Capítulo 28

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Dibujar siempre se me ha dado realmente bien. Supongo que viene de mi pasión por el arte. De pequeña siempre me gustaba intentar replicar cuadros o imágenes que me maravillaban y, aunque a medida que me he hecho mayor he ido perdiendo la práctica, eso no quita que los ratos en los que me dedico a ello, los disfrute como si volviese a tener doce años.

Me encuentro en uno de los jardines del Internado, apoyada en un viejo tronco de árbol desnudo por el invierno. Estoy aprovechando los escasos rayos de sol que el mes de diciembre nos puede ofrecer en esta localización geográfica, y como es fin de semana, y no tenía nada mejor que hacer, decidí sacar de la maleta mi viejo bloc de dibujo y mis pinturas, y he salido a pasar un rato a solas con ellas.

Paso el lápiz por encima del blanco papel, indecisa de qué dibujar. Podría dibujar la belleza del exterior del Internado. Sí. Es buena idea. Los jardines tienen algo encantador a la vez que misterioso, aunque para ser francos, todo el Internado podría ser descrito de esa manera.

Vale, entonces hago una parte del jardín. Pero me falta algo.

Como me decía mi profesora de arte del colegio: cierra los ojos y deja que tu mente fluya.

Hago eso mismo. Hago un esfuerzo de no pensar en nada. Quiero que mi cabeza proyecte cualquier cosa que pueda plasmar por sí sola. Un recuerdo, algo inventado... lo que sea.

Mi mente comienza a formar una imagen.

Se trata de los jardines, pero de la parte Este. Y ahí, sentado sobre la verde hierba destaca la figura de una persona. Su cabello rubio hondea con el viento y su mirada está fija en un desgastado libro de tapa blanda. La camisa del chico está ligeramente arrugada y se encuentra medio tumbado.

Abro los ojos sorprendida.

Mi mente me ha llevado hasta hace dos días, cuando encontré a Hugo leyendo tranquilamente en la hierba. Esa tranquilidad fue demasiado pronto cortada, gracias a mí y mi excitación de que me regalase su libro de Orgullo y Prejuicio. Pero realmente la guinda del pastel fue lo que ocurrió con Anaju. Sigue sin entrarme en la cabeza la manera en la que se puso.

Sabía que su obsesión con Hugo era preocupante, pero ahora tengo claro que es enfermiza.

Comienzo a dibujar lo que mi cabeza ha querido proyectarme. Intento retratar la bonita cabellera rubia de Hugo.

Suspiro.

Se me sigue poniendo los pelos de punta al recordar lo que le dijo a Anaju.

"...lo que me ha hecho sentir Eva en dos semanas no lo has conseguido tú desde que te conozco..."

¿Realmente alguna vez llegaré a entender a Hugo?

Primero me dice que no me puede sacar de la cabeza, después le suelta eso a Anaju en mi cara y después...

Después pasa lo que me temía que ocurriese. Que se arrepintiese.

Bueno, en realidad no tengo ni idea si se arrepiente de haberlo dicho o no, porque como no hemos cruzado palabra en dos días... Desde que se fue aquella tarde después de que Anaju le pegase, no ha querido ni siquiera saludarme.

Entiendo que todo lo que pasó le sobrebordara en el momento, pero ya han pasado dos malditos días.  Dos días en los que solamente me ha dejado en ascuas y comiéndome la cabeza como una loca.

Y no sólo eso, voy a desconectar de todo un poco dibujando, y lo primero que me sale dibujar, es a él.

—Maldito Hugo —Refunfuño mientras intento recrear su perfecto perfil.

Borro el trazado ya que no siento que me haya salido bien. Lo intento repetidas veces hasta que consigo hacer algo bastante semejante. Pero para que nos vamos a engañar, ni el mismísimo Goya podría hacer justicia a la cara de Hugo.

El Internado Where stories live. Discover now