Capítulo 4

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La primera semana de mi estancia en el Internado, pasa volando. Samantha por suerte no se enfadó cuando le tiré el batido de fresa en toda la cabeza a su hermano que, como consecuente de hacer eso, tuve que frotar durante veinte minutos para que la mancha se quitase de la colcha de mi amiga. Se corrió la voz de lo que le había hecho a Hugo rápidamente. Si quería pasar desapercibida, había conseguido lo contrario. Para bien o para mal, la gente sabía de mi existencia y, aunque algunas personas me felicitaban por los huevos, mejor dicho, ovarios, que le eché al hacerle eso a Hugo; muchas otras me fulminaban con la mirada al pasar, sobre todo el séquito de admiradores que tenía el rubio.

Y hablando de él...

Ese día no le volví a ver por ninguna parte. La parte humana de mí se arrepentía mínimamente de lo que había ocurrido. También yo le había llamado cosas no muy agradables (aunque sigo pensando que todo lo que dije son verdades), pero mi paciencia en lo que se refiere a este chico es mínima y mira que he soportado a miles de imbéciles durante toda mi vida, pero hay algo en Hugo que me hace querer gritar cada vez que me dirige una respuesta sarcástica o va como si nada ni nadie le importase.

El caso, no se le vio el pelo hasta el día siguiente en una de las clases que él y yo compartimos. A la salida alguien me tiró de la manga de la chaqueta y me metió en el pequeño cuarto de la limpieza. Mi respiración se entrecortó al encontrarme cara a cara con Hugo. Apenas nos separaban centímetros.

—Te crees muy graciosa por lo que hiciste ¿eh? —Dijo muy pegado a mí. Notaba el aliento en mi cara, e intenté no prestar atención al hecho de que la piel se me había erizado —. Eva, te advierto que no juegues con fuego. Que al final te quemas —Sus ojos verdes no reflejaban ningún deje de broma. No dije nada, me quedé callada. No quería empeorar las cosas. Hugo soltó mi agarre y se fue tan rápido como ese encuentro se había producido, dejándome con la respiración entrecortada y una sensación extraña recorriendo mi piel debido a su repentino contacto.

El resto de los días pasaron sin ningún percance, menos algunas pullas aquí y allí de parte de los dos.

Quitando el tema Hugo, la verdad es que estoy bastante contenta. Hemos formado un grupo bastante sólido Sam, Flavio, Gèrard y yo. Podría decirse que Gèrard y yo hemos establecido un buen vinculo, nos vemos bastante después de clases ya sea para ir a la biblioteca para estudiar o para dar una vuelta por el exterior del Internado. Gèrard es muy mono, se comporta muy bien conmigo y me lo paso genial con él. No puedo evitar compararlo con Hugo, él debería aprender de la sencillez y poca vanidad de Gèr.

Nos encontramos sentados en el césped. Yo tengo el libro que alquilé en la biblioteca la semana pasada y tengo que devolver. Quizá me pase más tarde.

—Sigue pareciéndome increíble que Sam y Fla hayan hecho hoy dos años desde que comenzaron a salir —comento a Gèrard. Mi amiga y Flavio están pasando una tarde a solas para celebrar todo el tiempo que han estado juntos. Me ha dicho que no me pase por la habitación hasta después de cenar. No quise preguntar por qué, pero me lo imagino perfectamente.

—Sí. Fue un flechazo. Nada más llegar Flavio aquí, Samantha estuvo colada por sus huesos. En cuestión de semanas ya estaban saliendo.

—Que guay. Yo quiero encontrar a alguien así. Alguien con quien pueda estar todo el tiempo sin aburrirme —Jugueteo con el césped—. Me hace gracia, Sam es muy explosiva en cambio Flavio es muy tranquilo y callado.

—Ya sabes lo que dicen, los polos opuestos se atraen.

—Yo pienso que no es del todo verdad. Bueno que se atraigan sí, pero si dos personas son muy diferentes al final acaba no funcionando.

Gèrard se encoge de hombros.

—Nunca se sabe. Puede que acabes con alguien que nunca te esperes.

El Internado Where stories live. Discover now