Un desastre llamado Valentina...

De GraceVdy

2.7M 173K 65.5K

Un escritor difícil y una editora novata, unidos por un libro que esconde un secreto, protagonizarán un inesp... Mais

Anuncio importante
Prólogo
Antes de leer
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce 🔞
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince 🔞
Capítulos Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve 🔞
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y uno
Capítulo Treinta y dos
Capítulo Treinta y tres
Capítulo Treinta y cuarto (Parte I)
Capítulo Treinta y cuatro (Parte II)
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y ocho
Capítulo Treinta y Nueve
Capítulo Cuarenta
Capítulo Extra

Capítulo Veintisiete

38.5K 3K 1.5K
De GraceVdy


—Espera un segundo —repitió con un tono de voz extraño.

—¿Qué voy a esperar? Quiero irme de una vez.

—¡Valen! —gritó cuando subí el primer escalón que me llevaba a la entrada principal.

Me detuve al ver a Eduardo, el novio de mi hermana. Lo encontré en el umbral de la puerta, un poco sorprendido por mi presencia. Se recompuso de inmediato para ofrecerme un abrazo a manera de saludo.

—Estaba a punto de entrar, necesito que Vane mueva su auto, lo dejó justo ahí —apunté, miré a Santi cuando volteé, nos observaba fijamente con las manos escondidas en los bolsillos.

—¿Por qué te vas tan pronto? Nosotros apenas estamos llegando.

—Tengo todo el día en este lugar. Mi madre ya me cansó... ¿Puedes mover el auto?

—Claro —respondió amable.

Se adelantó encaminándose hacia el auto, estiró la mano cuando estuvo frente a Santi quién aceptó el gesto de inmediato, se saludaron de manera cordial antes de que me acercara a ambos. En cuanto Eduardo despejó el camino, Santiago encendió el auto para luego hacerme un gesto invitándome a subier.

—¿Cuál es la prisa? —pregunté mientras me ponía el cinturón, Santi suspiró a la vez que aceleraba el auto. —¿Santiago?

—Sí, dime.

—¿Por qué estás conduciendo rápido?

—No me había dado cuenta que íbamos rápido, me distraes demasiado —agregó, con ese tonito que formaba parte de sus encantos.

Negué sonriendo, sin creerle del todo lo que decía mientras le escribía un mensaje a mamá despidiéndome, redujo la velocidad y suspiró de nuevo fijando su vista en mí. Aquella mirada que no duró más de un par de segundos me dejó una sensación extraña en la piel, un acongojamiento que no entendía de donde provenía, pero que hasta causo me causó escalofríos. Desvié la vista hacia el camino esforzándome por ignorar mi intuición, que parecía gritarme algo que me negaba a escuchar.

—¿Te pasa algo? —preguntó mientras giraba despacio en una curva.

—Conduce con extremo cuidado, siento algo extraño en el pecho. No sé cómo explicarlo— respondí nerviosa—. No me mires de esa forma ¿No crees en los presentimientos?

—Nunca he tenido uno.

—Yo sí, muy frecuentemente y casi siempre acierto, de repente tengo miedo que pasé algo malo, o más bien siento que puede pasar algo malo.

—Nunca he tenido un accidente, seré muy precavido, no te preocupes —aseguró con la vista en el camino.

Recorrimos unos cuantos kilómetros en silencio y una velocidad controlada, de repente Santiago salió de la carretera y detuvo el auto. Se quitó el cinturón ante mi mirada curiosa, para luego abrir el mío y abrazarme sin previo aviso.

Contuve la respiración al sentir como mi corazón latía con celeridad, por culpa de esos abrazos espontáneos y llenos de aquella energía que me enmudecía y que en el fondo quería que se mantuviera permanentemente entre ambos.

—Todo va a estar bien —susurró a mi oído, con una preocupación perceptible en su voz. Me apretó mucho más a su pecho permitiéndome escuchar los latidos acelerados de su corazón.

—Seguramente solo estoy exagerando.

El sonido de su teléfono cortó ese momento tan especial para mí, me soltó poco a poco para tomar la llamada que entraba, sentía la calidez del abrazo aun cuando ya no estábamos cerca, respiré profundo tratando de calmarme y evitar los pensamientos negativos que me rondaban. Me dediqué a mirarlo mientras hablaba con su hermana, él se disculpaba pidiéndole que no siguiera llorando, supuse que, estaba en medio de otro drama del cual no podía hacer nada para salvarlo.

—¿Qué le pasó? —hice la pregunta en cuanto puso el auto en marcha, no respondió al instante, todavía parecía estar sobresaltado— ¿Estaba llorando?

—Olvidé por completo que era sábado. Ya sabes, lo de los maratones de sus series, o ver alguna película juntos.

—Siente que la estás dejando a un lado, ve con ella por favor.

—No, ya le expliqué que ni siquiera estoy en la ciudad, que lo dejamos para otro día.

Pensé en Sandy seguramente triste de verdad, sus hermanos eran demasiado importantes para ella, se percibía hasta en la forma que los miraba, con Santi parecía ser más exigente de su atención, por ello supuse que su llanto por esa ocasión no se trataba de sus dramas chantajistas.

—En serio ve con ella, ya no comparten tanto tiempo juntos me va a terminar odiando.

—No creo que eso ocurra, le caes muy bien, aunque demuestre lo contrario —dijo sonriente—, podemos hacer algo los tres juntos, mañana tengo una competencia a tres horas de la ciudad, lo más seguro es que regrese tarde y demasiado cansado, no podré verte.

—Así que competencia y propuesta indecorosa un día antes. Interesante, seguro Jorge me va a culpar si pierdes mañana.

—Un par de besos no me van a dejar sin energía para la competencia —respondió riendo.

El viaje fue más agradable, me convenció con facilidad de acompañarlo en su noche especial con Sandra, aunque no estuviera del todo segura si era buena idea. Antes de dirigirnos a su casa pasamos por un supermercado comprando golosinas y snacks, hizo una última parada en una esquina donde vendían flores, para comprar un ramo de Tulipanes para su hermana.

Constanza salió a recibirnos apenas entramos a la casa, estar en ese sitio seguía siendo igual de incómodo, no quería toparme con Saúl y no sabía cómo iba a reaccionar Sandra cuando me viera de la mano de su hermano.

—¿Quieres tomar algo? ¿Ya comiste? ¿Que se te antoja?

Sonreí abrumada ante las atenciones de Constanza, ladeé el rostro buscando a Santi que había subido para darle las flores a Sandra.

—Solo quiero que te sientas en casa —dijo la sonriente mujer al ver mi cara de confusión—. Sé lo que pasó la última vez que estuviste aquí, Santi me pidió que fuéramos amable contigo.

Le acepté un jugo de naranja que me tomé mientras esperaba por mi novio. El saber que Saúl no estaba en casa me hizo sentir más tranquila, aunque aún temía por Sandra y lo que diría al verme. Me puse de pie cuando escuché la voz de Santi, Sandra que venía a su lado sonrió al verme, la saludé y me percaté de que había estado llorando.

—¿Te gusta Friends? —preguntó Sandy.

—Me encanta —mentí, en realidad solo había visto un par de episodios. Santiago comenzó a reír sin que ella se diera cuenta, se había percatado de mi mentira, señal que estaba conociéndome mejor.

Los tres juntos nos dirigimos a una sala a la que no había ido antes, una enorme pantalla colgaba de una pared, frente a unos sillones grandes y confortables en los que estaba segura iba a terminar dormida. Constanza y la otra chica que siempre estaba con ella, Nadia, se encargaron de servir las cosas que habíamos comprado. Sandy se mostraba tan sonriente que era contagioso su estado, se acomodó al lado de su hermano, apoyando la cabeza en su hombro en un acto tierno.

Me estaba quedando dormida cuando sentí la mano de Santi arrastrándose por una de mis piernas. Evité verlo fingiendo que le prestaba atención al diálogo de Rachel y Ross, cuando en realidad me encontraba pendiente de su tacto cálido, me sobresalté al percibir que avanzaba hacia la cara interna de mis muslos, aunque teníamos a su hermana al lado, lo creía capaz de seguir avanzando. Estaba a punto de detenerlo cuando su mano se detuvo sobre la mía, buscó la forma en la que las entrelazáramos sin despegar la vista de la pantalla.

Asumí que había confundido la naturaleza de su toque, disfruté del contacto suave de su mano sobre la mía, dándome cuenta que la celeridad de mis latidos se hacía presente cada vez que me sorprendía sus caricias tiernas.

Me sumí en un silencio necesario para analizar todo lo que estaba ocurriendo, mi relación con Santiago se basaba en una atracción sexual que no había experimentado antes con alguien. Aunque reconocí que habíamos creado un vínculo más profundo, sentía necesitar de más, quería confirmar que ambos nos encontrábamos experimentando las mismas emociones, desechar las dudas que se tejían en mi mente.

A pesar de nunca vivir algo similar, podía asegurar que estaba enamorada, por ello el temor de no ser correspondida me hacía desear escuchar a Santiago hablarme de lo que sentía, como nunca lo había hecho.

Santi giró el rostro atrapándome con los ojos fijos en él, sostuvo su mirada profunda en la mía por largos segundos, antes de levantar el brazo y arroparme con él. Escondí el rostro en su pecho porque temía que fuese capaz de darse cuenta de lo mucho que lo quería, y todo lo que deseaba que él sintiera lo mismo por mí.

—Quédate aquí por favor —susurró a mi oído, sentí caer a un precipicio con esa simple frase, quise responder: siempre, pero en lugar de eso levanté un poco la cara para verlo a los ojos confundida—, a dormir conmigo —explicó—. Mañana tengo que salir a las cuatro de la mañana, no puedo pasar la noche en tu departamento. Te puedes quedar dormida todo lo que quieras, prometo no hacer ruido cuando me vaya, le diré a Constanza que te haga sentir cómoda, y luego Raúl puede llevarte cuando despiertes.

—No creo que sea buena idea, de repente no despierto y Constanza va a creer que morí o algo así, recuerda que los domingos no puedo despertar temprano... Y Polly, no puedo dejarla sola.

—Hablen más bajo por favor —pidió Sandy con fastidio.

—Está bien —me respondió a mí, ignorando a su hermana.

Sacó su teléfono del bolsillo de sus jeans, escribió un mensaje con dedos rápidos para luego guardarlo de nuevo.

—Me recogerán en tu edificio, arreglé todo, dormirás conmigo, aunque no quieras.

—Tonto —dije conteniendo el deseo loco de comérmelo a besos, y abrazarlo hasta el cansancio.

***

El ruido de mis tacones era lo único que sonaba en esa pequeña oficina, Laura que estaba sentada con las piernas cruzadas, movía uno de sus pies con insistencia mientras esperaba que el editor dijera algo.

—Son muy pocas correcciones las que hay que hacer, aunque siento que las modificaciones hacen del libro un poco más sombrío, el corrector de estilo querrá hacer modificaciones y con un autor tan cerrado a las sugerencias puede ser algo complicado.

Le di un trago largo a la botella de agua que llevaba conmigo, sentía la presión que se me venía encima gracias a ese libro. Laura se puso de pie agradeciendo a Noel por haber trabajado en el manuscrito en tan poco tiempo.

—Valentina, también tengo el otro manuscrito listo, si tiene tiempo trabajamos en el de una vez.

Asentí resignada viendo a Lau que esperaba por mí, al parecer tampoco ese martes iba a tener tiempo de salir a almorzar al igual que el día anterior. Mientras escuchaba al editor pensaba en el ensayo que no había terminado, debía esforzarme mucho más en la universidad, solo necesitaba dos materias más para terminar de una vez el maldito pénsum académico.

Cuando Noel cerró su laptop respiré con profundidad, me puse de pie apresurada por salir deseando tener tiempo para poder comer algo decente. Busqué mi teléfono para ver la hora sin esperar encontrar un par de mensajes de Santiago.

Desde el domingo que dejó mi cama en plena madrugada, no me buscó de nuevo, como siempre estaba demasiado ocupado, cuestión que no me molestó tanto, ya que, también me encontraba en la misma situación. Abrí la conversación notando que había respondido a la foto que le envié cuando aún estaba en la cama.

Santiago: No puedo ver a Polly, mi atención está solo en tu escote, eres malvada, Valentina. Tengo que verte pronto porque la ansiedad mata y la espera quema.

Leí su mensaje una y otra vez esperando encontrar algo distinto de lo que expresaba, quería verme, pero no para darme un beso, o un abrazo, o simplemente porque me extrañaba. Santiago lo que quería era cogerme, y para mí eso ya no era suficiente.

Aun pretendiendo saber sus intenciones, decidí hacerle una visita durante mi hora libre, pensé en que podíamos comer juntos en algún restaurante del Prime y así ahorrar tiempo que estaba siendo valioso para ambos.

Bajé del taxi sintiendo un entusiasmo diferente, estaba teniendo un día complicado, verlo cambiaba la perspectiva de todo, me ponía de buen humor, despejaba mi mente de todos los problemas que tenía.

Gloria no estaba en su puesto y eso me parecía demasiado extraño, abrí las puertas con cuidado, asomando el cabeza primero antes de entrar del todo.

—Buenas tardes —saludé en voz alta.

Alicia y Gloria que estaban sentadas frente al escritorio, voltearon el rostro al escucharme, en cambio Santi seguía escribiendo a toda velocidad sobre su teclado.

—Señor Sada, la señorita Valentina está aquí —anunció Gloria como si él no se hubiera dado cuenta de mi presencia.

—Hola, preciosa ¿Me das un segundo?

Asentí, aunque no me estuviera viendo, mientras me desplazaba hacia el librero. Me entretuve viendo las fotos de su mamá que estaban colocadas con discreción por el sitio, también, leí algunos títulos de los libros de economía que llenaban el mueble, hasta que finalmente me aburrí y me senté en unos de los sillones en espera de que sus segundos no se hicieran más largos.

—Por favor, Alicia, que todo quede perfecto de una vez, no puedo supervisar esto, confiaré en ti al cien por ciento, me parece una pésima broma que se nos juntara todo a la vez.

—La reunión saldrá bien, lo prometo y sabe que nunca le fallo —dijo su asistente sonriente.

—¿Gloria, tengo algo agendado más tarde?

—Sí, la visita del señor Norman, la cena trabajo de la cámara de comercio y el partido de ajedrez con su papá.

—Gracias, Gloria, ya pueden retirarse —el tono de cansancio era notable en su voz.

Cuando las dos mujeres salieron me puse de pie para acercarme de una vez, presionaba sus párpados esperando a que llegase hasta él. Me senté sobre sus piernas con toda la naturalidad del mundo, como si eso tipo acercamientos no me pusiera arrítmica y estimulada.

—Siento mucho hacerte esperar tanto, estoy teniendo uno de esos días donde no tengo espacio ni para respirar.

Su mano derecha fue directo a mi cuello, me atrajo con suavidad ofreciéndome un beso lento, pero hambriento, de esos que nos dábamos quedándonos con ganas de más.

—Venía a invitarte a comer, pero creo

—Sí... No puedo, lo siento —me interrumpió—. En dos días tengo dos reuniones que estamos preparando, además

—Escuché a Gloria no te preocupes.

No lo dejé terminar, quise levantarme, pero sus grandes manos sobre mis piernas me mantuvieron en su regazo.

—Dentro de quince días tengo un fin de semana completamente libre, podemos volver a la casa de campo.

—Perfecto, creo que tengo que irme. Quiero comer, aunque sea sola.

—Valen, entiéndeme por favor —besó mi hombro intentando calmar mi molestia—. No quiero decirte esto, pero básicamente retrasé todo mi trabajo por entregar a tiempo el manuscrito. ¡Mierda! —masculló tocándose de nuevo los párpados.

—Se llama estrés, tu cuerpo te está avisando que algo no está bien y necesitas descanso.

—En realidad se llama Mioquimia Palpebral y puede estar relacionado a mis problemas de visión, que te tiemble un párpado no siempre es estrés —respondió con ese tono arrogante que identificaba.

—¿Te crees listo, cierto?

—Lo soy —dijo dándome un breve beso en los labios.

—Me preocupo por ti y no me tomas en serio.

—Supongamos que es estrés ¿Sabes cómo se soluciona? —preguntó con una sonrisa perversa.

Sin darme tiempo de responder me besó con intensidad, sujetando con una mano mi rostro y con la otra masajeando mis pechos por encima de la ropa. Me estaba dejando llevar por sus labios amoldándose a los míos con la misma facilidad de siempre, produciendo un placer que solo me hacía conocer él.

Su respiración comenzó a ser audible a medida que abría con rapidez cada botón de la blusa roja que llevaba puesta. Con mucha agilidad logró colar los dedos dentro de la copa de mi sostén, mordí su labio inferior al sentir como apretaba uno de mis pezones.

—Santi, espera —susurré sobre sus labios—, vamos a comer, muero de hambre.

—En serio, no puedo, no tengo nada de tiempo.

—Pero para manosearme siempre tienes tiempo —reí fingiendo que bromeaba cuando en realidad me molestaba demasiado la situación. Me levanté de sus piernas, besé sus labios sin darle la oportunidad de replicar y busqué mi bolso que estaba sobre el sillón.

—Le pediré a Raúl que te lleve.

—No, gracias, iré por algo de comer, luego me voy sola no te preocupes.

—Valen, no te vayas así, dame un beso —gritó al verme llevar las manos a la manija de la puerta.

—Qué te lo de tu trabajo —dije antes de salir con una sonrisa falsa de su oficina.

Decidí irme de una vez a la editorial, preferí comer sola en la cafetería que en ese sitio que empezaba a soportar menos. Santi vivía para el Prime y algo me decía que eso no iba a cambiar con facilidad.

—Al fin llegas, casi nos íbamos —comentó Lau cuando llegué a la cafetería.

Me senté frente a ella después de saludar a Martín que estaba a su lado, mientras esperaba por mi hamburguesa aproveché para leer todos los mensajes del grupo familiar. Valeria y Vane estabas vueltas locas con la fiesta que parecía al fin tener una fecha, habían más de trescientos mensajes acerca de los vestidos, preparativos y el menú para el evento. Mi mamá no se olvidó de recordarme de manera pública que cuidara un poco mi manera de comer para lograr entrar en el vestido.

Cosa que le causó gracia a Vanessa provocando que enviara una serie de emojis de cerditos. Sintiendo el delicioso aroma que provenía del plato que acababan de poner frente a mí, respondí directamente a mi hermana, le escribí que no se preocupara que la genética estaba de mi lado, adjunté un selfie con mi hamburguesa solo para fastidiar más a mi mamá.

—¿Se te quito el hambre? —cuestionó Laura al ver que comía despacio.

—Necesito dejar de alimentarme con comida chatarra. En un par de años ni mi metabolismo rápido me va a ayudar.

—¿De qué hablas? Estás perfecta.

Laura miró directamente a Martín cuando lo escuchó, incomoda bajé la vista hacia mi plato para continuar comiendo. Martín no pensaba antes de hablar, parecía no importarle mostrarse coqueto frente a Laura con quien a todas luces estaba enrollado.

—Deberíamos hacer ejercicios juntas, podemos decirle a Santiago que nos lleve a dar paseos en bicicleta con él —propuso Lau.

—Eso jamás, sería aceptar a su amante, jamás va a ocurrir.

El ambiente se aligeró con la risa de mi amiga, aunque la mirada de Martín seguía estando sobre mí, haciéndome sentir incómoda. Terminé de comer sola y con más prisa, tenía programada una visita a la imprenta para llegar a un nuevo acuerdo con el gerente de esta.

Al llegar a mi oficina le pedí a Laura que me acompañara, para mi mala suerte no pudo hacerlo. Sus horas en la editorial se estaban reduciendo a causa de sus obligaciones estudiantiles. Esperaba un taxi cuando Martín se acercó ofreciéndose a llevarme en su camioneta, lo rechacé con poca sutileza, mi poca habilidad social hablaba por mí cada vez que estaba en una situación que me incomodaba.

La reunión tardó más de lo que había estimado, mi humor empeoró a causa del calor, la espera, los zapatos altos que apretaban mis pies, y el desaire de Santiago. Me esforcé por sonreír al despedirme del gerente de la imprenta, ni el alivio que suponía librarme de mis obligaciones mejoraba mi estado de ánimo.

Tenía más de quince minutos esperando a que un taxi se detuviera por mí, cuando pensé que nada podía ser peor que esperar de pie sobre esos zapatos que me estaban matando, una fuerte lluvia me sorprendió. Levanté los brazos viendo al cielo, incrédula de lo que ocurría, resignada y al notar que ni un auto transitaba, caminé hacia la esquina donde parecía estar fluyendo el tráfico normalmente.

Mis pasos eran cuidadosos, temía caerme y ponerle la cereza del pastel a ese día, una motocicleta que avanzaba ha sentido contrario a donde yo me dirigía se detuvo al lado de la banqueta en la que me movía.

—Valentina —escuché la voz de Sebastián y aceleré un poco el paso. Se quitó el casco y sonrió con esa frescura que lo caracterizaba, reí al ver su costoso traje empapado y el maletín que colgaba de sus hombros en las mismas condiciones, nunca vi vestido de esa forma, asumí que, su papá al menos controlaba como se presentaba a sus empresas a trabajar—. Te tengo —dijo cuando sostuvo mi cintura evitando que cayera al suelo por deslizarme.

—Sebas, mira cómo estás —reí pasando las manos por su pelo.

—Es divertido, ¿no? Cuando vi que el cielo estaba nublado pensé que me daba tiempo para llegar a casa. Sube, te llevo, iba a ver a Manu.

El agua seguía cayendo sobre nosotros, me di prisa por subir ignorando el temor que me generaba esa cosa, entrelacé mis manos en su abdomen para no arañar sus brazos como lo hice la última vez.

—¿Quieres dar una pequeña vuelta?

—¿Estás loco? ¡Sigue lloviendo!

—¿Y? Ya estamos empapados, da igual —respondió relajado—. Hay que disfrutar de estas cosas, la lluvia me encanta.

—Solo ten cuidado, por favor, me dan miedo las motocicletas.

—Claro que lo tendré, no me quiero meter en problemas con Santiago.

Llegamos al edificio veinte minutos después. Sebastián no dejaba de sonreír como si hubiera acabado de vivir alguna aventura agradable, mientras subíamos al segundo piso intentaba que dejara el miedo por las motocicletas. Se estaba ofreciendo a enseñarme a conducir una, aunque lo rechacé parecía no desistir. Sebas amaba movilizarse sobre esas cosas, incluso se transportaba en ella para ir a trabajar a pesar que eso molestara a su papá.

Encontré a Manu en el pasillo hablando por teléfono, al vernos sonrió como pocas veces lo hacía, entendí que no era por mí, ver a Sebas lo ponía así, colgó la llamada para abrazarlo ignorando mi presencia. Bromeé al respecto a la vez que caminaba hacia mi puerta, siendo ignorada nuevamente por los dos, que estaban ocupados besuqueándose.

Demasiado cansada para tomar un baño con agua caliente, solo me cambié la ropa y busqué algo de comer, me senté sobre el sillón con Polly sobre mis piernas mientras me acababa un helado viendo una película, sin imaginar que mi aventura bajo la lluvia iba a tener consecuencias.

***

El ataque de tos me despertó una vez más. El dolor en el pecho se hacía más fuerte a medida que la tos parecía empeorar, tomé un poco de agua del vaso que había dejado sobre la mesa, antes de volverme a enrollar de nuevo en mi sábana caliente.

El calor se percibía más fuerte, pero no tenía fuerzas para destaparme. Estornudé y el dolor en todo el cuerpo se hizo presente, me quejé al sentir un golpe de aire repentino, despegué los párpados despacio, acostumbrándome a la luz que entraba por mi ventana.

—Valen, Valentina —una voz que escuchaba lejana no dejaba de llamarme, miraba borroso por ello me costó trabajo enfocarme en la figura masculina que me arrastraba por la cama sin ningún tipo de cuidado— Valentina, despierta ya.

—¿Santi?

—Sí, ven aquí —dijo cuando me ayudó a sentarme—. Estás hirviendo y Manu no se da prisa. ¡Manuel! —su gritó fuerte terminó de despertarme.

—¿Qué hora es? —pregunté, pasando las manos por mi cara. Me hallaba hecha un desastre y no uno bonito como él decía siempre.

—Las dos de la tarde.

—¿Qué haces aquí? —me puse de pie para ir al baño, pero un mareo me debilitó al instante—. Quiero ir al baño —dije cuando tomando mi brazo me obligó a sentarme.

—Yo te llevo.

—¡No! Estoy enferma, no moribunda.

—El día que me vomitaste encima pasamos a otro nivel ¿Lo recuerdas?

En medio de mi estado deplorable me hizo reír, acepté que me acompañara, aunque lo obligué a quedarse en la puerta.

—Laura estaba preocupada porque no llegaste a trabajar, te llamaban y no respondías, por eso me llamó a mí. Fui a buscarte a la universidad, luego llamé a tu mamá, torpemente dejé tu departamento como última opción. Tal vez si hubiese venido más rápido no tuvieras la fiebre tan alta.

—¡Dios! —me sorprendí al verme en el espejo del lavabo, pálida, ojerosa y con los labios resecos —Estoy hecha un desastre y no digas que es cuando más guapa te parezco porque hoy no estoy de humor para eso.

—No iba a decir eso, te ves mal... ¿Qué? —preguntó como si nada, cuando lo miré con indignación—. Es solo porque estás enferma, en un par de días serás el desastre bonito de siempre.

—¿Me acabas de decir fea?

—No, tonta —respondió riendo, me tomó entre sus brazos con facilidad debido a la debilidad que me dominaba, me llevó de nuevo a la cama con cuidado, para después alimentar a Polly que maullaba tras él.

—Ya estoy aquí —gritó Manu entrando al departamento.

Un señor que había visto una que otra vez en el vestíbulo del edificio lo acompañaba. Me senté en la cama al verlo poner un maletín sobre la mesa de noche, sonrió al percatarse de mi confusión mientras me explicó que era médico y me iba a examinar.

Acaté cada petición que hizo, respiré con profundidad cuando lo indicó, le mostré mi garganta las dos veces que lo pidió. En el momento en el que puso el estetoscopio en mi espalda fui consciente de que Santiago estaba ahí, en pleno horario laboral un día de semana. Había doblado las mangas de su camisa adquiriendo un aspecto más informal, aunque aún la corbata azul colgaba de su cuello. Observaba con seriedad cada paso que daba el doctor, para luego hacer un montón de preguntas.

Cuando el doctor se alejó de mí me dejé caer en el colchón sin fuerza, escuchaba la voz de Santi y la del médico que hablaba en voz baja, de todo lo que dijeron lo único que entendí con claridad, fue la sospecha de neumonía que había diagnosticado. Manu me hacía caricias suaves en la cabeza mientras Santiago escuchaba atento todas las indicaciones

—¿Es necesario que me saquen sangre? —pregunté, levantándome de golpe.

—Sí señorita, es necesario descartar una infección en los pulmones.

Soporté a Manu burlándose de mi temor y valientemente extendí mi brazo izquierdo, resultaba que el doctor vivía en el cuarto piso, era agradable y aunque se esforzó porque el pinchazo no fuese tan doloroso, mi pequeño trauma con las agujas me hizo chillar antes de tiempo.

No pude agradecerle al doctor, estaba quejándome del dolor en mi brazo recostada en Manu, que a pesar de las burlas era tierno conmigo.

—¿Dónde tienes una maleta? —gritó Santi revisando mi clóset.

—¿Para qué quieres una maleta?

—¡Acaso no escuchaste al doctor! —exclamó Manu sin dejar de jugar con mi pelo—. Mientras no sepan que tienes no puedes estar aquí, puede ser una infección por bacterias o por virus. Tienes que estar en ambiente sano, y este departamento digamos que se siente como un hospital, hasta estoy estornudando —dijo dramatizando.

—No puedo irme de aquí ¿Qué va a pasar con Polly? No puede quedarse sola.

—¿Manu, puedes quedarte con ella? —intervino Santi cargando un bolso grande color rosa, que no tenía idea de donde lo había encontrado.

—Claro que sí, ve tranquila, Valen. Yo me voy a encargar de Polly como si fuera mi hija.

Hasta Santiago río con su comentario, puso la maleta en la cama y la abrió dispuesto a guardar mis cosas.

—Espero no tengas pensando en llevarme donde mi madre, déjame llamar a mi papá, prefiero millones de veces quedarme estos días con él, aunque muera de hambre.

—Pensaba llevarte a mi departamento —respondió Santi mientras me daba la espalda. Manu comenzó a codearme haciendo señales extrañas, tuve que golpear su pierna para que se detuviera, estaba a punto de reír—. Conmigo no te morirás de hambre, cocino unas cuantas cosas.

—¿Y Sandra? —cuestioné con dudas— ¿No tendrás problemas con ella por pasar unos días fuera de casa?

—No te preocupes por eso, yo lo arreglo.

—Me va a dar diabetes, mejor me voy de aquí —murmuró Manu poniéndose de pie—. Polly, despídete de tus padres, vienes conmigo.

El ataque de risa me hizo toser de nuevo hasta casi quedarme sin respirar, intenté cargar a mi gata que huyó de mis brazos como siempre, la vi irse con Manu esperando que de verdad cuidara bien de ella.

Santiago insistió en que debía darme una ducha por más mal que me sintiera, decía que iba a ayudarme y a relajarme también. Cuando salí del baño lo encontré demasiado contento hurgando en el cajón de mi ropa interior.

—Me siento inspirado —dijo al darse cuenta de mi presencia—, extendió un conjunto rosa pálido más transparente que el resto.

—Estoy moribunda ¿entiendes?

—Lo sé, solo quiero ver.

—Pervertido —susurré quitándome la toalla.

Hasta que íbamos en el auto rumbo a su departamento, pensé en todo lo que tenía que hacer Santiago ese día, fue como si mi mente hasta ese momento fue consciente que Santiago Sada, don ocupado, había dejado por un par de horas su oficina para cuidarme. A pesar de la fiebre que me hacía temblar, sonreía con la vista fija en él, que conducía mientras hablaba por teléfono.

—Odio tomar tantas medicinas —me quejé viendo la receta—, siento que exageran, solo es un resfriado. Hace dos días me mojé por la lluvia, supongo que haber tomado un paseo en motocicleta con el viento helado después de la lluvia ayudó a que me enfermara.

—Nunca se exagera con la salud, sí el doctor cree que es algo más que un resfriado es por algo, y ni intentes debatir acerca del tema. Estás hablando un tipo que llevó a emergencias a su hermana una vez que se quejaba de cólicos menstruales.

—¿Hiciste eso? —pregunté riendo, asintió con seriedad convenciéndome que no bromeaba— Sandra te quedó corta.

—Si mi hermana se entera que la usamos como parámetro para medir el dramatismo de una situación, no nos volverá a hablar nunca —comentó en medio de una risa ligera—. Mi mamá tenía muy poco de haber sido diagnosticada, estaba paranoico con el asunto, por eso actué.

De repente la seriedad volvió a instalarse en su rostro, su teléfono sonó rompiendo el silencio triste que se respiraba en el auto, era Alicia, su asistente. Le daba una serie de indicaciones que parecían no tener fin, aprovechando la oportunidad le envíe un mensaje a Laura para darle detalles de mi estado de salud, le pedí que le diera parte a Rodrigo, y que se encargase de responder los correos al editor.

Santi bajó del auto cargando mi bolso, y sin soltar el bendito teléfono, parecía alterarse cuando Alicia no le entendía con claridad lo que debía hacer. Entré al departamento antes que él, respiré profundo encaminándome hacia la habitación. El dolor en el cuerpo me obligó a recostarme buscando un poco de alivio.

Asumí que Santiago iba a regresar al centro comercial, hacía planes que lo único que incluían era dormir, mientras él continuaba con la llamada. Colgó y tiró el teléfono en un sillón que estaba al lado de la cama, suspiró una y otra vez con la vista fija al piso.

—¿Sucede algo malo?

—No. Alicia hoy se está comportando como una tonta que no recuerda nada, pero todo está bien.

—¿Tienes una reunión, cierto? —pregunté preocupada.

—Dos en realidad, la primera fue en la mañana, está a punto de iniciar la otra, pero no es vital mi presencia. Alicia maneja todos los datos que se necesitan y cualquier decisión la tomaré en una llamada.

—¿Entonces por qué tienes esa cara?

—Estoy tratando de hacer todo lo que tengo que hacer en orden de prioridades y resulta un tanto complicado, eso es todo. Debes tomar la medicina para la fiebre —fue lo último que dijo, antes de salir de la habitación.

Permanecí sentada sobre la cama sin poder moverme, sintiendo el pulso alterado por lo que dijo. A pesar del aturdimiento generado por la fiebre, entendí con claridad que estaba haciendo las cosas por orden de prioridades, y cuidarme parecía ser la primera.

Cuando regresó con un vaso en las manos, le hice un gesto para que se acercara. Me colgué de su cuello justo después de tomarme la medicina, no quería soltarlo, quería permanecer así pegada a él sintiendo aquella energía que me rodeaba cuando estábamos juntos.

—Duerme un poco, voy a trabajar a unos pasos, cualquier cosa que necesites solo me llamas —susurró a mi oído sin soltarme, besé su pecho suspirando envuelta en su calor que no me negaba a abandonar.

Sus acciones esa tarde, estaban disipando las dudas que me habían asaltado los días anteriores, me convencí mientras estuve refugiada en su pecho, que Santi me demostraba lo que sentía con hechos, no todos éramos iguales tenía que respetar eso. La fiebre y los ataques de tos no permitieron que pudiera dormir con tranquilidad. Santiago me ofrecía agua cada vez que un ataque de tos parecía robarme el aliento, lo sentí cerca toda la noche, sujetando mis manos de vez en cuando.

Desperté a media mañana y sola en la cama, supuse que Santi había ido al Prime desde temprano, mientras me estiraba caminé a la ducha, quería despejarme antes de intentar comer algo. Salí del baño temblando por el frío, me sobresalté al ver a Santi apoyado en el umbral de la puerta con los brazos cruzados, una sonrisa en los labios y solo con un pantalón deportivo puesto.

—Pensé que no despertarías nunca.

—Aún me siento mal ¿No fuiste a ver a tu novia hoy? —bromeé, buscando ropa en mi maleta.

—Estoy con ella —respondió haciéndose el desentendido.

—Hablo de tu novia de verdad, el centro comercial.

—Estoy trabajando desde aquí, los beneficios de la tecnología

Se acercó a mí para abrazarme por la espalda, besó uno de mis hombros a la vez que me quitaba de las manos el sostén que había sacado, negó mientras buscaba algo dentro de mi maleta, que puso en mis manos apenas lo encontró.

—Idiota pervertido —murmuré al ver la ropa interior que había escogido para mí.

A pesar de estar concentrado en su trabajo, no dejaba de estar pendiente de mí, me recordaba tomar las medicinas y constantemente iba a la habitación para cerciorarse que no tuviera fiebre. Comimos juntos una sopa extraña que había enviado Constanza para mí, las atenciones que estaban teniendo todos conmigo me hacían sentir como una consentida. Hasta Sandy me llamó temprano deseando me recuperara pronto, sorprendiéndome gratamente.

Por la tarde me sentía mejor, harta de estar en la cama salí a la sala de estar sin hacer mucho ruido, puesto Santiago se hallaba trabajando en ese sitio. Caminé cerca de los libreros contemplando la cantidad de libros que tenía en ese sitio. Mi vista se detuvo en el libro que tanto trabajo me costó encontrar, la antología que contenía los textos de su mamá, pasé las manos por el antes de abrirlo con cuidado, Santiago había señalado las páginas donde estaban los escritos de su mamá con post- it, en los que había hecho anotaciones que no entendí por lo pequeña de la letra.

—¿Quieres leer algo? —preguntó sin voltear.

Me acerqué a él abrazándolo por la espalda, dejó un beso en mis labios antes de volverse a concentrar en la pantalla de su laptop.

—Me duele un poco la cabeza para leer, me levanté porque estaba aburrida.

Su agenda negra y abierta llamó mi atención, la tomé para hojearla, notando que a Santi pareció no molestarse. Tenía programado el mes entero, incluso los fines de semanas que pasaba conmigo estaban anotados con horario, pasé las páginas rápidamente hasta llegar a las últimas.

Caminé hasta el sillón sin soltar la agenda para leer todo lo que escribía en esas páginas vacías.

Te haces presente, aunque no estás, te haces sentir aun aferrándome a la restricción que impongo sin que te des cuenta, llenas mis ausencias, robas mis calmas ...

—Valen, ¿qué haces? —preguntó quitándome la agenda de las manos.

—Leía un poco —respondí riendo como niña que acababan de atrapar haciendo una travesura.

—Aquí tienes muchas opciones, aquel librero tiene ficción, deberías leer un poco.

Se sentó a mi lado, pasando el brazo por mis hombros para abrazarme. Me reí sobre su pecho por la osadía que tuve de revisar sus cosas, sabiendo lo complicado que resultaba ser con el tema.

—No solo escribes perversidades. —Escapó de mis labios en susurros.

—No —dijo serio.

—Entonces solo a mí me escribes perversidades.

—De hecho, lo que... olvídalo —se puso de pie y caminó hasta la habitación obligándome a seguirlo.

—Santi, escribes tan bonito que no es justo que nadie pueda leerte. ¿Te imaginas una vida relajada, dedicándote a lo que más te gusta?

—Me lo imagino todos los días, hago lo que más me gusta ahora mismo.

—No lo haces, Santi, el centro comercial no es lo que más te gusta —repliqué de inmediato—, leí el poema de tu mamá, es muy lindo.

Su expresión se suavizó al instante, se recostó sobre la cama llevándome con él, apoyó la cabeza en mis pechos mientras suspiraba de manera pausada.

—¿Escribes igual a ella?

—No, mi estilo es distinto, mi madre escribía cosas demasiado dulces, era muy sensible, encontraba lo bueno en cada cosa, en cada persona y lo plasmaba en todo lo que escribía —susurró con la voz apagada.

—¿No crees que escribir es como un homenaje a ella? Es un don Santi, y lo heredaste por algo.

—Antes pensaba eso, ahora que entiendo muchas cosas es distinto. No puedo disfrutar del todo haciéndolo, no cuando lastimo a mi papá cada vez que lo hago.

Nos quedamos en silencio aún pegados el uno al otro, acaricié su pelo buscando las palabras, para hacerle entender que no estaba mal escribir, que eso no era ser desleal con su Saul.

—¿Por qué lo lastimas? —pregunté después de reunir valor.

Se abrazó con más fuerza a mí, aumentando la intimidad que se percibía entre ambos.

—Que escriba le recuerda una aventura que tuvo mamá con un profesor de literatura —agregó después— que me dejó como resultado a mí.

—¿Qué?

—Saúl no es mi papá, Valentina —respondió sorprendiéndome.

***

¡Hola! Tenemos nueva portada. ¿Les gusta? Espero tener tiempo de subir otro mañana, recuerden votar y comentar, por fis. Besos a todos 

Continue lendo

Você também vai gostar

20.3K 2.1K 31
Dispuesta a confersale sus sentimientos a su mejor amigo Erick, Lili Jekins decide hacer una carta en donde expresa sus sentimientos hacia él. Pero q...
6.5K 798 12
«𝓔𝓵 𝓭𝓮𝓼𝓽𝓲𝓷𝓸 𝓵𝓸𝓼 𝓿𝓸𝓵𝓿𝓮𝓻𝓪́ 𝓪 𝓻𝓮𝓾𝓷𝓲𝓻» Cuando estaban en preparatoria ambos tuvieron un tipo de relación, no era oficial, sólo...
11.7K 1K 56
«El brillo puede apagarse, la esperanza y la fe pueden acabarse, y aún así el espíritu y el alma se unen aferrándose a la vida, rugiendo con ferocida...
104K 5.8K 30
Cuatro años después fueron suficientes para Cyra. Ella reconstruyó su futuro y pudo seguir con su vida. A pesar de siempre tener en su mente a Uriel...