Capítulo 38

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Arrastro la maleta por las escaleras y la dejo en el rellano de la puerta para que amablemente el personal de los Cobo la meta en el maletero de la limusina negra que está pacientemente aparcada enfrente de la gran casa victoriana.

Subo de nuevo para comprobar que no me dejo nada en la habitación. Después de comprobar que tengo todo abajo, me dispongo a salir por la puerta, para irme definitivamente.

Siento un pequeño pinchazo. En verdad no quiero irme. No quiero aceptar que las vacaciones se hayan acabado. Pero por otra parte tengo ganas de volver al Internado y reencontrarme con mis amigos y bueno, empezar una nueva historia con Hugo ahí.

Doy unos golpecitos a la puerta de Hugo, a ver si está ahí. Al cabo de un momento aparece detrás de la puerta y al verme se le ilumina la cara.

—Nos vamos —Digo yo y hago un puchero.

Hugo me atrae hacia sí y me envuelve en un cálido abrazo.

—A mí también me da pena irme.

Nos quedamos callados un momento, como si cada uno rememorase en la mente todo lo que hemos vivido desde que pisamos esta casa. El giro radical que han pegado las cosas sigue maravillándome, pero es lo mejor que me ha podido pasar.

Estoy feliz y enamorada del chico que me rodea con sus brazos.

Deposito un pequeño beso en su cuello tatuado y le cojo de la mano para que bajemos.

—¿Tienes todo abajo, no? —Le pregunto antes de que empecemos a bajar.

—Sí, sí. Simplemente estaba comprobando que no me dejase nada.

Yo sonrío.

—Igual que yo.

Cuando bajamos las escaleras, Helena se encuentra en el porche, hablando con Samantha.

—¿Cuídate, vale? —Le dice su madre, y al vernos llegar a Hugo y a mí, nos dirige una sonrisa triste —. Vosotros dos también. De Eva yo sé que no me tengo que preocupar, pero Hugo, como siempre... no te metas en problemas.

La pena de Helena parece de verdad y espero que lo sea. Ojalá las cosas puedan cambiar entre los mellizos y su madre, y su relación sea cada vez
mejor en el futuro. Ellos necesitan a su madre. Sobretodo porque el padre nunca va a querer ejercer de padre.

Hablando de este hombre, los once días restantes desde que le dije lo que le dije en Nochevieja; le he evitado lo máximo posible, sobretodo porque tenía miedo a qué me iba a hacer si me cogía desprevenida, así que he estado pegada a Hugo y a Sam todo el rato o encerrada en mi habitación.

En las comidas nos teníamos que ver la cara, y aunque a mí, ni se me ocurría cruzar una mirada con él, notaba la suya clavada en mí. Fría, calculadora.

—Encantada de conocerte, Helena. Gracias por todo, enserio.

La madre de Sam y Hugo me estrecha contra sí, como el primer día.

—Estoy segura de que no va a ser la última vez que nos veamos —Responde y mira rápidamente a Hugo. Yo sonrío.

—Espero que no.

Comenzamos todos a bajar por las grandes escaleras de la entrada, en dirección al vehículo.

—Samantha. Ven un momento —La voz grave del señor Cobo nos paraliza a todos. Hugo y Sam se miran extrañados. Creo que no se pensaban que su padre fuese a aparecer en la despedida. Samantha sube lentamente para colocarse a su lado.

El señor Cobo la dice que entre un momento y antes de hacerlo él, nos dirige una mirada a Hugo y a mí.

—Hugo —Se despide secamente —. Eva.

El Internado Where stories live. Discover now