-Malditos periodistas. Los odio.
Rupert frunció el ceño.
-Tranquila, Emma. No digas eso.
-Es que los odio. No se puede salir de compras sin que comiencen a decir que es para tomar un poco de aire de la vida matrimonial y superar la depresión pos-parto. ¡Es ridículo! Y son todas mentiras, además...
El pelirrojo sonrió.
-Mira, Em, yo sé que no es cierto. ¿Qué más quieres? Es todo lo que importa. No tienes que sentirte presionada por las fotos que un periodista oculto pueda sacar.
Emma cruzó los brazos y miró el periódico que descansaba sobre la cama, con su foto en primera plana.
-Es que parece una broma. ¿No tienen noticias más importantes que contar?
Rupert se acercó a ella y la tomó por los antebrazos. La acarició suavemente.
-Ya, déjalos. Los periodistas siempre serán entrometidos. Y mientras más noticias tontas...
-¡MAMÁ!
Ella suspiró y miró al pelirrojo.
-Dime, Em. De veras no es sobre la foto el problema, ¿cierto?
Ella negó.
-¿Entonces qué es?
-¡MAMÁ!-Repitió Ryan a la distancia.
-¡BAJO ENSEGUIDA!
Rupert la miró.
-Esto no ha acabado. Cuando regreses seguiremos hablando.
Emma asintió. Le dio un beso en la frente y bajó por las escaleras.
Rupert se quedó solo. Pensando mucho. Cuando ella regresó, el pelirrojo decidió preguntarle lo que quería.
-Emma, me falta tu sonrisa desde hace varias semanas ya. ¿Por qué? Estamos todos de vacaciones, tranquilos y sin preocupaciones. Pero tú aún no eres como solías ser. ¿Te ocurre algo? ¿Te sientes enferma o algo así? Tienes que decirme. No soporto verte así.
Ella bajó la vista. Rupert volvió a acercarse a ella y le acarició una mejilla.
-Dime. Sé que no estás así sólo por lo de la foto. Jamás te importó lo que opinaran los periodistas. Ni lo que dijeran sobre nosotros. Incluso me defendiste frente a cincuenta de ellos. Pero algo es diferente ahora. Dime. Quiero saber qué es.
-Yo... No lo sé.
-¿No lo sabes?
-No.
Emma se acostó en la cama. Tomó el periódico y lo lanzó lejos. Rupert se acostó a su lado.
-¿Estás actuando como si me odiases y no sabes por qué?
-No estoy actuando como si te odiase.
-Pues eso parece.
-Tú no entiendes.
-No. No entiendo. Y quiero hacerlo. Necesito que me digas qué te ocurre.
-Tampoco me entiendo. No tienes idea...
Emma se calló y bajó la vista. Rupert le tomó la barbilla y la obligó a mirarlo. Unió su frente a la de ella.
-Vamos. Sigue. Por favor, cuéntame. Emma, extraño tu sonrisa. Parece que se la hubieras dado a Madeleine... Un momento. ¿Esto tiene que ver con ellos?
-Supongo.
-Estás asustándome.
-Yo... No lo sé. Me siento extraña desde que nacieron. Como... Triste. Todo el tiempo. Y todo me irrita y me molesta. No tienes idea de las ganas que tengo de llorar...
Él le besó la frente.
-Si eso te hace sentir mejor, hazlo.
Emma sollozó.
-Pero yo no...
-Yo sé qué te ocurre. Tienes que dejarlo salir y te sentirás mejor. No te contengas.
Ella lo abrazó y se echó a llorar. Luego de unos minutos se calmó.
-¿Qué me pasa?
-Lo creas o no, tal vez el periódico tenga razón.
Ella lo miró con odio.
-Tranquila, no te enojes.
-¿En qué crees que tienen razón?
-En lo de la depresión pos-parto. Pero no necesariamente tiene que ser tan grave. Creo que tenía que ver con las hormonas o algo así. Tienes que pedirle un medicamento a Elizabeth, ella sabrá mejor que yo.
-¿En serio lo crees?
-Lo sé.
Emma se durmió sintiéndose considerablemente mejor. Ya fuera por haberse soltado o por lo que Rupert le había dicho, no tuvo problemas para dormirse.
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Al cabo de un par de días, y gracias a un par de remedios, Emma volvió a ser la misma. Rupert agradeció profundamente al volver a ver la sonrisa de su mujer todos los días, al levantarse y antes de dormir. Y verla disfrutar de su vida, como siempre había sido.
-Emma...
-¿Qué?-Preguntó dormida.
-¿No está sonando tu teléfono?
Ella despertó y miró su reloj. Las tres de la mañana.
-¿Pero qué demonios...?-Dijo mirando la pantalla.-¿Dan?
Atendió.
-Sí. De acuerdo. No hay problema. Enseguida vamos por ellos.
Cortó y miró a Rupert.
-¿Qué pasa?
-Es Bonnie. Está dando a luz. Ambos salieron con urgencia al hospital y dejaron a los niños en su casa. Quieren que vayamos a buscarlos y que vayamos al hospital con ellos.
Emma se puso de pie, se cambió y miró a su marido.
-¿Piensas moverte?
Él se espabiló un poco.
-¿Qué haremos con los mellizos?
-Tienes razón. Maldita sea, ¿por qué un miércoles a esta hora?
Rupert rió y atendió su celular, que estaba sonando.
-¿Hola? Sí, Dan acaba de llamar. ¿En serio? Muchas gracias. Gracias.
Rupert cortó. Emma frunció el ceño.
-Joanne viene a quedarse con los mellizos.
-Genial. Ahora vamos.
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-Will, Will, despierta.
-¿Helena?
-Sí. Despierta, vamos.
-¿Qué pasa? ¿Qué hora es?
-Son como las cuatro de la mañana.
-¿No puedes esperar a besarme hasta que amanezca, al menos?
-Yo sí. Pero tu hermanito, que está naciendo, no puede.
Will se espabiló.
-¿Hermanito? ¿Cómo dices?
-Tu hermano está naciendo.
-¿Por qué no lo dijiste antes?
-Te lo he dicho...
-Enseguida me cambio.
Emma, Rupert y Helena despertaron a los demás. Para cuando terminaron, ellos tres, Will, Arthur, Ryan y Daphne salieron en dirección al hospital.
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Cuando llegaron, el resto de la familia estaba allí, igual que Evanna, Matthew y Amelia.
Rupert saludó a Domhnall y a Oliver, que prácticamente estaban dormidos. A los demás sólo les dijo una palabra a modo de saludo.
-¿Qué sabemos sobre esto?-Preguntó Emma a Evanna.
Ella acarició las mantas donde Amelia dormía.
-Sabemos que Dan nos dijo que Bonnie estaba dando a luz y nos pidió venir. Nada más. Ah, y que tú y Rupert son los padrinos de Peter.
-¿Peter?
-Peter Radcliffe. Acaban de decidir el nombre.
-¿En serio soy la madrina?
-Sí. Y hablando de madrinas, ¿Dónde está mi ahijada Madeleine? ¿Y Jack?
Emma sonrió.
-No queríamos que molestaran con sus llantos ni queríamos despertarlos a esta hora. Joanne llamó y fue a quedarse con ellos. La esperamos, la saludamos y vinimos hasta aquí.
-¿Dónde está Will?-Preguntó Alex.-¿Y Ryan? ¿Dónde se han metido?
Todos se callaron. Helena, Arthur y Daphne se miraron. No tenían idea...
-No lo sé.
-Ni yo.
-Yo tampoco.
Pero la discusión quedó interrumpida.
Dan se asomó por una puerta. Estaba pálido, y se frotaba las manos con nerviosismo.
-¿Y?
-Peter... Peter acaba de nacer.
Los Weasley gritaron alegres.
-¡Viva!
-Bonnie quiere ver a sus hijos. Will, Arthur, Daphne.-Dijo una enfermera que había salido atrás de Dan.
Arthur y Daphne la siguieron.
-¿Y Will?-Preguntó Dan.
Todos se miraron.
-Lo hemos perdido de vista y...
-¡Aquí estamos!-Ryan apareció de la nada.
Will se acercó a su padre.
-Bueno, quiero entrar.
Dan sonrió.
-Por supuesto. Pasa.
La familia desapareció por la puerta.
Helena se acercó a su hermano.
-¿Me explicas en dónde estaban?
-Estábamos charlando junto al pasillo del ala Este.
Ella alzó una ceja y cruzó los brazos.
-Sabes que estamos en el ala Oeste, ¿cierto?
-Sí.
-¿Y por qué se fueron tan lejos? ¿Qué era tan importante?
Ryan miró para asegurarse de que nadie les prestaba atención.
-Sé que sabes que me gusta Daphne.
Helena sonrió y le pasó cariñosamente la mano por el cabello.
-¡Lo sabía! ¡Siempre lo supe! ¿Piensas decírselo? ¿Sí? ¿Cuándo? ¿Qué le dirás? ¿Cómo...?
Ryan la interrumpió.
-Cállate o nos oirá alguien. Y sobre tus preguntas, es justo lo que discutía con Will.
-¿Sólo eso?
-En realidad, también habló sobre ti.
-¿Sobre mí? ¿Y qué dijo?
-Lo siento. Pero lo que charlamos es secreto.
Helena sonrió.
-Secreto de cuñados. Entiendo, entiendo.
Ryan también sonrió.
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-Rupert... ¿Duermes?
-Ahora no. ¿Qué te ocurre?
-Fui al doctor ayer.
El pelirrojo volteó para quedar frente a su esposa. Ella susurraba para que nadie la oyese, a pesar de que nadie estaba despierto porque eran las cinco de la mañana.
-¿Al médico? ¿Con Elizabeth?
-Este... Sí.
-¿Por qué fuiste?
-Hace un poco más de un mes que nacieron los mellizos y ella quería comprobar mi estado. Físico y psicológico.
-¿Qué te dijo? Por favor dime que estás bien...
Emma sonrió y lo besó.
-Sí. Estoy bien. Ella dijo que podía dejar los medicamentos por lo de la depresión, porque cree que ya no me harán falta. Y me dijo algo más. Es lo que quería comentarte.
Ella se puso seria.
-Emma, me estás asustando. ¿Qué pasa?
-Elizabeth dijo que la mayoría de las mujeres, luego de dar a luz, tienen un período de descanso de... Tú sabes. Que en su mayoría son cuatro o seis semanas, todo depende. Y ayer se cumplieron seis semanas para mí.
Rupert sonrió.
-¿Entonces...?
-No. Lo siento. Me dijo que debo esperar más. Que al dar a luz a dos bebés, el tiempo que se requiere es más. Bastante más. Casi el doble.
-¿Dices que aún debo esperar dos meses?
-Bueno, ella dijo también que yo siga yendo cada una o dos semanas. En cuanto ella vea que todo esté en orden, no habrá más problemas.
Rupert asintió pensativo.
-¿Estás enfadado conmigo?
El pelirrojo sonrió.
-No. Para nada. Sólo pensaba que, luego de tener hijos, las cosas se ponen más complicadas... En ese sentido.
Emma suspiró y le acarició una mejilla.
-Tú... ¿Quieres?
-En realidad, sí. Pero es porque siento que te extraño mucho y que apenas paso tiempo contigo. He esperado, pero si tengo que seguir haciéndolo sin pasar tiempo contigo...
Ella lo besó.
-Voy a proponerte algo. Hasta que esto pase, intentaré pasar más tiempo junto a ti. Seguro no será tan difícil, ahora que estamos de vacaciones. Prometo que todo volverá a ser tan cariñoso como antes.
-¿Cuánto antes? ¿Como la noche antes de la boda?
Ella se sonrojó un poco. Rupert rió.
-Sí. Si eso quieres.
-Claro que eso quiero.
-Entonces sí. Ahora vamos a dormir.
-Mañana debo comentarte algo importante sobre mi trabajo.
-¿Tu trabajo? ¿Qué ocurrió?
-Mañana. Ahora estás cansada y tienes que descansar. Mañana hablamos. ¿Hecho?
-Hecho. Mientras no sea nada grave...
-No lo es. Tranquila.
Ella se acurrucó en los brazos del pelirrojo.
-Siempre quise formar una familia contigo, Emma. Desde que noté que estaba enamorado de ti. Te lo he repetido tanto que seguramente te cansaste de oírlo, pero jamás me cansaré de decirlo. Te amo, Emma Watson.
Ella sonrió y lo besó.
-No me he cansado de oírlo. Y no es Emma Watson, no más. Emma Grint. ¿Debo recordártelo, como a los periodistas?
Él rió.
-No, Emma Grint. No es necesario.
-Genial. Y una cosa más.
-¿Qué?
-Te amo.
Rupert sonrió de nuevo y se acercó para besarla antes de que ambos fueran atrapados por el sueño.