pequeña luz en medio de todo mi caos cuando vi mi escritorio, luz que se apagó al notar los cinco ramos de rosas colocados por toda mi oficina.

Me tomó varios minutos moverme, dejé de sentirme a salvo en esas cuatros paredes, tenía miedo que tocara la puerta en cualquier momento, que se presentara de forma inesperada afuera del edificio para abordarme en cuanto tuviera la oportunidad. Me senté en mi silla ignorando los ramos que olían delicioso, el que estaba más cerca tenía una tarjeta más grande que el resto, me resistí a leerla, la tiré a la papelera apagando toda mi curiosidad.

Me relajé respirando una y otra vez antes de hacer las llamadas a los dos autores que tenía pendiente, no pude responder ni una sola de sus dudas, me encontraba tan distraída que comprendí que haberme presentado a la editorial había sido un error. Estaba a punto de ponerme de pie para irme cuando la puerta se abrió. Martín asomó la cabeza sonriente antes de entrar por completo, me mostró entusiasmado la portada que había realizado unos días atrás, hablaba de los colores, la tipografía y demás sin lograr captar mi atención.

Asentía a todo lo que decía y lo anotaba con letra que seguramente no iba a poder entender después, cuando salió de mi oficina decidí quedarme, no podía irme a esconder a casa de papá de nuevo. Me obligué a centrarme en lo que tenía que hacer, aunque tuve que parar varias veces y darme cinco minutos para tomar fuerzas y avanzar.

Estaba concentrada leyendo una reseña acerca de la última historia de fantasía que habíamos publicado, me generaba una emoción extraña leer las buenas críticas hacia el autor. Me costaba trabajo reconocer que yo había encontrado a ese chico talentoso al que llamaban toda una revelación, por breves segundos dejé a un lado el caos que llevaba por dentro, y permití que la satisfacción que sentía por ese pequeño logro laboral me hiciera sonreír.

Cuando salí de mi oficina quedaban pocas personas en el piso, suspiré tranquila mientras avanzaba hacia el elevador, ocupé mi mente pensando en lo que iba a comer en la cafetería de abajo, tenía hambre debía aprovechar a mi apetito que me había abandonado días atrás. Mi teléfono repicó dentro de mi bolso, al leer el nombre de mi hermana en la pantalla lo apagué de inmediato, contemplé cambiar mi número, Vanessa no era la única que iba a insistir en hablarme.

—¡Valentina! —cerré los ojos deseando quedarme dentro del elevador, di un par de pasos hacia afuera asombrada por ver a Sandra casi frente a mí— Estaba a punto de ir a buscarte.

—Sandy yo...

—Te invito a un café ¿Quieres? —preguntó acortando toda distancia entre las dos.

Negué un poco desconcertada, buscando con la vista a Santiago, temiendo que estuviera escondido por ahí. Sandy sonrió a la vez que pasó la mano por mi pelo para apartarlo de mi cara, besó mi mejilla y me ofreció un abrazo fuerte del que no pude huir.

—Vine sola, ni siquiera sabe que estoy aquí —susurró mientras me apretujaba.

La solté despacio para luego tomar la mano que me ofrecía, con ella nunca sabía cómo actuar, sus cambios de humor solían confundirme, pero esa tarde había algo en la forma en la que me miraba que me hizo sentir tranquila. Entramos juntas a la cafetería que extrañamente estaba llena.

—¿Supongo que tienes hambre?

—¿Se nota en mi cara? —intenté sonreír.

—No, lo digo porque tú siempre tienes hambre.

Las dos reímos mientras nos acomodábamos en la única mesa que encontramos disponible, tenía una sensación extraña en la boca del estómago, los nervios se manifestaban en mi cuerpo con extrema facilidad. El mesero llegó rápidamente, mientras Sandy pedía por las dos, aproveché para encender el teléfono y ponerle un mensaje a papá, supuse que esa charla con Sandra no sería breve.

—Ayer quise hablar contigo, pero tenías el teléfono apagado.

—Me desconecté un poco, necesitaba pensar... En realidad, necesitaba llorar tranquila, supongo que ya sabes todo lo que pasó.

—Lo sé.

—Espero que no estés aquí para abogar por Santiago.

—No —dijo de inmediato—. Solo quería saber cómo estabas, Sebas dice que te vio muy mal, muy afectada.

—Destruida, pero viva —respondí con una sonrisa falsa—. Jamás imaginé que la Eva de la que tanto hablamos fuese mi hermana.

—Que asco —murmuró.

—Se acostó con las dos, eso sí es asqueroso —me quedé callada cuando el mesero nos llevó un par de sodas.

—Valen, me sé de memoria el libro, no se acostó con ella nunca, y sé que, aunque él lo niegue todo lo que escribió fue lo que vivió con ella, cambió escenarios y nombres solamente.

—Se acostó con ella hace poco, hace dos años según Vanessa.

—Valen, sé que lo que hizo Santiago fue una estupidez, pero considero que debes darle el beneficio de la duda. Tu hermana es toda una fichita, me cae tan mal y ni siquiera la conozco, no puedes creer todo lo que salga de su boca.

—Sandra, me dijo algo que —tomé aire intentando no quebrarme—, que me hace estar casi segura que de verdad se acostó con él.

—Aun así, no puedes creerle del todo, tal vez te mintió astutamente.

—No, en eso no pudo mentirme.

—Valentina, pudo mentirte en todo. ¿Sabes que puedes descubrir cómo la tiene un sujeto viendo algunos detalles del rostro? Seguro vio las cejas tupidas de mi hermano y dedujo que la tenía grande.

—¡Sandra! —escupí la soda riendo— ¿De dónde sacas esas cosas? —apoyé la cabeza en la mesa para reírme a mi antojo, agradecí que no fuese solamente dramática, su lado ocurrente era único.

—De internet —respondió encogiendo los hombros—. Y lo comprobé con Adrián el chico de la fiesta, hemos estado hablando, hace unos días fuimos al cine juntos.

—¿Y cómo lo comprobaste? —cuestioné curiosa.

—No puedes contarle esto a nadie.

—Lo prometo.

—Cuando me llevó a casa, nos besamos dentro de su auto, ya sabes el tipo es mano larga, así que yo también lo toqué, metí la mano dentro de su pantalón y me llevé una decepción —soltó una carcajada tan fuerte que logró contagiarme—. Recordé lo que había leído, y en efecto, Adrián tiene las cejas muy delgadas, en cambio, Fer —suspiró hablando del tóxico de nuevo—. Las tiene pobladas y también tiene aquello grande.

Tuve que cubrir mis labios para dejar de reír forma escandalosa. El mesero nos miró de forma extraña cuando llegó a la mesa con las hamburguesas dobles y las ensaladas dietéticas que habíamos ordenado, Sandy tenía los ojos llorosos por tanto reír, mientras yo sostenía mi estómago.

—Hablando completamente en serio, creo que deberías preguntarle esto a Santiago directamente, después de lo que pasó no creo que te vuelva a mentir.

—No quiero verlo —dije adquiriendo una actitud seria de forma brusca.

—Tienes que hacerlo, tus cosas están en tu departamento. Manu se las pidió a mi hermano, pero él dijo que solo te las entregaba a ti.

—Es un idiota egoísta, no quiero verlo, me siento mal solo de pensarlo y me quiere hacer pasar por eso.

—Tal vez está desesperado porque lo oigas. Te diré algo que tienes que tomar en serio viniendo de mí.

—Habla —pedí antes de darle un enorme mordisco a mi hamburguesa.

—Si que tenías hambre —sonrió—. Nunca antes se había tomado algo tan en serio como lo de ustedes. No creo que estuviera jugando contigo, mintió, Valen, entiendo que estés enojada, yo estaría furiosa no me quiero poner en tu lugar. Pero, que lo que pasó no borré todo lo que vivieron juntos, te quiere mucho.

—Nunca me lo dijo —susurré sintiendo como una lágrima rodaba por mi rostro—. Jamás, ni siquiera respondía cuando yo le decía te quiero.

—¿En serio?

—Sí —respondí, le di un largo trago a mi soda para tragarme el llanto.

—A mí siempre me decía que no peleara contigo porque te quería mucho, juro que me lo dijo muchas veces.

—Ya no sé qué pensar —me sentí cansada de todo, de mis problemas, de quererlo, de las dudas—. Solo quiero ir por mis cosas, por Polly y poner distancia entre los dos. Siento que todos estos meses fueron una mentira, pensé que tenía todo en orden, una relación fuerte y bonita, un trabajo que me gustaba.

—Valen, para —me interrumpió—, terminaste tu plan de estudios, solo tienes pendiente la tesis, tu trabajo es genial, estás cumpliendo sueños, descubriendo talento que estaba oculto por ahí y nadie se animaba a mirar. Todos los amigos que hice escribiendo quieren que Águila los firme, y es por ti... En cuanto a tu relación, no sé qué decirte, entiendo que estás pasando por algo duro, pero no todo está perdido.

—Para mí lo está.

—Habla con Santi, escucha lo que tenga por decirte y, sobre todo, no creas en lo que te dice tu hermana. Me alegra mucho verte bien dentro de lo que cabe, te imaginé peor.

—Estoy destruida de verdad —dije en voz baja—. Yo estoy muy enamorada de Santiago, me va a costar mucho trabajo olvidarlo.

—Me gustaría que todo fuera distinto —tomó mi mano de forma repentina, mientras sonreía con calidez—. Prefiero a mi hermano eternamente soltero, pero como sé que no es posible, me gustaría que estuviera contigo. Constanza dice que lo rejuveneciste, sonreía más, trabajaba menos, estaba contento, Valen.

—Estaba mintiendo todo el tiempo.

—Seguramente por miedo, no quiero justificarlo, pero debió haber sido muy difícil esto para él, no imagino lo que vivió por callarse algo así.

—Ya no quiero hablar de esto.

—Está bien, pero... Solo considera darle una oportunidad de hablar.

***

Extrañaba a Polly, jamás pensé que iba a necesitar de mi gata arisca maullando cerca de mí, miraba sus fotos asombrándome por lo mucho que había crecido. Recordé la noche que Santiago la llevó a mi departamento, empapada y tan pequeña que tuve miedo de no poder cuidarla bien, solté un suspiro sosteniendo el teléfono con un poco más de fuerza, cada vez que me sentía débil intentaba controlar mi respiración para suprimir emociones.

—¿Valen?

—Estoy aquí —respondí a gritos, no me moví del sillón, continué recostada en la misma posición sintiéndome extraña, quería estar en mi casa.

—Pensé que no te encontraría en casa —saludó besando mi frente para luego sentarse frente a mí—. Tu mamá me llamó hoy ¿Es cierto que vuelves a tu departamento?

—¿Cómo se entera de todos mis pasos? —cuestioné irritada.

—Dice que tú misma le dijiste.

—Le dije que me iba de tu casa solamente, tengo una semana aquí y no quiero seguir incomodando.

—No lo haces hija, esta es tu casa.

—Me conoce también que asumió que iría a mi departamento —pensé en voz alta, me arrepentí de haberle respondido sus llamadas, Valeria era una especie de adivina.

—¿Me escuchaste? No incomodas, no te vayas.

—Gracias papá, pero es lo mejor para mí. Hablé con mi casera, fue incómodo, pero accedió a renovar el contrato. De hecho, te estaba esperando para poder irme, quedé de verme con ella en un rato.

—¿Sí?

—Sí, debo poner en orden mi vida de una vez, recargue energías contigo, ya es hora de volar.

—¿En serio te vas ya? —preguntó al ver que me puse de pie.

—Sí.

—No puedes irte hasta que no dejes en orden ese cuarto, parece que pasó un ciclón por el.

—Exageras —dije riendo.

Le había mentido tanto a papá que verlo a la cara se me hizo imposible. Besé su mejilla antes de correr hasta la habitación donde había llorado tanto, encargarme de dejar todo en su sitio era la excusa perfecta para intentar controlar el cúmulo de sentimientos aglomerados en mi pecho. Tenía dudas por lo que estaba a punto de hacer, pero a la vez ansias por tener aquella conversación de la que había estado huyendo tanto.

Recogí las almohadas que estaban sobre el piso, ignorando mi teléfono que vibraba sobre la mesa de noche, tendí la cama con cuidado, para luego recoger las botellas de agua vacías que dejé sobre el piso. Me senté sobre la cama cuando regresé de la cocina, miré mi teléfono y percibiendo esas cosquillas en la garganta lo desbloqueé.

Santiago: Ya estoy en casa ¿Quieres que vaya por ti?

Tiré el teléfono sobre el colchón de forma apresurada, mi corazón latía rápido y mis manos temblaban ligeramente. Después de mi charla con Sandra había decidido enfrentar a Santiago. Dos días atrás en plena madrugada le escribí un mensaje para acordar vernos lo más pronto posible; para mi sorpresa me respondió de inmediato, estaba fuera de la ciudad por trabajo así que nuestro encuentro tuvo que esperar solo un poco más.

Aunque tuve dos días completos para procesarlo los nervios no me dejaban tranquila, a medida que se acercaba la hora que pactamos para vernos sentía que mis emociones se descontrolaban, evitando pensar mucho en el asunto seguí recogiendo mis cosas, solo tenía dos cambios que los había combinado para que no se notase que estaba usando lo mismo. No quería que Santiago me viera a como estaba, planeé primero ir a mi departamento, recordé que en el clóset se habían quedado un par de vestidos casuales que combinaban perfecto con el único par de zapatos que tenía conmigo.

—¿Te vas? —preguntó papá que me miraba desde la mesa de la cocina.

—Voy a pedir un taxi.

—Olvídalo, yo te llevo.

Disfruté mucho de su compañía mientras me llevaba a mi edificio, riendo por sus constantes chistes dejé de pensar un poco en cómo se iba a desarrollar esa charla que me ponía arrítmica. Le agradecí con un fuerte abrazo todo lo que hizo por mí en esos días, bajé rápido del auto sonriendo con falsedad para no preocuparlo más, antes de entrar a mi departamento respiré profundo, esperando que no me afectara ver el lugar vacío y sin Polly.

Sin perder tiempo pedí un taxi mientras me cambiaba apresurada, necesitaba calmar esa sensación de caída al vacío que ocasionaba la expectativa de verlo, aunque no estaba para nada preparada para hablar con él sentía la urgencia por hacerlo.

Me solté el pelo en el elevador, la tarde estaba fría parecía que estaba a punto de llover, froté mis brazos al salir del edificio los nervios o el clima me tenían casi tiritando, avancé hasta el taxi que esperaba por mí desde minutos atrás, le sonreí al chofer para luego darle esa dirección que quería olvidar.

Para mi mala suerte el camino estaba despejado, en menos de lo que esperé el taxi se estaba deteniendo frente a ese edificio en el que hasta unos días atrás pensaba vivir, el conductor me vio fijamente para luego señalar la puerta, debía salir, pero el temor me congeló por breves segundos, me disculpé y le sonreí mientras me bajé con lentitud.

Percibí una debilidad extraña en las rodillas cuando dio un par de pasos para adentrarme al edificio. Los nervios me atacaron agresivamente, las náuseas se hicieron presente al igual que el entumecimiento en la lengua, tuve que detenerme en medio del vestíbulo porque sentí que no podía avanzar más, dudé tanto de seguir mi camino, quería ser fuerte pero no encontraba la forma de reunir valor y verlo a la cara.

Froté mis manos heladas antes de presionar los botones del elevador. Las cosquillas en mi estómago se extendieron por todo mi cuerpo, me movía por inercia mientras mi mente debatía si estaba haciendo lo correcto. Toqué la puerta con los nudillos sintiendo mi pulso acelerado, cerré los ojos cuando abrió la puerta, no me dio tiempo de procesar nada, Santiago me estrechó entre sus brazos con tanta fuerza que me costó trabajo respirar.

El olor de su perfume seguía teniendo el mismo efecto, adormecía mi sentido común, me embriagaba de esa atracción desmedida que mi cuerpo sentía por el suyo, lo rodeé con mis brazos sintiendo como temblamos a la vez, apoyé el oído en su pecho para escuchar su corazón latiendo casi tan rápido como el mío, me negaba a creer que estábamos viviendo lo mismo, que a él le dolía tanto como a mí estar entre sus brazos después de lo dañado que estaba lo nuestro.

—Tardaste tanto, tenía miedo que no vinieras —susurró entre besos cortos que dejó en mi pelo.

Polly comenzó a maullar capturando la atención de ambos. Santiago me soltó para tomarla entre los brazos, incapaz de verlo a los ojos me centré en su pecho, en lo poco que quedaba expuesto a través del cuello de la camisa azul que usaba, mi gata se miraba tan cómoda ahí, se la quité de los brazos de forma brusca, estaba decidida a llevarla conmigo.

—¿Quieres algo de tomar?

—No —respondí con voz débil, le di la espalda de inmediato para encaminarme hacia la habitación— ¿Dónde están mis cosas?

—Valen, espera. Pensé que querías hablar —puso una mano en mi hombro deteniendo cualquier intento de avance de mi cuerpo.

—Si, pero antes quiero sacar mis cosas.

—Escúchame, por favor, tal vez puedas pensar con más calma las cosas y

—¿Y me quedé aquí contigo? —giré para enfrentarlo, quería verlo a los ojos, necesité hacerlo en ese momento.

—¿Sería muy estúpido de mi parte desearlo? Sé que lo que pasó fue algo muy fuerte, pero todo se puede arreglar, hay solución para todo, vamos a terapia de parejas, busquemos una solución.

—¿Terapia de parejas? —reí con ironía alejándome de él, me encaminé de nuevo hacia la sala sintiendo como el enojo desplazaba la tristeza que sentía— ¿En serio crees que un terapeuta puede arreglar el hecho de que te acostaste con mi hermana y también te lo callaste? Hay cosas que no tienen solución, lo de nosotros es una de esas.

—¡No me acosté con tu hermana! Vanessa era una niña nunca llegamos a tanto —dijo con mucha seguridad—. Valentina, mírame a los ojos.

—¡No! Es muy enfermo lo que hiciste ¿Era una especie de fantasía retorcía cogerte a dos hermanas?

—¡No! ¿Valentina, de dónde sacas eso?

—¡Crees que Vanessa no me iba a contar nada! Está disfrutando esto, no sé iba a callar nada.

—Te mintió.

—Hace dos años se encontraron en un evento, se fueron juntos, la trajiste aquí.

—¡No! Juro que no fue así, mírame —sujetó mi rostro entre sus manos obligándome a clavar la mirada en la suya—. Te mintió, tú crees que después de todo lo que pasó yo me iba a acercar a ella, tu hermana me da asco y lo sabes.

—Supongo que querías quitarte el mal sabor de la boca, a ti no te gusta perder nunca, y acostarte con ella es una especie de victoria tardía.

—No, no, no... Es cierto que nos encontramos, hablamos ella se acercó con otras intenciones, me invitó a su departamento y le dije que no, su mejor amiga estaba con ella y sabe lo que pasó. La buscaré para que hable contigo si no me crees a mí.

—¿Por qué me iba a mentir Vanessa? —grité enojada.

—Porque te tiene envidia, Valentina, no te das cuenta que tu hermana es un ser mezquino y egoísta, no soporta que te esté yendo bien a ti, te ataca porque se siente menos que tú. ¿No te das cuenta cómo te ha dañado siempre? Eres lista y dudas de tus capacidades porque toda la vida ha dicho que no eres tan inteligente como ella. Tú misma me lo has contado, eres tan bonita, Valentina, y te muestras insegura con cada comentario mal intencionado que lanza esa víbora.

—No mezcles las cosas —pedí afectada por lo que decía.

Lo aparté de mi lado para sentarme en el sillón donde siempre leíamos juntos y terminábamos desnudos.

—Esa noche solo hablamos, ella estaba un poco pasada de copas, me pidió perdón por lo desagradable que fue la última vez que nos vimos. Esa noche mi papá me presentó como el nuevo socio de su consorcio de empresas, ella no se acercó a mí así por así, tu hermana es una interesada, calculadora de lo peor.

—A esa interesada de lo peor le escribías cosas como las que me escribiste a mí, no niegues que te acostaste con ella.

Se levantó del sillón donde se había sentido minutos atrás, lo observé alejarse apresurado, entró a su cuarto de donde salió segundos después, extendía su agenda hacia mí mientras me miraba fijamente.

—Vanessa tenía esto —dijo señalando el cuaderno de pasta negra—, lo dejé en tu departamento, el día de la cena de ensayo, me lo tiró en la cara, evidentemente lo leyó e inventó que alguna vez le escribí algo así con ella.

—No tiene sentido, no hay manera que ella tuviera tu agenda.

—Entró a tu departamento Valen y la tomó, no te ciegues a esto, ella es capaz de mentir así, mira como arrugó las páginas, estaba furiosa, me gritó histérica que no nos íbamos a ir a vivir juntos, que se iba a encargar de eso. Está celosa ¿No lo ves?

—¿Celosa?

—Muerta de envidia. Mientras me insultaba una y otra vez me preguntó porque tú y no ella.

—Ella no te quiere, no tiene por qué estar celosa.

—No, pero tú a mí sí, y eso es suficiente motivo para actuar así, date cuenta, abre los ojos mira lo que es tu hermana realmente.

Cubrí mi rostro con ambas manos orillada por la desesperación que sentía. Santiago tenía razón, pero tampoco podía confiar del todo en él. solté un sollozo al percibir sus manos sobre mis brazos, insistía en verme a los ojos cuando lo único que quería hacer era esconderme de todo lo que estaba pasando.

—Nunca tuve un contacto así con ella, jamás, ni hace años ni hace poco.

—¿Soy una venganza? ¿Te involucraste conmigo para hacerla sentir mal a ella?

—¡No! ¿Por qué crees eso? Valen, no dudes de todo lo que tenemos, no le creas a ella, lo único que quiere es esto, que tú llores, que yo no esté contigo.

—¿Entonces por qué fue todo esto, por qué seguiste con una relación la hermana de la tipa que tanto mal te hizo antes? —pregunté al borde del llanto, por más que quería contenerme no lo lograba.

—Me enamoré de ti, no me importa de quién seas hermana, no me importa más nada que tú, dejé de pensar en todo y me centré en lo que teníamos.

—No sé qué creer —confesé limpiando mis lágrimas—. Tú querías a mi hermana.

—A esa edad y viviendo las circunstancias que vivía no tenía idea de lo que era querer. El libro lo escribí en un ataque de rabia hace muchos años, ni siquiera la recordaría de no ser por Sandy que lo publicó. Te juro que todo es solo una horrible coincidencia.

Se sentó a mi lado haciéndome sentir débil, quería abrazarlo y al mismo tiempo golpearlo por mentirme, apartó mi pelo que caía por mi hombro y escondió su rostro en mi cuello, tenerlo cerca dolía y al mismo tiempo me reconfortaba, sintiéndome la más estúpida lo abracé en silencio acariciando su pelo mientras él suspiraba pegado a mí.

—Esto no es comodidad, te juro que te quiero conmigo y no es por comodidad. Te necesito, nunca te lo he dicho directamente, pero he intentado demostrarlo, yo te

—No lo digas —lo interrumpí alejándolo de mí—. No digas que me quieres solo para retenerme, tuviste la oportunidad de hacerlo antes y ni siquiera me respondías un gracias todas las veces que yo te lo dije.

—Sabía que cuando descubrieras todo ibas a dudar de mi en todos los sentidos, no quería que lo que siento por ti estuviera en tela de juicio. No necesito decirte algo así para retenerte, tú sabes que

—¡Yo no sé nada, Santiago! —grité harta—. Iré por mis cosas, me llevo a Polly de una vez.

—Espera, Valentina —sostuvo mis manos evitando que me moviera—. No te vayas, haré todo lo que pueda por arreglar nuestros problemas, que nuestros planes no cambien por nadie.

—Cambiaron por ti —respondí mirándolo— Tú me llevaste a esto, no confío en ti, una relación así simplemente no funciona, no hay manera de arreglarlo.

—Si hay manera, vamos a necesitar tiempo, pero saldremos de esto.

—Lo que necesito es alejarme, verte me duele mucho.

Sin cruzar palabras me acercó bruscamente a él que permanecía sentado, se aferró a mi cintura apresándome entre sus brazos, me esforcé por no corresponder a aquel gesto que se sentía tan necesario, pero mi fuerza de voluntad falló una vez más, lo rodeé con los brazos con timidez, acariciando su pelo mientras las lágrimas que no pude contener salían de mis ojos sin cesar.

Permanecimos así por largos minutos, en una calma extraña en medio de la tormenta que vivíamos, levantó la vista y me sonrió con la mirada llena de una profunda tristeza, tomando mi mano me instó a sentarme con él, se recostó sobre el sillón por completo atrayéndome para que apoyara la cabeza en su pecho. Cedi, cedi a ese amor que insistía en doblegarme, cerré los ojos al sentirlo así de cerca, comencé a extrañarlo, aunque estuviera entre sus brazos, él en cambio suspiraba sin dejar de estrecharme con aquella desesperación palpable, me daba la impresión que quería fundirme en él, la fuerza de su agarre comenzaba a lastimarme.

Levanté el rostro y me encontré con el suyo a escasos centímetros del mío, su vista estaba fija en mis labios que temblaban por el llanto, negué y él asintió tragando con dificultad.

—Aunque te bese me voy a ir.

—Lo sé —respondió con voz firme—. Pero lo necesito, aunque no lo merezca.

Sin pensarlo y a pesar de la rabia que sentía hacia él, lo besé con la misma necesidad de siempre, sintiéndolo en cada parte de mi cuerpo necesitándolo con más intensidad, un beso largo y tortuoso que sabía a melancolía anticipada, a amor de verdad.

—Quédate, aunque sea solo esta noche, no te vayas por favor, hoy no.

Asentí en silencio mientras lo contemplaba, grabándome cada detalle de su rostro abatido.

—Gracias, mi amor —susurró antes de besarme de nuevo. 

***

Holis, no sé si habrá capítulo mañana, mi estabilidad mental depende de Argentina ganando el mundial, pero intentaré hacer lo posible para publicar así sea solo 1. Recuerden que sus votos y comentarios son importantes. 

Besos 

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