Capítulo 8

6K 256 67
                                    

Pasan los días y la verdad es que todo va bastante bien. Las clases son bastante interesantes y me encuentro muy participativa cosa que a los profesores les gusta. Ya definitivamente considero a Samantha una de mis mejores amigas y adoro a Flavio, Anne y Gèrard.

Es extraño, nunca había considerado a nadie "amigos" con todo el sentido de la palabra, salvo a mi amiga de toda la vida Laura. Es una sensación muy agradable.

Los entrenamientos de fútbol van de maravilla; pienso que tenemos muchas oportunidades de clasificarnos y los tiempos que no lo paso con mis amigos, los paso leyendo plácidamente en la biblioteca. En lo relacionado al chico rubio de nombre Hugo, he intentado alejarme lo máximo de él para mi salud mental. Mi mente decidió jugarme una mala pasada esa noche y se imaginó cómo hubiera acabado la escena de la habitación si Hugo no se hubiese apartado. Me desperté sobresaltada y con la respiración entre cortada. No podía pensar de esa manera en Hugo, así que para evitar problemas, he estado evitando estar en la misma habitación que él (salvo en clase, pero una vez acabada salgo corriendo) ya casi más de una semana.

Me encuentro recogiendo los libros de Cálculo rápidamente cuando Hugo aparece sin que me lo espere y se apoya en mi pupitre, quedándonos cara a cara.

—Ya está bien. Me estás evitando —Dice seriamente. Yo me hago la loca.

—¿Yo? ¿Por qué iba a hacer eso? —Le digo dejando claro el sarcasmo en mi voz.

—No te hagas la tonta.

—Hugo, de verdad. ¿Qué te importa? Ambos nos provocamos dolor de cabeza mutuamente, si tengo que estar aquí un año al menos quiero disfrutarlo. Así que si me disculpas —Cierro el bolso y le rodeo para irme pero él me coge del brazo y me gira rápidamente, consiguiendo que quedemos cara a cara, con nuestros cuerpos muy pegados. Los ojos de Hugo aparecen varias emociones que no me da tiempo a descifrar. Me pongo nerviosa ante su contacto.

Para ya Eva.

Hugo deja de agarrarme antes de que me de tiempo a analizar lo que está ocurriendo.

—Bah, paso—Dice y se marcha. ¿A qué ha venido eso?

Me encuentro con Anne en la cafetería.

—Del uno al diez cuánto le das a ese chico —Me pregunta Anne señalando a un chico que está pidiendo el café en la barra. Me doy la vuelta y me río.

—Parecemos niñas de doce años jugando.

—¡Tú contesta! Es divertido.

Hago un gesto como si estuviera pensando.

—Pues... no sé. ¿Siete? ¿Seis y medio?

Anne se lleva las manos a la boca.

—¿Sólo? Yo le pondría un ocho al menos.

Tomo un sorbo de mi café con leche y miro al rededor del sitio inspeccionando los rostros que cada vez se me hacen más conocidos dentro de este Internado. Hay mucha gente, pero al final de coincidir con ellos tanto en los amplios pasillos, en el comedor etcétera, te van sonando sus caras.

Señalo con la cabeza al chico que está sentado en paralelo a nosotras, tomándose un trozo de tarta a compartir con una chica de pelo rubio y largo.

—Cinco setenta y cinco —Me parto de la risa.

—Qué precisión.

Aparece Samantha y se sienta con nosotras, pero primero nos da un beso en la mejilla a ambas.

—¿Qué hacéis?

—Puntuar a chicos.

—Cómo niñas de doce años.

El Internado Where stories live. Discover now