Capítulo 23

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Supongo que a veces me pienso demasiado las cosas y cuando dejo a un lado esto de escucharme, al acabar el día me como aun más la cabeza. Pero extrañamente esta noche no ha sido el caso.

He dormido con una sonrisa en mi cara. Supongo que es lo que se siente cuando una deja de ponerse amarres, y hace lo que a una realmente le apetece. Lo que pasa es que estoy aterrada por lo que pueda ocurrir.

Pero bueno no tiene por qué ocurrir nada. Me estoy dejando llevar por el puro deseo carnal y no creo que pueda llegar a desarrollar sentimientos más allá de los físicos por alguien como Hugo. ¿No?

Hugo no me gusta ni un poco, ¿verdad?

En cualquier caso, yo no me enamoro tan fácilmente, y no le abriría las puertas de mi corazón a alguien que lo pudiese destruir en un suspiro. Hugo me ha dejado claro que jamás se enamoraría de mí y aunque en algún remoto caso lo hiciese; estoy segura de que lo nuestro no podría funcionar.

Quizá mi final feliz no esté tan lejos pero mientras espero a la persona indicada, ¿qué más da un poco de diversión que no hace daño a nadie?

Bueno, eso de no hacer daño a nadie no es completamente verdad, ya que aunque hayan pasado los días, la rabia que siente Gèrard hacia mí no se apacigua como a mí me gustaría. Y me siento decaída ante la idea de que no me quiera perdonar.

Sé que le he hecho daño y quizá crea que le he estado dando falsas esperanzas todo este tiempo, pero no es verdad. Yo sí que puedo proyectar un futuro juntos. Un futuro juntos que estuviese más claro si mi cabeza dejase de pensar en el chico rubio de tatuajes que está sentado unas filas delante de mí.

—Por favor dime que estás mirando así al Sr. Mendes así y no a mi hermano —Interrumpe mis pensamientos Samantha. Yo inmediatamente bajo la mirada a mi cuaderno cuadriculado —. No se que me preocuparía más, que te comas con la mirada al chico con el que comparto prácticamente el ADN, o a nuestro profesor de economía.

—No tengo ni la menor idea de lo que estás hablando —Respondo intentando sonar lo más normal posible.

—Sí, claro. Bueno voy a hacer como que no me he dado cuenta —Contesta mi amiga pero el profesor nos regaña antes de que pueda contestarla. Hugo se da la vuelta y nos dirige una mirada rápida. Sus ojos verdes se retienen unos segundos más en los míos y esboza una pequeña sonrisa de las suyas ladeadas, haciendo que inmediatamente me ponga nerviosa. Espero que no haya escuchado nada de lo que estábamos hablando Sam y yo.


Mi amiga sale de la clase un poco antes ya que tiene que ir a devolverle una cosa a Flavio, así que me quedo sola recogiendo mis cosas. Como siempre me quedo la última. Qué os voy a decir, soy de naturaleza bastante lenta.

Me despido de él Sr. Mendes y salgo por la puerta de la clase, aunque no consigo avanzar mucho antes de que alguien me retenga.

—Ósea, vamos a ver si lo he entendido bien. ¿Estabas comiéndome con la mirada en clase? Perdona por ser una distracción. Para la próxima me pongo detrás.

Suelto una carcajada avergonzada.

—¿Hemos hablado tan alto?

—A mi hermana no se le da muy bien moderar el tono de voz —Contesta Hugo.

—Joder. Seguro que hasta el profesor se ha enterado. Espero que no se piense que estaba mirándole a él —Enseguida me corrijo —. Bueno, y tú tampoco pienses que te estaba mirando a ti. Estaba atendiendo a la clase; Samantha inventa demasiado.

El Internado Where stories live. Discover now