Capítulo 5

5.8K 254 13
                                    

Mis padres cumplieron la promesa de llamarme, aunque un poco más tarde de lo esperado. Sinceramente ya estaba pensando que se habían olvidado por completo de que tenían una hija, pero no es nada nuevo en mi vida ya que estoy acostumbrada a esa sensación.

—Cariño —Dice mi madre al otro lado de la línea. Su voz estridente resuena por el antiguo teléfono de la época pasada. Los móviles solo nos lo dejan los fines de semana ya que lo consideran una distracción. Pensaba que iba a llevar peor lo de no tener el dispositivo que me permite estar en contacto con mi gente de fuera, pero la verdad es que no pienso mucho en ello. Mi madre continúa hablando—. Sentimos no haberte llamado antes. El trabajo se complicó y hemos tenido unos días ajetreados. ¿Qué tal va todo?

Yo jugueteo con un mechón de mi pelo castaño.

—La verdad es que bastante bien, para que os voy a mentir. Las clases están bien, hay mucho que hacer durante todo el día, hay una biblioteca enorme; la gente es muy amable... —No dejo entrar en ese círculo a Hugo y Anaju —. No sé, por ahora no me han dado ganas de utilizar mis rutas de escape que tenía fichadas el primer día —Digo para picar un poco a mi madre, y funciona perfectamente ya que mi progenitora hace un ruido de desaprobación.

—Eva, no eres graciosa.

—Un poco sí.

—Bueno nos alegramos que vaya todo bien, cielo —Interviene mi padre. Por la voz se le nota que está tenso. Suele adoptar ese tono de voz cuando las cosas se complican en el trabajo y cuando está en ese modo lo único que piensa y le preocupa es eso mismo, el trabajo. Lo demás son pequeñeces —. Ya hablaremos otro día.

Y ahí señores, se acaba la conversación tan interesante entre mis padres y yo.

Salgo de la sala de llamadas y camino por los grandes pasillos enmoquetados de mi internado. Hasta ahora me había reparado mi atención en los cuadros, pero la verdad que para mi gusto son bastante tétricos. Me pregunto cuantos misterios esconderá este sitio.

Me encuentro con Gèrard. Está sentado en una de las mesas de la cafetería, pendiente de un libro. Pido un café rápidamente, aprovechando que no hay nadie —sí, esta vez me percaté de que no hubiese nadie delante de mí—, y una vez en mis manos, me dirijo hacia donde está el chico castaño de gafas, el cual no se percata de mi presencia hasta que me siento enfrente suyo.

—¿Qué lees? —Pregunto intrigada, posando mi cara en la palma de mi mano.

—Anda, hola Eva —Me saluda con una pequeña sonrisa —. Pues nada... un libro que me he cogido de la biblioteca. Verte tan sumergida en tus lecturas me ha inspirado para que yo también lo intente.

—Eso es genial, Gèrard, pero te aconsejo que si no te sale leer a menudo no te fuerces. Lo último que quiero es que le cojas manía a leer.

—No, no. Leer es bueno para el desarrollo del cerebro. Si a mi me gusta, lo que pasa que me cuesta engancharme a uno. Pero lo intento —Asiento con la cabeza y no puedo evitar comparar a Hugo con Gèrard. A uno le encanta leer aunque lo intente ocultar, cuya razón, sigo sin saber muy bien el porqué; quizá se piensa que hace a uno menos "guay" y en cambio el otro intenta demostrar que lee, aunque no consiga realmente hacerlo. Esa es una de las muchas diferencias que tienen esos dos chicos. Miro a Gèrard. Él siempre sabe qué decir y estar con él resulta agradable, no en cambio con Hugo, con el cual no se puede tener una conversación, sin que te de ganas de rajarte las venas.

—¿Por qué me miras así? —Me pregunta Gèrard, medio sonriendo y yo salgo de mis pensamientos para volver al mundo real.

—¿Alguien te había dicho alguna vez lo buen chico que eres?

El Internado Where stories live. Discover now