Capítulo 24

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Lo peor de todo es que sí que me he tomado al pie de la letra lo de "dejarme llevar".

Cada beso, cada caricia, cada suspiro... provoca algo en mí que no había experimentado antes. Y me aterra lo que pueda llegar a sentir si sigo haciendo esto.

Hugo y yo... podría decirse que llevamos unas semanitas... intensas. Sí, intensidad definitivamente es la palabra que describe a la perfección lo que ha estado pasando entre nosotros últimamente.

Ya no sé si él es el que me busca, si soy yo, o simplemente alguna fuerza extraña hace que inevitablemente coincidamos; pero en cualquier caso una cosa lleva a la otra y siempre acabamos de la misma manera. Creo que no hace falta que diga más.

Me da vergüenza admitir que estoy dejándome llevar por la pasión de una manera irrevocable y siento que estoy montada en un coche sin frenos que baja a toda velocidad por una cuesta empinada.

—Buf. Este libro es demasiado —Dice Samantha interrumpiendo mis pensamientos. Nos encontramos en la habitación descansando ya que no tenemos mucho que hacer. Hace frío fuera y yo estoy recomponiendo fuerzas ya que después tengo entrenamiento de fútbol y necesito estar activa —. De verdad. Cuando me lo acabe te lo dejo.

Me río. Llevo ya varios meses aquí y nunca había visto a Samantha coger un libro que no fuese para estudiar.

—Debe de estar bien. Para que leas.

Mi amiga asiente con la cabeza y se lleva el libro al pecho. Suelta un suspiro.

—Este libro cumple todas mis fantasías sexuales —Suelto una carcajada —. De verdad, me da muchas ideas para hacer con Flavio.

—¡Ah! No quiero saber —Digo tapándome los oídos de broma.

—Seguro que a ti también te gusta —Dice adoptando un tono de voz pervertido. Mi amiga deja el libro a un lado y viene hacia mi cama. Me aparto un poco para dejarle hueco para que se siente —. Dime Eva... ¿Cuál es el sitio más radical en el que has hecho cositas de mayores?

Me río y tapo mi cara con las manos.

—¡Ay Samantha!

—Tía, estamos en confianza. Mira yo te cuento la mía —Levanto la ceja. No sé como hemos llegado a hablar de esto —. Pues obviamente fue con Flavio y fue en el cuarto de la limpieza de al lado de la clase de empresariales.

—¡Qué dices! —Me río.

—Mmm... sí. Tía había ganas.

—Ya veo, ya...

—¡Ahora cuenta tú!

—Ay, Sam, mi vida no es tan interesante.

Mentira mentira mentira.

Mi mente se remonta a hace dos días.

Mis ojos recorren rápidamente las páginas del nuevo libro que me estoy leyendo, devorando cada palabra y deseosa de saber más.

Estoy tan enfrascada en la lectura que no me doy cuenta de que se ha hecho demasiado tarde y estoy sola en la biblioteca.

—Eva cielo en menos de quince minutos cierro la biblioteca —Me dice la bibliotecaria con una sonrisa dibujada en su viejo rostro.

—Entonces tengo que aprovechar estos quince minutos a tope —Respondo, devolviéndole la sonrisa. Gloria niega con la cabeza y se ríe.

—Me recuerdas tanto a mí cuando era joven... —Piensa en voz alta y se va, dejándome de nuevo conmigo misma. No pierdo el tiempo y vuelvo a volcarme en el libro.

El Internado Where stories live. Discover now