Jugar

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Rupert miraba el tablero pensativo. Sonriendo y convencido de su triunfo, movió una ficha negra tres casillas a la izquierda.

Dirigió entonces su mirada a Emma, que, sentada frente a él, observaba con concentración el tablero de ajedrez.

Llevaba el cabello recogido en una coleta desprolija y unos mechones caían sobre sus hombros.

Rupert desvió la mirada al notar que la camisa de ella no tenía abrochados los primeros botones y eso dejaba al descubierto su delicada piel y su sostén. Si no dejaba de mirarla, iba a lanzarse sobre ella inevitablemente.

Emma movió una ficha con aire triunfal. Desde que jugaba contra Rupert al ajedrez, ganaba. Siempre. Desde que tenía memoria. Puede que alguna vez él hubiera ganado. Pero era mucho más probable que ganase ella. Cuando eran niños solían reunirse a jugar y Emma le enseñaba tácticas y estrategias de juego. Sin embargo, Rupert casi nunca aprendía nada porque estaba demasiado concentrado pensando en la cercanía de la chica de la que estaba enamorado, y además amaba el rostro triunfante que ponía ella cuando le ganaba.

De adultos, las cosas habían cambiado bastante. Hacía mucho tiempo que no tenían tiempo libre como para sentarse a jugar. Y como esas semanas cortas de vacaciones estaban casi desocupados porque trabajaban medio día, habían hallado tiempo suficiente como para jugar al ajedrez. Aunque, sinceramente, Emma seguía ganando.

Rupert miró el tablero.

-¿Cómo has hecho eso?

Emma sonrió y se arremangó la camisa.

-No tienes idea de estrategia, Grint.

-¡Pero antes de que movieras yo iba ganando!

-Exacto. Y ahora ya no. Lo siento.

Pero no lo sentía nada. Amaba ganarle.

Enfurruñado, Rupert movió una de sus piezas.

Emma sonrió y movió una blanca.

-Jaque mate.

Rupert cruzó los brazos.

-Bueno, este es el quinto juego que gano hoy. ¿Podemos hacer otra cosa ya?-Preguntó ella.

-No hasta que te gane.

Madeleine llegó y se sentó junto a su padre.

-¿Qué tienes en los ojos?-Preguntó el pelirrojo a la recién llegada.

-Lentes de contacto de color marrón.

-Pero tus ojos son más bonitos que ese color chocolate.

-Lo sé, pero tuve una obra en la escuela y necesitaba ponérmelos.

Madeleine iba a una escuela de teatro en el barrio. Acababa de llegar de allí.

-Oigan, no es mi intención meterme en su juego, pero papá... ¿Por qué no moviste este alfil?

Rupert parpadeó y miró el tablero. Madeleine tenía razón. Si él, en vez de caer en la trampa de Emma, hubiese movido esa pieza, ganaba. El movimiento de su esposa había sido arriesgado, pero una buena estrategia. Una trampa. Y él había picado.

-Oye, eres una tramposa.-Dijo él mirando a Emma.

Ella sonrió mirando cómplica a su hija casi mayor.

-Tuve la mejor profesora. Escucha su lema: "Todo vale en el amor y en la guerra..."

-"...Y en el ajedrez también."-Concluyó Madeleine.

Rupert acentuó su ceño fruncido.

-¿Madeleine sabe jugar al ajedrez?

-¿Que si sabe?-Intervino Jack entrando por la puerta.-Es la mejor jugadora de ajedrez de los últimos dos siglos. Nunca perdió.

Junto al río Támesis (Emma Watson y Rupert Grint) [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora