Capítulo 22

5.6K 225 46
                                    

Supongo que os preguntaréis que pasó después de que Hugo y yo acabáramos liándonos en su habitación. Hugo aplastándome contra la pared, yo rodeando su cintura con mis piernas... todo podría haber acabado de una manera muy diferente a como acabó realmente.

Por más que cada fibra de mi cuerpo se derritiese ante el exquisito contacto Hugo; mi conciencia no estaba tranquila sabiendo que el otro chico que, a mayor o menor medida, ocupa un huequito en mi corazón, lo estaba pasando realmente mal por mi culpa y yo en vez de estar haciendo algo para arreglarlo, o no rizar aún más el rizo, estaba a punto de pecar de nuevo con el chico rubio. La sobrecarga de emociones en ese momento hizo que le pegara un empujón a Hugo y saliese corriendo, literalmente. Ni siquiera me dio tiempo a ver la reacción del tatuado; salí despavorida por la puerta, y creo que no recuperé el aliento del todo hasta que no llegué a mi habitación y me tumbé en la cama.

El contacto de Hugo todavía me quemaba la piel y no me paraba de repetir que estaba jugando con fuego y que iba a acabar quemándome. No tengo claro ni lo que voy a hacer mañana, como para tener claro lo que siento respecto a Hugo y Gèrard. Solamente sé que pase lo que pase alguien va a acabar pasándolo realmente mal, y por alguien me refiero a Gèrard o a mí. Hugo claramente no saldría para nada afectado de la situación ya que el nunca sería capaz de desarrollar sentimientos hacia mí, más de los sexuales que actualmente tiene, y esa es una de las razones por las que necesito frenarme.

Me despierto más pronto de lo que pensaba. Decido aprovechar que Samantha no está y me tiro unos minutos más en la ducha de lo habitual. Las duchas son reparadoras, y suelen aclararte las ideas, o al menos te hacen ver las cosas con otra perspectiva, pero creo que no se aplica en mi caso.

Sólo tengo una cosa clara y es que necesito que Gèrard me perdone. Ya no por nada, si no porque ante todo es mi amigo y es un pilar fundamental en mi estancia aquí y no quiero que se sienta traicionado por mí. Pero de verdad no puedo controlar lo que siento en cada momento.

Por desgracia no tenemos ninguna clase en común, así que tendré que esperar a después de comer para hablar tranquilamente con él. Con el que sí que coincido es con Hugo, para mi desgracia. No tengo ni idea si está cabreado ante tal gatillazo que le metí ayer.

Siento su mirada dura clavada en mí durante toda la clase de Cálculo. No quiero girar la cabeza y mirarle, pero se me está haciendo muy difícil no hacerlo. Por suerte el timbre toca y puedo confirmar que tengo bastante fuerza de autocontrol; veremos si puedo seguir aplicándolo la próxima vez que Hugo se encuentre a menos de diez centímetros de mi cara.

Bueno, si hay próxima vez...

Samantha y yo colocamos nuestras bandejas en nuestros sitios de siempre. Gèrard pasa por delante de nosotras pero no se sienta. Mi amiga rubia se muestra desconcertada y rápidamente clava su mirada en mí.

—¿Qué has hecho ahora? —Dice.

Yo abro mucho los ojos.

—¡Encima!

Sam levanta una ceja.

—¡Vale! Sí, me declaro culpable.

Ahora es Hugo quien pasa delante de nosotras. Saluda a su hermana pero a mí ni siquiera me mira. Simplemente niega con la cabeza. Jugueteo con mis manos nerviosa.

Mi mejor amiga vuelve a posar sus ojos inquisitivos encima de mí.

—Y de eso también —Acabo admitiendo.

Samantha suelta una carcajada.

—Eva María, ¿cuántas cosas pasaron desde que abandoné aquella habitación?

El Internado Where stories live. Discover now