Fantasmas

由 AndreaAS9

21.1K 3.1K 321

»Amante del mundo paranormal o no, una chica en coma siempre terminará sumergida en él.« Con el esoterismo co... 更多

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13 - MAS
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 - MAS
Capítulo 17 -MAS (Parte II)
Capítulo 18
Capítulo 19 - NOAH
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
MAS 💞
Capítulo 25 - MAS
Capítulo 26 - MAS
Capítulo 26 (Parte II) - MAS
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32 - Noah
Capítulo 32 (parte II) - NOAH
Capítulo 33
Capítulo 34 (parte I) - MAS
Capítulo 34 (parte II) - MAS
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39 - MAS
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42 - NOAH
Capítulo 42 -NOAH (II)
Capítulo 43
Capítulo 44 - MAS
Capítulo 44 - MAS Parte II
¡Feliz día del padre!
Capítulo 45 NOAH
Capítulo 46 - MAS
Capítulo 47
Capítulo 48 - I
Capítulo 48 II
HOLA, OTRA VEZ
Capítulo 49 - NOAH
Capítulo 51
Capítulo 51 Parte II
Capítulo 52
Capítulo 53 (¿El fin?)
Capítulo 54
Capítulo 55 - NOAH
Capítulo 56
Capítulo 57 - MAS (parte I)
Capítulo 57 - MAS (parte II)

Capítulo 50 - Mas

51 11 18
由 AndreaAS9

    — ¿¡Qué diablos, Mas!? —dice ella, como si tuviese el derecho ahora mismo de rezondrar a alguien.

    Pese al volumen alto de su voz, soy perfectamente capaz de identificar cómo su espíritu aún batalla por recuperar energía vital. Ya habíamos hablado de esto. Si su vida aún significa algo para ella, debería ser más cautelosa. Debería dejar de intentar interactuar con el plano de los vivos. Debería dejar de hacer esos estúpidos trucos que le enseñé por diversión, como me dijo su tataratataratatara...tataraabuela después de secuestrarme. Debería abandonar el caso de Camille y apartarse de Noah. Debería...

    Debería alejarse de mí.

    Mi manos sujetan fuertemente sus hombros y estoy completamente seguro de que me mi mirada revela a gritos que tengo que decirle ciertas cosas, demasiadas cosas, tantas cosas que gritar, que arrancar, que confesar, pero yo... Me quedo callado y todo atisbo del inicio de una conversación que me aterraba comenzar queda simplemente en la sombra de una intención.

    No sé por cuánto tiempo la haya estado sosteniendo, no sé por cuánto tiempo mis ojos estuvieron en contacto con los suyos y mi rostro tan cerca al de ella que podía contar sus pecas y notar cómo sus latidos iban incrementando el ritmo al acrecentarse el tiempo en el que ninguno de los dos decía nada.

    Había tantas cosas que quería decirle. Tantas. Pero ella ha malinterpretado la intensidad de mi mirada, y me devuelve una que pone en peligro el hilo de mis pensamientos. Y, repentinamente, las cosas que quiero confesar al viento son diferentes. Cosas que definitivamente su antecesora detestaría.

    Kendall traga saliva, yo me olvido de respirar.

    Basta con un ademán tan sencillo para descolocarme por completo y echar todo lo que tenía en mente hasta hace unos segundos al tacho.

    Porque cuando Kendall se relame inconscien- temente los labios, no puedo despegar mi mirada de ellos, ni ella de los míos.

    Porque cuando sus pestañas vuelven a batir para levantar su mirada y conectarse nuevamente con la mía, siento que ambos, en ese momento, pensamos exactamente lo mismo, deseamos exactamente lo mismo.

    Porque cuando abre la boca, sé que es para pronunciar mi nombre, y yo... no puedo contenerme.  Kendall es sencillamente demasiado para mí y mi autocontrol.

    Así que la beso. Con una intensidad de la que yo mismo me sorprendo. No tenía idea de cuánto quería esto hasta tenerlo.

    Como si ella también lo hubiese estado esperando, no tarda en corresponder con un impetu igual de arrollador.

    Mis manos, que estaban apretando sus brazos justo por debajo de sus hombros, suben a sus mejillas, cubriéndolas por completo, lo que me permitía tener más control y más acceso a ella, sus labios y su lengua.

    Todo lo que tenía que decir, todo el peso de las palabras de aquella mujer hace unos momentos, toda la mezcla de sentimientos y la enredada madeja de emociones intensas que me provocó, todo, lo ahogo en la boca de Kendall, bebiendo de ella más de lo socialmente permitido.

    "No sabes el daño que le haces —me había dicho—, que le harás"

    Sus manos recorren mi abdomen y suben por mi pecho, tomándose su tiempo, mientras se pega a mi cuerpo en busca de un contacto más íntimo.

    "Los de tu estirpe nunca son buenas noticias"

    Yo la tomo por la cintura mientras sus brazos rodean mi cuello, y avanzo algunos pasos en dirección a la pared más cercana.

    "¿Pretendes actuar como si Cece no te hubiese enviado a hablar con Kendall en primer lugar?"

    La cadera de Kendall se topa primero con un escritorio, por lo que, sin pensarlo dos veces, se sube en el de espaldas, y rodea mis caderas con sus piernas.

    "Sigues atado a él, sigues siendo su marioneta".

    Mis labios se despegan de los suyos solo para empezar a trazar un camino desde su boca hasta su cuello, dibujando con mis besos toda la línea de su mandíbula.

    "Eres una la influencia"

    "Vas a matarla"
   
    "Aléjate de ella"

    Entonces, me detengo.

    — No puedo... —susurro, cerca a su oído, sobrellevado por mis pensamientos. La sola idea de que aquello sea cierto, aunque sea la más ínfima parte de esas declaraciones, puede con mi conciencia.

    Me aparto lo suficiente como para ver sus ojos de avellana, su nariz pequeña, sus mejillas sonrosadas y sus labios rojos, muy húmedos y ligeramente hinchados. Apoyo mis manos en el escritorio, uno a cada lado de su cuerpo pequeño y frágil. Y allí, observándola, grabando la imagen de una Kendall alborotada y aparentemente vulnerable en mis retinas, me doy cuenta de que todo lo que me dijo su antecesora es cierto. Soy peligroso para ella. He sido egoísta todo este tiempo.

    Su mirada me exige explicar por qué me he detenido, y francamente yo me pregunto lo mismo. Aunque, en realidad, la respuesta llega en forma de epifanía. No puedo hacerle esto a ella, atarla a mí y luego imposibilitarla de partir. Ella tiene que vivir. Kendall tiene que despertar.

    Entonces, ¿por qué...?

    — No puedo —repito, aún con dulzura, pero con mayor firmeza, mientras retocedo un par de pasos.

    "No puedo", me pregunto a mí mismo, batallando ferozmente contra mi propio cuerpo que pide a gritos regresar a ella y continuar lo que estaba haciendo... Lo que estaba a punto de hacer. ¿Qué no puedo, exactamente?

    No puedo... ¿quedarme y lastimarla?

    No puedo... ¿alejarme y lastimarme?

    Podría, tal vez, quedarme y ayudar, ¿cierto? ¿No es eso lo que he estado haciendo? Quiero decir, advirtiéndole sobre su nueva amiga y sobre lo peligroso que es quedarse.

    Las escenas en las que empujé egoístamente a Kendall a hacer cosas que no estaba seguro de si la perjudicarían o no (bajo la patética excusa de "ayudarla") regresan una a una a mi cabeza, en una especie de desfile incriminatorio.

    Decir que esta vez será diferente... Me conozco demasiado bien como para caer en otro de esos autoengaños.

    No. Ahora la respuesta es evidente: Tengo que alejarme de ella.

    — Lo siento —le digo, girando mi cuerpo para ir en dirección al balcón, mientras llevo mis manos a mi frente, cubriendo también las cuencas de mis ojos con ellas—. No debí hacer eso.

    Aunque mi corazón implore lo contrario.

    Si es cierto que, después de todo este tiempo, yo sigo siendo un jueguete de Cece, y sus planes, de alguna forma, siguen dirigidos a ella como el primer día, definitivamente no puedo dejar que él la lastime a través de mí.

    ¿Por qué demonios tuve que besarla? ¿Por qué así de esa forma tan desesperada? Acabo de joderlo todo.

    — Si te sirve de algo —la escucho decir a mi lado—, si tú no tomabas la iniciativa en ese momento, lo iba a hacer yo.

    Me quedo en silencio, bajando la cabeza mientras me desplomaba sobre mis antebrazos apoyados en el barandal del balcón.

    De repente, un pensamiento asalta mi mente: Si Kendall se entera de lo que le he hecho, será ella quien se alejará. Y claro que eso haría más fácil mi tarea, sin embargo, por alguna razón, la concepción de ella descubriéndolo me aterra a sobremanera.

    Pasan algunos minutos, en los que la brisa de la madrugada revuelve nuestros cabellos y nos devuelve a nuestros sentidos, antes de que vuelva a hablar.

    — ¿Intentaste regresar a tu cuerpo en estos días? —pregunto sin ser capaz de elevar mi cabeza y enfrentar su mirada inquisitiva.

    — Bueno —responde después de un rato callada y un suspiro—... La última vez no fue por voluntad propia. Fue espantoso. Desde allí, decidí tomarme un tiempo y prepararme.

    Asiento, sientiendo cómo ella se apoya en la puerta de cristal del balcón, detrás de mí.

    — ¿Cuándo lo volverás a intentar?

    — No estoy segura, ¿por qué?

    — Puede ser más difícil si lo aplazas —respondo en voz baja, sin evasivas esta vez, guiando mis palabras de la información brindada por Ben en algún momento.

    — Lo sé —se cruza de brazos, lo sé aun no la esté viendo—. ¿Por qué tanta prisa en que me vaya?

Casi me río de la ironía que suponía esta situación.

    — No quiero que te vayas —mi respuesta es inmediata, pero melancólica: simplemente yo resignándome a lo inevitable.

    — Aún lo recuerdo —dice ella, acercándose al balcón, para apoyarse a mi lado—. Cuando me iba de Minnesota, tú dijiste algo similar. Dijiste-

    — "No me dejes" —termino por ella, seguido de un golpe de aire que salió de mi nariz a modo de risa. Una risa amarga.

    Ella también ríe, mas por una razón diferente.

    — Querías que te llevara en la maleta, estabas demente —me golpea juguetonamente con su codo.

    Demente... Sí... Quizá aún lo estoy. Solo un demente se atrevería a besar a su mejor amiga cuando esta acaba de regresar de una cita con el flechazo de toda su juventud, y a quien, para colmo de males, no ha traído más que desgracias, por lo que tiene que mantener su distancia... una distancia prácticamente inexistente hace algunos minutos.

    — Pensándolo bien —le sonrío, mirándola de reojo, ocultando el pesar que me producen mis propios pensamientos con aquello que mejor se me da: el humor—, esa hubiese sido una maleta muy ligera.

    Ella suelta una carcajada.

    — Totalmente —responde.

    — Y muy económica de transportar.

    — Es cierto —sonríe una vez más—. De haber sabido que todas eran ventajas, te hubiese llevado, cien por ciento.

    — No me valoras lo suficiente —respondo, con un todo exageradamente dramático. A lo que ella solo responde sacándome la lengua cual niña pequeña.

***

    Mi mente está en un profundo conflicto consigo misma, quiero quedarme a su lado, pero no sería saludable, no después de descubrirme necesitando de su compañía. Quizá "Kendall arcaica" tiene razón en ese aspecto también, quizá necesite de Kendall más de lo que ella necesita de mí.

    Puedo alejarme -un tiempo-, si eso le hace bien. Pero no puedo soportar no tenerla a mi lado por siempre. Si ella descubre todo lo que le oculté... Mis peores temores se verán materializados. Porque si yo decido irme, será temporal, pero si ella lo hace, será perpetuo.

    Sea como sea, tengo claro una cosa: No quiero perderla.

    Sin embargo, un escalofrío me recorre la espalda y mi corazón se encoge dentro de mi pecho cuando me acerco a ella a pasos agigantados desde donde terminan las escaleras al segundo piso de su casa y la veo hablando con alguien en el cuarto al final del pasillo. Debido a que estamos en su vivienda, puedo reconocer perfectamente de quién se trata. Además, ¿quién más tendría suficiente poder como para impedirme aparecer directamente al lado de Kendall y obligarme a subir las escaleras para llegar a ella?

    Mientras más cerca me encuentro, más son las náuseas producidas por un mal presentimiento, uno muy malo.

    —... Si no me crees —escucho decir a la voz viperina y arrogante de un Cece que sabe que está a punto de romper el corazón de dos personas en un chasquido—, pregúntaselo.

    Kendall vuelve su cabeza en mi dirección. Sus ojos bañados en furia absoluta, me observan expectantes. Sé lo que quiere que diga. Sé que quiere que desmienta a Cece, porque ahora mismo ella no está enojada conmigo, sino con él.

    Lastimosamente, y muy para mi pesar, mi silencio empieza a hacer evidente la respuesta a su pregunta implícita.

    Y  cuando bajo la cabeza, sé que todo lo bonito que pude vivir de la mano de mi mejor amiga estos últimos días se ha ido a la mismísima mierda.

    Tanto la habitación en la que se encuentran Kendall y Cece, como el pasillo en el que estoy parado (cerca al umbral de la puerta, pero sin haber sido lo suficientemente valiente como para ingresar) disminuyen radicalmente su temperatura. Algo me dice que esto no es obra de Cece.

    Para cuando por fin me atrevo a devolver la mirada Kendall, rogando su perdón con la mía, mi corazón termina de hacerse añicos. Es demasiado tarde. Puedo leerlo en su rostro inexpresivo; sus ojos, de repente, parecen dos témpanos de hielo. Jamás había visto a Kendall de esta forma.

    Entonces, ella empieza a caminar hacia mí.

    — Ken... —la llamo, pero ella no parece oírme.

    — Lo siento —repito, una vez se encuentra a mi lado; no soy capaz ni de levantar el brazo y captar su atención de esa forma. Me siento tan miserable.

    Pero ella pasa de largo, como si yo no estuviese parado allí pidiendo disculpas con el corazón en mis manos, dispuesto a ponerlo en las suyas si eso significa que no terminaremos nuestra amistad (o lo que sea que hayamos desarrollado apenas minutos atrás).

    — Ken —volteo a verla, dando un par de pasos hacia ella—, por favor.

    La vuelvo a llamar una, dos veces, ella sigue sin inmutarse.

    No puede irse así. No puede. Yo se lo iba a decir, se lo iba a decir hoy mismo. Prefería mil, no, un millón de veces a que ella se entere de esto por mí. Y se lo iba a decir, de verdad. ¿Cómo demonios llegamos a esto?

    — No me dejes —suplico, con la voz rota, pero ella sigue avanzando hacia las escaleras.

    Y si reconoció en aquella frase al niño de 8 años que le pedía lo mismo una década atrás cuando se mudaba de un extremo del país al otro, no lo demostró.

    Entonces, grito.

    — ¡Eres todo lo que tengo!

    Por fin, obtengo una reacción de su parte.  Kendall se detiene, yo la observo con algo de esperanza. Por lo que, dispuesto a seguir hablando, abro la boca, mas toda palabra que pudiese haber salido de ella queda completamente atorada en mi garganta cuando ella voltea su cabeza y me mira por sobre su hombro.

    Capto el mensaje al instante.

    "¡Eres todo lo que tengo!", le había dicho. Y su respuesta no pudo haber sido más clara: "Ya no más".

    Así es como la veo desparecer de mi campo de visión al bajar las escaleras; la observo todo el tiempo que demoran en caer mis lágrimas al suelo, el cual, dado el estado irreparable de mi corazón, no es mucho.

    Eso es todo.

    Ella había decidido irse.

***
Y eso fue de 0 a 100 en un instante.

¿Qué opinan? ¿Cuánto tiempo Kendall y Mas se guardaron lo que sentían? Pero... La pregunta es ¿qué sienten, concretamente? ¿QUÉ SIENTEN?

Supongo que lo iremos descubriendo en el transcurso ;) por supuesto, si es que este capítulo no marca el fin de la participación de Thomas en la historia :(

¿Qué sabe? ¿Quién sabe? (Yo sé, pero no diré nada :D)

Bueno, nos vemos el siguiente domingo de Fantasmas.

Besos desde el tercer umbral ( ꈍᴗꈍ)

Psdt. Comenten qué le dirían a Mas si estuviesen ahí a su lado, je,je. Los estaré leyendo (◡ ω ◡)

繼續閱讀

You'll Also Like

825K 50.2K 42
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...
21.1K 4.4K 37
Marcus juró que nunca volvería a amar. Luego de regresar a Nueva York por petición de su padre, Marcus intenta retomar su vida, intentando ignorar la...
409K 12.8K 35
keily siempre había sido de talla grande y aunque siempre ha tenido sus inseguridades, nunca a dejado que se interpusieran en su camino. Eso es hasta...
16.2K 699 16
¿Que pasaría si te sintieras completamente atraída por la prima de tu nueva compañera de trabajo? Descubre la historia de Chiara una artista emergent...