Epílogo 1: El despertar del siglo XXI

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En una cocina abierta que daba a un salón con tarima flotante, cierto presentador de cierto programa de radio un tanto transgresor se preparaba un café solo como hacía todas las mañanas. Aquella era, sin embargo, de las primeras que lo tomaba apoyado en esa nueva encimera de mármol veteado, contemplando como la dulce luz del sol se derramaba sin filtros a través de los enormes ventanales del salón. Le encantaban, la luminosidad del dúplex era uno de sus mayores atractivos. Llevaba una media sonrisa dibujada ante la vista del cachorrito de samoyedo que habían adoptado hacía poco, Liebing, mientras jugueteaba con el único de los hijos de Zidian que se habían quedado, Sandu. La gata, que se consideraba madre de ambos cachorros, los contemplaba altiva desde la barra de la cocina, a su lado, moviendo la cola de izquierda a derecha. Maullaba muy de vez en cuando, pero ninguna de las dos crías se lo tomaba como una llamada de atención. Quién sabe si lo era o no, pero no lo parecía. Tampoco se lo tomó como tal el dueño de las tres mascotas, que parecía estar más interesado en terminar su desayuno para poder marcharse al trabajo.

Justo cuando Jiang Cheng dejaba su taza de café en la pila de la cocina para fregarla más tarde, Lan Huan bajó por las escaleras rumbo al salón. Se besaron al saludarse, ambos felices de tener más tiempo por las mañanas para perderse el uno en el otro sin prisa. El pelo del escritor todavía estaba húmedo, plagado de las pequeñas gotitas cristalinas que se habían venido con él desde la ducha. Se tocaron con dulzura y se perdieron en esas manos que podían usar para sostenerse mutuamente pasara lo que pasara. Lan Huan le tentó para desayunar juntos y —aunque ya hubiese comido— el locutor no pudo evitar ceder y servirse la segunda taza de café de la mañana. La necesitaría para mantenerse despierto en el estudio de grabación, porque habían trasnochado. Las marcas de arañazos en su espalda y de mordiscos en sus muslos lo revelaban.

Total, siempre iba con dos cafés encima como mínimo. Aquel día tampoco sería una excepción. 

Hacía cosa de un mes y medio desde aquel último sueño. Un mes desde que se mudaron juntos, tres semanas desde el nacimiento de los cachorros de Zidian y poco más de una desde la adopción de Liebing. No eran lo que se dice una familia convencional, pero Jiang Cheng estaba más que feliz con ello. Y Lan Huan también. No había tenido más intercambios desde entonces, no habían vuelto a saber del otro mundo. Lo que conocían como vida normal podía seguir recibiendo ese nombre. 

Mejor así.

-Por cierto -comentó Lan Huan mientras saludaba a Zidian con una palmada cariñosa en la cabeza. Estaban hablando de todo un poco para llenar ese momento hasta que las tostadas salgan del microondas y se les pueda untar guacamole-, ¿te llegué a contar que Lan XiChen y Jiang WanYin iban a casarse?

Jiang Cheng escupió (casi) el contenido de su taza sobre Zidian. La gata le fulminó con la mirada antes de bajar de un salto y dirigirse a lamer a los dos cachorros, porque opinaba que ya era hora de su baño matutino. A la pequeña Sandu no le hacía mucha ilusión, pero a Liebing parecía que le encantaba ser mimado por su madre gata. También le encantaban los baños, pero los de burbujas, por eso se unía a Lan Huan y a Jiang Cheng en la bañera cuando dejaban la puerta abierta. Desde la barra de la cocina, el locutor le dedicó a su novio una mirada dudosa como poco.

-¿De verdad creen que es buena idea? -Masculló con una ceja alzada-. Quiero decir, ¿no acaban de empezar?

-Sí, bueno, pero ya se sabe. En la antigüedad eran más tradicionales.

-Ajá. Claro, más tradicionales pero ellos tienen matrimonio igualitario y nosotros no. Ya me jodería.

-¿Eso que huelo es vinagre?

-Eso que hueles, baobei, es indignación pura y dura. Y café. La indignación huele a café.

Mientras untaba esa pasta verde de aguacate que tanto le gustaba (y que Jiang Cheng jamás sería capaz de entender por qué, a él no le sabía a nada) sobre el pan tostado, Lan Huan dejó escapar una risa  suave. Liebing ladró, como si quisiera entender también las bromas de sus dueños. Se ganó el tener a Sandu poniéndole las patitas en el hocico para hacerle callar.

Between  [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora