Capítulo 25: Interludio y pausa para la publicidad en el Muelle del Loto

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En la densa bruma de su mente sentía la suavidad de unos labios carnosos rozar su cuello desnudo, besarlo y morderlo. Notaba las delicadas caricias de unas manos frías al deslizarse alrededor de su cintura, por su espalda, entre sus piernas, impías pero placenteras. Todo su cuerpo se estremecía ante el toque y las atenciones que el primer jade le profesaba sin cesar, sin detenerse ni para recuperar un aliento que en realidad no les hacía falta. Sobre él, tendidos en un lecho de almohadones de seda, Lan XiChen le miraba con la sonrisa más tierna que nadie le había dedicado jamás, una sonrisa que era única y exclusivamente para que sus ojos la contemplaran. Gimió gracias a su adoración, a sus halagos susurrados entre beso y beso, los mismos que le hacían derretirse. Ante las hábiles manos de ZeWu-Jun, el orgulloso Sandu ShengShou se deshacía como las feroces tormentas que amainan en dulce llovizna de verano. Se convertía en poco más que otro instrumento musical de los que cultivaban en Gusu, recién afinado y muy dispuesto. Sonaban sus suspiros como lo harían los de Liebing, tocados con la misma precisión y destreza que el primer jade empleaba en sus conciertos de xiao.

Unos labios acallaron los suyos. Esa forma de silenciar sus sollozos de placer era mucho más agradable que aquel viejo hechizo de la secta Lan, aunque un tanto menos ortodoxa. Habían viajado hasta allí desde su nuca descubierta, prestos y dedicados. Se besaban. Se besaban como si se necesitasen para vivir, como si el aliento ajeno fuese el antídoto para un potente veneno que les había infectado y de él dependiesen sus existencias. Como si fueran una droga el uno para el otro, un néctar del que no podrían apartarse hasta quedar secos. Se besaban con fervor mientras el uno tocaba y el otro recibía bien dispuesto las caricias, demasiado impactado como para hacer nada más que dejarse llevar por la situación en la que se había visto envuelto tan de pronto. No recordaba cómo había llegado allí, y no sentía mayor interés en descubrirlo. Solo sabía que se hallaba demasiado perdido en su propia lujuria como para atender a nada más.

A su alrededor se extendía un infinito de sábanas de seda. Jiang WanYin se agarró a ellas como si fueran la única chispa de cordura a la que aferrarse cuando las manos del ilustre ZeWu-Jun se deslizaron más allá de sus caderas, donde nadie nunca le había tocado antes. Notó el duro miembro de su compañero líder rozar el propio, el golpeteo sordo del aliento sobre sus oídos. Inexperto y confuso, las manos le temblaban. Quería tocarle, acariciarle, pero no sabía cómo. Solo el instinto le llevó a envolver con un brazo la espalda de Lan XiChen mientras sus pelvis se movían al unísono. Ambos gimieron. Le clavó las uñas, pero no recibió ni una sola queja. Al primer jade poco le importaban los surcos rojizos que le dejase en la piel o las marcas de mordiscos que decorasen sus hombros. Tampoco le importaban demasiado al propio Jiang WanYin, que ni siquiera estaba muy seguro de lo que ocurría a su alrededor. Él solo sabía que notaba una excitación inexplicable e irrefrenable invadirle, proveniente de lo más hondo de su ser. Nunca se había sentido así; nunca había percibido su cuerpo arder con semejante intensidad ni experimentado tanto placer de golpe. No era capaz de hilar más de dos o tres pensamientos con cierta coherencia antes de perderse en la neblina del gozo, e incluso entonces se sentiría insatisfecho. 

Quería más, lo quería más rápido y lo quería ahora. Sin embargo, ni siquiera era por completo consciente de lo que deseaba, por eso los bordes de su visión estaban tan difuminados.

Jadeó. Lan XiChen había tenido el rostro enterrado en su hombro mientras se masturbaban. Lo alzó al oírle, mirándole con unos ojos vidriosos que parecían brillar de puro éxtasis. Su hermosa cara de jade era lo único que podía ver con claridad. Le sonrió. Para sorpresa de ambos, esta vez fue Jiang WanYin el que tomó la iniciativa de besarle. Fue ahí cuando se dio cuenta de que la famosa cinta de Gusu Lan estaba enredada entre sus propios dedos en vez de clavada a la frente de su legítimo dueño. No debería haberse sentido satisfecho por eso, menos aún conociendo a la perfección su significado, pero la cosa es que lo hizo. Y, cuando se separaron de ese segundo beso que tanta complicidad demostraba entre ambos, no pudo evitar susurrar su nombre como se susurra el de un amante enamorado.

Between  [XiCheng] [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora