Un desastre llamado Valentina...

By GraceVdy

2.7M 174K 65.6K

Un escritor difícil y una editora novata, unidos por un libro que esconde un secreto, protagonizarán un inesp... More

Anuncio importante
Prólogo
Antes de leer
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce 🔞
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince 🔞
Capítulos Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve 🔞
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y uno
Capítulo Treinta y dos
Capítulo Treinta y tres
Capítulo Treinta y cuarto (Parte I)
Capítulo Treinta y cuatro (Parte II)
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y ocho
Capítulo Treinta y Nueve
Capítulo Cuarenta

Capítulo Extra

35.5K 1.8K 507
By GraceVdy

¡Holis! Este capítulo viene cargado de contenido multimedia, lean hasta el final, porque les dejo una imagen que les va a gustar, me lo votan y me lo comentan mucho. Espero que les guste este regalo, que quería mostrarles desde hace mucho. Mañana también habrá sorpresa, les aviso por mis redes. 

Feliz San Valentía adelantado. Las te kiero mucho ❤️

Santiago

 La risa de mi hermano sonó por encima del ruido que nos rodeaba, provocando que varias personas dirigieran su mirada hacia nosotros. Estaba acostumbrado a ser el centro de atención cuando me encontraba con él. Sebastián nunca lograba pasar desapercibido. La mesera que aún se hallaba al lado de la mesa, le sonrió con coquetería en respuesta al guiño que el idiota le dedicó segundos atrás. No era un secreto para nadie que Sebas tenía como pasa tiempo flirtear con mujeres para divertirse.

—¿Puedes traernos la cuenta? —le pregunté, un poco ansioso porque se marchara. Estaba interrumpiendo una charla amena.

—Le agregas tu número de teléfono —pidió Sebas, tras sonreírle.

La mesera asintió de inmediato, ofreciéndole una amplia sonrisa a Sebastián que no le apartó la mirada hasta que esta se marchó.

—¿Qué haces, idiota?

—Consiguiéndote un número de teléfono. En un par de días puedes llamarla para invitarla a salir. No se dará cuenta de que no soy yo, te pareces lo suficiente a mí como para que lo pase por alto.

—¿Quién te dijo que estoy interesado en algo así?

—Necesitas entretenerte.

Negué antes de darle un largo trago a la botella que sostenía en la mano derecha. Mientras la bebida espumosa se deslizaba por mi garganta me pregunté qué tenía que hacer para que mi familia dejara de meterse en mi vida. No importaba la distancia, siempre encontraban la forma de hacerlo.

—Lo único que necesito es que me dejen tranquilo —le aseguré, otro trago a mi cerveza me ayudó a dejar ir la breve irritación—. Y debo de corregirte, tú te pareces a mí, no al revés. Yo soy el original, tú la mala copia.

—La versión mejorada —afirmó tras otra larga carcajada.

Me sentí ligeramente culpable por no disfrutar de la compañía de mi hermano. Mi vida era una constante mierda, su presencia durante esos días me proporcionó algo de la única distracción que necesitaba. El peso dentro de mi pecho había disminuido gracias a las risas que fueron más constantes.

—¿Dentro de cuantas horas sale tu vuelo?

—Cinco —respondió, tras ver el reloj—. Aunque lo adelante un poco, tenemos tiempo de sobra, no te preocupes. Quiero llegar a tiempo para cenar con Manu.

Tener tiempo de sobra se había convertido en mi mayor preocupación. Mi mente solía traicionarme y llevarme por pasajes que no estaba listo para recorrer. Reponerme de mi despedida con Valentina se veía como algo fuera de mi alcance en ese momento, en el que continuaba extrañándola con una intensidad sofocante, mientras luchaba por mantener a raya mi deseo de sucumbir a mi necesidad de buscarla. Estaba destinado a extrañarla y aunque me había reconciliado con aquella idea, no dejaba de ser difícil aceptarlo.

La mesera llegó un momento después, ofreciéndole más sonrisas coquetas a mi hermano que las esquivó con sutileza, me encargué de la cuenta mientras él respondía una llamada. La sonrisa de la mujer parada frente a nosotros, se borró en cuanto escuchó a Sebas llamar mi amor, a la persona del otro lado de la línea. Supuse que hablaba con Manuel y me fue inevitable pensar en Valentina una vez más. En esos meses desarrollé el talento de encontrar el más mínimo detalle para llevarla a mi mente.

Me resultó sencillo recordar su sonrisa mientras conversaba con Manuel, y las fuertes carcajadas que él solía provocarle. No había algo de Valen que no añorara. Supuse que me encontraba en esa parte del duelo en el que todo era aún complicado.

—¿Qué celebran? —le pregunté tras escuchar como hablaban de pasar la noche fuera. Como si no supiera que día era, como si no estuviera aguardando algún mensaje de Valentina por las rosas que le envié.

—San Valentín como todos los seres humanos de la tierra.

—Este ser humano no lo celebra.

Jamás me importó la fecha y la celebración que conllevaba, sin embargo, todo se veía distinto dado al momento en el que me encontraba. Hacía un año atrás, había plantado a Valentina, desaprovechado la oportunidad de tener un grato recuerdo de una noche con ella. En ese instante me conformaba con un mensaje.

Sebas se puso de pie mientras guardaba el teléfono en su bolsillo. El motivo por el que estaba ahí, a mi lado, tenía que ver con las nuevas responsabilidades que adquirió tras mi partida. Aunque no era el más contento por la situación en la que se encontraba, le estaba haciendo frente a un reto complicado con la mejor actitud. Todo lo que lo conocía me llevó a suponer que lo hacía por mí, y no por nuestro padre.

—¿Irás a ver a Sandy por su cumpleaños?

—No lo creo, prefiero evitar volver a casa aún.

—Sandy te extraña, en cuanto supo que vendría a verte intentó convencerme de traerla conmigo. Tuve que explicarle que solo venía por una firma y no pensaba quedarme por más de dos días.

—Sandra necesita enfocarse en la universidad y menos en viajes que la distraigan. ¿Te has tomado la tarea de investigar lo que está haciendo? Me bastó un par de minutos en uno de sus perfiles para darme una idea de la manera en la que pierde el tiempo en fiestas. La enviamos a estudiar, no a divertirse.

—Tienes que calmarte un poco, Santi. Es papá quién debe tomarse ese tipo de molestias, no ninguno de nosotros. Asumiste demasiadas responsabilidades que no te correspondían y papá se aprovechó de ello. Por eso, aunque haga falta tenerte cerca, creo que tomarte este momento es lo mejor para ti.

También lo creía, porque la distancia evitaba que la desesperación se impusiera a mi prudencia. Caminamos sobre la acera a paso lento, envueltos en un silencio que tenía urgencia de romper.

—¿Has visto a Valen?

Aquella era una pregunta que había postergado, pero que moría por hacer. Aunque me encontraba en constante comunicación con Valen, tenía la necesidad de saber de ella a través de los demás para obtener una mejor percepción de su vida, sin mí en ella. Mi hermano ralentizó sus pasos, al mismo tiempo en el que dirigía la mirada hacia mí.

—Sí, hace poco cenamos juntos.

Metí las manos en los bolsillos y fijé la vista en el piso de manera inconsciente, mientras me preguntaba si ver a mi hermano la hacía pensar en mí. Tenía la absurda necesidad de continuar presente en sus días, la idea de que me olvidara me sentaba terrible.

—¿Cómo está?

—Como siempre —respondió, antes de encoger los hombros—. Distraída, divertida y poco comunicativa. Nunca tocamos el tema de ustedes cuando nos reunimos, pero supe por Manu que continúa triste. Tiene muchos problemas con su familia, según entendí. ¿No han hablado?

Asentí, distraído por culpa de la inquietud que me provocó escuchar a mi hermano. Me atormentaba que estuviera pasándola tan mal. Me sentía el responsable de ello, aunque entendía que no podía asumir una carga que no me correspondía.

—Hablamos seguido, a veces todos los días. Pero suelen ser llamadas cortas, a pesar de que nuestra despedida fue... Ni siquiera sé como explicarlo. Valen me buscó en el aeropuerto.

—¿Por qué nunca me lo contaste?

Quise decirle la verdad, que no soportaba la intromisión de todos en mi vida, y que no me gustaba hablar de algo que aún dolía. Lo único que lo evitó fue mi prudencia, siempre fui una especie de confidente para mi hermano, lamentablemente, yo no podía abrirme de la misma forma en la que lo hacía él.

—No había tenido la oportunidad.

—¿Qué pasó cuando te buscó?

—Solo quería despedirse. Prometimos mantenernos en contacto y dijo que me amaba —agregué, percibiendo aún la misma emoción del momento en el que la escuché.

—¿Entonces están en una especie de tiempo, pero siguen juntos?

—No, no seguimos juntos. Ella fue clara todas las veces que me dijo que no podía tener una relación conmigo. Simplemente, terminamos en buenos términos, incluso hasta de manera amorosa. Pero hay temas que no tocamos, y es como si ninguno de los dos fuéramos los mismos. Pese a que mantenemos comunicación hay como una barrera entre los dos.

—No pueden ser los mismos, terminaron y por algo sumamente complicado.

Me vi absorto en el silencio, perdido en el montón de pensamientos inconexos que ocupaban mi cabeza cada vez que hablaba con ella. Los planes inconclusos, los arrepentimientos y la culpa desfilaban como ráfagas acrecentando el dolor con el que lidiaba. Sebastián se ocupó de acabar con mi introspección solo unos minutos después. Como si se percatara de que necesitaba distraerme me habló de sus noches en el Terrassa y lo difícil que era compaginar su trabajo nocturno, con las jornadas en la oficina.

Para cuando llegamos al edificio en el que se encontraba mi departamento, me sentía despejado y tranquilo. Sabía que aquella sensación se acabaría cuando mi hermano se marchara, por ello me propuse disfrutar de aquel momento de calma.

—¿Papá te está obligando a vestirte de forma decente todos los días?

—Se conforma con que no falte.

—No sé como te soporta.

—Bueno, no tiene opción. Sin ti en el radar, soy el único al que puede recurrir —respondió con una chispa de diversión. —Siempre envidié la despreocupación con la que se movía mi hermano. Parecía que no existía algo que fuese capaz de acabar con su diversión. Se tiró en el sillón, como si la idea de no tener su maleta lista, no le robara la paz—. ¿Qué es esto?

Miré hacia la dirección que me apuntaba, en donde se encontraba el librero. Tras enfocar mejor la vista me di cuenta de que se refería al estuche en el que se hallaba la colección de antologías en las que mamá colaboró. Se levantó de golpe, mostrándose entusiasmado, por lo que asumí que sospechaba de lo que se trataba.

—Puedes abrirlo —le indiqué al verlo sonreír con la caja entre las manos—, hay uno que está firmado por mamá.

—¿De dónde sacaste esto? Papá hizo desaparecer todos.

La emoción que filtró en su voz fue similar a la que experimenté al verlos. Pese a que Sebastián solía ser el que llevaba mejor la pérdida de mamá, sufría igual que Sandra y yo. Aquella herida parecía que estaba destinada a no cicatrizar.

—Todos los que había en casa, pero no todos los que publicaron.

—Los buscamos en librerías y jamás hallamos alguno.

—La editorial era pequeña, su distribución era limitada. Esa es la razón por la que nunca conseguimos una buena copia.

—¿Y entonces? ¿De dónde vino esta colección?

—Valentina me la envió por mi cumpleaños, fue su regalo. No tengo idea de cómo lo consiguió.

—Valen es increíble.

Le di la razón en silencio, rememorando el momento en el que recibí su llamada para ponerle al tanto del paquete que dejaron fuera de mi puerta. Valen me hizo sentirla cerca pese a la situación adversa que atravesábamos, aquellos pequeños detalles me hacían sentir que nunca podría superarla, que nada, ni nadie, podría igualarla.

Sebas contempló emocionado cada uno de los libros, de la misma forma en la que lo hice yo cuando los tuve entre las manos. Sus ojos se pusieron brillantes y entonces supe que había encontrado la dedicatoria del último, en la que nuestros nombres figuraban. En ese instante en el que observé a mi hermano haciendo una foto con su teléfono mientras un par de lágrimas se asomaban, me pregunté si Valentina tenía una idea de todo el bien que me hacía y lo mucho que había mejorado mi vida.

***

Tras despedirme de Sebas me sentí más solo que de costumbre, culpé a la atmósfera que me rodeaba de aquella sensación en mi pecho que crecía con el paso de los minutos dentro del auto. Estar varado en medio de la calle, esperando que el resto de los carros avanzaran, me llevó a ver con más atención a mi alrededor. Las personas que caminaban entre conversaciones cargaban flores, globos y regalos. Los exteriores de algunos establecimientos en el camino se hallaban decorados con motivos que hacían alusión a la fecha que todo el mundo parecía celebrar.

Intenté distraerme con la música que Sebas dejó sonando en el estéreo, sin obtener algún resultado. Así que decidí solo lidiar con mi realidad. Me relajé sobre el asiento esforzándome por enfocarme en un par de trabajos pendientes. Mi teléfono vibró dentro del portavaso cuando me hallé más concentrado en enumerar mentalmente todo lo que debía hacer al llegar a casa. Lo tomé y sonreí al ver el nombre de mi hermana en la pantalla.

—Princesa.

—¡Santi! —dijo, con una emoción exagerada, como toda ella—. Por fin respondes al primer intento. ¿Cómo estás? ¿Sebas ya se marchó?

—Todo bien. El vuelo de Sebas debe de estar por despegar.

—También quería visitarte. Sé que tú no me extrañas, pero yo a ti sí. Todas las noches me duermo triste porque no estás cerca.

—Sí, me imagino que te duermes tristísima después de salir de fiesta. Sales todos los días, Sandra. No tienes tiempo ni de extrañarme.

—Dios, deberías de escribir un libro que se llama como arruinar una llamada. Solo quería saludarte, no que comenzaras a reclamarme nada.

—Quiero que me envíes el acceso a tus calificaciones.

—¿Qué?

—Ya me escuchaste. Quiero tu usuario y tu contraseña, había pensado llamarte para pedírtelo la próxima semana, pero ya que tú llamaste aprovecho la oportunidad.

—¿A ti qué te importan mis calificaciones?

—Me importan y mucho. Necesito que te gradúes, no que pierdas el tiempo en fiestas.

—Ni siquiera papá me pide algo así.

—¿Quién manda en casa, Sandra?

—Voy a colgarte, empezaré a prepararme para mi cita. Adiós, y gracias por desearme feliz San Valentín.

—Ey, ¿con quién saldrás?

—Con amigos —respondió levantando la voz.

—¿Qué amigos?

—Santiago, qué te importa. Eres un entrometido.

—Mira quién lo dice, la que me hizo un escándalo la última vez que me llamó porque escuchó la voz de una mujer.

—Pensé que era Valentina, se parecía a su voz.

El silencio en el que nos quedamos hizo evidente que aquella respuesta fue impulsiva. Respiré hondo y aceleré al fin, percibiendo alivio por marcharme, quería salir del carro de una puta vez.

—No llegas tarde, tienes que despertar temprano mañana. Tienes clase a primera hora.

—¿Cómo lo sabes?

—Lo supongo.

—Espero que no tengas mi horario, contigo nunca se sabe. Cuídate mucho, ¿sí?

—Lo haré, gracias.

—¿Te quedarás en casa?

—Sí.

—Si quieres podemos hacer una videollamada y cenamos juntos.

—Dijiste que ibas a empezar a prepararte para salir.

—Puedo cancelar.

—No, princesa. Ve con tus amigos.

—¿Seguro?

—Santi.

—¿Sí?

—Te quiero mucho, y te extraño aunque te creas mi papá y no me dejes hacer nada.

Colgó antes de que pudiera responderle, dejándome con idea en mente y una sonrisa en los labios que me acompañó durante el resto del camino. Varios minutos después me estacioné percibiendo algo parecido al entusiasmo. Tras salir del carro me recargué en el y tomé mi teléfono para enviar un mensaje del que no esperé recibir respuesta tan rápido, tal vez por ello no continué con la conversación de inmediato. Guardé el teléfono en mi bolsillo y me dirigí hacia el interior con paciencia.

Valen no solía responder tan rápido. Usualmente, nuestra comunicación por mensajes tenían intervalos de una hora o dos, solo había escrito su nombre, y ella contestado un simple: «¿Sí?», por ello no entendí por qué me sintió tan importante recibir aquella notificación. Una parte de mí encontró satisfacción que un día en el que todo el mundo hacía planes para salir, ella estuviera disponible para mí. Esa fue la razón por la que, en cuanto entré a casa volví a abrir mi conversación con ella.

Que su respuesta fuera extensa cuando le pregunté como estaba fue una buena señal. A penas leí el mensaje pude imaginarla holgazaneando, con Polly cerca y rodeada de su desorden. Reí al mismo tiempo que movía los dedos en la pantalla para escribirle de nuevo. Presioné el botón de enviar preguntándome si externar mi deseo de verlas era cruzar la línea. Mis dudas al respecto se desdibujaron al recibir una fotografía en la que pude verlas a las dos. Tal vez ambos teníamos las defensas bajas aquella noche, por ello en cuanto propuse hacer una videollamada, Valentina aceptó de inmediato.

Robé el plan de mi hermana, sin esperar a que Valen la pareciera buena idea. El entusiasmo apagó mi prudencia, la idea de conversar con ella por algo más que un par de minutos, evitó que pensara en las consecuencias que traería aquello que se percibía como algo más que una llamada. Los primeros días sin Valentina fueron un infierno que no quería volver a pisar, en el fondo, sabía que, tras colgar me hallaría de nuevo en aquel lugar. Añorando lo que ya no seríamos.

Veinte minutos después del último mensaje que le envié, le marqué a como acordamos. Mi mirada se encontró clavada en la pantalla por largos segundos, aguardando que su imagen apareciera en ella. Pese a que aparentaba tranquilidad, tenía el pulso fuera de control, el reloj en mi muñeca evidenciaba hasta la alteración de mis latidos. La idea de verla así fuese a través de una llamada, después de casi cuatro meses, me agitó más de lo que esperé.

—Mierda —se escuchó al mismo tiempo que un sonido estrepitoso, aunque la pantalla aún no proyectaba su cara, pude escuchar su voz—. Hola, ¿me ves?

—No, creo que tienes la cámara apagada.

Aclaré la garganta tras hablar, siendo consciente de que estaba delatando un nerviosismo novedoso que no experimenté antes. Como siempre, con Valentina todo era nuevo. Tuvieron que transcurrir varios segundos para que sus ojos verdes aparecieran al fin. La sonrisa en mi cara fue instantánea, gracias a la emoción apabullante de verla de una vez más. Encontré a Valentina más preciosa de lo que la recordaba, con el pelo recogido en un moño desordenado y el brillo en sus ojos, pese a su evidente cansancio.

—Hola, Santi. Pusiste la mesa —agregó de inmediato, ajena a la conmoción que me provocó la manera en la que dijo mi nombre.

Asentí mientras la observaba sin parpadear, atento a todo lo que la rodeaba. La necesidad de estar ahí con ella se manifestó en cuanto se estiró sobre el sillón para bostezar. Recordé todas las veces que me quejé falsamente de todo el tiempo que perdíamos tirados sobre los cojines sin hacer nada más que existir, aquello era el plan favorito de Valentina.

—Valen, estás tan bonita.

Mi impulso obtuvo como recompensa una sonrisa tímida que tenía mucho tiempo sin ver.

—Y tú dejaste crecer tu barba.

—Solo un poco. Extrañaba verte.

Sabía que me encontraba pisando los límites que ella había trazado cada vez que nos comunicábamos, sin embargo, no podía hacer algo para evitarlo. Era un pobre imbécil sin fuerza de voluntad, frente a una mujer que se convirtió en mi mundo entero.

—Polly, ¿quieres ver a Santi? —La sonrisa se quedó fija en mis labios mientras ella alargaba los brazos para sostener a la gata que puso frente a la cámara—. Saluda, mira la pantalla, ve a Santi—dijo y no pude evitar reír por la forma en la que le hablaba a la gata arisca.

—Hola, Polly.

La gata dejó de moverse y Valen se removió entusiasmada.

—Reconoció tu voz.

—Tal vez solo fue casualidad.

—Obvio no, ella la reconoció, háblale de nuevo.

—No, no lo haré. Es una gata, no...

—Polly, mira allí —me interrumpió, estaba señalando la pantalla empeñada en la que gata fijara la mirada de nuevo—, es Santi.

—Polly, ¿me extrañas?

La gata maulló aumentando el entusiasmo de Valentina, me hallaba seguro de que todo se trataba de una coincidencia, sin embargo, decidí no refutar a Valen cuando repitió que Polly reaccionaba a mi voz. La sonrisa en sus labios aligeró cualquier malestar, no quería que se borrara. Polly saltó de sus brazos en cuanto pudo, dejando a Valen sola y quejándose por su apatía.

—Espera, alguien me está llamando —dijo, cambiando la conversación que habíamos estado sosteniendo.

Me quejé en silencio de aquella interrupción, puesto Valen me estaba poniendo al tanto de su vida, algo que nunca hacía con tanta profundidad. Mientras ella deslizaba el dedo por la pantalla me pregunté quién era la persona que intentaba comunicarse con ella. La idea de que hubiera conocido a alguien pasó por mi cabeza por primera vez en los meses que llevábamos alejados.

—¿Quién era?

—Sandy, seguro quería que le ayudara a encontrar qué ponerse. Suele llamarme seguido para eso, no entiendo por qué lo hace, no soy la más adecuada para dar consejos de moda.

—Pero siempre luces bien.

—La mayor parte del tiempo uso pijamas.

—Me gustas en pijama, sabes llevarlas.

Valen bajó la vista, huyendo de mis ojos que se clavaron en ella a través de la pantalla. Estaba siendo demasiado valiente o muy estúpido, no me encontraba seguro de nada, solo de lo mucho que me hallaba disfrutando de aquel instante.

—Por eso no me cambié, por contigo no importa nada. Sandy saldrá con amigas —el cambio de tema hizo evidente que había hablado en uno de esos impulsos de los que era víctima cuando estaba nerviosa.

—No mientas, saldrá con algún chico, no la encubras.

—¿Por qué habría de encubrirla? No tiene nada de malo que salga con un chico.

—Lo tiene todo, debería concentrarse en sus clases solamente.

—Santi, es san Valentín, no pretendas que se quede encerrada estudiando. Todo el mundo está teniendo citas.

—¿Nosotros estamos teniendo una?

Necesitaba de una dosis de esperanza por aquellos días en los que su ausencia pesaba como nunca, por ello cuando me ofreció una pequeña sonrisa, me sentí complacido. Me bastó con ese gesto, no era necesario que lo admitiera, después de todo estábamos cenando juntos a la distancia, en una fecha especial.

—Algo así, por cierto, gracias por mis flores.

—Por un momento creí que no las habías recibido.

—Pensé en llamarte todo el día, pero... Estaba esperando llegar a casa para hacerlo, son muy lindas, le agregaron un par de mini cactus. Gracias —volvió a decir mientras levantaba la mirada propiciando que nuestros ojos se encontraran—. ¿Y qué tal tu cena? Se ve como algo que descongelaste.

—Deliciosa y saludable, no como nada congelado, me preparo comida de verdad. Estoy entrenando.

—Pensé que no competirías en esta temporada.

—No lo haré, pero no quiero perder la resistencia.

—¿Lo estás tomando con calma, o siguiendo una disciplina militar?

—Con calma.

—No te creo —aseguró, mientras jugaba con el tenedor—. Te conozco, Santi. Debes despertar a las cuatro de la mañana para entrenar, seguro tienes marcado el estómago y los brazos más fuertes por tanto entrenamiento.

Me encontré encantando con la manera en la que estaba conversando, relajada, como si se tratase de algo cotidiano vernos —así fuese por una pantalla—, después de todo lo que pasó. Sorbí mi vaso de agua antes de negar, y echar un poco hacia atrás mi silla. Valen tosió cuanto me quité la camiseta, solo para probarle que estaba un poco equivocada.

—No estoy marcado.

—Ay, Dios, no, no —se quejó, mientras se ponía de pie con prisa. La cámara dejó de enfocarla y la pared ocupó su lugar en la pantalla—, se cayó mi soda. Ponte la camiseta, Santiago, que me pones nerviosa, quiero decir, puedes resfriarte porque, solo póntela —agregó tras sus titubeos.

—¿Valen?

—¿Qué? —Su rostro sonrojado volvió a aparecer en mi pantalla.

—Eres un desastre.

—Lo sé. Y si estás marcado, no te rías de mí.

—Lo siento, no me rio de ti, me rio contigo. Tenía mucho tiempo de no hacerlo, no me pidas que pare.

—Mi cena se arruinó y creo que el sillón también. Voy a limpiar este desastre.

Su ansiedad por colgar con la llamada no tenía nada que ver con aquel detalle. Valen quería huir de mí y la entendía, a medida que los minutos pasaban se hacía más doloroso procesar que ya no estábamos juntos, al menos para mí.

—Está bien, gracias por cenar conmigo.

—Me gustó mucho hacerlo. ¿Qué harás? —cuestionó, de nuevo como si quisiera desviar mi atención de su primera frase.

—Escribir un poco.

—Me da mucho que continúes haciéndole. Cuídate mucho, ¿sí?

—Tú también. Cuida a Polly también.

—¡Polly! Ven a despedirte.

—Valen, déjala —pedí, en cuanto la cámara comenzó a moverse indicándome que estaba caminando.

—No, debe de despedirse. Polly, ven acá.

La cámara volvió a moverse un par de veces más antes que Valen y Polly aparecieran en la pantalla, sonreí al verla besar la cabeza de la gata que maulló protestando.

—Adiós, Polly.

—Dile adiós a tu papá.

Mi carcajada fue instantánea y emulada por Valen en el acto. Puso a la gata en el piso y de nuevo me clavó los ojos a través de la pantalla. De la risa de ambos no quedó nada, nos observamos fijamente por lo que se sintió una eternidad, hasta que me vi obligado a cortar aquel silencio.

—Descansa, Valentina.

—Feliz san Valentín, Santi.

—Feliz san Valentín para ti también, preciosa.

—Te envió besos —fue lo último que dijo antes de llevarse la mano a los labios para lanzarlo.

Colgó, dejándome sumido en una soledad que tal vez me merecía, pero que no soportaba. Extrañaba tanto a Valentina que me vi obligado a buscarla en el único lugar donde la sentía cerca, escribiendo.

Para Valentina

Estoy destinado a extrañarte, condenado a padecer los efectos dolorosos de tu ausencia, estoy lejos de encontrar el consuelo, al vacío que siento en el pecho. Inmerso en el sufrimiento, que me provoca no tenerte.

Paradójicamente, te sigo sintiendo cerca formas parte de mis días. Recordarte es la anestesia, que me ayuda a continuar con mi vida. Me embriago de lo que fuimos, para soñar que somos de nuevo, engaño a mi subconsciente para curar mis heridas, calmo mi desesperación, evocando tu sonrisa.

Me pierdo en tu recuerdo para conciliar el sueño, me aferro a los restos de tu presencia, porque después de amarte, no puedo dejarte ir.

***

Les dejó algo del chat de Santi y Valen, en el grupo de facebook, al final de la imagen del chat, habrá otra imagen con la info de mis redes, pendientes de ig por allá les compartiré contenido del extra. 

Chat completo en el grupo de facebook

Continue Reading

You'll Also Like

130K 6.4K 28
Cuando Allison, una decoradora de interiores y Chris, un abogado, se encuentran esa noche en el bar jamás habrían pensado que terminarían unidos de p...
208K 20.6K 34
«Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar...
104K 5.8K 30
Cuatro años después fueron suficientes para Cyra. Ella reconstruyó su futuro y pudo seguir con su vida. A pesar de siempre tener en su mente a Uriel...
7.9M 315K 43
Lara, una chica irreverente es enviada a un remoto lugar en México. Si de por sí es horrible estar aquí lejos de la tecnología y de las cosas que con...