Capítulo 39

4.9K 246 218
                                    

La presión arterial me baja de pronto. Abro los ojos incrédula ante lo que estoy viendo. Amelia dibuja en su perfecto rostro una amplia sonrisa, alternando su cristalina mirada entre Hugo y yo.

Miro de reojo a Hugo para que me confirme que esto es real.

—¿Sorpresa? —Dice Amelia — Hugo, ¿no te alegras de verme? —Su sonrisa coqueta me produce unos desagradables retortijones en el estómago.

Inmediatamente siento como mi cabreo va tomando cada fibra de mi cuerpo.

No ha tardado ni cinco malditos segundos en tirarle la caña a mi novio. ¿Cómo voy a poder soportarla cada día? Realmente espero que esto sea temporal y que en nada esté montada en el avión en el que ha venido, de vuelta.

—¿Qué haces aquí? —Pregunta Hugo incrédulo.

—Necesitaba un cambio de aires. Papá y mamá me querían cambiar desde hace un tiempo ya, y como no parabais de soltar maravillas de este sitio, a mi madre le pareció una gran idea mandarme aquí, para probar que tal.

—¿Cuánto tiempo? —La interrogo. Sé perfectamente que mi voz no expresa dulzura ni agrado por la pelinegra, pero ahora mismo me da completamente igual. Hugo me da un pequeño codazo como pidiéndome que sea amable. Yo le fulmino con la mirada. Si en vez de Amelia fuese Nicolás, él estaría igual o peor que yo.

Sea quien sea, cualquiera de los hermanos me produce un mal augurio, y espero impacientemente la respuesta de la chica.

—Pues... si me gusta, todo lo que queda de año. Y no sé porqué tengo la sensación de que me va a gustar... —Mira a Hugo con los ojos brillantes y yo me tengo que morder la lengua, para no decirla cualquier cosa que me pueda llevar a detención.

La voz de La Directora, interrumpe nuestra pequeña charla.

—Bueno, tengo unos asuntos muy importantes que atender, y llego tarde. Amelia, ya te he dicho dónde está tu dormitorio. Si se lo indicas a Hugo y a Eva, ellos saben donde llevarte —Nos dirige una mirada a nosotros —. Gracias chicos por las molestias —Dice refiriéndose a que vamos a tener que hacerla de guía personal por todo el maldito Internado. Una vez dicho eso, se marcha por el pasillo, dejándonos a los tres solos.

—Tengo ganas de ver mi habitación —Dice Amelia, mientras observa atentamente el decorado del Internado, como hice yo aquella vez que entré por primera vez por aquellas grandes puertas — Y así dejo las cosas.

Comenzamos a subir de nuevo las escaleras para dirigirnos al dormitorio que nos ha indicado Amelia. Ha tenido suerte, nos cuenta mientras camina demasiado cerca de Hugo, ya que no quedaban dormitorios con compañeros libres así que la han podido preparar de última hora uno para ella sola.

Yo entrecierro los ojos. Hay algo en su voz... que me pone negra.

—Ah, como yo. Hasta ahora he sido el único que tenía habitación propia —Comenta Hugo despreocupadamente, y yo solo puedo pensar "Muy bien Hugo, sigue dándole información a la otra".

—Sigo sin comprender como es que Hugo tiene a todo el maldito Internado comiendo de su mano —Digo, obligándome a participar en la conversación.

Amelia ni siquiera me mira. Sube de nuevo la mirada hasta Hugo y le vuelven a brillar los ojos de esa manera que me pone enferma.

—Es que... quien no —Suelta y yo me atraganto con mi propia saliva. Hugo parece un poco avergonzado y percibo en su cara como le alivia ver que ya estamos cerca del dormitorio de Amelia.

—Aquí es.

Amelia saca sus llaves y abre la puerta.

—Dejo las cosas y me haces el tour, ¿vale? —De pronto es como si se acordarse de mi presencia —. Hacéis, perdón —Suelta una risita tonta y se mete dentro. Yo resoplo. No me creo nada de ella.

El Internado Where stories live. Discover now