Capítulo 9

5.8K 228 21
                                    

Los labios todavía me pican. Me miro en el espejo del pequeño cuarto de mi dormitorio. El hinchazón ya se está bajando pero no hay ninguna duda de que si eres un poco observador, sabes perfectamente que me lo acabo de montar con alguien bastante heavy. Y esa es la palabra perfecta para describirlo. Nunca me había besado con alguien de tal manera, casi me quemaba por dentro. Por un momento no estaba pensando en nada, solamente en que necesitaba más y más de él.

Ay Eva.

—¡Eva! ¿Estás? —Pregunta Sam entrando en nuestra habitación. Me coloco un poco el pelo e intento poner otra cara que no sea de "acabo de cometer un error increíble pero lo peor de todo es que me ha gustado y no quiero que lo haga"

—Hola...

—Dios, dime por favor que no os seguisteis matando castigadas —Pregunta Sam y se acerca a mí para darme un pequeño abrazo —. De verdad, nunca en la vida me hubiera imaginado que alguien le iba a plantar cara a Anaju de esa manera, encima. Quería animar en la pelea, pero iba a estar feo de mi parte.

Suelto una carcajada.

—Sí, la verdad es que no me reconozco.

—¿Cuál es su problema?

Uf, si tú supieras.

—Ni idea, la verdad —Prefiero no decírselo para no dar más bombo al tema.

—¿Y entonces? Cuéntame, ¿qué habéis estado haciendo mientras estabais castigadas?

—Literalmente cada una mirando a una esquina y en silencio sepulcral. La tensión se ha respirado en el ambiente toda la hora, y yo creo que una clase de historia de la filosofía se hace más amena que eso.

—¿Entonces no ha ocurrido nada interesante? — Sí Sam, ¿recuerdas a tu hermano mellizo, el que supone que no quiero ver ni en pintura? Pues me lo he comido como si fuera el único alimento en medio del desierto después de estar dos días sin probar bocado.

—Nada de nada —Miento como una bellaca pero, qué es lo que voy a hacer. Ha sido un desliz. Toda esa acumulación de rabia y rencor ha explotado y cómo dijo Anne, podríamos haber acabado matándonos o echando un buen polvo. Menos mal que he parado la cosa antes de que fuera a más. Se me pone el vello de punta al revivir la escena en mi mente.

—Eva. ¿Estás bien? Acabas de ponerte roja como un tomate.

—Eh... ¿cómo? Buf es que de pronto tengo mucho calor. Me voy a dar una vuelta antes de ir a cenar. Pasaré por la biblioteca un rato. ¿Nos vemos en el comedor? — Salgo rápidamente sin llegar a escuchar la respuesta de mi amiga.

Tengo que poner un remedio a esto cuando sea.


Recorro los pasillos de mi internado como si fuera el mismísimo James Bones, en una misión ultra secreta. Lo que ocurre es que no estoy tratando de salvar al mundo ni nada; solamente estoy como una maldita cobarde, escondiéndome por cada maldita columna, hueco y persona, por si acaso me encuentro con el insoportable rubio.

El insoportable rubio el cual te ha metido la lengua casi hasta la tráquea y no te has quejado en ningún momento.

Hago callar a mi subconsciente traicionero.

Pensaba que era una chica con más principios; que no me dejaba llevar solamente por el físico. Y hasta ahora no lo era. Pero Hugo, dios; este chico tiene algo que por más que lo desprecie, no lo aguante y quiera pegarle, hace que se cree en mi cuerpo una sensación que apenas había experimentado en mi vida. Y esa sensación no me gusta. Hugo es sinónimo de malo, y es absolutamente lo contrario a lo que siempre he buscado y deseado. Voy a hacer todo lo que quepa en mi mano para que no se repita.

El Internado Where stories live. Discover now