"The less you reveal, the more people can wonder..." Emma Watson.
("Mientras menos revelas, más la gente puede adivinar..." Emma Watson)
***
Dos años después...
Cuando Rupert llegó a su casa estaba exhausto. La filmación había tardado mucho más que de costumbre y él, en su puesto de director, se había visto obligado a revisar todas las tomas de aquel día, lo cual lo había hecho llegar aún más tarde.
-¡Papi!
El pelirrojo sonrió y se agachó.
-¡Princesa!
Emily se acercó a él y lo abrazó.
-¿No es un poco tarde para que estés despierta?
La pequeña de cinco años se encogió de hombros.
-Lo hice por mamá.-Susurró confidencialmente.-Mamá quería esperarte. Los demás se fueron a dormir, pero me quedé haciéndole compañía. No podía dejarla sola, ¿Comprendes? Te extrañaba mucho...
Rupert sonrió de nuevo y la alzó.
-En ese caso, vamos con ella.
Rupert se dirigió al comedor.
-Mamá está en la cocina.-Dijo Emily.
-En ese caso, a la cocina vamos.
La pequeña rió.
Emma estaba muy preocupada. No dejaba de mirar el reloj. Era muy tarde. ¿Y si le había ocurrido algo? ¿Y si había tenido que irse a hacer algo de urgencia a otra ciudad? No sería la primera vez. ¿Y si no aparecía?
Emma estrujaba una y otra vez un trapo de cocina, buscando en eso una forma de descargar su preocupación.
"Tranquila." Se dijo. "Seguro que él está bien. No te preocupes."
Pero la voz de su conciencia, que tan útil era siempre, no tuvo influencia en ella.
Llevaba tres horas esperándolo, y cada vez se sentía más intranquila. Emily había decidido quedarse con ella como acto de buena voluntad, pero la verdad es que prefería estar sola. Aquella situación la ponía nerviosa. Hacía sólo unas semanas que habían intentado asaltar a su marido en la calle. Había escapado por pura suerte. Eso era lo que la inquietaba tanto. Si esos delincuentes intentaban hacerle daño a Rupert otra vez, nunca se lo perdonaría a sí misma.
Llevaba tanto tiempo apretando el trapo que los nudillos de sus manos se habían vuelto blancos. Ni siquiera se atrevía a mirar la puerta por temor a ver entrar a un agente de policía que trajera malas noticias. Prefería estar de espaldas a la entrada.
Una barbilla se posó en su hombro y unas manos en su cintura. Las manos subieron a sus hombros y fueron bajando lentamente para que ella disminuyera la tensión que inconscientemente tenía en su cuerpo. Emma cerró los ojos y suspiró.
-Así. Tranquila.
-Rupert...
-Shhh. Respira profundo.
Ella tomó aire y suspiró otra vez. El pelirrojo sonrió.
-Mejor.
Emma se dio vuelta para quedar frente a él.
-¿Estás bien? ¿Dónde estabas?
Él le dió un beso en la frente.
-Tranquila. Estoy bien. Mark quería que revisara todas las tomas antes de seguir grabando y me tardé mucho.
Ella asintió. Rupert la envolvió con sus brazos.
-Tranquila. Sabes que estoy bien.
-Tú no entiendes...-Susurró sollozando.
Aquel fatídico día, Rupert había llegado a su casa golpeado y en pésimo estado. Emma casi se muere cuando lo vio así. Los niños dormían, por suerte. Y Rebecca estaba con ellos. Así que salieron al hospital con urgencia. Rupert había tenido que hacer una semana de reposo por todos los golpes que tenía. También tenía algunos cortes que sangraban, aunque poco profundos. Emma estuvo durante una semana viviendo en una pesadilla horrible. A su marido habían querido asaltarlo y casi lo mataban. Ella quería morirse también. Si algo le pasaba a Rupert...
Lo amaba más que a nada. Era imposible que pudiera seguir viviendo si a él le ocurría algo. Por eso precisamente había estado tan preocupada.
Y por eso lloraba.
-Shhh. Sí entiendo. Tranquila...
Emma se desmoronó en sus brazos y dijo todo lo que no había dicho en esa semana.
-Rupert... Tú no tienes idea... Lo mal que lo he pasado... Casi muero cuando te vi así... Creí que ibas a morir... Y yo iba a morir también... Si algo te ocurre... Piensa en los niños... No pueden estar sin ti... Eres su padre... Y mi esposo... Y te amo... Y si te ocurre algo, yo voy a...
Él la besó.
-Tranquila. Tranquila, princesa. Estoy aquí. Quédate tranquila. Ahora estoy bien. Y estoy aquí. No voy a irme a ninguna parte. Nada va a ocurrirme. No te preocupes. Tranquila.
Emma logró calmarse un poco.
-¿Y Emily?
-Hice que se acostara antes de venir a saludarte.
Emma asintió distraída.
-Vamos a cenar. Tengo hambre.
-Pero...
-Tú no has comido nada. Se te nota en la cara. Además me lo dijo Emily.
Emma sonrió.
-De acuerdo.
***---***---***---***---***
-Me duele todo.
-Si te quedaras quieto...
-Es que no entiendes... ¡Ouch! ¡Cuidado!
-Lo siento. Pero tengo que hacerlo...
Ryan refunfuñó.
-Sólo tú eres tan tonto como para caer justamente sobre un grupo de rosales.
El pelirrojo frunció el ceño.
-¡Ouch!
Daphne sonrió.
-Lo siento.
Ryan había caído sobre unos doce rosales puestos en un círculo apretado. Y tenía muchísimas espinas. Daphne estaba ayudándolo a quitárselas, pero el pelirrojo no dejaba de quejarse.
-¡Ouch!
-Hago lo que puedo. No te quejes...
-Pues lo que puedes no es...
Daphne rodó los ojos y lo besó.
-Mira, si dejas de quejarte considero tu propuesta.
Ryan frunció el ceño.
-¿O sea?
-Venir a vivir contigo en el apartamento.
Él sonrió.
-¿De veras?
-Puedo pensarlo, sí. Pero deja ya de quejarte.
Ryan se calló y soportó valientemente los tirones que sentía en distintas partes de su espalda.
Daphne miró atentamente la espalda del pelirrojo y sonrió con aprobación.
-Excelente. Ya está. El resto te las arreglas solo.
Él asintió.
-De todas formas he caído de espaldas y era donde más tenía. Tengo algunas en las manos y en el pecho, pero nada más.
Daphne asintió distraídamente.
-¿Vas a pensarlo, entonces?-Preguntó esperanzado.
Daphne miró a su alrededor, al apartamento de su novio. Él, con diecinueve, ya hacía un año que vivía solo. Ella aún vivía con sus padres.
-Sí. Pero sólo voy a pensarlo. No te prometo nada más. Ninguna respuesta. Ni afirmativa ni negativa.
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-Maldita sea.
El corte no había cicatrizado del todo.
-No entiendo. ¿Por qué no...?
-¿Por qué no qué?-Preguntó Emma entrando al cuarto.
Rupert se acomodó la camiseta.
-Nada.
Emma alzó una ceja.
-No nací ayer, Rupert. Sé que ocultas algo...
Él alzó las manos en señal de rendición.
-Soy inocente. No oculto nada, lo juro.
Emma alzó las cejas de nuevo. No le creía ni media palabra.
-Ajá.
-¡En serio!-Protestó él.
-Ajá.-Repitió ella.
Pero cuando el pelirrojo se disponía a protestar otra vez, Emma tuvo una idea.
-Estoy jugando contigo. Te creo.-Sonrió sentándose junto a él.
Rupert sonrió cortés antes de darle la espalda para acostarse a dormir. Emma sonrió. Su idea estaba en marcha. Estiró un brazo y apagó la luz.
-Rupert...
-Mmm... ¿Qué pasa?
-No puedo dormir...
Rupert se dio vuelta y la miró.
-¿Te sientes bien? ¿Qué tienes?
-Creo que es solamente insomnio. Pero me pareció que podríamos aprovecharlo...
Rupert sonrió, pero inmediatamente borró su sonrisa. No podía. Emma vería que...
-Lo siento, Em, no es el momento. Me siento muy cansado y mañana va a ser un largo día...
Ella se encogió de hombros.
-Como quieras. Pero no puedes evitar que yo haga esto...
Emma se acercó a sus labios y se apoderó de ellos.
-Emma...
Ella lo ignoró y siguió besándolo.
Rupert olvidó por completo la situación en la que se hallaba cuando las manos delicadas de Emma, que estaban tras su nuca, se movieron hacia abajo para acariciarlo suavemente.
Él se distrajo y acercó sus manos a las caderas de Emma.
Ella enrolló sus piernas en la cadera de él. Quería comenzar con la segunda parte de su plan, claro que sí, pero antes tenía que dejar que Rupert se pisara solo, lo que sin duda haría.
-Emma...
Ella pensó que se había dado cuenta y que iba a separarse. Pero no.
-¿Puedo?-Preguntó el pelirrojo con delicadeza.
Emma sonrió.
-Puedes.
Rupert le quitó la parte de arriba del pijama y sonrió. Emma se aventuró a quitarle la camiseta. Y...
-¡Ajá! ¡Lo sabía!-Susurró observando el abdomen de él.-Oh, mi Dios.
Varios tajos atravesaban la blanca piel de él en forma de serpientes rojas. Emma se llevó las manos a la boca. Nunca había visto a Rupert sin la camiseta luego de aquel episodio. El del robo, claro. Es que primero había estado en reposo, y luego en el trabajo, igual que ella.
-Rupert...-Susurró.
Él intentó cubrirse las heridas con una mano. Pero era tarde. Emma lo había visto...
-Ay, cielo. Déjame ver.
Él suspiró.
-Estoy bien, ¿De acuerdo? No te preocupes. No me duele.
Emma pasó las yemas de sus dedos sobre las heridas suavemente. Rupert dio un respingo.
-No me mientas, Rupert. Te duele y lo sabes. Acabo de verlo.
Rupert frunció el ceño.
-Déjame ver eso.
-No. Vas a preocuparte por una tontería...
-No es ninguna tontería. Hace tres semanas ya que no deberías tener eso. No seas tonto. Déjame ver.
-Emma...
Emma cruzó los brazos y lo miró frunciendo el ceño.
-Me lo debes por haberme mentido.
-No quería preocuparte.
-Primero, no cambies el tema. Y segundo, si de veras hubieras querido que yo no me enterara no habrías aceptado mi propuesta...
-Eso es culpa tuya. Me engañaste. Sabes que apenas puedo controlarme durante el día para no abalanzarme sobre ti y lo usaste en mi contra. Todos los factores están a tu favor: Es de noche, estamos solos, tienes puesto eso y...
Emma se miró el pecho. No entendía la obsesión de Rupert por ese sostén. Y sinceramente, hasta ese momento no se había dado cuenta de que lo tenía puesto. Y... Y Rupert intentaba cambiar de tema.
-Déjate ya de estupideces y déjame ver eso.
Rupert volvió a cubrirse el torso con las manos.
Emma puso los ojos en blanco.
-Tienes cinco segundos o lo lamentarás. Cinco...
Rupert frunció el ceño. Estaba siendo un poco pesada. Él estaba bien.
-Cuatro...
Además no tenía por qué tratarlo como a un niño. Él podía cuidarse solo perfectamente.
-Tres...
¡Eso era! Estaba usando con él el tono de voz y el rostro que ponía cuando tenía que reprender a los niños, sobre todo a Jack.
-Dos...
Rupert sonrió. Amaba a Emma. Su instinto maternal era puro. Su madre no estaba allí para cuidarlo y su esposa se sentía obligada a hacerlo.
-Uno...
Rupert la tomó por la cadera y la besó. La tomó desprevenida y la sorprendió. Emma primero frunció el ceño y luego sonrió antes de devolverle el beso.
"Rupert no es uno de los niños." Se reprendió mentalmente. "Aunque a veces actúe como uno."
-Amor...-Intentó con más suavidad.-Por favor, déjame ver.
Él sonrió.
-Hace mucho que no me llamas así.-Dijo apartando las manos de su abdomen para que Emma pudiera verlo.
Ella sonrió y se acercó a él.
-Lo siento. Pero en una casa con tantos niños es preferible llamar a cada uno por el nombre antes que por algún apodo. Excepto, claro, los apodos de cada nombre: Alex, Lottie, Maddie, Emmy... Intentaré retomar la costumbre de llamarte así si te gusta.
-Claro que me gusta. Igual que "cielo".
-Oh, Dios mío. ¿No te hiciste revisar esto?
Rupert frunció el ceño. Ya sabía él...
-Sí. Sí lo hice. Me dijeron que no era nada. ¿Puedes dejarme ya?
Emma negó con la cabeza y siguió con su tarea.
-Ay, cielo. Pobrecito. ¿Seguro que estás bien?
-Sí, Emma, estoy bien...
Ella frunció el ceño.
-Hay algo que no me contaste. Dijiste que sólo te habían golpeado. ¿Cómo te hiciste estos cortes?
Rupert se tornó escarlata. Emma era demasiado lista... Pero si le decía la verdad lo reprendería... Y le gritaría de todo por haberle mentido...
-Escapando.
-¿"Escapando"? ¿A qué te refieres con eso?
Emma se veía muy preocupada. Rupert le tomó el rostro y le besó la frente. Tomó aire y desvió la mirada. No quería ver el rostro enfadado de ella por haberle mentido.
-Cuando me golpearon, estaba en un callejón oscuro. Me habían metido allí a la fuerza. Y cuando pude salir, pasé junto a un alambre de púas retorcido. Por eso les perdí el rastro. Ellos se quedaron enredados allí.
Emma se llevó las manos a la boca.
-Ahora puedes regañarme.
Pero el espíritu materno de Emma le ganó a su enfado. Le echó los brazos al cuello y susurró:
-Pobrecito. Mira por lo que tuviste que pasar, mi vida. Ahora estás bien. ¿Cierto?
Rupert se sorprendió y la estrechó en sus brazos.
-Sí.
-Genial. Y ahora tenemos que curarte esas heridas... ¿No crees?
-Yo...
-Enseguida vuelvo.
Emma se puso de pie y se dirigió al baño. Rupert la observó atentamente. Con el pantalón del pijama y ese sostén se veía...
-Aquí.-Dijo Emma regresando con una cosa en sus manos.
Rupert frunció el ceño de nuevo.
-¿Qué es eso?
Emma se sentó en el borde de la cama y se inclinó sobre él.
-Es una crema especial. Se te pasará la hinchazón y el dolor y cicatrizará.
-Estoy bien, nena, no tienes que...
-Claro que sí. ¿O cómo planeas pasar la noche si cada vez que te rozo te duele?
-¿Cada vez que...?
Emma enrojeció violentamente al comprender lo que implicaba lo que acababa de decirle.
Rupert sonrió mientras los dedos de su mujer recorrían su abdomen con cuidado, llenándolo con la crema.
Cuando Emma acabó, Rupert dejó el frasco de pomada sobre la mesa de noche y tomó a su mujer por la cadera para acercarla a sí.
-Ahora sí. ¿En qué estábamos?
-¿No estabas cansado?
Él sonrió y acercó sus labios al oído de ella.
-¿Qué ha ocurrido con lo de "cómo planeas pasar la noche si cada vez que te toco te duele?"
Ella se sonrojó.
-Además-Continuó Rupert.-Verte en ese sostén francamente me ha hecho cambiar de opinión.
Emma sonrió.
-Te amo.
Él la imitó.
-Y yo a ti.