Un desastre llamado Valentina...

By GraceVdy

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Un escritor difícil y una editora novata, unidos por un libro que esconde un secreto, protagonizarán un inesp... More

Anuncio importante
Prólogo
Antes de leer
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce 🔞
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince 🔞
Capítulos Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve 🔞
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y uno
Capítulo Treinta y dos
Capítulo Treinta y tres
Capítulo Treinta y cuarto (Parte I)
Capítulo Treinta y cuatro (Parte II)
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y ocho
Capítulo Treinta y Nueve
Capítulo Cuarenta
Capítulo Extra

Capítulo Nueve

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By GraceVdy


—Creo que también vamos a necesitar algo de esto. —dijo mi mamá tomando otra lata de quien sabe qué cosa.

Caminaba arrastrando el carro de supermercado atestado de cosas que estaba segura que no iba a necesitar para cocinar, mi humor era el de un perro rabioso y no me molestaba en ocultarlo, le torcía los ojos a quién se me pusiera enfrente, estaba llena de un enojo que iba más allá del desvelo.

No había dormido nada, se apareció en mi departamento a las nueve de la mañana, tocando la puerta como una loca a esas horas de la madrugada. Supuse que quería asegurarse que no escapara de asistir a la cena por noche buena que había organizado, esa señora cuando se proponía algo lo lograba sin importar nada.

—Es la última vez que te pido que cambies esa cara. —Apretaba la mandíbula mientras hablaba, con esa expresión el rostro típicas en las mamás que están a punto de perder la paciencia, hasta cerré los ojos casi sintiendo el pellizco en mi brazo, el que siempre me daba cuando era niña y no me comportaba de manera correcta.

—¿No había nadie más que te acompañara al supermercado? mamá ya no vivo en tu casa, que me obligues a hacer esto es ridículo.

—¡Es navidad! contágiate del espíritu navideño, quería que cocinemos juntas, que compartiéramos.

Al ver sus ojos llenos de ilusión no me atreví a decir nada, opte por sonreír con falsedad sólo para darle gusto, después de todo ella no tenía la culpa de mi estado de ánimo, si nada hubiera ocurrido la noche anterior ni siquiera me hubiera molestado con ella por pararse tras mi puerta a las nueve de la mañana de un Domingo, hasta habría estado bromeando con ella mientras hacíamos las compras.

Pero si había pasado algo, aunque no sabía exactamente qué; mi noche perfecta acabó abruptamente después del beso que me dio Santiago en el umbral de la puerta de mi departamento, lo peor de todo que ni siquiera pensaba en ese beso que cambiaba todo, lo único que ocupaba mi mente era lo que sucedió después.

En la cara de susto de Manuel y en esa expresión de enojo irracional que reflejaba Santiago, en mí misma estando en medio de todo sin tener idea de lo que pasaba, reviví la tensión que sentí en el estómago cuando vi a Manuel salir de mi departamento como alma que se la lleva el diablo, Santiago caminó tras de él, exigiendo que se detuviera dejándome ahí, sola y confundida, recién besada y abandonada a la vez.

Me quedé esperando en el pasillo por más de treinta minutos, cuando comprendí que esos dos no iban a volver entré aún en estado de shock a mi departamento, ninguno de los dos se había molestado en darme alguna explicación. Yo tampoco la pedí, no llamé, ni escribí ningún mensaje, pensé en hacerlo la mañana siguiente cuando estuviera un poco más despejada, sin contar con que mi madre se iba a aparecer, en plena madrugada.

—¿No me dejarás ni ir a mi casa a buscar algo decente que usar en la noche? —La miré esperando a que respondiera, pero no lo hizo, así era Valeria, prefería ignorarme que negarme algo.

—Puedes abrir uno de tus regalos antes de medianoche, a lo mejor santa te trajo un hermoso vestido verde esmeralda, que combina con la gargantilla que dejaste en casa, y con los zapatos que están en mi closet que casualmente son de tu talla.

—De igual forma tengo que ir por mi pijama. —dije viendo el camino, no quería que notara como sonreía al saber de mis regalos.

—Después de medianoche puedes abrir otro regalo, un pijama rojo de Rodolfo en reno.

—¿Para todo tienes una respuesta?

Asintió soltando una de esas risas maquiavélicas, propias de mi mamá que solo dejaba salir cuando se salía con las suyas... casi siempre. Hice lo que era más inteligente, me deslicé en el asiento buscando la postura más adecuada para dormir en el camino, estar secuestrada en el auto de mamá al menos me permitía tomar una tranquila siesta.

Su entusiasmo me daba náuseas, cocino escuchando villancicos insistentes con que me contagiara un poco de su alegría, pero eso era difícil porque a medida que pasaban las horas, yo estaba más malhumorada, ninguno de los dos idiotas daba señales de vida y no había algo que me jodiera más, que quedarme presa de la curiosidad, necesitaba saber qué era eso que ocurrió.

Hice mil teorías en mi cabeza mientras ayudaba a mamá a preparar la ensalada, estar perdida en mis suposiciones me ayudaba a silenciar su voz llena de emoción hablando del nuevo novio de Vanessa, aquella iba a ser una noche mala, muy mala para mí, mi sexto sentido me lo susurraba a cada oído.

—Es que eres tan bonita, Valen que no entiendo como no tienes tipos tras de ti, debe ser porque eres medio fachosa, te he dicho que te arregles más, mira cómo te encontré.

—¡En pijama porque estaba dormida! ¿Quién duerme maquillada mamá?

—Tú, si durmieras con un tipo.

Dejé caer la cabeza dramáticamente en la mesa del comedor, no quería hablar de mi vida romántica con ella, ni siquiera tenía una de la que hablar.

Tomé mi teléfono y le escribí a Manuel un mensaje, para liberar la tensión que me provocaba mi madre.

Me quedé con la vista fija en la pantalla de mi teléfono, esperando una respuesta que no llegó. Manu leyó el mensaje y decidió ignorarme. ¡Cabrón! Necesitaba aclarar las cosas con él, ya que con Santiago no podía hacer lo mismo. Con él todo era distinto, nos habíamos besado y de qué forma. No tenía idea de cómo proseguir, hasta ese momento mientras mi mamá me enseñaba por milésima vez como poner la mesa, caí en cuenta que Santi no era cualquier sujeto. Se trataba de un futuro autor a publicar, entre nosotros había una especie de relación laboral que se podía ir a la mierda por lo que hicimos, o él hizo... después de todo quién puso esa boquita seductora en la mía fue él.

—Deberías cambiarte de una vez, tu hermana está por venir.

A mamá le molestaba verme tranquila, dejé el teléfono sobre la mesilla para ir hacia su cuarto, donde estaba ese vestido que ella había elegido para mí. No valía la pena llevarle la contraria. No cuando tenía razón en algo, debía estar lista para cuando mi hermana arribara a la casa.

No le iba a dar el gusto de verme hecha un desastre, mientras ella seguramente iba a estar tan perfecta como siempre... Un vecino viudo de mamá y su mejor amiga desde hacía años fueron el resto de los invitados. Las cosas iban saliendo tal y como las imaginé. solo que no me afectaron ni de largo, no me importó que la noche entera se tratara de Vanessa y el Ken ese que parecía estar pegado a ella como siameses, deje pasar los comentarios malintencionados de Carmen, comparándome con mi hermana de manera disimulada.

Vanessa se la había ganado con el hecho de llamarla tía, cosa que yo jamás iba a hacer por más que conviviera con ella incluso más que con las hermanas de sangre de mi mamá. Estaba indiferente a todo porque nada me importaba, lo único que me taladraba la mente era el recuerdo de la noche anterior, sin emoción abrí mis regalos y me relegué al sillón donde esperé con el teléfono en la mano a que Manu se dignara a responderme.

Me quedé a dormir en casa de mamá tal y como ella me lo había pedido, pero apenas desperté casi a la una de la tarde del día siguiente, le pedí me llevara a mi departamento. Replicó y me dio los motivos del porque debía quedarme con ella la tarde de navidad, pero no validé ninguno, al darse cuenta que no me iba a convencer no le quedó más remedio que tomar las llaves de su auto y llevarme.

—Tu hermana se llevó puesto su cadena, parece que a ti no te gustó.

—Me encanto, mamá, ya me la pongo. —dije buscándola dentro del bolso que cargaba sobre las piernas, no soportaba ver esos ojos de cachorrito abandonado que ponía a propósito para convencerme de algo.

No me gustaba esa cadena, en realidad una parte de mí la odiaba. Mamá desesperada por acercarme con mi hermana recurría a esos tipos de gestos, regalarnos cosas iguales, obligándonos de alguna forma a que nos identificáramos como lo que éramos, hermanas.

La hora que pasamos en el carro se me hizo eterna, estaba tan consciente del camino que no espere ni que se terminara de estacionar. Bajé apresurada con la excusa que tenía que ir al baño, mamá decidió acompañarme, aunque le repetí que no era necesario, en el elevador sentí una sensación extraña recorrerme la espalda, como un escalofrío helado que me dejó pensativa, una corazonada... ¿Pero qué podía estar a punto de pasar?

—Al menos debiste bañarte, ni siquiera te desmaquillaste. —Criticó mi mamá.

—Me cepillé los dientes al menos ¿no?

—Todo lo que haces es querer hacerme enojar. —Balbuceó saliendo del elevador, me sorprendí que su sermón no siguiera, Valeria no era de pocas palabras.

Choqué con su espalda y fue cuando me di cuenta que no había seguido avanzando.

—¡Mamá!

—Buenas tardes. —Esa voz rompió mi tranquilidad haciéndome sentir caer inesperadamente.

Aún tras la espalda de mamá que estaba enmudecida, incliné un poco el cuerpo para quedar a su vista. Era Santiago, Santiago Sada estaba de pie frente a la puerta de mi departamento con un paquete en las manos y una planta en la otra. Vestido como un simple mortal más, pero viéndose como un Dios en jeans algo apretados y con una camisa de algodón que me dejaba ver lo que se escondía tras esos trajes elegantes.

Mierda, debí haberme bañado.

—Mucho gusto, Santiago Sada. —Tomó la iniciativa de saludar a mi mamá, ya que las dos nos habíamos congelado ante su presencia.

—Valeria, Valeria Sandoval. —respondió ella sonriente.

—Licenciado Sada, que sorpresa. —Intervine al notar ese brillo en los ojos de mi mamá, y no, no iba a permitir que me avergonzara frente a él.

Aquello al parecer lo tomó por sorpresa, por breves segundos dejó ver confusión en su mirada.

—Señorita Rincón, perdón por presentarme así y en un día de descanso, pero necesitaba hablar con usted. —Esa manera de hablarnos no era parte de nuestro jueguito habitual. El tono formal era real, me estaba siguiendo el juego, Santiago de verdad sabía leerme.

Mamá entendió aquella indirecta, aunque sabía que no me iba a dejar tranquila hasta que supiera quién era ese tipo y dónde lo había sacado. Se despidió con una simpatía desbordante, le dio un beso en la mejilla a Santiago y me abrazó solo para susurrarme al oído que tenía buen gusto.

Apenas su figura desapareció dentro del elevador fui consciente que estaba Santiago frente a mí, con los brazos cruzados y una actitud seria que me ponía nerviosa. Abrí la puerta dándole la espalda, evitando revivir lo que ocurrido hacía dos noches en el mismo sitio, entré esperando que me siguiera y así lo hizo, en un silencio que solo él se atrevió a romper.

—Cada vez que vengo aquí creo que no pudiera estar más desordenado, pero siempre te encargas de sorprenderme.

Había rastros de una risa en su voz, lo miré seria dándole a entender que su chiste no me había hecho gracia, estaba enojada con él, y no sabía porque hasta que recordé que me dejó como estúpida después de haberme besado.

—Salí de imprevisto, no me dio tiempo de ordenar un poco, pero si te molesta tanto, siéntate solo me tomara un momento limpiar esto. —dije viendo a mi alrededor.

Mentía, me iba a tomar mucho tiempo, sobre mi cama había una montaña de ropa limpia que no había doblado, en la cocina estaban las tazas sucias con chocolate, en el piso las palomitas de maíz que Manuel me tiró, sobre el sillón más grande la ropa interior que me quité el día que salí con él.

Pálida me acerqué para esconderla antes que se diera cuenta, aunque estaba casi segura que si lo había hecho.

—Encuentro encanto en tu desorden, no te preocupes. —Añadió sacudiendo con un cojín el sillón antes de sentarse, estaba lleno del polvo compacto que se había hecho añicos cuando se deslizó de mis manos.

Quise preguntarle muchas cosas, para empezar que hacía en mi puerta, así como si nada, sin previa cita, la maleducada era yo, luego saber que mierdas había sido ese asunto con Manuel y, por último, pero no menos importante, el porqué de ese beso largo y sensual que resultó ser tan bueno como inesperado, Pero no hice ni una sola pregunta, me limité a mirarlo con curiosidad.

—Feliz navidad. —Extendió la pequeña planta que ya había olvidado que cargaba, la miré sorprendida e incrédula a la vez, hasta que su risita burlona captó mi atención—. Quise darte algo que te gustara, por ser original creo que he quedado mal.

—No, para nada. —respondí con entusiasmo, tomé la tierna maceta rosa llena de pequeñas piedras y la bonita suculenta que sobresalía. —Me encanta, mucho—reafirmé viéndolo—. Quería una desde hace unas semanas.

La tomé y la puse en el mismo sitio donde estaban mis cactus, con una sonrisa en los labios que no se me quitaba con nada, me gustaba el regalo en realidad, pero lo que más me gustaba era que él pusiera atención a algo tan tonto, como que me encantasen las plantas.

—Esto lo envía Sandy para ti y el otro regalo es mío. —Con más sorpresa tomé la el paquete envuelto en papel Kraft que me ofrecía, nunca fui el típico de chica que le iban los sujetos detallistas, me daban igual ese tipo de cosas, pero me encontré más que encantada recibiendo todo aquello.

—¿Qué es?

—Es un libro acerca del cuidado de las cactáceas, siempre hay una buena excusa para leer, esa es la clave para enamorarse de los libros, leer acerca de lo que te gusta.

—¿Cómo supo Sandy que me gustan los cactus?

No sé me ocurrió más nada que decir, me respondió con tranquilidad que no sabía, asumió que yo se lo había dicho, cosa que no recordaba, pero en la que no quería ahondar, después saqué del paquete una agenda, parecida a la suya solo que de color púrpura.

—Necesitas una con urgencia. —Solté una risa honesta al oírlo decir eso, risa que se silenció al notar la forma en la que me miraba, Santiago se recreaba la vista conmigo sin importar que tuviera puesto los horribles pantalones de pijamas flojos y rojos y la camisa de tirantes sencillas blanca que mostraba lo que la gravedad hacía con los pechos cuando no se llevaba sostén.

—Gracias, es un gran detalle, la planta, la agenda, no. —El río al oírme, pero no por mucho tiempo. palmeó el sillón justo a su lado sugiriendo que me sentara, y eso me tensó increíblemente.

—Quiero hablar contigo.

—Yo también ¿Qué fue eso que pasó con Manu? —Decidí tomar las riendas de aquella conversación, simplemente porque ya no soportaba la curiosidad.

Santi respiró profundo viendo hacia el piso, pasó las manos por su pelo robándome el aliento con un gesto tan tonto.

—Es un asunto familiar, no sé ni por dónde empezar porque hay cosas que creo no estar capacitado para hablar, no me corresponden. — Agregó. —Yo no sabía que tú lo conocías, ni siquiera sabía que estaba en la ciudad.

—¿Es algún familiar o algo así? —Me incliné apoyando los antebrazos en mis piernas, error, porque le di a don escritor erótico una vista más amplia de mis senos.

—No, pero si está relacionado con mi familia y nos conocemos de hace un año, y creí que bien, pero me equivoqué,.Manuel me mintió en la cara.

—¿Puedes contarme lo que pasó? —Negó, pero no me di por vencida, me arrastré sobre el sillón hasta estar de verdad pegada a él, sonrió negando y viendo mis ojos.

—Señorita Rincón, hasta para un coqueteo discreto es un desastre, no voy a decirle nada por más que se me acerque poniendo esa carita dulce y coqueta.

Me sonrojé como estúpida y me odie por ello, le daba gusto al desgraciado de burlarse de mí, adopte una actitud fría como si su comentario me hubiera dado igual.

—No intentaba coquetear, solo crear un ambiente más íntimo para animarte a soltar la sopa.

—He imaginado un par de veces como crearíamos un ambiente íntimo juntos, y nunca lo visualicé así, no al menos a ti usando pantalones de Rodolfo el reno.

Aunque quería reírme por lo último, lo primero que dijo me dejó con la garganta seca, resoplé enojada de a mentiras ignorando su risa molesta.

—Puedes confiar en mí, quiero saber qué pasó para entender cómo reaccionaron los dos al verse. Manu es mi vecino, pero con el paso del tiempo se está convirtiendo en algo más que eso, en un amigo.

—¿Tienes mucha confianza con él?

No supe cómo interpretar lo que dijo, sentí que habíamos vuelto a los jueguitos mentales, debió darse cuenta porque intervino de inmediato.

—No lo pregunto para saber si hay algo entre ustedes o algo así, no soy celoso, al menos no tendría celos de Manuel. —Lo tomé como una de sus frases arrogantes erróneamente, había algo tras ese comentario.

—Creo que sí, compartimos tiempo, miramos películas, me ayuda con asuntos de la editorial y conversamos un poco de nuestros problemas.

—Tú amigo le mintió a mi padre y por consiguiente a mí que estaba ahí el día que hicieron un trato.

—¿Tu papá y Manu?

—Si... mi papá le ofreció dinero para que se fuera, y una buena cantidad, él aceptó, prometió desaparecer de la ciudad y de la vida de mi familia, pero mintió, por eso me enfadé tanto al verlo. —Explicó con toda la calma del mundo.

Tenía más preguntas, pero estaba segura que no me iba a responder, así que todo lo que hice fue analizar cada cosa que dijo, su papá un trato con Manu, desaparecer... la actitud de Manu cada que escuchaba el apellido Sada, mi intuición se fue a la mierda con mi vecino.

—¿Ahora puedo hablar yo?

Asentí despreocupada, porque por un momento solo por un momento había olvidado lo más trascendental de la noche del sábado, ese beso.

—¿Vas a explicarme porque me besaste?

—Tienes tan poco tacto para decir las cosas —Río—. Cuando estas nerviosa es cuando dejas más que claro tu poca habilidad social.

—¿Vas a explicarme? —Estaba tan empeñada por no dejarme ganar como siempre que me estaba mostrando de una forma lejana a la mía.

—¿Por qué crees que se besa a alguien? quería hacerlo, me gusta lo que veo... todo. —Susurró con la vista clavada en mi escote. Ignoré esa sonrisa maliciosa y esa ceja alzada que le daba un aire diabólico. —. Además, si mal no recuerdo no te besé como tal, nos besamos señorita Rincón, eso fue algo de dos. —Hizo un gesto con la mano señalándonos a ambos, no sonreí, no me mostré nerviosa, solo lo miré serena—. Tú también metiste la lengua en mi boca —susurró acercando su rostro al mío.

Y eso fue suficiente para romper esas mini barreras, comencé a reír, dejándome ver como una tonta que no se contenía ante los encantos de un sujeto, guapo, listo, e intimidante.

—Simplemente no quise desairarte.

—Ni tú misma te la creíste.

Intenté moverme, pero su mano sobre la mía me inmovilizó.

—Intenta desairarme esta vez. —Sus palabras chocaron contra mi boca, con esa actitud arrogante terminó de acortar la distancia por completo, tocando mis labios con los suyos de nuevo.

No era lluvia lo que sentía encima, era una especie de tormenta. Hice el esfuerzo sobre humano de no darle gusto, de negarle el acceso a mi boca, de no corresponder ese contacto húmedo. pero no pude y vaya que lo intenté. Soltó un suspiro largo que se extendió en toda mi piel, al sentir mi respuesta. Una que hasta a mí me había sorprendido, uno de sus brazos se enredó en mi cintura para pegarme contra su pecho, a la vez que sus labios succionaban los míos para luego darle paso a su lengua, esa lengua que además de soltar palabras bonitas sabía hacer maravillas.

Santiago me besaba con un deleite contagiable, al tipo le encantaba hacerlo, eso me hacía sentir. Me apresaba con sus brazos, suspirando con satisfacción y besándome de forma lenta, casi cruel. Cada vez que yo posaba la lengua por los bordes de sus labios me presionaba con más fuerza contra su cuerpo, como si quisiera fundirme a él.

Mis manos viajaron a su cuello, y se quedaron ahí, atrayéndolo disfrutando de la invasión de mi espacio personal, de las cosquillas que me daba su barba con cada roce. El aguacero cesó hasta que separó su boca de la mía... aún sin romper del todo nuestra cercanía me vio a los ojos y respiró hondo antes de hablar.

—En realidad quería. —Volvió a tomar aire como si le costara trabajo recuperar el aliento. —Disculparme contigo, no sé si te incomodo lo que hice, o algo que dije, te besé envalentonado por el alcohol, en otras circunstancias no lo hubiese hecho, no porque no quisiera si no es porque no va conmigo abordar de esa forma a una mujer... ni siquiera medí el terreno, me lancé de impulso y aunque tuve suerte con que resultaras tan considerada al no desairarme, no debí ponerte en esa situación.

—Me molestó más la parte donde te fuiste tras Manu sin darme explicaciones —Expliqué con la voz apretada por la falta de aire—. Por lo demás no te preocupes.

Me observó impaciente escrutando mi respuesta, mi manera de verlo, mi manera de estar así, cómodo entre sus brazos. Me dio la impresión que tenía la intención de besarme de nuevo, pero su teléfono no me dejó comprobar que aquello era cierto, alejó sus brazos de mi cuerpo y respondió de inmediato. Era su hermana, pude escuchar sus gritos, porque eso estaba haciendo gritando.

Noté como Santi se puso tenso en segundos, pasó la mano por su barbilla antes de ponerse de pie, le repitió más de cinco veces que se calmara, pero los gritos los seguía escuchando, colgó y no me dejó ver su cara, me dio la espalda en cuanto guardo su teléfono parecía estar alterado.

—¿Necesitas ayuda o algo?

Negó para segundos después asentir, respiró profundo mientras giraba para verme de frente.

—Debo irme, mi hermana no encuentra a la gata, está alterada.

—¿Milki?

—Si, Milki. Tengo que ayudar a encontrarla, te llamo mañana para que concretemos una cita de lectura y ahí hablamos un poco de

—Voy a acompañarte. —Me invité sola sin pensarlo, a él pareció agradarle la idea porque sonrió asintiendo. —Solo me cambió rápido, lo prometo.

Giré sobre mis pies para llegar al espacio donde estaba mi habitación, tomé unos jeans que estaban sobre la cama, miré de reojo a Santiago y le hice un gesto para que volteara, el muy listo estaba ahí como si nada, con los brazos sobre las caderas sin perder de vista mis movimientos.

—No tengo problema con ir muy rápido. —susurró, hice como si no le escuché, me quité el pantalón de pijama y entré a los jeans en segundos.

Su teléfono estaba sonando agregando presión sobre mí, me quité la camisa sin tener otra a la mano que ponerme.

—No se te ocurra girar.

—No lo haré. —Dijo con la voz entrecortada, estaba conteniendo la risa, pero no le preste atención, me puse lo primero que encontré y llegué hasta él.

Me miró de pies a cabeza con una sonrisa en los labios, ya me estaba acostumbrando a esas miraditas, pero no a esa sonrisa que me ponía arrítmica. Le di la espalda para verme en el espejo que estaba frente a él, me volteé para verlo a los ojos y el rehuyó mi mirada, me había visto a través del reflejo, estaba casi segura pero no alcancé a decir nada, su hermana lo llamaba de nuevo.

El día de navidad estaba siendo interesante, dentro del auto ninguno de los dijo algo, parecía muy preocupado y yo navegando en mis pensamientos, aquello se sentía irreal, ese hombre tan distinto a mí, y hasta cierto punto algo inalcanzable, había llegado a mi departamento, con regalos en las manos y deseo de besos en los ojos.

—Seguro aparece. —Intenté reconfortarlo con esa frase tan tonta, por el pesar que se leía en su mirada.

—Creerás que esto es muy estúpido, pero tiene su historia.

—Nunca es estúpido preocuparse por un ser vivo.

—Para algunas personas sí. —Dijo pensativo. —Esa gata era de mamá, la quería mucho, la cuidaba tanto. —Mire como la nuez de adán le temblaba, tomó aire y aceleró el auto. —Nos hizo prometer cuidarla, y aunque no lo hubiera hecho, creo que todos la cuidaríamos igual, incluso mi papá, Milki hacía feliz a mi madre.

Me sentí acongojada y casi a punto de llorar, Santiago daba la impresión de ser tan frío y cerrado que esa confesión me tomó por sorpresa, puse mi mano en su rodilla, cosa que de alguna manera lo sobresaltó porque se sacudió ligeramente.

—La vamos a buscar por todos lados hasta encontrarla.

No me respondió nada, ni siquiera me devolvió la sonrisa, se quedó ido viéndome por largos segundos antes de volver sus ojos a la calle.

Bajamos del auto al mismo tiempo, se adentró a la casa, pero al darse cuenta que me había quedado atrás, esperó por mí, ni siquiera tuvimos la oportunidad de entrar, Sandy llorando se acercó corriendo.

—Santi no durmió aquí y no lo habíamos notado, ahora si se fue.

—Sandra cálmate, vamos a encontrarla. —Dijo inexpresivo, la buscamos por el jardín, aunque Sandy ya lo había hecho. el sitio era tan grande que era mejor revisar de nuevo.

Mientras tanto me explicaban que la gata tenía la manía de huir desde que su dueña murió, y cada vez lo hacía más seguido, no solo nosotros la buscábamos, empleados y el papá de Santiago también lo hacían por todo el vecindario.

Nos llevó alrededor de dos horas encontrarla, estaba sobre un árbol ubicado en la entrada de ese costoso vecindario, el alivio fue tal que el cansancio por haberla buscado sin parar había desaparecido. Sandy la cargó entre sus brazos, con lágrimas en los ojos y tranquilidad reflejado en el rostro.

—Creo que ya es hora de irme. —Susurré cuando entramos al salón principal de esa impresionante casa.

Todos estaban sobre la gata, nadie parecía haber notado mi presencia y antes que el susto les pasara y se dieran cuenta que había una extraña entre ellos, quise desaparecer.

—¿Quieres irte de verdad?

Asentí, hizo un gesto que no pude entender antes de acercarse a su hermana, que estaba sentada en un sillón con el gato encima y todos a su alrededor, se inclinó hacia ella como diciéndole algo, segundos después la vi levantarse, le dio la gata a su papá que parecía muy asustado aún y se acercaron a mí.

—Hola.

—Gracias por venir, disculpa por no saludarte antes. —dijo con voz nasal, nos dimos un corto abrazo ante la mirada de Santiago.

—No te preocupes, lo entiendo, gracias por el bonito regalo que enviaste para mí.

—No es nada, tú me has hecho un mejor regalo. Santi me dio todas las anotaciones que hiciste de mis historias, me sirvió mucho saber cuáles son mis puntos débiles y los fuertes, siguiendo tus recomendaciones ya estoy editando.

—Fue un gusto. —respondí viendo a Santiago que suplicando con la mirada parecía pedir que no dijera nada.

Nos despedimos con otro abrazo y antes que lo notaran ya caminaba hacia la salida de esa casa.

—Es muy tierno lo que haces por tu hermana, pero no deberías mentirle.

Él no dijo nada, solo sonrió con la vista fija en el suelo y siguió caminando hasta el auto.

—¿Puedes por favor guardarme el secreto? —preguntó abriendo la puerta del copiloto para que entrara.

—Cuenta con ello, pero solo dime que hiciste y porque lo haces.

Encendió el auto ignorando la manera insistente en la que lo miraba, puse mi mano en su brazo para llamar su atención y se sobresaltó de nuevo.

—Es buena, pero necesita mejorar, corregí sus errores, añadí comentarios con el propósito que mejorara su narración. Si le dije que habías sido tú fue para que no crea que celebro esa idea suya de ser escritora.

—Pero ¿qué tiene de malo? Tú eres un escritor, ¿no?

—No, no lo soy, y no tiene nada de malo, pero antes debe terminar la escuela, Sandy tiene en la cabeza que se hará famosa con su primer libro y no necesitará educación para ganarse la vida.

—¿No crees que eres muy estricto con ella?

—No, solo me preocupo por ella lo normal, soy su hermano mayor.

Lo vi como si hubiera acabado de decir algo muy dulce, ignorando el tono autoritario que usó para hablar, no tardamos mucho en llegar a mi edificio, antes de que se ofreciera a acompañarme le dije que no era necesario que lo hiciera, temía que se encontrara de nuevo con Manuel, aunque no sabía a ciencia cierta si estaba en su departamento.

—La carga de trabajo es mucho menor en estos días, creo que podemos establecer otra lectura antes que acabe el año —explicó después de apagar el motor.

—Me gustaría mucho que nos diéramos prisa, en marzo debo presentar cinco prospectos para publicación y me gustaría incluir Para Eva con amor. — Soltó una risa perezosa, antes de levantar el dedo índice e indicar un no con este.

—Primero lo terminamos de leer, y después discutimos lo otro. Sí quieres verme más seguido solo pídelo. La excusa del libro no es necesaria.

Me irritó lo que dijo porque si algo me estaba tomando en serio era ese estúpido libro, así que indignada me coloqué el bolso en el hombro y bajé del carro sin despedirme.

—¿Ya empezamos con las peleas? —Azotó la puerta cuando salió tras mío, me detuve para verlo acercarse a paso rápido y con ese andar elegante que me hacía sentir torpe a su lado. —Bromeaba... soy un arrogante amargado ¿Lo olvidaste?

—Estoy interesada en el libro. —Sostuve su mirada cruzando los brazos para verme más segura o más bien para sentirme así.

—¿Y en el escritor, no?

Tuve que morderme los labios para no sonreír como quería hacerlo, el desgraciado me iba a ganar una vez más porque estaba a punto de admitir que si me interesaba.

—Dijiste que no eras escritor.

—Sabía que tomarías ese camino. —respondió riendo, torcí los ojos y giré sobre mis pies para entrar al edificio.

Lo vi por encima del hombro y le dije adiós moviendo la mano para continuar mi camino.

—Valen. —Me llamó de nuevo así, provocando de nuevo que mi pulso se agitara—. Estás muy guapa hoy.

—Sí, supongo que lo pensaste cuando me viste en pijama.

—Claro, fue cuando más guapa me pareciste.

Tenía dos opciones, irme como animalito asustado, sonriendo ante su piropo juguetón y dejarlo ganar, o responderle de alguna cosa lista que lo dejara callado, como no se me ocurrió nada que sonase listo, decidí actuar que requería menos esfuerzo. Solté mis brazos y caminé hasta estar frente a él, me acerqué de golpe para darle un beso en los labios que no le di tiempo de profundizar porque me alejé.

Caminé más rápido para dejarlo justo así, callado y con esa sonrisa en los labios que no podía ocultar. Riendo victoriosa espere el elevador, pensando en el nuevo giro que estaban dando las cosas, gustarle a Santiago nunca lo contemplé, si sentía algo entre los dos, pero aduje que era buena química desprendida a causa de la lectura.

En ese momento todo estaba tomando un rumbo distinto, porque, aunque no lo hubiéramos hablado, ambos sabíamos que ese beso cambiaba nuestra dinámica.

No pienses solo gózalo. —Repetía una voz chistosa en mi cabeza, que, por supuesto decidí obedecer, el elevador llegando me transporto a mi realidad, las puertas se abrieron y un Manu sonriente salió de este.

—Contigo quiero hablar.

Levantó el rostro al oír mi voz, agobiado intentó decir algo, pero solo logró balbucear, llevaba el casco en la mano supuse que pensaba largarse pero no estaba en mis planes permitirlo, sujeté la manga de su camisa para obligarlo a entrar conmigo de nuevo al ascensor.

—Dijiste que no salías con Santiago y te vi besándote con él.

—No salimos, no mentí. Pero tú a mí sí, si lo conocías.

Se quedó callado dándome la espalda, lo hice acompañarme a mi departamento y aunque parecía apresurado ni siquiera hizo el intento de negarse. Nos sentamos juntos justo en el mismo sitio donde lo había hecho con Santi más temprano.

—¿De dónde lo conoces?

—¿No te lo dijo? —Negué sin quitarle la vista de encima, tenía miedo que no me dijera nada porque sacarle algo a Santiago iba a ser difícil y no quería que la duda me siguiera carcomiendo.

—Me dijo que reaccionó así al verte porque tiene un problema familiar que te involucra a tí pero no quiso seguir contándome porque según él no le correspondía.

Estiró los pies acomodándose mejor sobre el sillón, mordió su labio superior y me miró a sabiendas que estaba esperado respuestas.

—¿Son familia?

—Algo así. —Respondió sin verme.

—Explícate por favor, sé que no es mi problema, pero verlos reaccionar así cuando se vieron me dejó preocupada, no sé...

—Es mi cuñado.

—¿Tú cuñado? ¡Santiago tiene novia!

—No, Santiago está casado con su trabajo.

—¿Entonces?... ¡Espera!, Sandy es una niñita para ti, Manu todo este tiempo has sabido que me relaciono con ellos y no dijiste nada.

—Lo sé, pero no sabía cómo decírtelo, generalmente no hablo de esto, porque no todos lo toman bien.

—Es que es hasta ilegal, Sandy ni siquiera es mayor de edad.

—Yo no tengo nada que ver con ella, mi relación es con el hermano de en medio de los Sada, Sebas... Sebastián es mi novio. 

***

Hola, nos leemos el jueves de nuevo, espero que hayan disfrutado mucho de todos los capítulos. 

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