La Institutriz de Drácula

By DiamondFlowerlot

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Dos personas distintas no pueden coincidir en un mismo lugar, sus sentimientos no son los mismos y ellos tamp... More

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Prólogo
I
II
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII'
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
Nota
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
Epilogo Inicial
Epílogo 2
Agradecimientos
Hablemos
Ya esta¡

III

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By DiamondFlowerlot

Tarareaba una melodía mientras cuidaba de los hermosos rosales blancos.

La señorita Chanel, la difunta esposa del señor Owen, fue una mujer elegante por naturaleza y una amante de las flores. Una mujer carismática que amaba plantar rosas blancas, no era lo más común, o por lo menos no para mí.

Yo amo las rosas rojas, aquellas hermosas y atrayentes a la mirada de cualquiera.

Una rosa blanca significa paz, tranquilidad, amabilidad y un símbolo de inocencia, un alma pura. Por el contrario, una rosa roja puede representar el amor de dos personas, el respeto hacia otra, la lujuria y la excitación romántica del amor.

Un color puede transmitir muchas cosas.

— Jade...— mis ojos se ampliaron al escuchar una dulce voz detrás de mí.

— Lizzy...— dije soltando las tijeras y girándome para verla, al estar segura de que era ella corrí a abrazarla.

Eliza Wodlow, mejor conocida como Lizzy, ella es hija del señor Owen, una joven de quince años de edad, cabello rubio y ojos celestes, simplemente una chica hermosa.

— Oh por dios... Regresaste...— susurré mientras la abrazaba.

Ella se separó de mí y asintió con la cabeza repetidas veces.

— Si, me quedare un mes en casa, regresaré a Italia con mi tía en un mes, quiero pasar tiempo con mi padre y mi hermano. —dijo contenta.

— Me alegra que hayas tomado esa decisión, mi madre estará feliz de verte.

Ella río y tomo mi mano llevándome a la cocina en donde mi madre se encontraba cocinando.

— Señora Verónica— llamo Lizzy al ver a mi madre.

Ella al ser de un nivel social más alto no tiene que tratarnos de señora o señorita, al igual que su familia, sin embargo, ellos lo hacen.

— Mi niña...— mi madre se acercó a ella para abrazarla mientras lloraba de felicidad.

Una sensación de celos me invadió al ver a mi madre tratarla con tanto afecto, afecto que yo no he recibido.

— Hola nani...— nani era la manera en la que la joven Lizzy llamaba a mi madre al ser ella quien la cuidara desde pequeña.

— regresaste, dime que te quedaras...— pidió mi madre.

— un mes, me quedaré un mes.

Mi madre tomó entre sus manos el rostro de Lizzy y beso la cima de su cabeza.

— Te prepararé tu comida favorita, mi niña...

— Gracias Nani...

— Jade, sigue haciendo tu trabajo — dijo mi madre, asentí despidiéndome de ellas y haciendo una reverencia ante Lizzy

Volví al jardín y continué con el deber que tenía.

Los minutos pasaron y una figura se colocó delante de mí, al levantar la mirada me encontré con el niño Arthur.

— quiero comer y Nani no me escucha— dijo con el ceño fruncido, lo observé confundida y después entendí.

— dejarme terminar de regar estas hortensias y te prepararé lo que quieras.

Él asintió y se sentó en una banca viéndome regar las flores.

— Siempre se ocupa de ella...— habló — la quiere como si fuera su hija y la consiente como a una madre...

— Es porque la considera como su hija, recuerda que fue una de las primeras criadas de esta casa, conoció a tu hermana cuando solo era una cría.

— Lo sé, pero nunca he visto que te traté de esa manera... — seguí sonriendo sin demostrar el dolor que me causaron tales palabras.

— No necesito que me trate con afecto, yo sé que ella me quiere, es mi madre y toda madre ama a su hija.

— Sabes... Tuve un sueño... — agradecí en mi mente ese cambio de tema tan repentino.

— ¿Quieres contármelo? — pregunté curiosa.

Arthur asintió, deje la rociadera de plantas en su lugar, me senté junto a Arthur y lo escuche.

— Soñé que mis dientes se caían y un perro se los comía, me encontraba en una mansión, pero no era esta y tú te encontrabas ahí.

— ¿yo?

— Sí, lucías un vestido blanco... o era rojo, no recuerdo.

— ¿Qué crees que signifique?

Él se quedó pensativo y dijo:

— Que debo dejar de comer mis postres dulces, así mis dientes no se caerán.

— Exacto, ahora levántate para que pueda prepararte lo que te gusta.

Extendí mi mano y él la tomo.

Mientras caminábamos, Arthur miraba sus pies.

Al entrar a la mansión le dije que esperada en sus aposentos, que le llevaría una trozo del pastel que preparo mi madre y que luego se cepillaría los dientes, lo que Arthur menos quería era que su sueño se hiciese realidad.

Al llegar a la cocina ella no se encontraba, serví un trozo del pastel y junto con un vaso con leche subí a los aposentos del niño Arthur.

Al entrar él se encontraba dibujando.

— Ya te traje tu comida, puedes comer...— dije colocando la bandeja frente a él, obedeció y empezó a comer mientras yo observaba sus dibujos.

— ¿Le gustan? — preguntó.

— Claro, tus dibujos son hermosos, creí que eras de los niños que dibujaban monstruos, ogros y todo eso, pero ver que dibujas flores y lindos animales me parece hermoso.

— ¿acaso todo eso existe? — inquirió.

— No, los ogros, hadas, duendes y todas esas criaturas no existen, son cuentos para espantar a niños malos y mal portados. Tú eres un niño bueno y muy inteligente, es por eso que no te contaré esos cuentos.

— Pero a mí me gustan, mi hermana me contaba historias de personas que se alimentaban con sangre y otras que se transformaban en lobos por la luna, incluso de personas que se ocultan debajo de tu cama para luego devorarte — dijo ampliando los ojos.

Sonreí mientras me acercaba a la ventana y cerraba las cortinas, tomé las velas y las encendí.

— la luna es algo tan bello imposible de transformar a una persona en un monstruo...

— ¿y el sol?

— amo el sol, al igual que tú. El sol no puede dañar a las personas, Arthur, solo las personas pueden dañar. Es más peligroso un vivo que un muerto.

Él se quedó en silencio.

— mejor ve y cepilla tus dientes, es hora de dormir. — le dije.

— está bien...

Arthur corrió al baño y se encerró en el, deje la vela en su mesita de noche, acomode su cama y al salir del baño él corrió a la cama y se lanzó dejando que yo lo abrigada con las mantas.

— descansa...— susurré besando su frente.

— Igual usted, señorita Jade...

Al estar cerca de la puerta él me llamo.

— Si su madre no le demuestra su cariño, yo si lo haré...— Sonreí ante aquellas palabras.

— Gracias Arthur...

Apagué la vela y salí de sus aposentos cerrando la puerta.

Mañana era el último día que se escucharía el silencio, cuando hay visitantes en esta casa el ruido abunda al igual que las risotadas de los hombres.

Cruce el pasillo llegando a la habitación de la joven Lizzy, empuje la puerta sin hacer tanto ruido, un pequeño espacio me hizo capaz de ver a mi madre y Lizzy.

— Te encuentras tan preciosa, mi querida Lizzy— dijo mi madre abrazándola.

— Gracias por tus palabras, nani...

— No hay que agradecerte, eres una muchacha ejemplar, sierva de nuestro señor, inteligente y tan inocente, la maldad no te describe.

— A tu hija tampoco...— el rostro de mi madre se descompuso y eso Lizzy lo noto— ¿dije algo malo?

— No, claro que no mi niña. — mi madre puso sus manos sobre su regazo— Solo que la imagen que tienes de mi hija no es la correcta...

— ¿Sigue enamorada de mi padre? — sonreí incomoda, no era un gran secreto lo que sentía por el señor Owen, pero agradecía no ser juzgada por Lizzy y Arthur.

— Si, Jade es una pecadora, lamento traerla a tu casa.

— No nani, no te arrepientas, yo quiero a Jade como una hermana y me gustaría verla feliz con mi padre.

— ¿Pero qué cosas dices? No, no Lizzy, ni pienses en eso, Jade no estará con tu padre nunca...

Las palabras más dolorosas que mis oídos han escuchado, y no por lo que dijo, sino por quien es ella, no habrá dolor más grande que ser juzgada por quien te dio la vida. Me alejé de la puerta y camine a mi habitación, tenía planes de hablar con Lizzy, pero supongo será luego.

Al llegar a mi habitación me coloqué mi ropa de dormir y peine mi cabello mientras me tragaba mis lágrimas, tiempo después mi madre entro a la habitación sin decir nada.

¿Qué podía decir? Su silencio era su desprecio hacia mí.

— duerme, Jade...

— claro, madre... — conteste.

Me levanté mientras retiraba las lágrimas que sin querer habían salido, apagué la vela y volví a mi cama, me removí inquieta queriendo olvidar sus palabras, pero fue imposible porque no estaban solo en mi mente, sino en mi corazón.

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