Capítulo 65: ¿Seguro que este cuento se ha acabado?

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Nada más volver a su piso, Jiang Cheng se tiró en plancha sobre su sofá y escondió la cara en uno de los almohadones de peluche que tenían por ahí, suaves y perfectos para ahogar gritos más o menos histéricos. Mientras cerraba la puerta, el escritor hizo como que no había oído nada. Zidian no tardó ni un segundo en encaramarse a su humano y hacerse una bola en el hueco que dejaba la curva de su espalda, uno de sus lugares favoritos para acurrucarse. Desde el marco de la puerta Lan Huan contempló a su novio con una sonrisa compasiva. Y con cierta envidia, porque a él también le apetecía chillar. En cuanto se hubo quitado los zapatos, avanzó para arrodillarse a su lado. El presentador de radio giró la cabeza en su dirección más por instinto que por cualquier otro motivo. Una mano cariñosa le retiró el flequillo de la cara, enfrentándose dos pares de ojos agotados.

La verdad, la experiencia les había dejado hechos polvo a nivel mental a ambos.

-¿Puedo tener ganas de llorar y de reírme al mismo tiempo?

-Puedes. Y si lo haces, te abrazaré hasta que te sientas mejor. -Concedió Lan Huan-. Aunque yo con lo que te veo es con ganas de echar una siesta.

-Una que dure hasta Navidad, por favor.

-Eso ya me parece excesivo. Dicen que las siestas solo deben durar unos quince minutos más o menos.

Jiang Cheng le bufó como queriendo decirle "me la trae sin cuidado". Por supuesto. Estaba tan agotado y tan confuso (porque el encuentro con su familia no había sido lo que se dice esclarecedor) que no le importaba nada lo más mínimo. El escritor lo sabía y lo entendía. Cariñoso, besó su frente mientras pasaba los dedos por su pelo en un masaje que amenazaba con dormirle.

-¿Qué te parece si nos lo tomamos con calma lo que queda de día, A-Cheng?

-¿Propones algo?

-Podrías echarte esa siesta y yo me encargo de despertarte en un rato. Y luego pedimos a ese restaurante hindú que te gusta algo para cenar y nos ponemos una película. ¿Cómo lo ves?

-Mn...

-¿Eso es un sí? -Inquirió Lan Huan con una ceja alzada y una sonrisilla. 

Era experto en interpretar las onomatopeyas de su hermano, pero las de su novio... Bueno, ahí estaba algo más verde. Como con todo, dependían del contexto. Y en ese momento su cerebro no quería hacer esfuerzos, estaba demasiado... nebuloso, como si una bruma nublase parte de sus capacidades.

-Puede. -Murmuró-. ¿Por qué no te vienes a echarte la siesta conmigo?

-No estoy tan cansado. -Jiang Cheng entreabrió los ojos, mirándolo de soslayo por entre las hileras de pestañas negras que el rímel se había encargado de alargar solo un poquito-. Además, con todo lo de la comida me ha entrado la inspiración. Estaba pensando en ponerme a escribir.

-Eres incluso más masoquista que yo... y eso es mucho decir. -Le gruñó el locutor, poniéndose de pie para desgracia y malestar de la pobre Zidian. La gata maulló para quejarse, pero se calló en cuanto su dueño la cogió en brazos, casi abrazándola contra su pecho. Aunque solía revolverse cuando la cogía en brazos, esta vez se quedó acurrucada, ronroneando-. ¿Qué hora es?

-Van a dar las cinco.

-Despiértame a las seis.

-Entendido.

Lan Huan también se incorporó, un poco siguiendo a su novio. Antes de que se fugase le abrazó por la cintura y buscó sus labios, con Zidian entre ambos. No era la primera vez que se besaban así ni mucho menos, aunque ella siempre parecía juzgarles cuando lo hacían. La gata miró hacia arriba, seguramente pensando que no entendía a los humanos. De haber podido, les habría puesto los ojos en blanco. A ellos no les importó lo más mínimo su opinión, porque esa solo venía a cuento cuando implicaba fastidiarles un polvo y no fue el caso. Por un par de segundos preciosos se perdieron el uno en el otro, en el sabor de un beso en el que quedaban regustos del café tras la comida y de todo lo que había supuesto para ambos.

Between  [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora