Un desastre llamado Valentina...

By GraceVdy

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Un escritor difícil y una editora novata, unidos por un libro que esconde un secreto, protagonizarán un inesp... More

Anuncio importante
Prólogo
Antes de leer
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce 🔞
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince 🔞
Capítulos Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve 🔞
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta y uno
Capítulo Treinta y dos
Capítulo Treinta y tres
Capítulo Treinta y cuarto (Parte I)
Capítulo Treinta y cuatro (Parte II)
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y ocho
Capítulo Treinta y Nueve
Capítulo Cuarenta
Capítulo Extra

Capítulo Treinta

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By GraceVdy


El corrector de ojeras no me ayudó en nada, resoplé a la vez que intentaba en vano verme más decente. Aparté un mechón que caía por mi frente, esforzándome por mejorar mi aspecto, mientras hacía malabares para no derramar el espresso que cargaba en mi mano derecha. Me encontraba muy nerviosa, había tenido una noche de mierda que empeoraba la tensión que sentía sobre mí. La llamada de Santiago me alteró mucho más que encontrarme con Alonso, fue imposible conciliar el sueño desconociendo el motivo que tenía mi novio para llamarme molesto a esas horas de la madrugada. Cerré los ojos al recordar ese tono de voz tan poco agradable con el que me citó a su oficina, no entendí por qué sonaba así de cortante, tampoco me dio tiempo de averiguarlo porque colgó apenas gritó: «Te veo mañana en mi oficina a las nueve, se puntual».

Enderecé los hombros antes de abandonar el elevador, preparándome para enfrentar las miradas curiosas que lanzaban uno que otro empleado del piso siete del Prime Mall, el teléfono no dejaba de vibrar dentro de mi bolso, mis compañeros de Dirección de ventas estaban como locos por el examen que teníamos el día siguiente.

—Buenos días —saludé a Gloria que escribía algo en su computadora—, voy a pasar —avisé sin detenerme.

—Señorita Rincón, el señor está atendiendo una llamada importante, sugiero que lo espere aquí, me pidió que no lo interrumpiera.

Asentí sin rechistar porque estaba demasiado nerviosa como para enfrentar de golpe a Santiago, caminé despacio para sentarme en los costosos sillones oscuros que se encontraban a unos pasos del escritorio de Gloria, tenía muchas cosas en la cabeza y cada una me atormentaba de forma diferente. Desbloqueé mi teléfono para entretenerme y dejar de pensar en ellas, pero me resultó contraproducente, la cantidad de mensajes de mis compañeros externando la preocupación por el examen me puso más nerviosa. Leí los mensajes de Vanessa que había dejado sin responder y todo empeoró aún más.

Vanessa: Alonso quiere tu número ¿Puedo dárselo?

Releí el mensaje un par de veces sintiendo como el pulso se me disparaba por la impresión, en esos breves segundos me cuestioné que parte de «tengo novio», no le había quedado claro a Alonso. Me resultó extraño que después de ese viaje silencioso en su auto le hubiese pedido mi número a mi hermana.

Valen: Ni se te ocurra.

Tipié presionando los dedos con fuerza en la pantalla, a pesar de no ser unidas como hermanas, Vanessa más que nadie sabía lo mal que la pasé gracias a Alonso, compartíamos cuarto fue testigo de todas las veces que lloré a media noche. Me parecía demasiado desconsiderado que se atreviera hacer esa pregunta.

—¡Gloria!

Di un pequeño salto sobre el sillón al escuchar el grito de Santiago, su secretaria se puso de pie para entrar rápidamente a la oficina dejando la puerta abierta, permitiéndome escuchar ese tono de voz poco amable con el que estaba hablando Santiago.

—Señorita Rincón —me puse alerta tan solo con oír a Gloria, hizo un gesto con la mano señalándome la oficina con una expresión rara en el rostro—. Ya puede pasar, la está esperando.

Asentí poniéndome de pie, tragándome los nervios. Tomé el café que había dejado sobre una pequeña mesa y respiré profundo antes de avanzar.

—Suerte —susurró cuando pasé al lado de su escritorio.

Puse mi mejor sonrisa cuando crucé la puerta, mostrándome tranquila como si no me estuvieran consumiendo los nervios al no saber a qué se debía el enojo de Santiago. Detuve mis pasos cuando levantó la vista y fijó su mirada en mí, quise salir corriendo al reconocer en sus ojos al Santiago Sada que conocí. Al tipo mal encarado, gruñón y elegantemente grosero que me echaba de su oficina con mucha facilidad.

—Hola, te traje un café —dije titubeante al verlo tan callado, me acerqué despacio, estirando el brazo para ofrecerle el vaso que tenía unos minutos cargando.

—Gracias, Valentina, siéntate —apuntó una silla frente al escritorio, no me saludó, no se puso de pie para buscarme y darme un beso como lo hacía siempre.

Se quitó los lentes y los dejó sobre el escritorio antes de darle un sorbo al espresso, soltó un largo suspiro para luego echar la cabeza hacia atrás y apoyarla en su cómoda silla.

—Necesito calmarme antes de hablar —murmuró con los ojos cerrados, mis latidos se aceleraron mucho más ¿Qué había hecho que provocara tanto enojo? Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi cabeza—. Ayer recibí esto —dijo mostrándome su Tablet.

La tomé con temor, sin saber exactamente qué pensar, pasaron tantas cosas en mi cabeza, pero ninguna razonable, no entendía que pudo haber recibido para reaccionar así.

—¿Qué es esto? —cuestioné confusa, estaba en la bandeja de entrada de su correo electrónico personal.

—Entra al primer correo —ordenó, al mismo tiempo que pasaba las manos por su cara.

Cerré los ojos al leer el correo del que hablaba, entendí todo de golpe y como siempre no pude disimularlo. Lo leí completo dos veces solo para ganar tiempo y no enfrentar de una vez a Santiago que me miraba sin ocultar el enojo que sentía.

—¿Cómo diablos sucedió esto? Explícame por favor.

—Yo- yo

—Sin titubeos, Valentina, solo habla claro.

Mis nervios aumentaron al verlo ponerse de pie, se acercó a la ventana quitándose el saco en el camino, seguí cada movimiento que hizo hasta detenerse a contemplar la vista.

—¡Te estoy esperando, Valentina! —gritó de repente.

Me quedé muda por largos segundos analizando lo que estaba ocurriendo. Santiago volteó con los brazos cruzados y apretando los labios sin apartar la vista de mí, parecía estar conteniéndose sin poder lograrlo del todo.

—¡Habla! Explícame cómo llegó un escrito mío a un maldito concurso, un escrito que tenías solamente tú... Un concurso organizado por la editorial en la que trabajas.

Negué mordiéndome el labio inferior en un acto reflejo de nervios, noté que mis manos temblaban al dejar la Tablet sobre el escritorio, tomé aire antes de intentar abrir la boca de nuevo, pero el nudo que sentía en el estómago no me dejaba decir nada.

—Yo presenté tu escrito al concurso, llené el formulario y lo envié sin esperar que resultaras ganador, solo pensé que sería buena idea postular el pequeño texto que estaba en mi agenda —acepté sintiéndome muy mal—. Lo lamento, Santiago, no creí que te iba a molestar tanto.

—Te conté algo sumamente personal, un tema tan delicado que evito a toda costa tocarlo. Me abrí contigo para que me entendieras un poco más, y a pesar de eso, Valentina. A pesar de que sabes el motivo por el cual no puedo verme involucrado en ninguna publicación, decidiste que era buena idea anotarme en concurso en donde el premio es precisamente la publicación de una antología.

—Fue antes de saberlo, ni siquiera lo imaginaba, tampoco creí que ibas a resultar ganador, solo... Fue un impulso, lo hice sin pensarlo —admití con honestidad, no tenía sentido justificarme, menos mentir, había cometido un error sin imaginar sus consecuencias.

—¿Un impulso te llevó a tomar algo que no es tuyo y exponerlo como si tuvieras derecho para hacerlo? —preguntó alterado.

—No lo vi así, Santiago. No imaginé que ibas a reaccionar así —miré hacia abajo rehuyendo de su mirada llena de reproche

—¿Cómo diablos quieres que reaccione? —gritó una vez más—. Ayer estaba tranquilo en mi cama revisando mis correos y me encuentro con que están a punto de lanzar un libro en el que va mi nombre. ¡Mi nombre, Valentina!

—Lo lamento mucho, en serio —susurré con la voz temblorosa a causa de los nervios—. No entiendo como tienen tu nombre, no lo firmé así, puse tus iniciales como siempre lo haces.

—Resulta que en Águila están todos mis datos, fue fácil para quién se encargó del concurso encontrarme en los registros de la editorial, datos que se supone tú ibas a proteger; por ello estamos haciendo todo lo del maldito libro con mi correo personal y mi número privado.

Cada cosa que decía me hacía sentir más estúpida y me hundía en ese problema que parecía cada vez más grave.

—Santi, prometo arreglar todo, haré te saquen de esa publicación, eliminaré personalmente tus datos... Me siento muy estúpida, no debí hacerlo de verdad lo lamento.

El nudo en mi estómago subió hasta mi garganta, respirar me resultaba doloroso debido al llanto contenido. El arrepentimiento que sentía era tan real como el enojo que destilaba Santiago. Jugué con mis manos mientras él se acercaba con pasos lentos y cabizbajo.

—Debes arreglarlo hoy mismo, Valentina, tienes hasta la cinco de la tarde para hacerlo —dijo viendo su reloj—. Lo que no podrás arreglar es lo más importante.

—¿De qué hablas? —mi voz se quebró capturando su atención al instante, contuve el aire al verlo inclinarse hacia mí. A pesar de ver mis ojos llorosos la expresión en su rostro no se suavizaba.

—Expusiste algo que escribí para ti, solo para ti, algo íntimo, Valentina. Te describí desnuda a detalle en dos estribillos, no son líneas al azar que salieron de la nada, las inspiraste tú. ¿Te das cuenta que mezclaste lo nuestro con la editorial? Lo haces todo el tiempo, solo que esta vez fuiste más allá.

—Es arte, Santiago, el arte está para compartirse —solté al sentirme presionada.

Irguió su cuerpo rápidamente para luego dar un paso hacia atrás. La tensión se reflejaba en sus hombros, en cada gesto que hacía, parpadeé varias veces sintiendo que ya no podía retener las lágrimas en mis ojos.

—No lo entiendes y no lo vas a entender, tus ganas de sacar adelante tu puesto no te dejan ver muchas cosas. No quisiste compartir arte, solo estabas asegurándote que el concurso saliera bien. Es curioso que me acuses todo el tiempo de poner el trabajo antes que todo, no lo niegues que detrás de tus bromas hay mucha verdad, lo dices porque así lo crees... La que terminó poniendo su trabajo por encima de nuestra relación fuiste tú.

Pasé los dedos por mis mejillas barriendo las lágrimas rápidamente, no quería que me viera llorar, quería mantener la compostura a pesar de lo mal que me sentía.

—Nunca quise hacer eso.

—Quiero que resuelvas hoy mismo lo de la publicación. En cuanto a nuestro trato con el libro, en este momento pende de un hilo, no quiero una intervención tuya a manera personal en todo este proceso, ya basta con ese jueguito dónde vienes me miras a los ojos y haces esas muchas peticiones a las que he ido cediendo. Si no puedes atender este asunto de forma profesional asigna a otro editor. Todo lo que te he escrito es tuyo, más no de tu autoría, debes respetar ese pequeño detalle y evitar volver a compartirlos solo por ser arte. Cuando hayas resuelto lo de la publicación hazlo saber a Gloria, solo dile resuelto y listo.

Emitió un largo suspiro cuando terminó de hablar, se inclinó una vez más frente a mí apoyando una de sus manos en los brazos de la silla, mientras con la otra me ofrecía un pañuelo blanco que tomé con manos temblorosas. El par de tímidas lágrimas que resbalaban por mis mejillas parecían estar ablandándolo, apretó los labios antes de acercarse y besar mi mejilla de forma delicada.

—Tengo muchas cosas que hacer, puedes irte —se alejó de nuevo caminando hacia la ventana, hice un patético intento de decir algo, pero no logré pensar en nada que me ayudara, alargar aquella discusión no era lo más inteligente.

Sin decir una sola palabra tomé mi bolso mientras me ponía de pie, dejé el pañuelo sobre su escritorio y me encaminé hacia la puerta con pasos rápidos. Esperé que dijera algo, sin embargo, descubrí que ni siquiera me estaba viendo, estaba concentrado en la vista que ofrecía el ventanal, distante a mí y mi ataque de llanto. Cerré con cuidado sintiendo la mirada de Gloria que parecía estar esperando frente a la puerta.

—¿Necesita agua o algo?

—Estoy bien —respondí aclarando la garganta.

—Está muy estresado, cuando tiene muchos problemas con su papá se pone así, además, tiene encima lo del nuevo centro comercial.

Me sorprendió que intentara justificar el enojo de su jefe, me quedó claro que no se imaginaba que la causante de la rabia de Santiago era yo. Asentí en silencio con los ojos cargados de lágrimas intentando avanzar para salir de una vez de ese sitio.

—Voy a llamar a Raúl para que la lleve a donde vaya, espere un momento.

—Gracias, Gloria, pero prefiero caminar —respondí sin detenerme.

—¡Gloria! —gritó Santiago desde su oficina.

Me arrepentí de haber devuelto el pañuelo al sentir las mejillas húmedas, necesitaba alejarme antes de llorar a como se me apetecía hacerlo. Me sentía muy mal, no había contemplado ni por un momento que Santiago iba a reaccionar de esa forma, asumí estúpidamente que iba a poder lidiar con Santi en caso de que se enterara.

Limpié las lágrimas una vez más antes de salir del elevador, resoplé esforzándome por retomar la compostura mientras me desplazaba por los pasillos del centro comercial, aún me quedaba un largo día que enfrentar sin tener idea de cómo hacerlo.

A medida que las horas transcurrían me hacía más consciente de lo que había pasado, por más que quería dejar de atormentarme mi mente no dejaba de recordarme que estaba metida en un gran problema con Santiago, del que seguramente no iba a salir fácilmente. Aquello me generaba una angustia que me robaba la paz, me inquietaba hasta el punto de mantenerme completamente abstraída de mi realidad.

***

Miré el reloj que colgaba de la pared, faltaban solo cinco minutos y aún la parte trasera de mi examen seguía en blanco. Pasé las manos por mi cara en un gesto de frustración increíble, había estudiado toda la noche, en algún rincón de mi cerebro estaban las respuestas de las tres preguntas que me hacían falta responder. Estiré un poco el cuello intentando disimular mis intenciones de leer el examen de la rubia que estaba a mi lado, su brazo cubría parcialmente la hoja dejándome sin opción. Hice un ruido discreto con la garganta capturando su atención, con el lápiz le mostré mi examen rogando con los ojos por la respuesta, no podía darme el lujo de repetir un semestre más, solo por una estúpida materia que no podía aprobar ni en extraordinarios.

Retiró el brazo e inclinó un poco la hoja hacia mí, no sabía su nombre, pero mientras escribía a toda prisa me prometí recompensarla de alguna forma. Solo necesité ver una de sus respuestas para que mi cerebro automáticamente recordara todo lo que había estudiado. El profesor nos informó que se nos había acabado el tiempo, pero yo continué hasta que puso a mi lado y con una mirada autoritaria me pidió mi examen.

Recogí mis cosas para salir rápido del salón, me dolía la cabeza espantosamente, asumí que la falta de descanso era la causante de aquella jaqueca que me estaba hasta mareando. Los pasillos estaban llenas de estudiantes que hablaban en voz alta acerca de las respuestas, como queriendo huir aceleré el paso a la vez que sacaba el teléfono de mi bolsillo trasero.

Masoquistamente busqué mi última conversación con Santiago, solo para comprobar que no había mensajes nuevos, ni las típicas buenas noches, ni sus madrugadores buenos días que me hacían sonreír como estúpida cada mañana. Sentí de nuevo esa opresión en el pecho que cambiaba el panorama de mi día, haber estado tan concentrada en el examen había silenciado la pequeña tormenta en mi interior.

Crucé el jardín que llevaba hasta el estacionamiento, me detuve un segundo para marcarle a Manu tal como lo había prometido, y me llevé el teléfono a la oreja, escuché esa canción pegajosa de Katy Perry que tenía de tono y sonreí al verlo a unos cuantos pasos de distancia.

—Gracias por estar aquí —dije abrazándolo, sintiendo alivio por contar con alguien.

—Para eso están los amigos, no te preocupes —susurró atrayéndome con más calidez a su cuerpo— ¿Qué tal ese examen?

Le conté a detalle lo que había sucedido en el salón de clases, estaba contenta por contar con él. Le había escrito un mensaje antes de llegar al campus, no quería estar sola y torturarme con reclamos que no me dejaba de hacer, necesitaba de un amigo para distraerme o simplemente para que me escuchara un poco.

—¿No tendrás problemas por escaparte antes de tu trabajo?

—No, no tomé la hora de almuerzo para poder finalizar antes de tiempo, por eso tenemos que ir a comer como reyes, muero de hambre.

—Yo no, pero necesito comer algo.

—Valen, quita esa cara —me empujó con su hombro cariñosamente haciéndome sonreír— ¿Sabes cuántas veces me he peleado con Sebastián desde que estamos juntos?

—Supongo que varias, pero es diferente, Manu, cuando te cuente todo lo entenderás.

—Eso debiste hacerlo ayer en lugar de estar sentada sin decir una sola palabra—respondió sonriente— toma, usa el casco.

No tuve temor de subir a su motocicleta, no sabía si ya me estaba acostumbrada o si solamente estaba anestesiada por lo que me estaba pasando. Entrelacé las manos en el abdomen de Manu, mi amigo era más precavido que Sebastián, conducía con cuidado y como siempre queriendo establecer conversación, aunque el viento no nos dejase escucharnos.

Manu quería ir a comer a un sitio nuevo del que había hablado Sebas los últimos días, hacerlo desistir de esa idea me resultó difícil. Apagó el motor de la moto soltando una maldición en voz baja, bajé sintiendo las piernas un poco adormecidas, me quité el casco y lo extendí hacia él que no lo tomó, estaba demasiado ocupado levantando su camisa para ver las supuestas marcas que le dejé con mis uñas.

—Yo le voy a explicar a Sebas como llegaron mis uñas ahí —escuché su risa a mi espalda, mientras marcaba el número de Da Enzo, un restaurante de comida italiana que Manu amaba— ¿Frittata? —pregunté en voz baja.

Mi amigo asintió aún con el ceño fruncido y abanicando con una mano su estómago que apenas tenía unas marquitas hechas por mis uñas.

—Pobre, Santiago, me imagino como tiene la espalda —bromeó cuando cruzamos el vestíbulo.

—Los brazos, casi siempre son sus brazos —murmuré cabizbaja—. Manu, no hables de él.

—¡Valentina!

Ignoré a Manu y caminé más rápido hacia el elevador, estaba sensible a todo lo que tenía que ver con Santiago. Cerré los ojos recostando la cabeza en una de las paredes del ascensor,

—No te juntes mucho con tu cuñada, se te están pegando sus arranques.

—Te juro que no es drama, me siento mal, muy mal. No quiero pensar en Santiago y en lo muy enojado que está conmigo.

—Después que me cuentes exactamente qué pasó, te prometo que no vuelvo a decir su nombre.

Polly se estiraba majestuosamente en el último nivel de su rascador, fui directo a ella que se dejó acariciar por largos segundos, miré por encima del hombro a Manu que recogía unos cojines que estaban sobre el piso, se sentó suspirando para después subir los pies sobre la mesa.

—¿Cuánto tiempo tardará la comida?

—Dijeron que veinte minutos, pero ya sabes como son.

—Al menos tendremos tiempo para conversar, ven acá y cuéntame que fue lo que pasó exactamente con el papá de Polly.

—Ay, Manu —reí negando.

—Bueno, no quieres oír su nombre, quise ser creativo para referirme a él.

Me saqué los zapatos antes de sentarme a su lado, me costaba mucho trabajo abrirme y hablar de mis problemas. Antes de Manuel no había tenido una relación así de cercana con alguien. Él me inspiraba confianza, pero, aun así, lo pensé mucho antes de hablar.

—Tomé uno de sus escritos, lo inscribí en un concurso y se enteró.

—¿Solo fue eso?

—No, en realidad ganó el primer lugar, o sea que iba a ser publicado en una antología que pensamos lanzar en un mes.

—¿Iba? Eso quiere decir que ya no.

—Exactamente, tuve que hacer mil cosas para sacarlo del borrador inicial. Ya estaban en el proceso de maquetación —suspiré recordando mi discusión con Martín y el pasante de diseño.

—Al menos pudiste arreglar algo.

—Eso no es todo. El texto que inscribí era algo que me había escrito a mí, y creo que eso es lo que más le molestó.

—Valen...

—No lo digas —pedí cerrando los ojos.

—Tengo que hacerlo, la cagaste horrible, abusaste de su confianza.

—Lo sé. No pensé que se iba a molestar tanto.

—¿No? Sabes perfectamente lo receloso que es con todo el asunto de ser escritor, dice Sebas que ni con él habla de eso.

—Pensé que iba a poder manejarlo.

—¿Tienes ganas de llorar?

Asentí apretando los labios, Manu me envolvió con sus fuertes brazos atrayéndome a su pecho de forma cariñosa. Las lágrimas salían con discreción de mis ojos, aunque la tormenta en mi pecho estuviera desatada.

—No me ha llamado, ni siquiera enviado un mensaje, fue horrible salir así de su oficina, me pidió que me fuera.

—Tuviste suerte, con ese carácter que tiene Santi yo habría esperado una demanda. El tipo es don correcto, Valentina, y lo sabes. Por otro lado, es lindo que te escriba algo, quién lo iba a decir Santiago Sada un romántico.

Solté una risa en medio del llanto al escuchar a Manu, me separé de su pecho sonriendo mientras tomaba la botella de agua que estaba en la mesa.

—No es romántico, tiene momentos tiernos y a veces suelta una que otra frase que me deja como estúpida suspirando, pero te aseguro que no es lo que piensas.

—¿No?

—No, era un texto erótico —respondí en susurros como si hubiera alguien más en mi departamento.

Los dos reímos a la vez, estaba sonrojada por haber dicho eso en voz alta, cubrí mi rostro con ambas manos escuchando la carcajada ronca de Manuel.

—¿Valentina, qué cosas haces con Santiago? —preguntó con tono jocoso.

—La pregunta está mal formulada, que hacía queda mejor. Creo que todo ya se acabó —dije con la voz apretada.

—¿Terminaron acaso?

—Creo que si —encogí los hombros tratando de no llorar de nuevo, tomé agua ante la mirada curiosa de mi amigo sobre mí—, siento que es así. Santiago estaba decepcionado lo pude ver en sus ojos.

—Estás exagerando, en una relación siempre hay peleas. Deberías llamarlo, pedir disculpas o escribirle un mensaje —sugirió—, debes admitir frente a él que la cagaste, lo hablan y luego lo superan.

La comida llegó unos segundos después, me puse de pie para abrir la puerta y pagar por ella, mientras sacaba un par de platos en mi cocina, no dejaba de pensar en lo que había dicho Manu. Le hice un gesto para que se acercara a comer sobre la barra de la cocina, la mesa estaba llena con los cuadernos que usé para estudiar.

—Quiero comer aquí como siempre —dijo señalando el sillón.

No tenía nada de hambre, pero aun así daba pequeños bocados mientras escuchaba a Manu hablar acerca de su trabajo. Se encontraba entusiasmado por muchas razones, todo le estaba yendo bien me daba mucho gusto escucharlo tan contento.

—Mis papás en unos días estarán de aniversario, habrá una fiesta y quiero llevar a Sebastián. Eso es lo único que me falta para estar bien del todo.

—¿Tus papás, saben lo que hay entre ustedes?

—Sí, mi mamá lo acepta, para papá es un poco más difícil, pero me respeta y estoy seguro que Sebas les caerá bien a todos.

—La relación de ustedes es linda, se merecen que todo les salga bien.

—¿Es linda? —preguntó con una sonrisa bonita en los labios.

—Si, se nota que se quieren mucho. Sebas es tierno contigo, tienen hasta una forma bonita de verse.

—Hemos luchado mucho por estar juntos —se recostó sobre el respaldo del sillón con una sonrisa en los labios—. Nos hemos perdonado mutuamente y nos hemos apoyado en los problemas.

—Los adoro a ambos, en serio quiero ser la madrina de la boda —lo abracé sonriendo dejando el plato a un lado—. Cuando adopten una niña deben llamarla Valentina.

—A Sebas le aterran los niños —dijo riendo.

Me soltó para seguir comiendo, no había mentido cuando dijo que tenía hambre, acabó con su plato para luego continuar con el mío que había dejado casi lleno. Tomé un poco más de agua mientras pensaba en lo que había dicho Manu, busqué mi teléfono sin darle muchas vueltas al asunto dispuesta a escribirle un mensaje a Santi.

—¿Qué tanto escribes en tu teléfono? —cuestionó Manu dejando el plato a un lado.

—Estoy siguiendo tu consejo, pero no sé qué mierdas decirle a Santi, no sirvo para estas cosas.

—Valen, solo di lo siento y listo.

—No es tan fácil.

—Tampoco imposible, vamos hazlo —me animó antes de ponerse de pie— voy a usar tu baño.

—Por favor luego baja la tapa.

—¿Cuándo no lo he hecho?

—Siempre —grité a la vez que borraba todo lo que había tipeado.

Los dedos me temblaban y no estaba para nada segura de que tuviera lógica lo que estaba escribiendo. Polly saltó al sillón colocándose a mi lado, pero ni ella fue capaz de distraerme un segundo, suspiré antes de leer de nuevo el mensaje.

Valen: Sé que estás molesto y tienes toda la razón del mundo para estarlo, cometí un error y lo lamento de verdad. Me gustaría que nos viéramos para arreglar esto.

Presioné la tecla de enviar y tiré con cuidado el teléfono a la mesa, pensé en distraerme para no estar como idiota esperando la respuesta, me puse de pie para llevar los platos a la cocina, Manu salió del baño y al verme tratando de ordenar decidió ayudarme.

—Le escribí a Santi —confesé mientras enjuagaba un plato.

—¿Le pediste disculpa?

Asentí suspirando, me sequé las manos sintiendo la mirada de Manu clavada en mi espalda, caminé hasta la mesa para tomar el teléfono, mis manos estaban heladas, mi respiración se agitaba cada segundo más.

—Espera no lo leas aún, déjame responder está llamada —dijo Manu dándome la espalda.

Negué con la vista fija en la pantalla, desbloqueé el teléfono e ignorando los latidos acelerados de mi corazón entré directamente al mensaje que me había enviado Santi.

Santiago: No es el momento para que hablemos, necesito tiempo, Valentina, tengo mucho que pensar, cuídate.

—¿Valentina? —Manu sacudió mi hombro con cuidado buscando mi mirada que estaba fija en mi teléfono.

—Me pidió tiempo, en otras palabras, me está terminando —murmuré alejándome de Manuel.

—¿Estás segura?

—Toma, lee el mensaje.

Le di mi teléfono como restándole importancia a lo que estaba pasando, mientras por dentro las emociones estaban a nada de desbordarse. Mordí mi labio inferior y ladeé la vista hacia una de las paredes evitando que Manu me viera a los ojos.

—Parece que sí fue serio el enojo.

—Supongo que sí —respondí en voz baja—. Estoy bien —aseguré antes que lo preguntara.

—Valen.

—No pasa nada, igual no tenía muchas expectativas en lo de nosotros, solo espero que lo del libro no se vaya al diablo, creo que de verdad asignaré otro editor porque tal vez le incomode verme y ... Te juro que no sé porque estoy llorando —sollocé cubriendo mis labios.

—Ven acá.

—No, Manu, yo no lloro tan seguido, no me abraces —pedí con la voz entrecortada al ver su intención.

Sin hacerme caso me envolvió entre sus brazos, escondí mi rostro en su pecho sin poder contener un par de lágrimas que se deslizaron por mis mejillas. No quería ese tipo de contacto que solía ponerme más débil en situaciones así. Santiago sin proponérselo me estaba haciendo sentir cosas nuevas, no era la primera vez que lloraba por una relación fallida, lo nuevo era lo mucho que me dolía.

—No me gusta ver a una mujer llorar, me siento inútil cuando eso pasa, pero llora todo lo que quieras.

—Soy patética —susurré soltándome de su abrazo—, no debería estar llorando así, discúlpame.

—No eres patética, Valen, es normal que te sientas mal. Iré a abrir la puerta Sebas está afuera, le pediré que se vaya esta noche me quedaré contigo.

—No, no es necesario en serio.

Sebastián entró sonriente sin tener una idea de mi drama; por ello limpié mis mejillas con disimuló esperando que notara que había estado llorando, me abrazó apenas estuvo frente a mí.

—Que grande está Nefertiti —maravillado se alejó de mí para tocar a mi gata.

—Se llama Polly, mi amor —lo corrigió Manu.

—La había visto en fotos, pero no me imaginé verla así de grande.

—¿En fotos?

Mi voz nasal a causa del llanto capturó la voz de Sebastián, asintió para luego centrar la atención en mi gata que se dejaba acariciar mientras ronroneaba. El lado arisco de Polly se adormecía con los hombres.

—Sandy me mostró varias, se las envió Santiago, ya sabes cómo es mi hermana dice que es la abuela de los gatos y necesita saber que están bien.

Ambos siguieron comentando mientras yo me limitaba a solo sonreír sin ganas, mi teléfono vibró sobre la mesa en la que lo había dejado Manu, lo tomé nerviosa imaginando que era Santi, pero el nombre que aparecía en la notificación era el de mi hermana. Miré rápidamente el montón de fotos que me había enviado, eran las de la fiesta de compromiso. Sin prestarle mucha atención volví a dejar el teléfono en el mismo sitio sin tomarme la molestia de bloquearlo.

—Valen... ¿Puedo? —preguntó Sebastián tomando mi teléfono, asentí sin saber por qué tenía esa expresión en el rostro ¿quería hacer una llamada? — Es que la de la foto se me hizo conocida.

Me acerqué a él para ver de quién se trataba puesto que había varias fotos con las amigas huecas de Vanessa.

—¿Conoces a mi hermana? —cuestioné al darme cuenta que solo estábamos ella y yo en la imagen.

—¿Es tu hermana?

—Si, es Vanessa mi hermana mayor ¿La conoces?

—No, se parece a ti por eso la encontré familiar.

—Eres la primera persona que dice eso. Somos muy distintas ambas.

—Manu, se nos va hacer tarde, vamos.

—Espera un poco, Valen está triste y...

—No, por mí no te preocupes, vayan —dije sonriendo con falsedad, quería estar sola y no arruinar la noche de mi amigo.

—¿Segura? —preguntó preocupado.

—Si, vete de una vez.

Ambos se despidieron de mi con un abrazo, dejándome sola sumida en una melancolía que me invadió de golpe.

***

—Eva es la peor de las perras, este diálogo es nuevo.

—Completamente, modificó la escena entera —confirmó Laura.

—Era menos cruel la de antes, lo dejaba plantado solamente, aquí lo humilla —comenté con la vista fija en la pantalla de la Tablet, seguí tomando mi café mientras intentaba sumergirme en la lectura.

Estaba lloviendo y hacía algo de frío, Laura tonteaba con Martín mientras yo leía el manuscrito de Eva. Miré la hora en mi teléfono, eran casi las siete de la noche, en mi desesperación por no estar sola le propuse a Lau acompañarme a tomar un café mientras discutíamos los cambios de Eva, sin contar que ella llamaría a Martín para que se nos uniera.

—¿Cuántos cambios de escenas hay en total? —cuestioné distrayendo a Lau de sus juegos.

—Varios, modificó las más importantes, el corrector de estilo lo único que le está pidiendo es que modere el lenguaje empleado.

—¿Ya te respondió el correo? —pregunté temerosa de su respuesta.

—Aún no, según su secretaria está atendiendo asuntos demasiado importantes. La otra semana al fin tendrá tiempo para una cita, en caso que no quiera realizar las modificaciones ¿Qué haremos?

—No lo sé Lau —respondí en voz baja, se sentía extraño hablar de Santiago sintiéndolo tan distante como estaba.

Le di otro sorbo a mi taza de café con la mirada perdida y esa sensación de pesadez en el pecho que aparecía cada vez que hablaba de él. Laura miró la hora en su reloj y susurró algo que no pude escuchar a Martín, no quería que se fueran, tenía días huyendo de la soledad que tanto disfrutaba antes.

—Debemos pensar en algo rápido, cada vez que anunciamos un nuevo contrato de publicación todos comentan acerca del lanzamiento de Eva.

—Lo sé, Sandy me contó que tuvo que cerrar sus redes, todos creen que ella es la escritora, estaba pensando aprovecha esa circunstancia y lanzarla bajo el seudónimo de una mujer, podemos usar una foto de la misma Sandy de espaldas y así proteger la identidad del verdadero autor.

—¡Me parece una increíble idea!

—Una jefa bonita y lista —comentó Martín mientras pasaba el brazo por los hombros de Laura.

—No sé si sea buena idea, antes hay que consultarlo con Santiago.

—Mueve tus influencias —intervino sonriente Martín.

Sonreí sin ganas esquivando la mirada de Laura que parecía analizar cada gesto que hacía, me disculpé antes de ponerme de pie y dirigirme al baño, moje mis manos contemplando mi reflejo en el espejo. Lo de ponte bonita y que se joda Santiago no estaba funcionando, era el tercer consejo fallido que me había dado Manu, recogí mi pelo en un moño improvisado y me puse un poco de polvo en la cara antes de salir de nuevo.

Me miraba más triste que bonita, aunque me esforzaba para mejorar mi estado anímico. Los chicos susurraban entre risas cuando llegué a la mesa, Lau se separó despacio de Martín, sonrió y susurró su típico ¿Estás bien?, que ya me estaba hartando. Asentí acomodándome en mi silla, desde que le conté lo que pasó con Santi no dejaba de preguntarme lo mismo cada diez minutos.

—¿Se van? —pregunté preocupada al verla tomar sus cosas.

—No, me voy yo solamente, mi mamá viene por mí tengo que acompañarla a cenar con la abuela —respondió mientras se ponía de pie—, Martín se va a quedar contigo.

—Te quedas en buenas manos —agregó el tonto, haciéndose el gracioso.

—No te preocupes, yo creo que también es hora de irme, Polly me espera.

—¿No te quieres quedar conmigo acaso?

—Quería hablar del libro y tú no lo has leído —respondí en tono de broma.

La lluvia estaba más fuerte cuando salimos, la mamá de Laura la esperaba dentro de un auto por lo que se despidió rápidamente, di un paso hacia atrás evitando mojarme. Martín me señaló su camioneta que estaba estacionada a unos metros, miré hacia los lados esperando que un taxi se acercara, pero ni un solo auto recorría la calle frente a nosotros, asentí resignada no tenía caso quedarme ahí bajo la lluvia.

Aguardé recostada en la pared mientras Martín iba por su camioneta, la acercó hasta la banqueta y abrió la puerta para que subiera a toda prisa, sonrió al verme sacudiendo las pequeñas gotas que me cayeron encima.

—¿Tienes frío? —preguntó antes de encender el motor.

—No —mentí, estaba segura que si le decía sí, me iba a ofrecer la chaqueta que llevaba puesta.

Me recosté sobre el asiento con la mirada puesta en el camino lluvioso, suspiré al pensar en lo distinto que se sentía toda mi rutina sin Santiago en ella. Tenía siete días y un par de horas de no verlo; sin embargo, su ausencia pesaba como si se tratase de más tiempo.

—Valen —susurró Martín bajando el volumen de la música—, no sabía nada de lo de Santiago, siento mucho el comentario que hice.

—No te preocupes, no pasa nada —sonreí con falsedad.

—Tu ex es un imbécil, yo no te habría dejado ir fácilmente.

—Y tú eres muy afortunado, cuida mucho a Laura.

Sonrió negando con esa mirada coqueta que me molestaba mucho. Aceleró la camioneta cuando el semáforo cambió de color para luego poner una mano sobre mi rodilla que aparté de inmediato.

—No me gusta nada el contacto físico.

—Perdón, quería que me miraras —se justificó—. Lau y yo solo salimos, nada más que eso.

—Hacen una linda pareja juntos, deberían intentarlo.

—¿Me estás esquivando o mi intuición está fallando?

—Tu intuición nunca ha funcionado mejor —respondí sonriendo con incomodidad.

Él soltó una carcajada como si yo estaba bromeando, desaceleró la camioneta al adentrarnos al estacionamiento de mi edificio, no esperé a que apagara el motor del auto, abrí la puerta y me deslicé para bajar al instante.

—Valentina, espera, te voy acompañar.

—No es necesario, muchas gracias, Martín —lancé un beso al aire y cerré la puerta para luego correr hacia la entrada de mi edificio.

—¡Valen! —escuché el portazo de la camioneta, pero seguí caminando— ¡Valentina!

Mis pies se detuvieron en medio del camino y no por los gritos de Martín, mirar a Santiago a unos cuantos pasos me congeló.

—Quiero acompañarte.

—No es necesario —respondió Santiago por mí, Martín lo miró con sorpresa para luego desviar su mirada hacia mí— gracias por traerla.

No escuché lo que respondió Martín, mi atención se quedó en Santiago y el bolso deportivo vacío que llevaba en la mano. Tomé aire y avancé rápido, aunque ya estuviera mojada, pasé al lado de Santi sin detenerme desesperada por llegar a mi departamento.

Necesitaba ganar tiempo para tomar valor, asumí que Santiago había llegado a recoger sus cosas. Aquello fue inesperado y estúpidamente doloroso, era obvio que en algún momento iba a suceder, eso era parte de las rupturas, yo también debía ir por las cosas que había dejado en su departamento.

Abrí la puerta viendo por encima del hombro hacia el pasillo, Santiago aún no subía por lo que me apresuré a entrar. Encendí la luz y fui directo a mi clóset, busqué su ropa entre mis cosas, las camisetas que estaban dobladas las saqué con cuidado y el resto de las cosas lo hice de forma más apresurada, dejé todo sobre una mesa antes de entrar al baño. Me di cuenta que lloraba cuando me miré en el espejo, limpié mis mejillas rápidamente para luego tomar el kit de afeitado que se hallaba sobre el tocador, dejé todo en el mismo sitio al escuchar sus pasos dentro de mi departamento.

—Valentina, ¿dónde estás?

—Aquí —respondí en voz baja, cerré la puerta del baño evitando verlo directamente a los ojos.

No tenía idea de cómo saludarlo así que dejé que él diera el primer paso, puso una mano sobre mi cintura para luego buscar mi mejilla que besó con lentitud. Cerré los ojos disfrutando de ese instante de cercanía que había extrañado tanto, su intenso aroma masculino rodeó mi cuerpo haciendo de aquel contacto más intenso, su mano se arrastró hacia mi espalda, me empujó levemente para darme un abrazo que fui incapaz de corresponder. Estaba segura que si lo hacía iba a romper en llanto sobre su pecho.

—¿Cómo estás?

—Bien. ¿Quieres tomar algo? —me solté de su abrazo con facilidad, quería mostrarme fría, pero no podía ni siquiera mirarlo a los ojos.

No respondió, se sentó sobre el sillón y apuntó hacia la mesa frente a él, suspiró y alzó las cejas mostrándome la ropa que había dejado ahí segundos atrás.

—¿Y eso? —cuestionó con mucha seriedad en el rostro.

—Vienes por tus cosas ¿No?

Negó riendo cabizbajo, para luego tomar mi mano e instarme a sentarme frente a él, nuestras miradas chocaron provocando que un nudo tensara mi garganta. Con sus dedos hacía leves caricias sobre el dorso de mi mano sin dejar de verme.

—Vi tu maleta y pensé que. No lo sé, supuse que venías por tus cosas, por eso está vacía.

—No está vacía, traje algo para ti —soltó mi mano y tomó la maleta que estaba a su lado—, me dijeron que no podía mojarlos, que era importante cuidar la cantidad de agua que reciben —explicó mientras abría el cierre. Sacó una maceta rectangular con varios mini cactus dentro—. Hay una tienda nueva en el Prime que te va a encantar, Sandy la descubrió hace días.

—Gracias —susurré sin apartar la mirada de la maceta.

Se la quité de las manos notando que las mías temblaban sutilmente, me puse de pie para llevarla a donde estaban el resto de mis plantas. Aproveché ese instante para recomponerme, tenía el pulso alterado y el deseo absurdo de llorar, no sabía cómo interpretar lo que estaba pasando. Santiago como siempre adormecía mi mente.

—Pasé tres días fuera de la ciudad encargándome del nuevo centro comercial, llegué hoy.

—¿Por qué estás aquí? —pregunté dejando que mi poca habilidad social hablara por mí. Santiago sonrió divertido al darse cuenta que mi falta de tacto era consecuencia de los nervios—, quise decir que

—Ven —pidió interrumpiéndome, tomé su mano y volví a sentarme en el mismo sitio.

—Me pediste tiempo, eso en español es un terminamos.

—En mi español significa dejar pasar unos días para que las cosas se calmen un poco. Estaba muy alterado vernos no era buena idea —besó mis manos de manera inesperada, lo miré fijamente sin poder reaccionar a lo que pasaba—. Jamás me imaginé que iba a encontrar mis cosas así, solo te faltó meterlas en una caja y lanzarla sobre mí.

—Lo siento —sonreí ante su comentario gracioso.

—¿Te querías deshacer de mí tan rápido?

Su tono era juguetón, estaba bromeando, pero yo no podía seguir sus juegos como siempre. Verlo a los ojos y sentir sus manos sosteniendo las mías me estaba conmoviendo. Negué apretando los labios haciendo que él riera más.

—No lo niegues, hasta doblaste mi ropa, no doblas ni la tuya. Te tomaste el tiempo para empacar mis cosas.

—No, no quería deshacerme de ti —susurré con la voz entre cortada, su risa se esfumó al escucharme, inclinó el cuerpo hacia el frente acercándose mucho más a mí—. Seré estúpidamente obvia, de hecho, te extrañé mucho.

Me atrajo contra su pecho con una naturalidad que me estremecía, estaba helada por haberme mojado cuando bajé del auto, sin embargo, a él pareció no importarle. Me apretó con suavidad rodeando mi cintura con sus brazos, podía sentir como latía su corazón y la calidez que desprendía ese suave contacto.

—Yo también te extrañé mucho. Ni siquiera se me pasó por la cabeza alejarme de ti por esto. Eres muy importante para mí, lo sabes, preciosa ¿Cierto?

Rompimos el abrazo para vernos a los ojos, Santiago sonrió animándome a hacer lo mismo, se percibía una tristeza extraña entre los dos, como si ambos no estuviéramos diciendo todo lo que había por decir.

—Lo sé —respondí, después de aclarar la garganta.

—Estás muy guapa hoy.

—Si, lo imagino —dije sonriendo—, con el maquillaje corrido y el pelo esponjado por la lluvia, estoy hecha un desastre.

—Es cuando más me gustas.

Con una sonrisa en los labios, alargó el brazo para tomar mi mano se recostó en el sillón conmigo encima. Soltó un largo suspiro para luego besar mi pelo, levanté el rostro encontrándome con su mirada, le quité los lentes y los dejé sobre la mesa para poder darle el beso que tanto necesitaba.

Me besó de una manera dulce, como no lo había hecho antes, sus manos permanecieron sobre mi espalda baja mientras sus labios se movían sobre los míos tiernamente. El cúmulo de sensaciones que desataron esa caricia delicada me sumergió en un bienestar que no había experimentado nunca, corté el beso sintiendo escalofríos por todo mi cuerpo. Santi sonrió aún casi pegado a mí, lo vi a los ojos fijamente y no pude callármelo más.

—Te quiero —soltó mi boca traicionera apenas en tono audible. 

***

OMG. ¿Si se esperaban que fuera Valentina la primera en confesar sentimientos?

¿Qué crees que dirá Santi?

Nos leemos mañana, voten y comenten mucho. 

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